Requena y Herrera, Francisco (1743-1824).
Ingeniero militar y político español nacido en Mazalquivir (Orán) el 26 de enero de 1743 y fallecido en Madrid, el 11 de febrero de 1824. Desempeñó un destacado papel en la Amazonía como gobernador de Maynas y comisario de límites. Muchos de sus informes no sólo cambiaron el curso de la administración colonial sino que sirvieron de base para la demarcación territorial tras la independencia.
Francisco Manuel Policarpo Requena y Herrera nació en el seno de una familia noble. Era hijo de Francisco Requena y Molina, segundo contador de Artillería, y de María de Herrera y Cavello. Con tan sólo 15 años ingresó en la Academia militar de su ciudad natal como cadete de infantería (4 de marzo de 1758). Allí demostró un talento singular para las matemáticas y obtuvo calificativos sobresalientes. Asimismo, hizo gala de un alto grado de valor en varios enfrentamientos contra los árabes. En junio de 1763 se trasladó a la península como subteniente-ingeniero; ya en España destacó por su talento cartográfico y levantó algunos planos de Málaga. En la costa de Granada reparó torres y castillos, además de construir el de San Juan de los Terreros. El 22 de febrero de 1764 fue nombardo alférez de ingenieros en la Audiencia de Panamá, con lo que comenzó su etapa americana que, a la postre, duraría 40 años. Su labor en el Nuevo Mundo comenzó con la remodelación de las fortificaciones de Cartagena, Portobelo y Chagres. También recorrió el Darién, con el riesgo de tener enfrentamientos con los indígenas en los trabajos de los castillos de Sayamo y Terable. Pasó luego a Panamá, donde desempeñó funciones importantes en su ramo, y levantó el plano de la ciudad y sus contornos.
Su frágil estado de salud a causa de una pleuresía le hizo pedir su retorno a España, lo cual le fue concedido. Sin embargo, recibió entonces un encargo del virrey de Santa Fe, Pedro Messía de la Cerda: la elaboración de los planos de Guayaquil y la fortificación de su puerto. Allí, el 22 de julio de 1772, se casaría con una criolla, María Luisa Santisteban y Ruiz Cano, hija de una importante familia (el alférez real Domingo Santisteban era su padre). Con ella tendría cinco hijas, todas las cuales acompañaron a su padre en su larga estadía en la selva. Su labor en Guayaquil fue muy fructífera, pues tras observar el decadente estado de la ciudad, le dio un aire más moderno con la desecación de las lagunas, la construcción de diques para detener las avenidas del río, el empedramiento de las calles, creación de nuevos edificios en la plaza y la aduana, arreglo del muelle inmediato, etc. Además, desempeñó funciones de gobernador interino. Luego fue destinado a la ciudad serrana de Cuenca, donde también llevó a cabo levantamiento de planos. Más tarde intervino en la división del obispado de Quito, y después se le ordenó el levantamiento de los mapas del distrito de la audiencia de dicha ciudad. En 1774 escribió su formidable Descripción de la provincia de Guayaquil, que se conserva manuscrita y acompañada de un plano en color.
En 1776 existía el peligro inminente de una guerra entre España y Portugal, que en 1750 habían suscrito un primer tratado para resolver su problema fronterizo. Hasta esa época el tratado que demercaba en teoría sus límites era el de Tordesillas (1494), que era letra muerta. El tratado de Madrid de 1750 supuso el reconocimiento español de la ocupación portuguesa de la Cuenca Amazónica y el de los portugueses de la soberanía española en la región del Río de la Plata, importante foco del contrabando colonial. Poco tiempo después ninguna de las partes estaba de acuerdo. Fue durante el reinado de Carlos III cuando la situación se tornó más favorable para España. El peligro de una guerra se disipó tras la firma de otro tratado, el Preliminar de San Ildefonsode 1777, que estipulaba la formación de Comisiones de Límites en varias partes de América del Sur, una de ellas por el Amazonas. En 1778, Requena fue nombrado primer comisario de la Comisión del Marañón, cargo que desempeñó por espacio de 17 años. Sólo en 1795 recibió la orden de regresar a España por la vía del Amazonas. El 22 de octubre de ese mismo año se le impuso también el cargo de gobernador interino de Maynas.
La situación en Mainas era preocupante debido a la idea entre los españoles de un posible contrabando comercial portugués por la cuenca amazónica, además de la creencia de un mayor bienestar por la parte portuguesa. En el caso de Mainas, preocupaba a las autoridades el decaimiento de las misiones tras la expulsión de los jesuitas debido a las sublevaciones indígenas, el maltrato de los indígenas por parte de encomenderos en la zona en pleno siglo XVIII, las fugas de los naturales, las distancias existentes entre los pueblos y las entradas portuguesas.
