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Ayón, Tomás (1820-1887).

Ensayista, historiador, jurisconsulto, político y diplomático nicaragüense, nacido en León (capital del departamento homónimo) en 1820 y fallecido en su ciudad natal en 1887. Autor de la primera historia oficial de su nación, esta considerado como uno de los grandes intelectuales centroamericanos del siglo XX, así como una de las figuras más destacadas de la cultura de Nicaragua, donde, en su honor, el Premio Nacional de Historia ha sido bautizado con su nombre. Fue padre de otro ilustre historiador, Alfonso Ayón.

Impulsado desde su niñez por una innata vocación humanística, cursó con singular provecho sus estudios primarios y secundarios en la ciudad de León, donde pronto obtuvo los diplomas de Bachiller en Derecho y Filosofía y Letras. Al cumplir los veinte años de edad (1840), pasó a El Salvador (todavía parte, junto a Nicaragua, Guatemala, Honduras y Costa Rica, de la inestable Federación Centroamericana) y completó allí su formación superior en Leyes y Letras.

A raíz de la disgregación de la Federación Centroamericana y la subsecuente proclamación de la República de El Salvador (30 de enero de 1841), Tomás Ayón comenzó a trabajar para la Administración pública de la nueva nación en la que se hallaba, donde, además, inició una brillante trayectoria profesional en el campo de la enseñanza.

En 1863, ya ampliamente rebasados los cuarenta años de edad, regresó a Nicaragua para afincarse de nuevo en su ciudad natal, en cuyos principales foros políticos e intelectuales quedó integrado de inmediato. Entre otros cargos públicos de relieve, ocupó la alcaldía de León durante un largo período, y entre otros brillantes logros consiguió durante su mandato que su cuna fuera la segunda ciudad nicaragüense provista de agua impulsada por procedimientos mecánicos (1875).

Dada su condición de viajero, hombre de Leyes y eminente erudito, Tomás Ayón compaginó sus labores políticas dentro de su ciudad natal con otras funciones diplomáticas que le llevaron a mantener estrechos contactos con las autoridades de las repúblicas vecinas. Fruto de estas labores diplomáticas y, al mismo tiempo, de su voraz curiosidad de historiador fue una de las obras maestras en el campo de la historiografía centroamericana del siglo XIX, publicada por Ayón bajo el título de Consideraciones sobre la cuestión de límites territoriales entre las repúblicas de Nicaragua y Costa Rica (Managua, 1872).

A esta obra le siguieron otros trabajos de gran interés para sus coetáneos y, sobre todo, para los historiadores posteriores, como las tituladas Apuntes sobre algunos acontecimientos políticos de Nicaragua en los años 1811-1824 (León: Imprenta del Istmo, 1875) y Juicio histórico de Juan B. Sacasa (León: Imprenta del Istmo, 1876). Pero, sin lugar a dudas, la obra maestra de Tomás Ayón en el género historiográfico es su monumental Historia de Nicaragua desde los tiempos más remotos hasta el año 1852 (Granada: Tipografía de El Centro Americano, 1882-1889), publicada en tres volúmenes. Escrita por encargo expreso del presidente del gobierno don Joaquín Zavala -gran reformador, por cierto, de la Instrucción Pública, el comercio y las comunicaciones-, esta obra magna está considerada la primera historia nacional de Nicaragua y, sin lugar a duda, la fuente donde bebieron numerosos estudiosos e investigadores de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

