A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaPolíticaBiografía

García de León y Pizarro, José [padre] (ca. 1740-?).

Visitador español, regente, presidente de la Real Audiencia y capitán general de Quito, nacido en Sevilla hacia 1740 y muerto en Madrid en fecha desconocida, que realizó la gran reforma del absolutismo de Carlos III, ordenada por José Gálvez, y posteriormente fue consejero de Indias.

Era hijo del coronel de infantería José García de León, natural de Ávila, que fue gobernador de la plaza de Mazalquivir, y de Francisca Pizarro y Rivera, natural de Motril. Nació al parecer en Sevilla en uno de los múltiples destinos de su padre. Estudio leyes y se casó con María de Frías. El matrimonio se trasladó a Madrid hacia 1770, para que León Pizarro pudiera prepararse en la rama administrativa. Se le hicieron algunas consultas de materias reservadas, que resolvió con brillantez, llamando la atención del Ministerio. Marchó luego a Jerez, donde se reunió con su mujer, restablecida de una enfermedad, y poco después ganó la plaza de fiscal de la Real Audiencia de Sevilla. El ministro de Indias José de Gálvez puso entonces en marcha su programa de reformas fiscales para Suramérica y escogió a García de León para realizar la de Quito; para el Perú escogió a José de Areche y para el Nuevo Reino de Granada a Francisco Gutiérrez de Piñeres.

En 1777 García de León fue nombrado visitador, regente, presidente de la Audiencia y capitán general del Reino. Embarcó de inmediato y arribó a Cartagena en agosto del mismo año 1777, dispuesto a remontar el río Magdalena, para entrevistarse con el virrey neogranadino. Un fuerte invierno le hizo desistir de esta ruta, pues supo que estaba impracticable el camino desde Honda a Santa Fe. Envió al virrey los despachos y pliegos de la visita (reservando naturalmente las instrucciones) con el fiscal Francisco Antonio Moreno y esperó un buque para ir a Portobelo. El virrey le devolvió los papeles, haciéndole notar que su nombramiento sólo preveía el “cúmplase” en lo relativo al de regente, por tener que continuar Diguja, a causa de su participación en la expedición de límites. García de León aprovechó la permanencia en Cartagena para "tomar noticias de la fábrica de aguardientes que hay en esta plaza (Cartagena) y dirige un famoso fabricante que hay en ella, para ponerme en estado de conocer por mí mismo lo que deba practicarse en la mejor ración y aumento de este ramo en Quito". A principios de noviembre de 1777 ancló en Cartagena la goleta correo que llevaba la correspondencia de Portobelo, en la que pudo ir hasta dicho puerto. Cruzó por el camino de Cruces hasta Panamá y desde aquí volvió a embarcar para Guayaquil.

En Guayaquil mantuvo una interesante correspondencia con el gobernador de Cuenca (a donde pensaba ir en su camino a Quito), José Antonio Vallejo, que le informó del estado de “insubordinación y altivez” de los vecinos de aquella región, como lo había demostrado el asesinato del teniente de alguacil mayor Mariano Delgado, sin que fuera posible castigar al homicida. León y Pizarro tomó buena nota de todo e informó a Gálvez de que eran de prever grandes motines cuando impusiera la reforma fiscal, por lo que estimaba aumentar en 75 soldados las tres compañías fijas existentes en Quito "para contenerlos en obediencia, subordinación y respeto se hace indispensable hallarme provisto de una fuerza militar correspondiente, que inspirando temor a sus ánimos opacados, los mantenga tranquilos y pacíficos en sus causas".

