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PolíticaHistoriaBiografía

Margarita de Austria. Reina de España (1584-1611)

Reina de España. Nació en Gratz (Alemania) el 25 de diciembre de 1584 y murió el 3 de octubre de 1611 en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Reina de España desde 1599 tras su matrimonio con Felipe III.

Sus padres eran el archiduque Carlos de Estiria y la archiduquesa María de Baviera. Los hijos de los archiduques se acostumbraron desde pequeños a una vida rutinaria. Solían madrugar, cosa que hacía la propia archiduquesa, e inmediatamente rezaban antes de oír la misa diaria. Inmediatamente después de la misa, que muchas veces era oída en el colegio que la Compañía de Jesús tenía en la ciudad de Gratz, a las diez de la mañana se comía y tras esto se volvía a la labores de aprendizaje, y en este caso a las hijas, Margarita incluida, les tocaba primero labor y después gramática. A las seis de la tarde se iniciaban las clases de baile, que duraban hasta las siete. Tras la mencionada clase, se cenaba, se oía la segunda misa del día y se acostaban. Existían pequeñas modificaciones de la jornada dependiendo del día de la semana que se tratase, modificaciones relacionadas todas con aspectos religiosos. Esto hizo que desde muy pequeña Margarita de Austria viviera una vida plena de aspectos religiosos, pero sin embargo libre de la rígida etiqueta protocolaria que se daba en otras cortes. Esta educación que recibió hizo que se descuidaran muchos aspectos culturales, especialmente en gramática, y así, a la edad de trece años, no entendía apenas el latín, nada de español, el alemán en su versión austriaca era muy rudimentario. Estas faltas tuvieron que ser remediadas cuando se convirtió en la candidata a esposa del príncipe Felipe, el hijo, heredero y sucesor del monarca Felipe II. El archiduque Carlos de Estiria era hermano del emperador Maximiliano II y por tanto, primo del rey Felipe II, ya que el padre de Carlos y Maximiliano fue el emperador Fernando I, el cual era hermano de Carlos V. Su señorío, la que se denominaba como marca de Estiria, era un territorio fronterizo con el Imperio Otomano.

Carlos había estado en España en 1568 y Felipe II le conocía personalmente ya que llegó, entre otras cosas con la misión de proponer el matrimonio de Felipe II con Ana de Austria, cosa que finalmente sucedió. María de Baviera era sobrina del propio Carlos de Estiria y entre ambos tuvieron una descendencia de una quincena de vástagos. Así pues, cuando Felipe II buscó a la futura esposa de su hijo, volcó sus miras hacia la familia de su primo. En la misma había cuatro candidatas solteras con una diferencia entre la mayor y la menor, Margarita, de ocho años. El rey escogió a Catalina Renata dos años mayor que el príncipe, pero murió poco después. Entonces se decidió por Gregoria Maximiliana, tres años menor. Las candidaturas de Leonor, y de Margarita se descartaron debido a la tierna edad de las mismas. Una vez escogida candidata se iniciaron las negociaciones entre el rey Felipe II y el emperador Rodolfo II. Por parte hispana intervino don Guillén de San Clemente, que era el embajador de la monarquía hispánica en la corte imperial. Una consecuencia significativa de esta negociación fue que también se acordó el matrimonio entre la hija menor de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, con el archiduque Alberto. Tras esto, el embajador envió a Gratz a su secretario personal, Pedro Rodríguez, para hablar con la madre de la novia escogida, ya que el padre había muerto poco antes y darle cartas del rey Felipe II, destinadas a la novia de su hijo Sin embargo la misma noche que llegó el secretario a Gratz, murió Gregoria Maximiliana víctima de la peste. Durante su estancia en Gratz, Pedro Rodríguez tuvo que adaptarse a la adversidad que surgió mientras la archiduquesa María le proponía que sus dos hijas, Leonor y Margarita, fueran a España para que el monarca escogiera en persona y que la rechazada ingresase en el convento de las descalzas reales. A la vez insistió en que si alguna de sus hijas era finalmente la escogida para el matrimonio del príncipe Felipe, que se acompañara de dos damas, dos sirvientas y dos sirvientes. En este trance la propia María de Baviera se mostraba más favorable a la candidatura de la menor de las dos hijas, Margarita, ya que consideraba que de sus hijas era la que gozaba de mejor salud. Finalmente Felipe II la escogió como futura esposa del príncipe Felipe, en contra de la propia idea de Margarita, que había deseado ingresar en un convento de Gratz.

