Timoleón (410-337 a.C.).
General corintio, uno de los hombres más ilustres de la antigua Grecia; nació alrededor de 410 a.C. en una familia distinguida de Corinto. El carácter magnánimo que desplegó, opuesto de todo punto al de su hermano Timófanes, soldado brutal y ambicioso, le valió la estimación de sus conciudadanos, que lo eligieron muchas veces para mandar sus ejércitos. Cuando Timófanes, a quien había salvado la vida en un combate contra los argivos, abusó del poder que se le había confiado, al declararse abiertamente tirano de Corinto, Timoleón trató de hacerle cambiar su actitud; pero no pudiendo persuadirle ni logrando convencerle de que renunciase al poder, le dejó asesinar por su cuñado Esquilo y un amigo suyo. "Entonces -dice Plutarco- Timoleón se retiró algunos pasos, rompió a llorar y se cubrió el rostro". Después de este acto, se separó de los negocios, y casi se dejó morir de hambre. Pasó veinte años en el retiro, en los que fue objeto del respeto público, hasta que en 343 fue nombrado por unanimidad general del ejército destinado a los siracusanos de la opresión de Dionisio el Joven, y del sitio de los cartagineses; emprendió entonces la famosa campaña de Sicilia, que fue una serie de triunfos. Con escasos recursos, y mal secundado además por los siracusanos, que temían hallar un nuevo tirano en su libertador, expulsó a Dionisio, y derrotó sucesivamente los ejércitos cartagineses, y se hizo dueño de Siracusa y de otras varias ciudades de Sicilia. Entonces se mostró tan gran hombre de Estado como guerrero, y supo repoblar aquel país, que había quedado desierto con tan larga tiranía. Los emigrados, a quienes llamó de todas partes de Grecia, volvieron a vivir en su antigua patria, y él socorrió sus primeras necesidades, repartiéndoles tierras y vendiendo las casas deshabitadas a beneficio del pueblo. Hizo también almoneda de las estatuas de los tiranos; conservó únicamente la de Gelón. Rodeado del cariño y estimación de los siracusanos, devolvió en menos de ocho años a Sicilia su antigua prosperidad, y no quiso abandonar Siracusa, que había venido a ser su segunda patria; poco tiempo después de haber abdicado el poder, murió en 337 a.C. en una magnífica morada ofrendada por la población.