Texier, Catherine (1950-vvvv).
Escritora francesa de la segunda mitad del siglo XX, que, todavía muy joven, se dio a conocer en el panorama literario de su país natal con una primera novela titulada Chloe l'Atlantique, opera prima que pasó inadvertida para el grueso de los lectores y los críticos galos.
Aún no había cumplido la treintena cuando se trasladó a los Estados Unidos de América y se afincó en Manhattan, donde trabó amistad con el escritor norteamericano Joel Rose, con quien, al cabo del tiempo, contrajo matrimonio y tuvo dos hijas. Introducida de la mano de Rose en el ambiente literario más bohemio de la capital neoyorkina (el de los downtown, en cierta manera capitaneado por la novelista negra Kathy Acker), formó parte de un grupo de jóvenes escritores que pronto se distinguió por las revistas literarias que editaba, ajenas al escaparate mundial en el que se exhibían las obras de otros autores norteamericanos de fama internacional, como Jay McInnerney, Tama Janowitz, David Leawitz o Bret Easton Ellis.
Dentro de su grupo literario (en el que destacaron también Betsy Sussler y Craig Gholson, promotores de la publicación Bomb), Joel Rose y Catherine Texier lograron cierto renombre con la edición de la revista Between C & D. Por aquel tiempo, la escritora francesa comenzó a escribir en inglés por complacer a su marido, y en 1987 dio a la imprenta su primera novela escrita y aparecida en los Estados Unidos de América, titulada Love Me Tender (Nueva York: Penguin Books, 1987). En ella, Catherine Texier se revelaba como una consumada maestra en el arte de la narración realista, a través del relato de las peripecias amoroso-sexuales de una joven francesa -bautizada Lulu- que, sólo frenada por los límites de su propio antojo, va pasando de amante en amante sin experimentar ningún desgarro sentimental, haciendo gala de una frialdad comparable a la descarnada exposición de los hechos narrados por la autora. Este desprecio de cualquier artificio retórico venía a acentuar, así, el estilo directo y la dureza argumental -que llega a rozar la crueldad- de Love Me Tender, narración que elevó la cotización literaria de la Texier entre los jóvenes escritores norteamericanos de la década de los años ochenta.
Alentada por este éxito, al cabo de tres años volvió a los anaqueles de las librerías con su segunda novela escrita en lengua inglesa, titulada Panic Blood (Nueva York: Viking, 1990). Con su publicación, Catherine Texier se consolidaba como una de las más brillantes narradoras del momento y confirmaba su adscripción a ese grupo de escritoras cuyas obras mostraban gran autonomía respecto a la tradicional influencia del legado cultural masculino. En efecto, su particular concepción del hecho literario configura lo que, en palabras del escritor, editor y crítico español Ramón Buenaventura, puede denominarse 'romanticismo al revés': "En el romanticismo, un alma gime atrapada en un cuerpo miserable. En el 'romanticismo al revés', el cuerpo, espléndido y voraz, protesta ante las limitaciones de un alma que no está a su altura".
Su tercera entrega literaria, traducida al castellano por Ersi Samara bajo el título de Ruptura (Barcelona: Muchnik Editores, 1998), debe entenderse, más que como una novela propiamente dicha, como el ajuste de cuentas o la crónica de una venganza contra su antiguo compañero, quien, después de dieciocho años de vida en común, abandonó el hogar familiar para unirse a una editora que le ofrecía una magnífica promoción de sus mediocres escritos. Desde una rotunda subjetividad, animada por un odio sin paliativos, Catherine Texier arremete contra Joel Rose para denunciar su egoísmo y los abusos que cometiera contra ella durante su largo matrimonio. Libro tenaz y prolijo en la enumeración de las acusaciones, animado -además- por altas dosis de erotismo, Ruptura se convierte en una abrumadora acumulación de hechos que, por un lado, sólo intentan justificar la crueldad del esposo adúltero, y, por otro lado, demostrar que su autora ha hecho todo lo que quedaba a su alcance para intentar salvar su matrimonio; y, a la postre, este interesante -e interesado- alegato puede leerse como un detallado repertorio de las ruindades masculinas, pero también como un minucioso muestrario de la renuncia a la propia dignidad para poner a salvo una relación amorosa.