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LiteraturaHistoriaBiografía

Saavedra, Isabel de (1584-1652).

Hija natural de Miguel de Cervantes, nacida en Madrid en 1584 y fallecida en su ciudad natal en 1652. Fruto de los amores adúlteros entre el escritor alcalaíno y la tabernera madrileña Ana Franca de Rojas, está considerada por la crítica cervantina contemporánea como la única descendiente del autor del Quijote, quien no tuvo hijos en su matrimonio con la toledana Catalina de Salazar y Palacios.

En septiembre de 1584 nació en Madrid Isabel, en el seno del matrimonio formado por el antiguo comerciante asturiano Alonso Rodríguez y su mujer Ana Franca de Rojas, que a la sazón regentaban una populosa taberna en la calle de Tudescos, concurrida por dramaturgos, comediantes, directores de compañías y, en general, gentes relacionadas con el mundillo teatral. Uno de los parroquianos habituales de dicha taberna era Miguel de Cervantes, quien, al parecer, pronto entabló relaciones amorosas con Ana Franca, lo que dio lugar a que ésta se convirtiera en la madre de su único vástago conocido. Tres meses después del alumbramiento de Isabel, Cervantes ya estaba casado en la localidad toledana de Esquivias, con una repentina urgencia que tal vez sea indicio de su necesidad de alejarse con presteza de los ambientes que frecuentaba en Madrid (posiblemente, a causa de los rumores que empezarían a llegar a oídos de Alonso Rodríguez, el supuesto padre de la recién nacida).

Sea como fuere, lo cierto es que el tabernero de la calle Tudescos murió como padre de Isabel y de su hermana mayor (nacida de su unión con Ana Franca, poco antes de las relaciones adúlteras de ésta); y que, poco tiempo después -concretamente, el 12 de mayo de 1585-, perdió la vida también la joven madre de ambas. En sus disposiciones testamentarias, Ana Franca de Rojas encomendaba la custodia de sus hijas a un procurador madrileño que, el día 9 de agosto de 1599, se convirtió legalmente en el tutor de las dos hermanas huérfanas. Pero la sorpresa entre los estudiosos cervantistas surge cuando los documentos demuestran que, sólo dos días después (es decir, el 11 de agosto de 1599), una hermana de Miguel de Cervantes, Magdalena, reclamó para su servicio a la joven Isabel -a la sazón, quinceañera-, al tiempo que se comprometía a darle alojamiento y manutención durante al menos dos años; a ensañarle a coser, organizar y administrar una casa; y a abonarle en concepto de salario por su trabajo la cantidad de veinte ducados. La sorpresa se intensifica aún más cuando en el acta notarial que dio fe de esta extraña contratación se descubre que la joven Isabel, aunque queda inscrita como hija del mencionado Alonso Rodríguez, aparece citada como "Isabel de Saavedra", y tenida por descendiente del licenciado Juan de Cervantes (abuelo de Miguel y Magdalena). Al parecer, el escritor se sirvió de este rodeo legal para reconocer su paternidad y vincular a la joven a su auténtico linaje familiar; posteriormente, después de haber vivido con ella (y con casi todas las mujeres de su familia) en Valladolid, Cervantes regresó a Madrid y se trajo consigo a su hija natural, a la que otorgó legalmente el apellido de Saavedra. Una buena prueba de esta paternidad que, durante muchos años, mantuvo oculta el escritor complutense es la constatación de que Isabel, aunque había sido contratada en calidad de servidora por Magdalena, jamás desempeñó tal papel en el complejo núcleo familiar de los Cervantes, donde recibió siempre por parte de Magdalena el afecto destinado habitualmente a una sobrina, y mantuvo espléndidas relaciones con su prima Constanza (hija de Andrea, otra hermana de Miguel).