En su faceta de hombre público, Tomás Ayón gozó de gran prestigio como diplomático en El Salvador -donde representó al Gobierno de su nación- y, en general, en todo el ámbito geocultural centroamericano, tanto por sus acreditados conocimientos y su vasta capacidad intelectual como por su firmeza política a la hora de rechazar la injerencia de los Estados Unidos de América en los asuntos internos de cada una de las naciones en que se había disgregado la Federación. Un buen testimonio de esta actitud firme y decidida fue la carta que, con fecha del 14 de diciembre de 1869, le envió a C. N. Riotte, a la sazón embajador -o, en términos de la época, "ministro residente"- de los Estados Unidos en Nicaragua. En dicha misiva, al abordar el espinoso asunto de la amnistía que el Gobierno nicaragüense había concedido a los extranjeros (y, en particular, a los ciudadanos norteamericanos) participantes en la revolución que había dado lugar al Convenio de Pueblo Nuevo (1869), Tomás Ayón se dirigía al representante de las autoridades estadounidenses con estas palabras: "tengo la pena de manifestar a usted, que no reconoce mi Gobierno, ni puede reconocer la legalidad de la intervención que reclama en la ejecución del Convenio de Pueblo Nuevo..., [que] el Gobierno está dispuesto a oír sus observaciones amistosas, no sólo en este asunto, sino en todos aquellos que tenga a bien hacerla, dando así una muestra de la estimación personal que le profesa; pero, debiendo conservar ilesos los derechos de la nación, se ve en la necesidad de no admitir la intervención oficial que pretende como ministro de los Estados Unidos, en las cuestiones interiores de los nicaragüenses”.

Además de esta encendida defensa de los intereses nacionales, y de su indudable acierto y eficacia en la gestión municipal de León, Tomás Ayón contribuyó notablemente al desarrollo de su nación redactando, en su condición de jurista, numerosas Leyes que aportaron justicia y equilibrio a un país tan joven como el suyo (donde se le considera como uno de los principales padres de la patria). Puso, al margen de la política nacional y las relaciones internacionales, especial empeño en legislar al servicio de las reformas y mejoras educativas (recuérdese su pasado docente en El Salvador), y, en su condición de humanista fecundo y polifacético, dedicó también muchas horas y páginas a teorizar sobre la estética, el gusto, el estilo y otros conceptos similares relacionados con el hecho literario.

En general, Ayón sostuvo que "la regla del gusto se encuentra en los contrastes y en las variedades de la naturaleza; pero sólo el talento ilustrado descubre esas variedades y esos contrastes, y sabe presentarlos en toda su originalidad, sin esfuerzos que den a conocer la deficiencia del escritor, sin nubes que oscurezcan la idea, sin rasgos que imperfeccionen el cuadro; sino puros y simples como iluminados por el esplendente sol de las eternas realidades". Estas consideraciones teóricas y universales le condujeron luego a preguntarse, en su condición de prohombre de la nueva nación nicaragüense, por la posible existencia de unos rasgos estilísticos o temáticos que permitiesen detectar la especificidad de una literatura autóctona propiamente dicha; y así, a la cuestión -planteada por él mismo- de "¿cuáles son los elementos con que se cuenta para dar elevación y belleza al estilo literario nacional?", el propio Ayón respondía con estas palabras: "Se cuenta con la riqueza y sonoridad del idioma castellano, con la robusta literatura española, con nuestra historia y con la historia de otros países en que se presentan los acontecimientos humanos en su infinita variedad. Se cuenta, en fin, con la ardiente imaginación de los centroamericanos, enriquecida por las bellísimas perspectivas que a cada paso se presentan a la vista, y acariciada por la esperanza en un porvenir lleno de grandeza".

Presidente del Ateneo de León en 1881, y director de La Unión Ibero-Americana (filial en Nicaragua de una asociación político-cultural mexicana), Tomás Ayón falleció en 1887 y recibió sepultura en la Catedral de León, donde también reposan los restos mortales de su ilustre vástago.

Bibliografía

  • AYÓN, Pablo Ernesto. "El doctor Tomás Ayón", en La Prensa Literaria (Managua), 14 de diciembre de 1980.

  • GUTIÉRREZ, J. Trinidad. "Tomás Ayón", en Personajes de León (Masaya [Nicaragua]: Tipografía La Nación, 1926), págs. 22-24.

  • NÚÑEZ, Francisco María. "La ejemplar obra literaria de los Ayón", en Anales de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica (San José de Costa Rica, 1967), págs. 11-22.

  • URTECHO, J. Andrés. Escritos varios de los doctores Tomás y Alfonso Ayón (Managua: Tipografía Nacional, 1914).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.