Una vez escogida nuevamente la novia, esta debió dirigirse hacia España en un largo viaje que la llevó por Italia. El archiduque Alberto, que era gobernador de los Países Bajos recibió la indicación de Felipe II por la que se dirigió al encuentro de Margarita de Austria, de la que tenía que formar su casa. Cuando lo hubo hecho y llegó el cardenal de Austria para sustituirle provisionalmente como gobernador de los Países Bajos, se dirigió hacia Trento, el lugar que habían concertado y con el que se encontró con la comitiva que venía de Gratz. Igualmente, el papa Clemente VIII, cuando recibió la noticia de la concertación del doble matrimonio quiso que estos se celebraran en la localidad de Ferrara cuando los novios llegaron a la misma en su viaje hacia España. Desde Gratz Margarita fue con su séquito hacia Vilach. Aquí el embajador Guillén de San Clemente recibió la noticia de la muerte del rey Felipe II, el prometido de Margarita era ahora el soberano de los dominios de la monarquía hispánica, Felipe III. Con el luto de la noticia, la comitiva se dirigió hacia Ferrara. Antes entró en Italia e hicieron parada en Trento, en el ducado de Milán, dominio de la monarquía hispánica, donde llegaron unas horas antes que la comitiva del archiduque Alberto. Unos días más tarde pusieron camino hacia Ferrara. Aquí se celebró, por poderes, el doble matrimonio entre Felipe III y Margarita de Austria y el archiduque Alberto e Isabel Clara Eugenia, que se celebraron el día de San Leopoldo, que era el patrón de la casa de Austria. Allí entró también en contacto con la familia de quien sería su gran rival, cuando al duquesa de Gandía inició sus labores como Camarera Mayor de la futura reina. Tras esto se inició el viaje en el que se dio un rodeo cuando la ciudad de Milán solicitó la presencia de Margarita y ella accedió, por lo que se dirigieron hacia aquella ciudad, en la que permaneció por espacio de tres meses. El tres de febrero de 1599 se dirigieron hacia Génova, donde el Almirante de Castilla Andrea Doria les esperaba con una armada de cuarenta galeras. El diez de febrero partió la comitiva hacia España, hacia la ciudad de Valencia.

En España

La flota con Margarita de Austria llegó frente al puerto de Barcelona el 23 de marzo de 1599, aunque no desembarcó y pusieron rumbo hacia Vinaroz, donde finalmente desembarcó la reina el 28 de marzo, apenas tenía catorce años de edad y venía acompañada por su madre. Cuando unos días más tarde llegó a Valencia fue recibida por el que era su esposo, el rey Felipe III, al que convenció para que realizara el viaje su valido, Francisco Sandoval y Rojas, marqués de Denia y futuro duque de Lerma. Este, nada más que desembarcó la reina se las ingenió y despidió poco a poco a la servidumbre alemana que la reina trajo desde Gratz y colocó alrededor de la misma a personas de su confianza. Los esposos se conocieron fugazmente antes de la celebración de bodas en Valencia. A quien también tuvo oportunidad de conocer antes de la boda fue a su futuro rival político, Francisco Sandoval y Rojas. Unos días después, se realizó la ceremonia de confirmación de la boda por poderes que el papa había realizado en Ferrara, esta vez el marco de la ceremonia fue la catedral de Valencia, donde también se celebró, a la vez, la ratificación matrimonial entre el archiduque Alberto y la infanta Isabel Clara Eugenia. Esto fue motivo para que posteriormente se celebraran grandes celebraciones y festejos, tanto por la nobleza cortesana y la nobleza local como por el pueblo, corrida de toros incluida, algo que era totalmente novedoso para la nueva reina. La estancia de los reyes en el reino de Valencia se prolongó durante muchos meses de tal forma que no fue hasta el 21 de octubre cuando los reyes y la corte regresaron a Madrid, aquí comenzaron los problemas para la nueva reina. Antes, los reyes estuvieron en Barcelona, donde despidieron a la archiduquesa María de Baviera, quien había ido antes a Madrid donde presentó sus respetos a la emperatriz viuda María de Austria, la hermana de Felipe II, que en esa época estaba en el convento de las Descalzas Reales. Antes del día 21 de octubre los reyes accedieron y esperaron quince días en la población de Barajas para que la villa de Madrid estuviera lo suficientemente engalanada para los reyes. La nueva reina pudo en el intermedio conocer también a la emperatriz en un encuentro que tuvo lugar en la Casa de Campo. Así pasó el tiempo hasta que llegó el domingo 21 de octubre, fecha en la los monarcas hicieron su entrada oficial en Madrid en medio de una gran celebración popular.

