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LiteraturaFilologíaBiografía

Gelio, Aulo (ca.129 - ca.180 d.C.).

Escritor, juez y erudito latino del siglo II d.C, autor de una obra miscelánea en prosa, en 20 libros, con el título de Noctes Atticae (Noches Áticas). La mayor parte de los datos biográficos que se poseen proceden de su propia obra. Hay indicios de que nació en África, aunque pasó la mayor parte de su vida en Roma. Recibió una esmerada educación en Roma (VII 6, 12): estudió literatura con el gramático cartaginés Sulpicio Apolinar (XIII 18, 2-3) y retórica con Antonio Juliano (I 4, 1). Conoció a Frontón (XIX 8) y al neosofista Favorino (XVI 3, 1). Pasó al menos un año en Atenas (XII 11, 1), donde completó su formación como discípulo del filósofo platónico Calveno Tauro y con el cínico Peregrino, viviendo relajadamente como estudiante y turista; allí visitó a Herodes Ático, gran figura del momento (XIX 12, 1) y fue espectador de los Juegos Píticos, probablemente en agosto del 147. De resultas de su espíritu abierto a las nuevas tendencias intelectuales de la época y de su aprendizaje con tantos y tan grandes maestros, adquirió una extensa cultura. A su regreso de Atenas actuó como juez en pleitos privados (XII 13, 1; XIV 2, 1), aunque en su obra revela más interés por las leyes como erudito anticuario que como juez profesional. Se casó y tuvo hijos. Se dedicó a la literatura como escritor aficionado.

Las Noches Áticas

Es la única obra conservada de Gelio. Su título alude a las veladas (o 'noches') intelectuales del autor durante su estancia en Atenas. Consta de un prefacio y de 20 libros, pero se han perdido el inicio del prefacio, el final del libro 20 y el libro 8 entero (salvo los títulos de sus capítulos). Gelio cuenta en el prefacio que concibió y comenzó su obra durante su estancia de estudios en Atenas (de ahí el título), cuando por las noches tomaba apuntes de sus lecturas o audiciones, pero que completó el proyecto 30 años más tarde, como un instructivo pasatiempo para sus hijos. Cada libro, salvo el 19, se divide a su vez en capítulos cortos (no suelen exceder de dos páginas en las ediciones modernas), hasta un total de 383, que tratan sobre la más diversas materias: filosofía, historia, leyes, medicina, aritmética, geometría y astrología, pero especialmente sobre gramática en su acepción antigua, que incluía la literatura y la crítica textual, además de la lingüística propiamente dicha.

Las Noches Áticas se inscriben, pues, en el género de la miscelánea erudita, como escritos anteriores con el título de Silvae, o como el Pratum de Suetonio (hoy perdido) o la obra de Valerio Máximo; posteriormente, hacia el 200 Ateneo escribiría en griego una obra comparable, el diálogo Deipnosofístas. El criterio de exposición es la variedad o poikilía, con objeto de mantener vivo el interés del lector. El propio Gelio confiesa en su prefacio que prefiere una ordenación azarosa y casual: "usi sumus ordine rerum fortuito" (he aplicado un orden fortuito a la materia). En la exposición, y siempre en aras de la amenidad, a veces recurre al diálogo y a la dramatización. Las dramatizaciones son generalmente ficticias, aunque situadas en emplazamientos familiares para Gelio, y protagonizadas por personajes reales (amigos y maestros del autor).

La crítica literaria en Gelio

El principal valor de la obra es que comenta y transmite numerosos pasajes literarios que no se han conservado por ningún otro conducto, especialmente de la literatura latina arcaica. Gelio menciona no menos de 275 escritores griegos y latinos, y de muchos de ellos cita pasajes, no siempre breves. Por ejemplo, transmite prácticamente la mitad de los fragmentos que hoy disponemos del historiador antiguo Claudio Cuadrigario, por quien muestra una marcada predilección; cita además cuatro epigramas, de los cinco que se han conservado, de los poetas del círculo de Lutacio Cátulo (XIX 9); preserva un pasaje de cierta extensión del comediógrafo latino Cecilio, y lo compara con su fuente en el comediógrafo griego del siglo III a.C. Menandro (II 23); también hace un valioso estudio crítico del discurso de Catón Pro Rhodiensibus (A favor de los rodios), citando parte del texto (VI 3); o estudia al orador Gayo Graco, en comparación con Cicerón (X 3). En general, Gelio exhibe un fino juicio y se caracteriza por la precisión de los datos que aporta (cuando se pueden verificar sus afirmaciones por un testimonio independiente, se constata la veracidad de lo dicho). Por eso, para el historiador moderno de la literatura latina es una fuente excepcional de documentación y de juicio crítico. Algunas de la historias que transmite son francamente interesantes y amenas, como la fábula de la galerita (II 29) o la historia de Androcles y el león (V 14).

