Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera (1620-1715). El virrey que transformó Nueva España y consolidó la presencia española en América

Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, segundo marqués de Mancera, fue uno de los personajes más influyentes en la historia colonial de la Nueva España durante el siglo XVII. Su vida, marcada por su firmeza y astucia política, refleja el papel fundamental de la administración virreinal en la consolidación de los dominios españoles en América y el mantenimiento de la estabilidad en tiempos de crisis.

Su figura destaca no solo por su prolongado y eficaz gobierno como virrey de Nueva España, sino también por su papel como diplomático, consejero de Estado y actor clave en los convulsos episodios de la Guerra de Sucesión Española. La trayectoria de este político español evidencia la compleja red de relaciones entre la corona española, la nobleza, los intereses económicos y la vida cotidiana en los vastos territorios americanos.

Contexto de su nacimiento y formación

Antonio Sebastián de Toledo nació en 1620, en el seno de una familia de la alta nobleza española. Su padre, Pedro de Toledo y Leyva, y su madre, María Luisa de Salazar y Enríquez, le proporcionaron desde temprana edad una formación acorde a su linaje. Desde muy joven, estuvo vinculado a los destinos de la monarquía hispánica, acompañando a su familia en su travesía a Perú en 1639, cuando su padre fue nombrado virrey de aquel territorio.

Durante su estancia en el virreinato peruano, Antonio Sebastián se formó en el arte de la navegación y la guerra marítima, alcanzando el grado de general de galeras. Este aprendizaje en el corazón del poder colonial forjaría su temple y sentido de la autoridad, fundamentales para su futuro papel en Nueva España. Además, su experiencia como embajador en Venecia y Alemania consolidó sus dotes diplomáticas y su entendimiento de la política internacional.

El regreso de la familia a España en 1648 lo situó en la corte madrileña, donde continuó ampliando sus redes de poder y consolidando su prestigio como mayordomo en Palacio. Su matrimonio con Leonor Carreto, hija del marqués de Grana, reforzó aún más sus vínculos con la aristocracia y la influencia política de la familia.

Logros y momentos importantes de su vida

La designación de Antonio Sebastián como virrey de Nueva España en 1663 por parte de Felipe IV marcó el inicio de una etapa crucial para los dominios americanos. A pesar de sus reticencias debido a problemas de salud, aceptó el nombramiento y llegó a la ciudad de México el 15 de octubre de 1664, un mes después de la muerte del monarca.

El marqués de Mancera gobernó durante nueve años, un mes y cinco días, destacándose por su prudencia y eficacia administrativa. Desde el comienzo de su mandato, mostró su compromiso con la situación financiera del virreinato al ordenar que no se realizaran gastos excesivos en su recepción, consciente de las penurias económicas derivadas de la guerra contra Inglaterra y Portugal.

Una de sus acciones más significativas fue reforzar la armada de Barlovento, una respuesta directa a las amenazas constantes de piratas como John Morgan, cuyas incursiones en el Caribe representaban un peligro constante para las flotas y los intereses españoles en América. Mancera impulsó la construcción de barcos ligeros y armados para proteger el Golfo de México y las islas del Caribe, asegurando la defensa de los territorios coloniales.

En política interna, mostró especial interés en el proyecto de desagüe de la ciudad de México, aquejada por inundaciones periódicas. Encargó nuevamente a los franciscanos, encabezados por fray Manuel Cabrera, la superintendencia de las obras, demostrando su capacidad de gestión y colaboración con las órdenes religiosas. Esta decisión fue ratificada por real cédula en 1670 y reflejó la importancia de resolver los problemas ambientales y sanitarios que amenazaban la vida en la capital virreinal.

Durante su mandato, también impulsó iniciativas para la expansión territorial hacia el noroeste, como la expedición liderada por Francisco Lunecilla en 1668. Aunque estas incursiones no siempre lograron establecer nuevos asentamientos permanentes, sí contribuyeron a ampliar los dominios virreinales hacia zonas como Monterrey, Saltillo y Chihuahua.

Uno de los momentos más significativos de su vida virreinal fue su protección y apoyo a Sor Juana Inés de la Cruz, la célebre poetisa novohispana. La relación de Sor Juana con la corte virreinal, especialmente con doña Leonor Carreto, esposa del virrey, influyó en el desarrollo intelectual de la joven, quien deslumbró a los cuarenta sabios convocados por Mancera para examinar su saber.

