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HistoriaPolíticaBiografía

Gómez de Silva, Ruy. Príncipe de Éboli y Duque de Pastrana (1516-1573).

Primer Duque de Pastrana y Príncipe de Éboli. Aristócrata portugués, al servicio de España, nacido en Chamasca (Portugal), en 1516 y muerto en 1573 en Madrid. Llegó a España, siendo aún niño, con su abuelo Ruy Téllez de Meneses, que era mayordomo mayor de la emperatriz Isabel, esposa del rey Carlos I. A los nueve años fue nombrado menino de la emperatriz, y al morir ésta se convirtió en paje del príncipe Felipe.

Su infancia transcurrió en el palacio real, junto al futuro Felipe II, y entre ambos se forjó una gran amistad que conservarían hasta la muerte de Ruy Gómez, pese a la diferencia de edad entre ellos -Ruy Gómez contaba con once años más que el príncipe-, y al carácter reservado de este último. Realmente en la biografía de Felipe II no se encuentra la existencia de otro amigo personal que no sea Ruy Gómez. Acompañó a Felipe en su primer viaje por Europa, y al regresar a Castilla, el entonces príncipe Felipe pensó en casar a su fiel servidor con la hija de los príncipes de Mélito, doña Ana de Mendoza, rica heredera perteneciente a uno de los linajes más poderosos de España, los Mendoza. A finales de 1552 se concertó el proyecto matrimonial, y se firmaron las capitulaciones al año siguiente, aunque éste no se consumó hasta 1557, pues Doña Ana contaba en ese momento trece años. Ruy Gómez permaneció ausente de España los siguientes cinco años. Felipe lo reclamó imperiosamente para que lo acompañara a Inglaterra, donde se llevó a cabo el segundo matrimonio del todavía príncipe con la reina María Tudor, en 1555. En 1556 acompañó al príncipe a Bruselas, con motivo de la abdicación de su padre Carlos I.

Para estas dos ilustres ocasiones, Don Felipe reunió un séquito con la más distinguida nobleza castellana. El rígido protocolo borgoñón seguido por la Corte española establecía un riguroso orden de acercamiento al príncipe en las ceremonias, siguiendo el rango y la condición de las personas; Ruy Gómez, no contaba entonces con títulos que le permitieran encontrarse entre el séquito principesco, pero Felipe, ya rey de Nápoles, haciendo uso de su facultad soberana, otorgó a Don Ruy el título napolitano de Príncipe de Éboli, que le permitiría estar a su lado con la máxima dignidad nobiliaria. Con este título han pasado a la historia tanto él como su esposa, pese a que reunieron otros tan ilustres como el de Príncipes de Mélito, Duques de Estremera y Francavila y Duques de Pastrana, título con el que se hicieron nombrar en primer lugar durante su vida, una vez concedido por el rey.

Al subir al trono Felipe II, en 1556, hizo de Ruy Gómez su secretario de máxima confianza, nombrándolo sucesivamente: sumiller de corps, lo que le permitía una presencia continua al lado del monarca, consejero de Estado y de Guerra, con la consiguiente influencia sobre las decisiones de política internacional; intendente de Hacienda, primer mayordomo del príncipe Carlos y grande de España.

La sublevación, en 1567, de los Países Bajos, frente a las medidas de anexión a España y de imposición del catolicismo, desencadenó el enfrentamiento y radical oposición de Don Ruy a la postura preconizada por el Duque de Alba, en cuanto a la política que debía seguir la monarquía en la crisis de los Países Bajos, mientras que el de Alba era partidario de la represión y la guerra, el de Éboli abogaba por una solución negociada, proponiendo un sistema federalista, como el existente en Aragón, basado en el respeto a las leyes y costumbres de cada uno de los reinos que componían la monarquía hispánica; con ello, en la crisis desencadenada, se garantizaba el mantenimiento del importante comercio de Castilla con los países del norte y la convivencia en todos los territorios de la monarquía, sin abrir fisuras y enfrentamientos entre ellos. Pero la oposición entre ambos nobles iba más allá, y era más antigua, que la compleja cuestión de los Países Bajos, realmente ambos nobles encabezaban dos partidos nobiliarios, sustentados por los poderosos linajes Alba y Mendoza, que se disputaban en la corte el entonces inigualable favor real. Frente a las posturas pacifistas defendidas en la cuestión de los Países Bajos, el príncipe de Éboli preconizó la guerra contra Inglaterra, por el dominio en el océano, mientras que Alba abogó por el no enfrentamiento.

