Timoteo, San. Obispo de Éfeso (¿-96).
Religioso cristiano de origen griego nacido en Listra (en la actual Turquía) en fecha desconocida y fallecido en Roma hacia el año 96 d.C. Obispo de Éfeso, murió en el martirio y fue elevado a la santidad. Fue discípulo de san Pablo alrededor del año 51, le acompañó por algún tiempo en sus peregrinaciones y compartió presidio en Roma con él. Su fiesta se celebra el 26 de enero.
Timoteo fue uno de los discípulos predilectos de san Pablo. Las noticias más antiguas sobre su persona aparecen en los Hechos de los Apóstoles, donde se puede leer lo siguiente: "Después llegó [san Pablo] a Derbe y a Listra, y he aquí, había allí un cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Quiso Pablo que éste fuera con él; y, tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego" (Hechos, 16, 1-3).
Durante su estancia en Listra, san Pablo se hospedó en casa de la familia de Timoteo, de la que guardó siempre un excelente recuerdo, a juzgar por lo que dejó escrito en una de las dos epístolas que envió a su amado discípulo. Por estas cartas del Apóstol sabemos que la abuela de Timoteo se llamaba Loida, y la madre Eunice; y que el propio san Pablo consideraba a Timoteo como un "hijo amado", denominación con la que también se refiere a él cuando lo cita en su primera epístola a los Corintios. Dichas cartas nos revelan, además, otros datos interesantes acerca de Timoteo, como que era bastante joven cuando conoció a san Pablo ("que nadie te desprecie por tu juventud", le dice el Apóstol) y que padecía dolencias estomacales ("Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclala de vez en cuando con un poco de vino, por tus continuos males de estómago").
También sabemos por los Hechos de los Apóstoles cómo san Pablo entró en contacto con Timoteo y su familia. Al parecer, el Apóstol había llegado Listra acompañado de san Bernabé, y había curado a un tullido bendiciéndole en el nombre de Cristo. Las gentes de la ciudad, maravilladas por este milagro y por la maestría con que ambos apóstoles predicaban, creyeron que ambos eran dioses disfrazados de hombres, y corrieron en busca de los sacerdotes del Templo de Júpiter, rogándoles que sacrificasen un toro en honor de aquellas dos deidades que se habían dignado visitarlos. San Pablo les sacó de su engaño rasgándose las vestiduras para que vieran que eran hombres de carne y hueso, como el resto de los mortales. El vulgo, entonces, se consideró burlado y apedreó a san Pablo y a san Bernabé hasta dejarlos prácticamente moribundos. Pero la familia de Timoteo recogió a ambos predicadores y les proporcionó los cuidados necesarios para que se recobrasen.
Siempre según los Hechos, san Pablo le impuso las manos y le exhortó a que fuera por el mundo predicando la palabra de Dios. Fue así como Timoteo acompañó al Apóstol en su segundo y tercer recorridos misioneros. Más tarde debió de seguirle también en su marcha a la Ciudad Eterna, pues en las cartas que San Pablo escribió cuando se hallaba preso en Roma, el Apóstol de Tarso afirma que Timoteo se halla también en presidio junto a él.
Por los datos que brinda el historiador Eusebio (270-338), fue el propio san Pablo quien nombró a Timoteo obispo de Éfeso. Un historiador posterior, san Juan Crisóstomo (350-407), afirma que Timoteo llegó a ser el presidente de todos los obispos de aquella región. Por estas fuentes sabemos también que, hacia el año 96, siendo emperador de Roma Domiciano (51-96), Timoteo se empecinó en impedir la celebración de una festividad que, a ojos suyos, era un torbellino de placer y corrupción. El vulgo arremetió contra él con piedras y palos, y fue golpeado con saña hasta morir martirizado.
JRF