Impacto en la sociedad y su tiempo

El legado de Antonio Sebastián de Toledo como virrey de Nueva España no se limita a sus iniciativas militares o políticas. Su mandato consolidó la estabilidad en un periodo particularmente complicado, marcado por las tensiones internacionales y los retos económicos. Su preocupación por la defensa del territorio frente a los piratas británicos y por la expansión hacia el norte mostró una visión estratégica que iba más allá de la simple administración colonial.

La figura del marqués de Mancera también refleja la compleja relación entre el poder colonial y las comunidades locales. Su rechazo a la trata de esclavos y su denuncia de los abusos cometidos por alcaldes y otras autoridades en perjuicio de los pueblos indígenas lo convirtieron en un gobernante que, si bien no alteró las estructuras coloniales, sí buscó frenar los excesos y velar por una mayor justicia en el trato a los sectores más desfavorecidos.

La Relación que redactó al concluir su mandato en 1673 constituye uno de los documentos más valiosos para entender la organización de la sociedad novohispana en el siglo XVII. En ella, el marqués describe con notable minuciosidad los diferentes grupos sociales —desde los criollos y peninsulares hasta los pueblos indígenas y los mestizos—, revelando su aguda percepción de las tensiones y desigualdades presentes en el virreinato.

Legado y controversias posteriores

Tras su retiro de la Nueva España, Antonio Sebastián de Toledo regresó a la península y se integró nuevamente en las intrigas políticas de la corte española. Su cercanía a Mariana de Austria, madre de Carlos II, lo llevó a ocupar cargos de relevancia como mayordomo mayor y consejero de Estado. Sin embargo, las disputas entre los partidarios de Fernando Valenzuela y de Juan José de Austria lo condujeron al destierro en 1678, en un contexto de profundos cambios en la corte española.

La muerte de Juan José de Austria en 1679 permitió su regreso a los círculos de poder, participando activamente en la Década de las reformas impulsada por el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa. Su adhesión a la causa de Felipe V durante la Guerra de Sucesión Española fue un reflejo de su pragmatismo político, aunque esta decisión también lo enfrentó a sectores de la nobleza que rechazaban el ascenso borbónico.

La Guerra de Sucesión y las reformas borbónicas provocaron divisiones que afectaron directamente a figuras como el marqués de Mancera, quien llegó a ser exonerado de sus cargos en 1704. Sin embargo, en 1706, volvió a alinearse con la corte de Felipe V, retirándose finalmente a Burgos antes de su muerte en 1715.

El legado de Antonio Sebastián de Toledo es complejo: por un lado, es recordado como un virrey prudente, eficaz y protector de las artes y las letras, especialmente en su apoyo a Sor Juana Inés de la Cruz; por otro, su figura estuvo rodeada de controversias derivadas de los conflictos cortesanos y la rivalidad entre las facciones políticas de la época.

El reflejo actual de su figura: un legado abierto a la interpretación

La vida de Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, continúa provocando debate y reflexión en la historiografía actual. Su figura ilustra las tensiones entre la administración colonial y los intereses metropolitanos, así como el papel de la nobleza en la política imperial española. Sus acciones como virrey, desde la protección de los indígenas hasta la defensa de las costas del Caribe, muestran un equilibrio constante entre la política de la corona y las necesidades de las colonias.

Su protección de Sor Juana Inés de la Cruz y su interés por las obras públicas en la ciudad de México revelan un lado humanista y cultural que desafía la visión simplista de los virreyes como meros administradores coloniales. Por otro lado, su participación en las luchas de poder en la corte de Madrid y su adhesión final a la causa borbónica ilustran las ambigüedades de un hombre que supo adaptarse a los vaivenes políticos para mantener su influencia.

Estudiar su figura permite entender mejor los retos que enfrentaba la monarquía española en la gestión de su vasto imperio y las tensiones sociales que marcaron la vida en Nueva España. El marqués de Mancera dejó un legado que, lejos de ser uniforme o estático, sigue generando preguntas sobre el poder, la justicia y la compleja relación entre metrópolis y colonias. Su vida, que se extendió casi un siglo, es testimonio de las luces y sombras de un tiempo decisivo en la historia de España y de América.