El estilo de gobierno de Felipe II propiciaba la formación de estos bandos cortesanos; la personalidad del rey: reservada, prudente, solitaria y con un elevadísimo sentido del deber, le llevó al ejercicio de un gobierno absoluto y personalizado, por sus manos pasaban todos los asuntos y papeles de estado, que eran gestionados por una administración perfectamente organizada y fuertemente centralizada. Pese a que este control personal sobre los asuntos fue ejercido a lo largo de todo su reinado, durante las dos primeras décadas del mismo, una época más expansiva, y hasta la muerte de Ruy Gómez, se rodeó de consejeros que le asesoraron en la labor de gobierno, estableciendo un equilibrio de poderes frente a su suprema autoridad; así, en torno a él se formaron los dos partidos o bandos nobiliarios, discernibles dentro de la vaguedad; en ellos militaban nobles, consejeros y funcionarios, uno era el encabezado por Éboli y otro el dirigido por Alba.

El denominado partido ebolista, encabezado por Ruy Gómez, estaba sustentado por la poderosa familia de su esposa, los Mendoza, atrayendo a un regular número de nobles, además de un nutrido grupo de funcionarios entre los que destacaba la figura de Antonio Pérez, entonces secretario de estado del rey.

El enfrentamiento entre los dos partidos se volvió a poner de manifiesto en la sublevación de las Alpujarras, en 1568; Éboli preconizó una postura benevolente y de atención con las reivindicaciones de los sublevados, línea defendida por el entonces alcaide de la Alhambra y capitán General de Granada, Íñigo López de Mendoza cuarto conde de Tendilla, frente al duque de Alba que postulaba la represión por las armas, y la imposición de religión y costumbres, postura apoyada por la Inquisición. Felipe II se decantó por la represión armada, mandando a Don Juan de Austria a sofocar la sublevación y estableció la dispersión de los moriscos por todos los reinos de España. Ruy Gómez obtuvo en la dispersión un importante lote de familias moriscas que asentó en su señorío de Pastrana y con las que, al igual que el resto de los Mendoza, desarrolló una política de respeto y libertad conforme con las leyes dictadas por el rey.

Dentro de este funcionamiento general de la Corte y de las cesiones de Felipe II a un grupo y a otro, no se puede reducir la influencia ejercida por Ruy Gómez sobre el rey. Fue su amigo personal y, desde la vuelta a España de ambos, su consejero más allegado, con una influencia creciente sobre las decisiones del monarca. Esta situación ha hecho que en alguna ocasión se le haya considerado una primera manifestación del valimiento político, sistema de gobierno propio de los monarcas españoles en el siglo XVII, aunque con características peculiares y diferenciadas de lo que será esta figura en el siglo siguiente, ya que el rey no abandona sus funciones de gobierno, encomendándoselas casi por entero a su valido, sino que se apoya en su juicio y lo considera su hombre de mayor confianza. Sin embargo empieza a presentar rasgos propios del valido como son la amistad personal con el rey, su permanencia junto él desde la juventud, el ascenso nobiliario a la máxima categoría, la Grandeza de España, y desde luego la influencia personal sobre las decisiones del monarca.

Ruy Gómez murió súbitamente en Madrid el 29 de julio de 1573, momento en que la política defendida y aplicada por Alba en los Países Bajos fracasaba estrepitosamente, y en el que era posible haber puesto en marcha las soluciones preconizadas por él y, tal vez, la visión que tenía de la composición de la monarquía hispánica. Tras su muerte la política de partidos se empezó a diluir, haciéndose cada vez mayor y más solitario el control del monarca sobre el gobierno. El partido ebolista fue liderado por el secretario de estado Antonio Pérez que no tuvo fuerza para mantener el equilibrio del inteligente Ruy Gómez y finalmente se manifestó como un corrupto funcionario, traidor a su monarca.

Hoy todavía falta por realizar una investigación a fondo sobre la verdadera dimensión histórica de este personaje, su amistad y valimiento sobre el rey, su concepción política de lo que debía ser la monarquía hispánica de Felipe II, su influencia en la política internacional, su relación con Portugal, y en definitiva la repercusión de su actuación en la política del momento.

En su dimensión más personal, se presenta como un personaje con una profunda y compleja personalidad, caracterizado, y así lo recogen todos los testimonios de la época sobre su persona, por su afable personalidad, su discreción, sus dotes conciliadoras y su diplomacia. En este sentido es modélico el dominio que ejerció sobre el inestable carácter de su esposa la princesa de Éboli. De su matrimonio nacieron once hijos, de los que llegaron a edad adulta cinco. Tres varones, el primogénito Rodrigo de Silva y Mendoza, el poeta Diego de Silva y Mendoza, el eclesiástico Pedro González de Mendoza, y dos hembras Ana de Silva y Mendoza, casada con el duque de Medina-Sidonia, y la pequeña Ana que permaneció con su madre hasta su muerte, y luego ingresó en el convento de monjas concepcionistas de Pastrana.

