Mohammad Najibullah (1947-1996). El último presidente de la República Democrática de Afganistán

Mohammad Najibullah (1947-1996) fue un político afgano cuyo impacto en la historia de Afganistán sigue siendo objeto de controversia y análisis. A lo largo de su vida, Najibullah ocupó roles clave durante una de las épocas más turbulentas del país, enfrentando desafíos tanto a nivel interno como internacional. Fue presidente de la República afgana entre 1986 y 1992 y su legado se entrelaza con los acontecimientos que marcaron el final de la Guerra Fría en Afganistán, así como con la caída del régimen comunista en el país.

Contexto de su Nacimiento y Formación

Mohammad Najibullah nació en 1947 en Gandiz, una localidad de la provincia de Paktia, en el seno de una familia perteneciente al clan Ahmadzai, una de las principales familias pashtunes. Su formación académica comenzó en el Liceo Habibia, en Kabul, y continuó en la Universidad de Kabul, donde se graduó en Medicina en 1975. Durante su etapa universitaria, Najibullah se unió al Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), un partido comunista que sería determinante en su carrera política. Este ingreso en el partido no estuvo exento de dificultades; en varias ocasiones, Najibullah fue encarcelado durante el reinado de Zahir Shah debido a su vinculación con el PDPA, una militancia que le costó periodos de prisión, pero que también cimentó su ideología y compromiso con los ideales marxistas-leninistas.

Logros y Momentos Importantes de su Vida

El ascenso de Najibullah en la política afgana fue un proceso complejo, que estuvo marcado por la Revolución de Saur en 1978, cuando el PDPA tomó el poder en Afganistán tras derrocar al gobierno de Mohammad Daud Khan. En este contexto, Najibullah ocupó un lugar relevante dentro de la estructura del PDPA, siendo miembro del Comité Central desde 1977. Al poco tiempo, fue designado para una misión diplomática en Irán, un periodo que le permitió estrechar lazos con gobiernos clave mientras la situación interna en Afganistán se desbordaba.

En enero de 1980, Najibullah regresó a Kabul para tomar las riendas del Servicio de Información Estatal (KHAD), que funcionaba como la policía política bajo el régimen comunista. Tras el derrocamiento y asesinato de Hafizullah Amin, uno de los principales líderes del PDPA, a manos de los soviéticos durante la invasión de 1979, Najibullah se consolidó como un actor clave en la política afgana. Su liderazgo en el KHAD le valió la reputación de ser un «carnicero de Kabul», debido a la brutalidad con la que reprimió a la oposición.

En 1986, tras la muerte de Babrak Karmal, que fue secretario general del PDPA, Moscú presionó para que Najibullah asumiera el liderazgo del partido. Ese mismo año, se convirtió en presidente de la República Afgana, en sustitución de Haji Mohammad Chamkani. Durante su presidencia, Najibullah enfrentó una guerra civil contra los mujahidines islámicos, un conflicto armado que se extendió durante años con la intervención de las superpotencias de la Guerra Fría.

A pesar de las dificultades, uno de los momentos más significativos de su gobierno fue la firma del acuerdo de Ginebra en 1988, que estableció la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán. Najibullah, a pesar de las presiones externas, defendió la reconciliación nacional y buscó una solución pacífica entre los afganos. Su figura, entonces, comenzó a proyectarse como la de un líder que intentaba buscar el equilibrio entre los intereses soviéticos y los afganos.

Impacto en la Sociedad y su Tiempo

La situación política de Afganistán a finales de los años 80 y principios de los 90 era extremadamente volátil. Aunque los soviéticos se retiraron en 1989, el régimen de Najibullah resistió por más tiempo de lo que muchos habían anticipado. Sin embargo, su capacidad para mantener el control sobre el país no fue suficiente para evitar el desmoronamiento de la estructura del Estado afgano.

