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ReligiónBiografía

Lefebvre, Marcel (1905-1991).

Arzobispo cismático francés, nacido en Tourcoing (al norte del país, muy cerca de Lille) el 29 de noviembre de 1905, y fallecido en Martigny (Suiza) en 1991. Apartado de las doctrinas oficiales del la Iglesia Católica tras la celebración del Concilio Vaticano II, creó su propia agrupación sacerdotal (la Hermandad Sacerdotal San Pío V) y fue por ello suspendido a divinis en varias ocasiones, hasta que fue definitivamente excomulgado en 1988 por haber consagrado obispos sin la pertinente licencia papal.

Inclinado desde su temprana juventud hacia la carrera eclesiástica, cursó estudios superiores de Teología en la Universidad Georgiana de Roma y fue ordenado sacerdote en 1929, para incorporarse a continuación a la congregación misionera de los Padres del Espíritu Santo, que le envío en misiones pastorales a Gabón. Hombre de acreditada talla intelectual y talante enérgico y decidido (aunque orientado siempre hacia posturas extremadamente conservadoras), realizó una brillante labor misionera en territorio africano, por lo que en 1947 fue consagrado obispo y designado vicario apostólico de Dakar (Senegal). Un año después, moseñor Lefebvre fue nombrado delegado apostólico para el África Francófona, para acabar ascendiendo a la dignidad de arzobispo de Dakar en 1958, cargo en el que se mantuvo hasta 1962. En este año renunció a su dignidad arzobispal y, en calidad de simple obispo titular, fue elegido Superior General de su congregación.

Fue también en el transcurso de dicho año de 1962 cuando, a raíz de la apertura del Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII, Marcel Lefebvre comenzó a mostrar su firme desacuerdo respecto a los nuevos derroteros de modernización y aggiormento que parecía dispuesta a seguir la Iglesia Católica. Ya desde el anuncio de su celebración (25 de enero de 1959) y su posterior convocatoria oficial (publicada el 25 de diciembre de 1961, mediante la Constitución Apostólica Humanae Salutis), el todavía arzobispo de Dakar hizo público su tajante rechazo al espíritu renovador que alentaba el Concilio, se opuso firmemente a sus meros decretos de apertura y se mostró partidario de la defensa a ultranza de la vieja ortodoxia, ideario que le impulsó, en plena discusión de los postulados conciliares, a fundar el Caetus internationalis patrum, donde pronto contó con la adhesión de cuatrocientos cincuenta obispos procedentes de todos los puntos cardinales del planeta. Empecinado en negar la validez de los dieciséis acuerdos definitivos aprobados por los padres conciliares al término del Concilio Vaticano II (que, bajo el impulso del nuevo pontífice Pablo VI, había tomado rumbos aún más progresistas que los que le imprimiera originariamente el desaparecido Juan XXIII), Marcel Lefebvre dimitió también del generalato de su congregación en 1968 para fundar, un año después, su propia "Hermandad Sacerdotal de San Pío V", en cuyo seminario integrista -sito en la localidad helvética de Ecône- empezó a ordenar sacerdotes por su propia cuenta, a pesar de la inmediata desautorización decretada al respecto por el episcopado francés.

Advertido seriamente desde Roma del carácter sacrílego de estas ordenaciones, se mantuvo terne en su empeño de seguir creando ministros religiosos que renunciasen a las aprobaciones del Concilio Vaticano II y asumiesen su reaccionario bagaje ideológico, heredero en gran medida de los postulados pre-fascistas del político y escritor provenzal Charles Maurras (1868-1952), principal ideólogo del movimiento Action Française, que extendió por la Francia de los primeros años del siglo XX el furor antisemita, antidemocrático y ultranacionalista. Así las cosas, ante la negativa de Lefebvre a renunciar a su práctica de ordenar sacerdotes cismáticos, y ante el inquietante aumento de prosélitos de la "Hermandad Sacerdotal de San Pío V" en todo el mundo, el vaticano le suspendió a divinis en 1976, fórmula del Derecho Canónico que, entre otras suspensiones de sus atribuciones episcopales, implicaba su inmediata incapacidad para seguir impartiendo el sacramento sacerdotal. Pero ya por aquel entonces Marcel Lefebvre no reconocía la autoridad pontificia de Pablo VI, por lo que siguió invistiendo sacerdotes y extendiendo sus ritos cismáticos principalmente por Francia y Suiza, donde llegó a contar con cerca de doscientos mil prosélitos, muchos de los cuales se mostraban partidarios de que Lefebvre fuera erigido Papa por los prelados de la Hermandad Sacerdotal de San Pío V. Y, aunque se negó a asumir la máxima dignidad eclesiástica, no renunció jamás a las prerrogativas que le confería su sociedad sacerdotal, por lo que ignoró sucesivas suspensiones a divinis y llegó a consagrar varios obispos durante el papado de Juan Pablo II, quien dictó su definitiva excomunión en 1988. Tres años después, la muerte de Marcel Lefebvre y la nueva situación mundial generada tras la caída del muro de Berlín (1989) propició la vertiginosa desmembración de uno de los movimientos cismáticos más reaccionarios que habían amenazado la unidad de la Iglesia Católica durante el siglo XX (aunque, en la actualidad, la hermandad sigue contando con setenta iglesias que continúan celebrando el rito eucarístico según sus preceptos, y con cuatro seminarios en los que estudian unos trescientos seminaristas).

A lo largo de su cismática trayectoria, Marcel Lefebvre fue publicando sus postulados integristas en diferentes obras como las tituladas Habla un obispo (1974), Yo acuso al Concilio (1976) y Carta abierta a los católicos perplejos (1985). Entre las propuestas más significativas del talante retrógrado y retardatario de la Hermandad de San Pío V, destaca la imposición del rito eucarístico tridentino (es decir, el aprobado a mediados del siglo XVI en el Concilio de Trento, que se clausuró bajo el pontificado del papa y santo cuya advocación dio nombre a la hermandad cismática de Lefebvre), que obligaba a los sacerdotes a celebrar la misa en latín. Dentro de este debate eucarístico, los lefebvristas mostraron su indignación por una modificación léxica introducida durante el Concilio Vaticano II en el rito de la Consagración de la Sangre, justo en la frase que rezaba "derramada por vosotros y por muchos", que ahora quedaba transformada en "derramada por vosotros y por todos". En opinión de Lefebvre y sus prosélitos, no era de recibo enmendar las propias palabras de Cristo transmitidas por dos evangelistas (Mat. 26:28: "muchos" y Luc. 22:20: "por vosotros"), y mucho menos con la intención -de sesgo inequívocamente ecuménico, que era el que inspiraba en gran medida a los padres conciliares del Vaticano II- de englobar dentro de los efectos redentores del sacrificio del Nazareno a todos los mortales, cuando él mismo había manifestado que serían muchos -pero no todos- los beneficiados por el derramamiento de su sangre.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.