La reina y el duque de Lerma

Los primeros años de la estancia de la nueva reina en España fueron para Margarita de Austria de tipo familiar, consciente de que su obligación era la de dar a su marido un heredero para la monarquía hispánica. Esto era alentado incluso por su madre, la archiduquesa María, que desde la ciudad de Gratz no cesaba de solicitar información a su hija al respecto. En este sentido fue buena cumplidora de su obligación, puesto que en diez años proporcionó ocho hijos al rey, entre ellos al heredero, el futuro Felipe IV. Estos hijos fueron: la infanta Ana Mauricia, que nació el 22 de septiembre de 1601; la infanta María que nació el 1 de enero de 1603 pero falleció en marzo de ese año; nuevamente una infanta de nombre María, que nació el 18 de agosto de 1606; el infante don Carlos que nació el 15 de septiembre de 1607; el infante don Fernando que nació el 16 de mayo de 1609; la infanta Margarita, que nació el 24 de mayo de 1610; el infante don Alfonso el 22 de septiembre de 1611. Igualmente esos primeros años fueron para la reina de aprendizaje, tanto de la lengua española como de la costumbres en la rígida etiqueta borgoñona de la corte. Igualmente fueron años de absoluta devoción y dedicación hacia la persona de su marido, como lo había sido anteriormente con su madre o con su hermano Fernando, de tal forma que llegó a escribir respecto al rey, su esposo, “Le quiero mucho y él se comporta muy bien y es muy bueno”. Esta fue una constante a lo largo de su vida, su amor por su marido, amor que era plenamente correspondido, tal y como incluso constataron los contemporáneos a los esposos, y es que Felipe III fue uno de los escasos monarcas de la monarquía hispánica, bien Austrias o bien Borbones, de los que no se conoce aventura extramatrimonial alguna. Este amor entre ambos hizo que Felipe III tuviese cada vez más confianza en su esposa y que incluso solicitara consejo de la misma sobre alguna cuestión de estado. Esto levantó las suspicacias del valido Francisco Sandoval y Rojas, el duque de Lerma, fue así como poco a poco se inició la rivalidad política entre este personaje y la reina, rivalidad que inicialmente era soterrada pero que luego fue un verdadero enfrentamiento abierto por el poder, que terminó con la muerte de la reina en oscuras circunstancias.

