Laomedonte.
[Mitología] Laomedonte.
Rey de Troya, cuyo padre, Ilo, fue el fundador de la ciudadela. Tuvo una larga descendencia de la que únicamente sobrevivió un hijo, Podarces, conocido como Príamo. Príamo sería el descendiente de la dinastía troyana y reinaría en Troya durante la famosa guerra contra los griegos.
El mito de Laomedonte está marcado por una serie de leyendas que lo caracterizan como un perjuro. Sus traiciones acarrearían la desgracia de su descendencia. En la construcción de las murallas de Troya contó con la ayuda de Apolo y de Poseidón. Terminada la obra, faltaría a su palabra y se negaría a pagar a los dioses el salario acordado. Más tarde, contó con la colaboración de Heracles; pero también en este caso incumpliría el pacto. Como consecuencia del engaño, Heracles se vengaría de Laomedonte y tomaría la ciudad de Troya. Invadiría la ciudad con un ejército de voluntarios y exterminaría a la familia regente. Únicamente Hesíone y Príamo se salvarían de la matanza. Príamo heredaría el trono de Troya por designio de Heracles.
Genealogía de Laomedonte.
Laomedonte desciende de Dárdano, el fundador de la comarca de Dardania. Tiene por tanto como ancestro al propio Zeus y a Electra, la hija de Atlante. Su abuelo era Tros, el epónimo de Tróade y sus pobladores. Finalmente su padre, Ilo, engendraría a Laomedonte en unión con Eurídice. Ilo sería el ancestro común de las dos ramas regentes en Troya: la de Príamo y la de Eneas.
Existe cierta confusión sobre el nombre de la esposa de Laomedonte. La tradición menciona a Estrimo, hija del dios-río Escamandro. No obstante, en otras ocasiones, se registran nombres improbables como el de Placia, Leucipe, Reo, Toosa o Zeuxipe.
En cuanto a la descendencia del rey troyano, Laomedonte tuvo varios hijos. Los nombres que figuran son los siguientes: Titono, Lampo, Clitio, Hicetaón, Cila, Astíoque, Bucolión, Podarces y Hesíone. Sin embargo, la mayoría perecieron durante la toma de Troya por los hombres de Heracles. Únicamente dos de sus hijos sobrevivieron a la invasión: el menor de ellos, Podarces, y su hija Hesíone. Podarces sería conocido como Príamo, el rey de Troya durante la guerra narrada en la Ilíada. Hesíone se uniría a Telamón, con el que engendraría al héroe Teucro.
Laomedonte, padre de Ganimedes.
Ganimedes era un descendiente de la dinastía troyana. Tradicionalmente, se le considera el menor de los hijos de Tros y de Calírroe. Sin embargo, ciertas versiones lo consideran hijo de Laomedonte.
Ganimedes se dedicaba al cuidado del ganado en las montañas cercanas a la ciudad de Troya. Se destacaba por su belleza. Zeus, enamorado del joven, decidió raptarlo y trasladarlo al Olimpo. Allí le serviría como copero. En compensación por el rapto, Zeus regaló al padre de Ganimedes una pareja de caballos divinos.
La leyenda justifica la existencia de estos caballos en el mito de Laomedonte. Fuera porque los heredara de su abuelo Tros o porque se los regalara personalmente a él Zeus. Estos caballos serían los que Heracles reclamaría al rey de Troya como recompensa. Cuando Heracles liberó a la ciudad del monstruo marino que la asolaba, solicitó, a cambio, esta pareja de caballos divinos.
La construcción de las murallas de Troya.
Laomedonte fue el rey troyano al que se atribuye la construcción de las murallas que protegían la ciudadela. La construcción de las murallas fue encargada por Laomedonte a dos dioses, Apolo y Poseidón, junto con un mortal, Éaco.
La forma en que los dioses llegaron a participar en esta obra fue la siguiente. Apolo y Poseidon habían participado en una conjura, junto a Hera y Atenea, contra Zeus. Habían tramado encadenar al padre de los dioses y suspenderlo desde el cielo. La conjura fracasó. Como castigo, Zeus condenó a Apolo y a Poseidón. Debían servir al rey de Troya, Laomedonte, en calidad de mortales. Laomedonte destinó el trabajo de ambas divinidades a la construcción de las murallas de la ciudadela. De esta manera, Apolo y Poseidón cumplieron su condena.
Concluidas las murallas dos son las leyendas referidas a este episodio. Por una parte, el mito de Éaco incluye un oráculo sobre el destino de Troya. Por otra parte, la leyenda de la traición de Laomedonte a los dioses, Apolo y Poseidón, que conllevaría la desgracia de su pueblo.
El oráculo sobre el destino de Troya.
En el mito de Éaco, se cuenta que, terminadas la murallas de la ciudad, tres serpientes se lanzaron contra los muros levantados. Dos de ellas se dirigieron a la parte construida por Apolo y Poseidón. Sin embargo, al acercarse a esta parte de la muralla, las serpientes cayeron muertas. La tercera serpiente se dirigió a los muros edificados por Éaco. Esta serpiente sí consiguió traspasar las murallas de Troya.
Apolo interpretó el oráculo de este prodigio. Troya sería tomada en dos ocasiones por dos descendientes de Éaco. Una primera, por el hijo de Éaco, Telamón. Efectivamente, en la toma de Troya por Heracles, Telamón sería el primero en atravesar sus murallas. En la segunda invasión de Troya, tomaría parte el biznieto de Éaco, Neoptólemo, que entraría en la ciudad con las tropas griegas.
La traición de Laomedonte a Apolo y Poseidón.