Requena y sus hombres partieron de Quito el 10 de enero de 1780 utilizando la ruta de Orellana por el río Napo. La travesía fue larga y dura no sólo por las distancias, sino también porque en muchas ocasiones tuvieron ellos mismos que construirse sus embarcaciones. Además, tenían que combinar la vía fluvial con la terrestre y en muchas ocasiones ésta era más difícil, ya que no permitía el paso de las caballerías y los oficiales y misioneros iban cargados a hombros de los indígenas. Finalmente, el 15 de marzo de 1780 llegaron a Omaguas, el centro misionero más importante de las misiones de Mainas. Su llegada a la fortaleza de Tabatinga, estratégico punto de reunión con los portugueses, tuvo lugar el 7 de marzo de 1781. Las primeras diferencias en el proceso de delimitación ya se produjeron entonces. Según indicaba el artículo 20 del Tratado de San Ildefonso, la localidad y la margen norte del Marañón desde la entrada del Javarí hasta la boca mas occidental del Japurá pasarían a España, pero una diferencia sobre la indemnización que se debía pagar paralizó su cumplimiento. La petición portuguesa de entrega de los fuertes españoles de Río Negro, en el Orinoco, además de escandalizar al comisario español, aumentó las suspicacias mutuas. Por fin, en julio de 1781 los expedicionarios comenzaron sus trabajos de exploración del río Javarí, en cuya boca colocaron un obelisco de señalización y regresaron posteriormente a Tabatinga. Al mes siguiente, partieron con el objetivo de determinar cuál era la boca más occidental del Japurá, cuestión que se habría de convertir en el escollo básico de la delimitación amazónica. Tras una pequeña exploración retornaron a Tefé, localidad de la cual los expedicionarios partirían en febrero de 1782 a un nuevo intento de demarcación del Japurá.
La situación de la Comisión española era pésima; Requena estaba enfermo, seguía sin tener astrónomo propio en su partida (dependía en este campo de los datos aportados por los portugueses) y tenía problemas en la disposición de víveres y embarcaciones. Pese a todo, tras un mes de navegación por el Amazonas y el Japurá, españoles y portugueses lograron llegar a la boca del Apaporis. De nuevo en el Japurá, los expedicionarios subieron hasta el río Yarí o de los Engaños. La fiebre y la disentería les obligaron a volver de nuevo a la boca del Apaporis; en junio de 1782 reiniciaron el ascenso del río, pero la dificultad del terreno y las epidemias les obligaron a regresar definitivamente a Tefé. A partir de este momento, la Comisión entró en una fase de parálisis. Las diferencias básicas entre españoles y portugueses seguían siendo las condiciones de la entrega de Tabatinga, la situación de la boca más occidental del río Japurá y la traza de la línea que dejara cubiertos y a salvo los establecimientos portugueses entre los ríos Japurá y Negro. Nuevas exploraciones de los ríos Japurá, Apaporis, Mesai y de los Engaños e interminables consultas a las cortes peninsulares no sirvieron para resolver el problema, mientras la situación de los expedicionarios españoles empeoraba por momentos. A finales de 1790, tras más de cuatro años de permanencia en Tefé sin resultado alguno, Requena decidió retirarse a Mainas, dando término a su larga permanencia en el Amazonas. Su sucesor fue el gobernador de Mainas Diego Calvo, que en los años siguientes preparó los mapas y manuscritos de la Comisión, enviados a España en 1796. Su disolución definitiva no tuvo lugar hasta 1804, con lo que concluyó así un largo período de parálisis, muestra inequívoca de que la colaboración hispano-portuguesa en las tareas de delimitación con la que habían soñado los promotores de la política de entendimiento ibérica se había mostrado inviable.
Por otra parte, Requena no descuidó su labor como gobernador. Estaba muy preocupado por la buena marcha de la tarea misionera en manos del clero secular. Los problemas eran notorios, ya que el clero carecía de una buena preparación y sobre todo de una vocación misionera como la de sus antecesores, los jesuitas. Por ello sugirió que dichas misiones fuesen administradas desde Ocopa a cargo de los frailes franciscanos. Asimismo, preocupado por la situación de las distintas naciones indígenas movilizadas a la zona fronteriza, llegó a sugerir la necesidad de llevar a cabo una verdadera política de alianzas con ellas para garantizar la ocupación indígena. Asimismo, se debía fomentar el mestizaje. Esta larga estadía en la selva, que Requena pasó felizmente con toda su familia, le permitió elaborar también 8 mapas de la zona y diez vistosas acuarelas que nos transmiten la diversidad étnica y geográfica de la zona.
Ya en la península y con el grado de brigadier, Requena pasó a la corte a informar de la situación. En retribución de todos sus servicios, fue nombrado miembro del Consejo de Indias (enero de 1798). Además sus informes fueron la base para la promulgación de varias reales cédulas dirigidas a transformar la administración de Mainas, que ordenaron la gestión de las misiones desde Ocopa (1802) y la creación del obispado de Maynas (1803). Estas medidas han dado lugar a duras disputas entre Ecuador y Perú. Los primeros niegan la validez de dichas medidas y denigran la persona de Requena acusándolo de tener motivaciones ocultas y personales. Los peruanos, en cambio, ensalzan su labor y la juzgan como la más pertinente. Es una discusión inconclusa y reiterativa.
En medio de la invasión francesa a España a manos de las tropas napoleónicas, y rigiendo la Constitución de 1812, Requena fue nombrado consejero de Estado. Por fin, tras el retorno de Fernando VII en 1814, fue ascendido al grado de Teniente General. Cabe señalar que Requena fue una de las voces que aconsejaron a Fernando VII la posibilidad de otorgarle la indepedencia a América y entablar un tipo de relaciones basadas en el entendimiento y respeto mutuo. Murió en Madrid el 11 de febrero de 1824, a los 81 años de edad.
Bibliografía.
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BEERMAN, E.: "Pintor y cartógrafo en las Amazonas: Francisco Requena", en Anales del Museo de América,2, Madrid, 1994.
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LUCENA GIRALDO, M.: Diario de la Exploración de Límites al Amazonas, Madrid, 1991.
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MARTÍN RUBIO, M. C.: Historia de Maynas, un paraíso perdido en el Amazonas, Madrid,1991.
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PORRAS, M. E.: Gobernación y Obispado de Mainas. Siglos XVII y XVIII, Quito, 1987.
Carlos Oswaldo Aburto Cotrina.