El aislamiento de la reina

Antes de la llegada a España de la reina, el duque de Lerma se las había ingeniado para despedir al personal de origen alemán que la reina traía consigo. Este personal fue sustituido por personas de confianza del duque, como la marquesa del Valle, doña Magdalena Guzmán, o la camarera mayor de la reina, la duquesa de Gandía, muy unida a la emperatriz viuda María, que residía en el convento de las Descalzas Reales. Esta no se prestó al juego del valido del rey y el duque de Lerma la sustituyó por su propia esposa como camarera mayor. De esta forma, pese a la oposición de la duquesa de Gandía, de la emperatriz viuda y de la propia reina, Felipe III accedió al cambio y esto permitió que Lerma tuviese a la reina vigilada y controlada. Este cambio se sustanció el 17 de diciembre de 1600 y motivó el enfado, ya desde el día 6 del mismo mes, entre el rey y la reina, situación personal entre ambos que se solventó pocos días después pero que ya motivó en la reina una situación de desconfianza sobre el duque de Lerma. Igualmente trató el valido de que entre la reina y la gobernadora de los Países Bajos, Isabel Clara Eugenia, no fuese posible una comunicación directa, por lo que envió a esta una carta en la que describió a la reina como una mujer de carácter infantil, consentida, caprichosa y desagradecida que hacía infeliz al rey. Un nuevo pasó fue dado por el valido y fue cuando dio orden para que se enviara al confesor que la reina había traído desde Alemania y que era su confesor de siempre, el padre jesuita Ricardo Haller, de regreso a Alemania y su lugar quiso que fuera ocupado por el franciscano fray Mateo de Burgos. Ante esto la reina se rebeló y ante el rey indicó que el padre Haller se quedaba, con lo que convenció al monarca y el jesuita permaneció ya con la reina toda su estancia en España. Había fracasado el valido en esto, pero por si esto no fuera suficiente, obtuvo del rey que se prohibiera el entregar a la reina cualquier tipo de petición o memorial. También inició Lerma su actividad en las cercanías de la madre de la reina, la archiduquesa María, a la que fue proporcionando subsidios monetarios con enormes importes. Esto hizo que la archiduquesa tuviera en muy alta estima al valido del rey, ya que entre otras cosas las correspondencia con su hija era fluida debido a la intercesión del valido, pero esto no impide que se perdieran algunas cartas desfavorables al mismo, con lo que la desconfianza de la reina iba en aumento. Esto hizo que parte de su correspondencia la entregara a un cazador austriaco que vino con ella, Juan Ochs, lo que hizo que la archiduquesa María fuera conociendo por este conducto nuevos perfiles en la personalidad del valido, los que le proporcionaba su propia hija. Igualmente Margarita acudía cada vez más al convento de las Descalzas Reales y allí se entrevistaba con la emperatriz viuda, en alemán, conversaciones a las que no tenían acceso por el idioma ni la Camarera Mayor ni la duquesa del Valle.

Estaba así la situación cuando vino el traslado de la corte hacia Valladolid el 10 de enero de 1601. Con esto, el valido aislaba por completo a la reina, que ya no pudo entrevistarse con tanta asiduidad con la emperatriz María. Pero entre tanta adversidad asomaba una buena noticia, el primer embarazo de la reina quien dio a luz a una infanta, a la que pusieron el nombre de Ana Mauricia, en el vallisoletano palacio de Benavente, palacio real, frente a la indicación del privado de que naciera en su palacio, algo a lo que la reina se opuso de forma rotunda. Un pensamiento que invadió a la soberana durante su embarazo fue la posibilidad de que muriera en el parto, ante lo cual redactó su testamento, al que diez año después añadió un codicilo. Este testamento se mantuvo en sobre cerrado y sellado pese a que el duque de Lerma insistió en abrirlo. El valido no cejó en sus intentos por mantener aislado al rey de su esposa y con tal función organizaba para el rey interminables jornadas de caza, máxima afición del soberano, que hacían que este estuviese varios día alejado de la reina o que llegara a palacio a altas horas de la madrugada. En una de estas largas cacerías, la reina enfermó y el duque de Lerma convenció al rey de mantenerse más tiempo alejado para no ser contagiado. Cuando el rey regresó, Margarita de Austria estaba en una situación en la que no reconocía a su marido, sin embargo, a los pocos días del retorno de este empezó la mejoría de la reina. El rey actuó con sentimiento de culpabilidad y permaneció al lado de su esposa, mientras que el propio Lerma redujo, ante el estado de salud de la soberana, su intención de aislarla por completo. Sin embargo, nombró a Pedro Franqueza, conde de Vilallonga, secretario de la reina, mientras que a su propio tío, Juan de Borja, quien hasta el fallecimiento de la emperatriz María, que ocurrió el 26 de febrero de 1603, lo fue de la misma, mayordomo de la reina. Como su propia esposa, debido a su edad y enfermedades, ya no le era útil para vigilar a la reina, nombró nueva Camarera Mayor de la misma a su hermana, la condesa de Lemos. Mientras se estaba en esta situación, por fin nació el ansiado heredero para la monarquía hispánica, fue el Viernes Santo 8 de abril de 1605 cuando nació el príncipe a las nueve y media de la noche. Otro motivo de alegría para la reina era que iba entablando mayor confianza y amistad con Mariana de San José, una monja del convento de las Descalzas de San Francisco, amistad que era cada vez más fuerte cuando de repente llegó la orden del rey que motivó nuevamente el traslado de la corte hacia Madrid el 4 de marzo de 1606. Fue ya en esta capital donde recibió la noticia de la muerte de su madre, ocurrida el 29 de abril de 1608, noticia que le fue proporcionada por el rey y que sumió a la reina en una profunda tristeza que incluso afectó a su salud de modo que tuvo que guardar cama durante un día entero.