Cuando Apolo y Poseidón terminaron su trabajo en la construcción de la muralla, Laomedonte se negó a pargarles el sueldo que habían estipulado. Apolo y Poseidón se quejaron de la injusticia, pero Laomedonte les amenazó con cortarles las orejas y venderlos como esclavos. Pasado un tiempo Apolo y Poseidón recuperaron su forma divina y el poder que les correspondía. Entonces decidieron vengarse de Laomedonte. Apolo provocó en el reino de Troya una peste que asoló el territorio. Poseidón, por su parte, envió un monstruo marino. El monstruo emergió del fondo del mar y se dedicó a devorar a los habitantes del país.
Algunos mitógrafos justifican con este episodio la inquina que Poseidón mostró hacia los troyanos durante la guerra contra los griegos.
La traición de Laomedonte a Heracles.
La venganza de Apolo y Poseidón contra el rey Laomedonte había sumido al país de Troya en la desgracia. El rey se decidió a consultar el oráculo. El oráculo predijo una manera de aplacar la cólera de los dioses. Laomedonte debía sacrificar su hija Hesíone al monstruo marino enviado por Poseidón.
En ese tiempo, Heracles, que volvía del país de las Amazonas, pasó por Troya. Encontró el país de luto pues la hija del rey iba a ser sacrificada al monstruo. Hesíone se encontraba encadenada a una roca y a punto de ser devorada. Heracles, compadecido, ofreció a Laomedonte su ayuda. Él mataría al monstruo si el rey, a cambio, le regalaba la pareja de caballos divinos que poseía. Heracles cumplió su parte del trato. Sin embargo, Laomedonte no lo cumpliría. Cuando Heracles exigió la recompensaba acordada, Laomedonte se negó a donarle los caballos.
Heracles, enfurecido por la perfidia de Laomedonte, se marchó. Antes de marcharse, prometió que volvería para vengarse y que tomaría la ciudad de Troya. Así habría de ocurrir tiempo más tarde, cuando Heracles volviera acompañado de un ejército de voluntarios.
La toma de Troya por Heracles y la muerte de Laomedonte.
Terminados los doce trabajos y concluida su condena en casa de Ónfale, Heracles encontró la ocasión de consumar la venganza contra Laomedonte. Reclutó un ejército de voluntarios y se dirigió a las costas de Troya con la intención de tomar la ciudad.
Una vez allí, Heracles desembarcó y dejó las naves al cuidado de Oícles. Laomedonte, enterado de la llegada del ejército de Heracles, acudió para rechazar a la flota atracada. Heracles volvió sobre sus pasos y prestó auxilio a la guarnición. Laomedonte hubo de replegarse. Heracles y sus hombres comenzaron el asedio a la ciudad. Tras un breve espacio de tiempo, el ejército de Heracles conquistó la plaza.
El mismo Heracles inmolaría a Laomedonte y a todos sus hijos. Los únicos supervivientes de la familia regente serían Hesíone y Podarces. La tumba de Laomedonte fue erigida en Troya frente a una de sus puertas.
Una tradición más reciente explica la toma de Troya por Heracles de otra manera. En contra de la mayoría de las referencias mitológicas, esta versión sitúa la acción en el tiempo en que Heracles pertenecía a la expedición de los Argonauta.
Según esta tradición, Heracles habría enviado una embajada al reino de Laomedonte. La embajada, integrada por Telamón e Ificlo, tenía el encargo de reclamar al rey la deuda contraída. Al llegar a Troya, Telamón e Ificlo exigieron la hija del rey, Hesíone, y la pareja de caballos divinos en pago de los servicios prestados por Heracles. Laomedonte no solamente se negó pagar su deuda sino que tramó una conspiración. Encarceló a los enviados e ideó una treta para destruir a los Argonautas. Todos los hijos de Laomedonte participaron en la conspiración. Únicamente Podarces se resistió a tomar parte. Podarces, consciente de la perfidia de su padre, avisó a los prisioneros y les ayudó a huir.
Telamón e Ificlo se reunieron con los Argonautas. Los Argonautas atacaron Troya y consiguieron tomar la ciudad. Heracles asesinó a Laomedonte y a todos sus hijos, excepto a Podarces. Agradecido a Podarces, le ofreció el gobierno de Troya, que ejerció con el nombre de Príamo durante largos años.
La pervivencia de la dinastía troyana tras la muerte de Laomedonte.
La pervivencia de la dinastía troyana se produjo a través del hijo menor de Laomedonte, Podarces. Podarces reinaría en Troya, con el nombre de Príamo. Su buena labor afianzaría el poder de Troya y extendería su territorio por las islas de la costa asiática.
La tradición justifica esta pervivencia por el favor de Heracles. La versión más extendida lo explica de la siguiente forma.
Conquistada la ciudad, el primero que traspasó las murallas de la ciudad fue el amigo de Heracles, Telamón. Heracles se enfureció, pues interpretó que Telamón usurpaba el lugar que le correspondía. Sin embargo, la astucia de Telamón le salvó de la ira del héroe. Cuando Heracles se disponía a matarlo, Telamón se inclinó sobre el suelo. Heracles le preguntó qué pretendía hacer. Telamón contestó que recogía piedras para edificar un templo en su honor. Heracles, satisfecho por la fidelidad de su amigo, no sólo le perdonó la vida sino que le ofreció una recompensa. Otorgó la mano de la hija de Laomedonte, Hesíone, a Telamón.
Como regalo de bodas, Heracles le concedió a Hesíone aquello que deseara. Hesíone requirió a su hermano, Podarces, que figuraba entre los esclavos del botín. Heracles contestó que si quería un esclavo habría de comprarlo. Entonces Hesíone se despojó del velo. Heracles aceptó este precio simbólico como rescate y liberó a Podarces. En memoria de este suceso, Podarces pasó a llamarse Príamo, “el que ha sido vendido”.
Bibliografía
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