Abu l-Hazm Yahwar, Rey de la taifa de Córdoba (ca. 1000-1043)
Rey de la taifa de Córdoba, nacido hacia el año 1000 y muerto en Córdoba el 6 de agosto de 1043. Asumió el control de la taifa de Córdoba tras la descomposición del califato, pero nunca tomó título real ni califal. Mostró su concepción del gobierno como un servicio a la comunidad y no como una regalía.
Miembro de la aristocracia cordobesa del final de la época del califato, pertenecía a los Banu Yahwar, de la importante familia de los Banu Abi Abda, clientes de los omeyas de Damasco, que desde mediados del siglo VIII se habían establecido en Córdoba para desempeñar importantes cargos en la corte omeya de Córdoba. Fue hijo de Muhammad, que había sido secretario de Almanzor. Gracias a su posición familiar, Yahwar trabajó como secretario en la corte de Abd al Rahman Sanchuelo y como visir de Sulayman al-Musta'in, por lo cual Ali Ibn Hammud acabó encarcelándolo. Por este motivo Yahwar encabezó un levantamiento en Córdoba contra los Hammudíes, a quienes logró expulsar y sustituyó por califas omeyas, hasta que la situación se volvió insostenible en 1031. Hasta aquella fecha, Córdoba había mantenido el ilusorio poder central, pero tras ella se tornó una taifa, como venía sucediendo en los años precedentes con los diferentes territorios que habían dependido del califato.
Cuando los notables de Córdoba decidieron abolir el califato y deponer al omeya Hisam III el martes 12 de noviembre de 1031, éstos asumieron el poder en corporación municipal (yama'a) igual que había sucedido en Toledo y Sevilla. El gobierno fue encomendado a Yahwar, que desde el comienzo trató de evitar reminiscencias del periodo anterior y declinó llevar título o atributos califales, de este modo Córdoba se convertía en una aparente "república burguesa". Puso como condición para gobernar que el sistema fuera un triunvirato, para ello eligió de entre sus parientes o allegados a Muhammad Ibn Abbas y Abd al-Aziz Ibn Hasan. Aunque Yahwar no tomó títulos, Ibn al-Jatib le denomina sayj al-yama'a ('Jeque de la Comunidad'). En su política interior, muy alabada por las fuentes musulmanas, tuvo en cuenta las peculiaridades de la taifa cordobesa: regularizó los impuestos, hizo crecer la economía y restableció el orden cívico al licenciar a las tropas beréberes, excepto a un pequeño y manejable grupo de Yafraníes, y las sustituyó por una milicia ciudadana.
Yahwar manifestó que sería depositario del gobierno hasta que apareciese un representante legítimo. En 1035 el cadí de Sevilla, Abul Qasim Muhammad I, proclamó la reaparición del califa Hisham II y en noviembre de aquel año Yahwar le envió carta de reconocimiento y felicitación redactada por el gran secretario Ahmed Ibn Burd. Probablemente el gobernante de Córdoba sabía que en realidad Hisam II había muerto en 1023, asesinado durante la segunda entrada en Córdoba de al-Musta'in, pero no le interesó oponerse a la ficción urdida por Muhammad I, por motivo de la existencia de un pretendiente Hammudí establecido en Carmona. Sin embargo, cuando Muhammad propuso el restablecimiento del califa en su palacio de Córdoba, Yahwar envió una embajada a Sevilla para que se cerciorasen de la identidad del pretendido omeya. Tras el regreso de la embajada Yahwar retiró su reconocimiento a Hisam y suprimió su nombre en las oraciones oficiales (1039), lo cual causó el ataque de Córdoba por parte de Ismail, hijo del cadí sevillano. En las monedas de la época subsiguiente se usó el genérico Abd Allah en lugar donde debería aparecer el nombre del califa.
Yahwar realizo una ingente labor diplomática al ejercer como mediador en los conflictos de las diferentes taifas: intercedió por los almerienses prisioneros de Badis Ibn Habbus de Granada, cuando en 1038 el último obtuvo una rotunda victoria sobre Zuhayr de Almería, que pretendía invadir los territorios de Badis; también medió en las luchas entre las taifas de Badajoz y Sevilla y consiguió que sus reyes firmasen la paz y se uniesen ante un inminente ataque cristiano; además de estas intervenciones concretas, Yahwar ofreció refugio a diferentes facciones y clanes nobiliarios de distintas taifas, desplazados por el empuje anexionista de la taifa de Sevilla.
De acuerdo con las características de su gobierno "republicano" no designó sucesor, pero los acontecimientos de Córdoba hicieron que el poder recayese sobre su hijo, Abu l-Walid, que tomó el título de al-Rasid. Tras su muerte fue enterrado en su propia residencia.
Las crónicas musulmanas dan cuenta de la personalidad y las acciones de Yahwar, además de destacar su acusada religiosidad, rectitud, honradez y su carácter sereno y apacible. Al-Marrakusi, cronista de la época almorávide indica que Yahwar fue capaz de evitar las revueltas que habían caracterizado la época anterior gracias a su habilidad política. El mismo cronista explica como Yahwar asignó porteros y servidores en los alcázares pero no se fue a vivir a ellos, sino que continuó viviendo en su casa. También se citan en la crónica de Ibn Jaldun las costumbres de Yahwar para con sus súbditos, a quienes visitaba cuando enfermaban y a cuyos funerales asistía. Asimismo, se pueden apreciar en las crónicas aspectos de la religiosidad de Yahwar: actuaba como muecín en la mezquita que los cordobeses tenían en el arrabal oriental y rezaba las oraciones superrogatorias de las noches del ramadán de forma pública.
Bibliografía
-
JOVER ZAMORA, J.M. (coord.). "Los reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI", en Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-I. Madrid, Espasa Calpe, 1994.
-
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E. "Los reinos de Taifas", en Historia de Andalucía, vol. II. Madrid-Barcelona, 1980.