En 1990, un giro importante se produjo cuando Najibullah renunció formalmente al marxismo y aceptó una economía de mercado. Este giro fue un intento por ganar apoyo tanto dentro del país como de la comunidad internacional, además de que transformó al PDPA en un partido más nacional y laico, el Hezb-i-Watan. A pesar de este cambio ideológico, la división dentro de los mujahidines y el hecho de que tanto la URSS como EE. UU. decidieron interrumpir el suministro de ayuda militar al gobierno afgano condujeron a una situación aún más difícil para Najibullah. Las facciones mujahidines, que ya se encontraban divididas, no se sintieron atraídas por sus intentos de crear un Estado plurinacional, y el liderazgo pashtún de Najibullah perdió poder frente a la creciente influencia de los talibanes.

El apoyo internacional, tanto de Moscú como de Washington, empezó a desvanecerse. En 1992, a medida que las fuerzas mujahidines se acercaban a Kabul, Najibullah se vio obligado a dimitir y huir de la presidencia. A pesar de la caída de su régimen, el gobierno de Najibullah siguió siendo reconocido como el interlocutor principal en el ámbito internacional. No obstante, su incapacidad para lograr una paz duradera entre las facciones internas le pasó factura.

Legado y Controversias Posteriores

El fin del gobierno de Najibullah no significó su desaparición del escenario político afgano. Aunque fue depuesto, su figura continuó siendo un tema de debate durante años. El golpe final a su régimen se produjo en 1996 con la llegada al poder de los talibanes, que asumieron Kabul tras una ofensiva brutal. Najibullah, quien se encontraba refugiado en la sede de la ONU en Kabul, fue capturado por los talibanes, quienes lo ejecutaron de manera cruel el 27 de septiembre de ese mismo año.

La forma en que Najibullah fue ejecutado y exhibido públicamente por los talibanes, junto con su hermano Shahpur, colgado en un poste de luz en la Plaza Ariana, se convirtió en un símbolo del fin del experimento comunista en Afganistán. Para muchos, su muerte representó la derrota final del régimen que intentó instaurar una Afganistán laica y pluralista en medio de una guerra fría que afectó profundamente al país.

Sin embargo, su figura ha sido objeto de revisiones y reinterpretaciones. Algunos lo ven como un líder que intentó ofrecer una solución pacífica al conflicto afgano, mientras que otros lo recuerdan por sus vínculos con la represión soviética y su intervención en las políticas represivas del KHAD. En tiempos recientes, su legado sigue siendo motivo de reflexión, particularmente en relación con las decisiones que tomaron las grandes potencias durante la Guerra Fría y el impacto que tuvieron en el destino de Afganistán.

El Debate Contemporáneo sobre su Legado

La historia de Mohammad Najibullah plantea interrogantes que siguen siendo relevantes en el contexto contemporáneo de Afganistán. El debate sobre su figura no solo se refiere a sus logros y fracasos como líder, sino también a las lecciones que su vida deja respecto a la intervención extranjera y las dinámicas internas de los países en guerra civil. El hecho de que su régimen cayera cuando las grandes potencias ya no lo respaldaban resalta la vulnerabilidad de los líderes que dependen demasiado de la ayuda externa.

Además, el giro ideológico que intentó dar en sus últimos años, al renunciar al marxismo y abrazar una economía de mercado, refleja las dificultades de encontrar un camino viable para un país profundamente dividido. La caída de su régimen ante los talibanes muestra la fragilidad de las instituciones políticas en un contexto de guerra civil y el reto de lograr una verdadera reconciliación nacional en un país con tantas facciones y diferencias.

En este sentido, la figura de Mohammad Najibullah sigue siendo un tema que genera reflexión sobre las dinámicas de poder, las influencias externas y las tensiones internas que han marcado la historia de Afganistán. Su legado sigue siendo motivo de debate entre quienes lo ven como un líder que intentó salvar a su país y quienes lo critican por no haber logrado una salida pacífica a una guerra interminable.