De nuevo en la Corte, la hija de Miguel de Cervantes (que, según su propia declaración en algún documento de la época, era analfabeta) contrajo nupcias alrededor del año 1606 con Diego Sanz del Águila, de quien tuvo al año siguiente una hija bautizada como Isabel Sanz del Águila y Cervantes. En 1608, la repentina muerte de su esposo dejó a Isabel de Saavedra viuda, pero no del todo desamparada, pues pronto saldrían a la luz sus relaciones con Juan de Urbina, un hombre casado que ejercía como secretario del duque de Saboya, y al que al parecer habían conocido los Cervantes durante su residencia en Valladolid. La "protección" de este Urbina llegó a tal extremo que abrió en Madrid una casa para alojar en ella a Isabel, vivienda alquilada a nombre de uno de los criados del secretario del duque y ubicada, casualmente, en la calle de la Montera, al lado de la residencia que ocupaba, en la calle de Jardines, el propio Urbina.

La sorprendente movilidad social -algunos cervantistas hablan de "arribismo"- de Isabel de Saavedra quedó bien patente el 8 de septiembre de 1608, cuando, a los pocos meses de haber enviudado, contrajo segundas nupcias con Luis de Molina, al parecer bien relacionado con Miguel de Cervantes. En el contrato matrimonial se afirmaba que Isabel aportaba al matrimonio diez mil ducados, suma imposible de conseguir por su padre, quien, un año antes, se había visto obligado a pedir al librero Robles un adelanto de cuatrocientos cincuenta reales. Parece innecesario añadir que la dote de Isabel de Saavedra procedía de la "desinteresada" generosidad del citado Juan de Urbina, quien, a pesar de sus dispendios, sabía velar por su hacienda: la casa de la calle Montera pasaba ahora a ser propiedad de la pequeña Isabel Sanz del Águila, aunque su madre podía seguir conservando el usufructo en tanto no muriese la niña, ya que, si esto ocurría, el heredero de la vivienda sería Miguel de Cervantes. Cuando, en 1609, falleció la pequeña nieta del escritor, se descubrió una cláusula secreta por vía de la cual la propiedad regresaba a manos de Urbina.

La disputa surgida en este punto acerca de esta casa de la calle de la Montera supuso el distanciamiento definitivo entre Miguel de Cervantes y su hija Isabel. El 27 de marzo de 1610, Juan de Urbina reclamó sus derechos sobre la vivienda, cuando parecía que Isabel de Saavedra había sido autorizada para el usufructo durante toda su vida. Miguel de Cervantes -quien, según el falso contrato firmado para ocultar la presencia de Urbina en todo este embrollo, quedaba como legítimo propietario de la casa- se vio obligado a cumplir lo pactado por debajo de los documentos legales y renunció a sus derechos en favor del secretario del duque de Saboya, con la única condición de las rentas obtenidas por el alquiler de la vivienda fueran destinadas a obras de caridad. Esta decisión de su padre provocó las iras de Isabel de Saavedra, quien, a pesar de todo, siguió manteniendo complejas relaciones de negocios con Juan de Urbina, en las que también estaba implicado su marido, Luis de Molina. En 1614, el secretario del duque llegó a ser encarcelado por los pleitos interpuestos contra él por Isabel y su esposo, con lo que el peregrino triángulo quedó deshecho para siempre.

Luis de Molina murió en Madrid en 1632, después de haber dictado un testamento en el que, con fecha del 25 de diciembre de 1631, dejaba explícito que había "consumido y gastado" gran parte de la dote de su esposa, quien le sobrevivió por espacio de veinte años.

Bibliografía

  • ASTRANA MARÍN, Luis: Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra (Madrid: Instituto Editorial Reus, 1948-1958), 7 vols.

  • AVALLE-ARCE, Juan Bautista y RILEY, Edward C. [eds.]: Suma cervantina (Londres: Tamesis Books, 1973).

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  • CANAVAGGIO, Jean: Cervantes. En busca del perfil perdido (Madrid: Espasa-Calpe, 1992).

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  • GARCIASOL, Ramón de: Cervantes (Barcelona: Destino, 1972).

  • HERRERO GARCÍA, Miguel: Vida de Cervantes (Madrid, 1948).

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  • ZARAGOZA, Cristóbal: Cervantes. Vida y semblanza (Madrid: Mondadori, 1991).

Autor

  • J.R. Fernández de Cano