El reinado de Carlos II

La reina contra el valido

Así transcurrieron los días hasta que el año 1606 supuso una inflexión en la actividad de la reina respecto a la persona del valido. En su aislamiento la soberana fue adquiriendo conciencia del estado de desorden del reino y del nepotismo y simonía que eran practicados no tanto por el duque de Lerma como por su círculo de protegidos. Igualmente la reina era consciente del profundo descontento que contra Lerma se daba en ciertos círculos nobiliarios así como entre las clases populares. En esta circunstancia el valido logró que se nombrara a fray Luis de Aliaga como nuevo confesor del rey, personaje que desde su puesto fue un aliado de la reina contra el valido. Igualmente en un largo e imparable proceso, el rey depositaba cada vez más su con fianza en la reina y le pide su opinión en muchos asuntos. En esta situación se estaba cuando en El Escorial se realizaban unas juntas que analizaba la situación económica de la monarquía. La reina pidió a su esposo que estuvieran ambos presentes en la lectura de las conclusiones. El valido leyó su informe en el que presentaba un balance favorable de la misma. Cuando terminó, la reina intervino y contradijo totalmente al valido mientras el rey, sin decir nada, aprobaba lo que decía su esposa. Fue esta la primera intervención significativa de la soberana contra la figura del duque de Lerma. Esta situación dio paso a la intervención de la justicia contra los secretarios del duque de Lerma así como a parte de sus protegidos y así se mandó a prisión tanto al marqués de Villalonga como a Alonso Ramírez de Prado, que eran colaboradores estrechos de Lerma, sin que este pudiera hacer nada por evitarlo ya que creía que así contentaría a sus rivales políticos. Sin embargo, el duque de Lerma se equivocó. Con la colaboración de fray Luis de Aliaga, la reina apuntó más alto, a la persona de más confianza del de Lerma, don Rodrigo Calderón, persona de gran soberbia, avaricia y arrogancia, arrogancia que mostró incluso ante la reina, que empezó a solicitar a su marido el alejamiento de don Rodrigo Calderón de la corte. Aunque el rey no accedió, si que solicitó al de Lerma explicaciones sobre la actitud de don Rodrigo ante la reina, ante lo cual el duque de Lerma defendió a su secretario, cuestión en la que no convenció al rey, pese a todo, el monarca consintió en que don Rodrigo Calderón conservara sus puestos en la corte, debido a la amistad que existía entre el duque y el rey. La reina decidió entonces actuar sin consultar al rey y se puso en contacto con el plebeyo Francisco Juara, hombre de quien don Rodrigo Calderón usaba para los asuntos más sucios y escabrosos. Estos contactos fueron conocidos por don Rodrigo Calderón de resultas que pagó a un mercenario para que lo matara y así fue. La reina inició de inmediato una acción contra don Rodrigo Calderón, quien quiso cubrirse obteniendo una cédula de buen vasallo, pero el rey decretó, en nombre de la moralidad pública, su cese como secretario y aunque el de Lerma pareció que accedía a tal circunstancia, la realidad fue que don Rodrigo Calderón mantuvo su influencia mientras duró la del duque de Lerma en la corte.