Gelio tiene un gusto arcaizante, en conexión con una tendencia de la época protagonizada por el rétor Frontón, su maestro. Eso implica que aprecia sobre todo a los escritores arcaicos y a Salustio, y que detesta los de época imperial, como Séneca (XII 2). No obstante, ese arcaísmo no es radical: Gelio admira también a Virgilio, y hace una valoración equilibrada de Cicerón (X 3). Su propio estilo no se caracteriza por el arcaísmo a ultranza, salvo excepciones (II 29, donde parece que remeda a Ennio). Es más bien un estilo natural y clásico, sin complicaciones, próximo al de Quintiliano.

Las fuentes que usó son variadas, tanto griegas como latinas, e incluyen a eruditos como Varrón, Higino, Verrio, Valerio Probo y Sulpicio Apolinar. Debió de poseer una nutrida biblioteca personal, y fue también asiduo visitante de las bibliotecas públicas, aunque a veces se ha de sospechar que cita de segunda mano, esto es, de textos ya seleccionados por otros.

Discusiones lingüísticas

En sintonía con las tendencias arcaizantes de la época, Gelio dedica una atención especial a minucias lingüísticas, aunque esta dimensión de su trabajo sea quizá menos interesante para el lector moderno, salvo especialistas. Se ha calculado que más de un cuarto de sus discusiones giran en torno a cuestiones lingüísticas, de etimología, léxico o uso sintáctico. Por ejemplo: el uso singular de mille (I 16), el significado y origen de la expresión pedarii senatores (III 18), las diferentes acepciones de obnoxius (VI 17), la pronunciación de H y V (II 3, X 4), la etimología de Italia (XI 1) o la diferencia entre multis hominibus y multis mortalibus (XIII 28). Pero incluso en este apartado se hallan detalles interesantes, como cuando inventa la expresión scriptor classicus (XIX 8, 15), de la que deriva sin duda la acepción literaria del término moderno “clásico”.

Pervivencia

En la Antigüedad tardía, la obra de Gelio fue usada por Nonio Marcelo (gramático del siglo IV d.C.), Amiano Marcelino y Macrobio. Agustín de Hipona alaba su prosa y erudición: Vir elegantissimi eloquii et multae et facundae scientiae (varón de elegantísimo estilo y de abundante y elocuente doctrina), (Ciudad de Dios IX 4). La obra fue apreciada en el Medievo por su riqueza en detalles anticuarios, y se hicieron extractos de ella. Petrarca poseyó y leyó una copia manuscrita de las Noches Áticas; y la obra fue una de las primeras en ser impresas (edición príncipe: Roma 1469). El humanista italiano del siglo XV Angelo Poliziano escribió una colección de discusiones eruditas (Miscellanea) según el modelo de Gelio. El erudito francés Julio César Escalígero (1540-1609) usó en el libro V de su Poética un método de comparación entre autores latinos y griegos similar al de Gelio. Por su parte, Erasmo de Rotterdam admiró a Gelio y lo usó como fuente.

Posteriormente, la fábula de la galerita (II 29) es retomada por La Fontaine (IV 22). Ya modernamente, la historia de Androcles y el león (V 14), que transcurre durante el mandato de Marco Aurelio, ha sido fuente de un drama con el mismo título de G.B. Shaw y hasta de dos películas de cine: Androcles, de Louis Fevillade (Francia, 1912), y Androcles y el león, de Chester Erskine (Gran Bretaña, 1952). Gelio, en fin, tiene también mucho que decir al hombre contemporáneo: por un lado, puede considerársele precursor de la literatura comparada (el método de comparar punto por punto un pasaje de un escritor latino con su fuente ha servido de modelo a la filología moderna); por otro lado, su contagioso gusto por los libros y por la lectura merecería erigirse en divisa del hombre culto actual.

Bibliografía

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G. Laguna Mariscal.

Autor

  • glm