Nicolai Gustavovich Legat (1869-1937). El genio del ballet ruso que conquistó el mundo
Nicolai Gustavovich Legat (1869-1937). El genio del ballet ruso que conquistó el mundo
Nicolai Gustavovich Legat, nacido el 27 de diciembre de 1869 en San Petersburgo, es reconocido como uno de los bailarines más importantes y revolucionarios del siglo XX. Su legado en el mundo de la danza ha perdurado a través de sus innovaciones como coreógrafo, maestro y profesor, tanto en su país natal como en el escenario internacional. Considerado uno de los pilares del ballet ruso, su influencia sobre las generaciones posteriores de bailarines sigue viva hoy en día, no solo por su técnica, sino por su capacidad para transformar el ballet en un arte aún más sofisticado.
Contexto de su Nacimiento y Formación
San Petersburgo, ciudad de gran relevancia cultural y artística en la Rusia zarista, fue el lugar donde Nicolai Legat comenzó su vida en un entorno que sería clave para su futuro. Nacido en una familia vinculada a las artes, su padre, Gustav Legat, fue un reconocido maestro de ballet. Desde temprana edad, Nicolai fue influenciado por el mundo de la danza, y su destino parecía ya estar marcado. Junto a su hermano, Sergei Legat, quien también alcanzaría gran fama en el mundo de la danza, Nicolai comenzó a formarse en la Escuela del Teatro Imperial de San Petersburgo.
Durante su formación, Legat estuvo bajo la tutela de prestigiosos bailarines y maestros como Pavel Gerdt y Christian Johansson. Este riguroso entrenamiento le permitió dominar la técnica clásica del ballet ruso y desarrollar un estilo que lo distinguiría a lo largo de su carrera. La influencia de su padre, quien era un referente en la enseñanza de la danza, fue fundamental en su formación, y pronto comenzó a destacar por su habilidad técnica y su presencia en el escenario.
Logros y Momentos Importantes de su Vida
En 1888, Nicolai Legat se unió al Teatro Marinsky, el epicentro de la danza clásica en Rusia, donde rápidamente ascendió hasta convertirse en primer bailarín de la compañía. Este puesto lo colocó en el centro de la escena del ballet imperial, un lugar donde protagonizó algunos de los estrenos más importantes de la época. Entre sus interpretaciones más notables se encuentran los ballets Kalkabrino (1891) y Las Estaciones (1900), ambos creados por el maestro Marius Petipa, y las versiones de Cascanueces (1892) y La Flauta Mágica (1893), ambas obras de Lev Ivanov, otro gran maestro del ballet ruso.
A lo largo de su carrera en el Teatro Marinsky, Nicolai Legat no solo se destacó como intérprete, sino también como coreógrafo. En 1906, presentó su primera coreografía para el teatro: Nero, con música de Rubinstein. Esta fue solo una de las muchas obras que Legat creó para la compañía, destacándose también La Flor Roja (1907), El Talismán (1909) y Barbazul (1910), entre otras. Sus creaciones no solo estuvieron marcadas por la maestría técnica, sino por una profunda capacidad para contar historias a través del movimiento, un aspecto fundamental en la evolución del ballet clásico.
Además de sus contribuciones como bailarín y coreógrafo, Legat también desempeñó un papel fundamental como maestro. En 1896, comenzó a impartir clases en la Escuela del Teatro Imperial, y en 1902 fue nombrado asistente de Marius Petipa como maestro de ballet de la compañía. Con el paso de los años, Legat ascendió en el rango del Teatro Marinsky, alcanzando los cargos de segundo maestro de ballet (1905-1910) y maestro principal de ballet (1910-1914).
Impacto en la Sociedad y su Tiempo
El impacto de Nicolai Legat en el ballet ruso fue monumental. Además de su dominio técnico y su capacidad de interpretación, su influencia se expandió hacia las estructuras del ballet como institución. En una época de cambio en el teatro ruso, Legat contribuyó a la modernización de la danza clásica, llevando el ballet a nuevas alturas tanto en la técnica como en la expresión artística. Su estilo no solo influyó en sus contemporáneos, sino que dejó una huella indeleble en las generaciones de bailarines que vinieron después de él.
La transición de la Rusia imperial a la Revolución de 1917 afectó profundamente a la vida de Legat, quien, tras el colapso del régimen zarista, comenzó a trabajar en escuelas privadas y en proyectos internacionales. Fue en este período cuando el influyente Sergei Diaghilev, líder de los Ballets Russes, lo contrató en 1923 para reemplazar a Enrico Cecchetti como maestro de la compañía. Legat viajó por varias ciudades de Europa junto a su esposa, la bailarina rusa Nadine Legat, y otros miembros de la troupe, como Sergei Lifar, llevando la enseñanza del ballet clásico ruso a los escenarios de Florencia, Roma y Nápoles.
Legado y Controversias Posteriores
A pesar de la incertidumbre política y social de su época, Nicolai Legat dejó un legado perdurable en el mundo del ballet. Su influencia se extendió más allá de Rusia, especialmente a través de su escuela en Londres, abierta en 1929, que formó a algunas de las figuras más destacadas del ballet británico, entre ellas Ninette de Valois, Anton Dolin, Margot Fonteyn, Alicia Markova y Moira Shearer. Estas bailarinas y bailarines no solo fueron testigos de la maestría de Legat, sino que lo consideraron una fuente clave de inspiración en su desarrollo profesional.
El reconocimiento a su trabajo fue reflejado en 1914, cuando Legat recibió el título de Artista de Honor de los Teatros Imperiales de Rusia, un galardón que reconocía su destacada contribución al arte del ballet. Sin embargo, el impacto de su figura no estuvo exento de controversias. Aunque su nombre es sinónimo de excelencia técnica, algunos críticos han señalado que su estilo se mantenía muy fiel a las tradiciones clásicas del ballet ruso, sin ofrecer las innovaciones radicales que otros contemporáneos buscaban. Sin embargo, su papel como maestro y transmisor de la tradición del ballet clásico fue crucial para mantener viva esta tradición durante tiempos de inestabilidad política.
Una reflexión sobre su figura
El legado de Nicolai Legat sigue siendo objeto de estudio y reflexión dentro del mundo de la danza. Su habilidad para transmitir la esencia del ballet clásico ruso a generaciones posteriores, junto con su enfoque técnico, le asegura un lugar en la historia del arte de la danza. La enseñanza que Legat dejó en su escuela londinense sigue siendo un pilar fundamental para la danza británica, y sus discípulos continúan siendo figuras clave en la evolución del ballet moderno.
Su figura también invita a una reflexión crítica sobre las tradiciones del ballet y su evolución en un mundo que, cada vez más, busca romper con las estructuras clásicas. Si bien Legat se destacó por su fidelidad al estilo clásico, su contribución al fortalecimiento del ballet como disciplina sigue siendo innegable. En este sentido, su figura continúa desafiando a los estudiosos y bailarines contemporáneos a repensar qué significa ser un innovador en el campo del ballet y cómo el pasado puede influir en el presente de manera profunda y significativa.