Emprendió el camino de ascenso a Quito y en Ambato (26 de octubre de 1778) se encontró con el capitán general saliente, Joseph Diguja, que acababa de reprimir la gran sublevación de los Barrios. Continuó hasta la capital y tomó posesión de sus cargos, iniciando el refuerzo militar que precedió a la gran reforma fiscal. Lo primero fue fundamental: organizó las milicias, formó compañías regulares de soldados y creó un cuerpo de Caballería; en realidad organizó el primer ejército del Reino. La reforma fiscal vino a continuación, cuando estableció los estancos reales del aguardiente, la pólvora, el tabaco y los naipes; organizó la aduana, sacándola de los asentistas y administrándola por oficiales reales; reguló el cobro de alcabala; creó tribunales para las cuentas; fomentó la minería de oro y plata y propuso que el azogue se vendiera a un precio protegido de 10 o 12 reales la libra, para mejorar el beneficio de tales metales preciosos. Solicitó a la Corona que se permitiese introducir en el Reino 400 o 500 negros anuales durante un quinquenio para suministrar mano de obra a minas y plantaciones (la cuarta parte de ellos debían ser mujeres), así como también que autorizase la subida de los derechos de importación de los tejidos que venían de países extranjeros (al doble), dejando libres los españoles. La reforma tuvo efectos milagrosos, pues logró incrementar los envíos de dinero a la Real Hacienda. En sólo cuatro años alcanzaron la cifra récord de 1.017.353 pesos, lo que contrastaba con los apenas 713.351 que había enviado el presidente anterior Joseph Dijuga en 11 años. El precio de esta “bonanza” la pagó naturalmente el pueblo quiteño, y sobre todo las clases más necesitadas. Surgieron movimientos antifiscales promovidos por los indios de Catacachi, Atuntaqui, San Pablo, Otavalo y Cayambe; al año siguiente se produjeron en Guano y luego, en 1780, en Ambato, Quizapincha, Pillaro, Baños, Patate, Izamba, Santa Rosa y Pasa. El presidente acabó con todos ellos por la vía de la fuerza, enviando las milicias y tropas.

La pasión reformadora de León Pizarro llegó mucho más allá de la simple extorsión fiscal. Mandó realizar un censo de población, que fue el primero del país; visitó personalmente Santa Elena, donde dispuso que se mejorase la producción de brea y recomendó la plantación de árboles, especialmente de los utilizados en la construcción; mandó que en Guayaquil se formaran sociedades de comercio, se preocupó de la construcción de buques y hasta introdujo la primera bomba contra incendios que hubo en dicha ciudad. También organizó la Junta de Temporalidades del Reino (dirigida por Tomás de Ascazubi) para administrar los bienes incautados a los jesuitas expulsos. Obviamente vigiló estrechamente a los criollos ilustrados, como a Miguel Tovar de Ugarte, que le recriminó su política de extorsión fiscal y le pasó un memorando con todo lo que había introducido. García de León le acusó de complicidad con Túpac Amaru y le condenó a 10 años en el castillo de Chagres.

Capítulo aparte mereció su insaciable nepotismo y afán de enriquecimiento, en lo que le ayudó su mujer. Llegó a Quito con dos hijos, uno de 16 años, José León Pizarro y Frías, y una niña de seis, que logró casar más tarde con Villalengua y Marfil, entonces fiscal de la Audiencia y más tarde su sucesor. Su mujer aconsejaba a los criollos que hicieran buenos regalos al presidente, pues iba a ser un personaje importante en España (fue elegido efectivamente consejero de Indias). El presidente consiguió para su hijo una beca en el convictorio de San Fernando, que cobraba directamente de las cajas reales. Luego le hizo tonsurar para que el obispo le aplicara 70.000 pesos de capellanías que habían sido de los jesuitas, y finalmente consiguió que se le diera la Sacristía Mayor de la ciudad de Guayaquil. Como el hijo manifestaba que no tenía vocación religiosa decidió entonces venderle este beneficio a un vecino de Guayaquil, llamado Bayas, que lo compró para un hermano suyo por 4.000 pesos anuales, que cobró posterior y puntualmente el presidente. Menos importancia tuvo que presionara a los dominicos para que le dieran a José León Pizarro y Frías el grado de bachiller en Letras y Filosofía en la universidad, entregado además en bandeja de plata.

El año 1783, cuando cumplía su mandato, fue el mejor de todos. Fue nombrado Consejero de Indias y Caballero de la orden de Carlos III. Culminó su gobierno con un acto religioso en la catedral en homenaje a la virgen del Guápulo (patrona de Quito) ofreciéndole un cuatro suyo con una leyenda donde le agradecía haber librado al Reino de las terribles sublevaciones que habían azotado a los territorios vecinos (la insurrección de los Comuneros en el Nuevo Reino de Granada y Túpac Amaru en el Perú). Una vez en España se incorporó a su cargo de Consejero de Indias, que desempeñó con discreción hasta su muerte.

Bibliografía

  • GONZÁLEZ SUÁREZ, F. Historia General de la República del Ecuador. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1970, 3 vols.

  • LUCENA SALMORAL, M. "Los movimientos antirreformistas en Suramérica: 1777-1781. De Túpac Amaru a los Comuneros" en Rev. de la Universidad Complutense, vol. XXVI. núm. 107, Madrid, 1977.

MLS

Autor

  • 0205 MLS