Como Duque de Pastrana (Véase Pastrana), llevó a cabo una importante obra, cuya filosofía está en plena concordancia con las ideas políticas que preconizaba en la Corte. En 1569 compró el rico señorío de Pastrana. Ese mismo año obtuvo el título de Duque, la más alta dignidad nobiliaria, de manos de Felipe II. A partir de este momento desplegó una dinámica labor dirigida a convertir sus estados en una auténtica Villa Ducal, a imitación de los prósperos e influyentes estados italianos. Para ello, en un primer momento sentó las bases del desarrollo económico de la villa, estableciendo una pujante industria sedera y una importante red de comercialización de estos productos, para lo cual trajo maestros flamencos y milaneses, e incorporando a la población un importante grupo de moriscos de los expulsados de las Alpujarras, el mayor lote cedido por Don Juan de Austria formado por doscientas familias traídas expresamente del Albaicín de Granada, moriscos expertos en el trabajo de la seda. Al tiempo estableció todos los hitos que trasforman una simple villa en Villa Ducal y que le dan el prestigio nobiliario, social y cultural necesario: transformó la iglesia parroquial en colegiata, mediante Bula papal, fundó dos conventos, uno de monjas y otro de frailes, para lo cual mandó llamar a la reformadora Teresa de Jesús, y realizó una profunda transformación urbanística, dirigida a dar salida a las nuevas necesidades de mercado y vivienda, dentro de la cual cabe destacar la construcción de un barrio de traza renacentista, destinado a las industrias creadas, primer intento de barrio industrial en el urbanismo renacentista español.

En la actuación de Ruy Gómez sobre Pastrana fue determinante su visión de la dignidad nobiliaria, la cual pasó por el establecimiento y desarrollo de una prosperidad económica muy próxima al carácter burgués, y desde luego alejada del ideal nobiliario "de apariencia" que representa el "hidalgo pobre" del Lazarillo de Tormes y que se hará dominante en la España del siglo XVII, en la que la ostentación se convierte en sinónimo de prestigio. Su visión está más cercana a la dinámica que se estaba estableciendo en lugares comerciantes como Portugal, país de donde procedía, las repúblicas italianas, y los países del Norte de Europa, que a la dinámica que se estaba imponiendo en la propia España, donde se acabó estableciendo una sociedad cada vez más preocupada por el honor y la nobleza, y más alejada de la economía productiva. Esta misma visión es la que defendió con respecto a la política que había que seguir con el problema de Flandes, la no centralización de la monarquía, el respeto para las costumbres de cada pueblo, y el mantenimiento de la prosperidad económica por encima de la imposición de grandes "ideas". Y esta misma visión es la que utiliza con la partida de moriscos llegados a su ducado, construyéndoles un nuevo barrio para dar cabida a la actividad que iban a desarrollar y dejándoles un gran margen de libertad dentro de las leyes dictadas por Felipe II.

De tal forma que en su concepto y aplicación de Villa Ducal no desarrolló, exclusivamente, un estado nobiliario donde exhibir la magnificencia y glorificación de la persona del Duque, como posteriormente hizo el Duque de Lerma en su villa ducal, emulando la figura del rey en medio de su ostentosa Corte barroca; sino que se aproximó más a lo que eran las repúblicas y ducados italianos renacentistas, asentados en un gran riqueza material, y con una familia como detentadora del poder. La idea nobiliaria está más próxima al concepto burgués europeo que al rentista y representativo español. De ello se infiere que su idea sobre la composición del estado estaba más próxima a la dinámica que se estaba estableciendo en una zona de Europa, más cercana al desarrollo del capitalismo y ciertamente alejada de la idea de la monarquía absoluta, donde se hace necesaria la centralización administrativa de los estados, la uniformidad y el boato en la exhibición del poder real.

La temprana muerte del Duque, en 1573, impidió que su proyecto se desarrollara plenamente, pero a través de sus realizaciones se puede ver la intención de un plan de conjunto destinado al desarrollo de la primera villa Ducal española, sustentada en una prospera economía.

Palacio de Pastrana, residencia de los Príncipes de Éboli.

Bibliografía

  • ALEGRE CARVAJAL, E. y NIETO TABERNÉ, T.: Los jardines de Pastrana (Guadalajara, AACH, 1997).

E. Alegre Carvajal.

Autor

  • Esther Alegre Carvajal. modificado