En esta situación la reina, embarazada nuevamente, dio a luz el 22 de septiembre de 1611 a un nuevo hijo, el infante Alfonso. Tres días después del parto, la reina doña Margarita de Austria, quien hasta entonces se había recuperado perfectamente, cayó enferma de tal forma que sufrió unos ataques de fiebre que los médicos fueron incapaces de detener. Se llama a los médicos más prestigiosos quienes reacios a que se practicara una sangría sobre la reina, finalmente y por expreso deseo del rey aplicaron tal tratamiento debido a que no lograban detener la fiebre. El rey mientras tanto permanecía constantemente a su lado totalmente compungido ya que la reina estaba en un estado de semi-inconsciencia que hacia que no reconociese a su marido y que tampoco oyera ni viera. En uno de los breves momentos de conciencia se le aplicó la extremaunción por parte de su confesor, el padre Haller, y tanto el como el limosnero mayor, Diego de Guzmán, la intentaban confortar. A las nueve y media de la mañana del día 3 de octubre de 1611 murió la Margarita de Austria, la siempre amada esposa del rey Felipe III.

Vida espiritual de Margarita de Austria

Desde su infancia la reina había mostrado grandes dosis de piedad y fe religiosa que la habían llevado a pensar en ingresar en un convento en su Gratz natal si no se hubiera cruzado en su destino el matrimonio con el que fue el rey Felipe III de España. Sin embargo, durante toda su vida, la reina mantuvo una intensa vida espiritual que se manifestó de varias formas. Por un lado los continuos contactos, conversaciones e intercambios epistolares con personalidades religiosas significativas de su época dentro de España, en especial las conversaciones con religiosas, como con sor Mariana de San José. Además, en España la fe católica era firmemente defendida y ello motivaba aún más a la soberana en las cuestiones de piedad personal, con lo que se imbuyó en la lectura de las obras de personajes como San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesúso San Juan de Dios. Pero si hay alguna orden por la que la reina sentía especial devoción, esta fue la de la Compañía de Jesús, los jesuitas, de los que admiraba tanto su labor misionera como la vida de sus miembros. Para ellos pensó en que se fundara un colegio que fuera seminario universal de la orden, dicho colegio tenía su sede en Salamanca y fue el edificio conocido como Clerecía. Igualmente, la actitud piadosa de la reina hizo que pensará en una fundación para la multitud de soldados mutilados que existieron en España con motivo de las múltiples guerras, pero esta idea piadosa de la reina no pudo ser finalmente llevada a cabo. Igualmente parece ser que la reina intervino en los diversos decretos que motivaron la expulsión de los moriscos de los diversos territorios peninsulares de la monarquía hispánica, si su actuación al respecto no era del todo clara, si que hizo un voto sobre si salía bien la expulsión. Este consistió en la edificación y dotación de un convento que pertenecería a la orden de los agustinos y estaba dedicado a la Encarnación del Verbo y que se erigió en Madrid, el convento de la Encarnación, que estaba cercano al Alcázar madrileño, y del cual fue la monja fundadora sor Mariana de San José. Esta fundación ocupó un lugar especial en las actividades de la reina, que remitió para el mismo grandes cantidades de objetos de arte y culto así como dotaciones monetarias con las que se llevaron a termino su construcción, de la que se había puesto la primera piedra el 10 de julio de 1611.

Bibliografía

  • GUZMÁN, D., Vida y muerte de doña Margarita de Austria, Reina de España. Madrid, 1616.

  • PÉREZ MARTÍN, M. J., Margarita de Austria, reina de España. Espasa-Calpe, Madrid, 1961.

Autor

  • Manuel Flores Díaz