Fitzgerald, Francis Scott (1896-1940).
Narrador, ensayista y guionista cinematográfico estadounidense, nacido en Saint Paul (Minnesota) el 24 de septiembre de 1896, y fallecido en Hollywood (California) el 21 de diciembre de 1940. Autor de una excelente producción novelística que le sitúa entre las voces más destacadas de la narrativa norteamericana contemporánea, está considerado como el genuino cantor literario de los "felices años veinte" y la ciudad de Nueva York convulsionada por la agitada "edad del jazz".
Vida
Nacido en el seno de una familia acomodada de muy variada procedencia (su padre era un caballero del Sur cuya hacienda había venido a menos, y su madre -de religión católica- era la hija de un rico comerciante de origen irlandés), el joven Francis Scott Fitzgerald hubo de recurrir a la saneada economía de su abuelo materno para emprender una prometedora formación académica que, a la postre, acabaría dejando inconclusa. Realizó, en efecto, sus primeros estudios en la Newman School de Nueva Jersey, para pasar posteriormente a matricularse, merced a la fortuna de su abuelo, en la Universidad de Princeton, donde pronto entabló amistad con algunos escritores y críticos literarios que, como Edmund Wilson, orientaron sus inquietudes artísticas hacia el ámbito de la creación literaria, en detrimento de unos estudios universitarios que cada vez interesaban menos al futuro escritor.
Así las cosas, en 1917 abandonó definitivamente su carrera superior para alistarse en el ejército y cumplir un servicio militar que le dejó ratos libres, en los mismos campamentos de instrucción, para ir pergeñando el borrador de su primera novela, concebida por aquellos años bajo el título de El egoísta romántico, y publicada finalmente en 1920 como A este lado del paraíso. Previamente, Fitzgerald había conocido en Montgomery (Alabama), donde cumplía el servicio militar, a la bella Zelda Sayre, de la que cayó rendidamente enamorado y a la que convirtió en el principal referente de las "muchachas doradas" que habrían de poblar gran parte de sus posteriores entregas narrativas. Zelda, que contaba dieciocho años de edad cuando entabló relaciones con Francis Scott Fitzgerald, era, en efecto, el paradigma de un nuevo arquetipo de mujer joven americana, la flapper, cuya audacia, independencia y libertad sexual comenzaba a sustituir -tanto en la vida real como sus reflejos literarios de aquellos años- a la típica figura de la mujer tradicional sometida siempre a la voluntad del hombre. Eran los prolegómenos de "los felices años veinte" y "la era del jazz", los tiempos en los que el optimismo generado por el final de la Primera Guerra Mundial trajo consigo el estallido de un espíritu hedonista, la relajación de la férrea moral decimonónica y la liberación de las costumbres sexuales, con especial mejora en las relaciones sociales y el desarrollo intelectual y espiritual de las mujeres.
A raíz del éxito cosechado por la publicación de su primera novela, la fama y el dinero permitieron a Fitzgerald contraer matrimonio con Zelda Sayre, en cuya compañía se adentró en los dominios de la alta sociedad americana, amante del lujo, el refinamiento, la diversión y los constantes viajes por América y Europa. Dio inició así la prolongada fiesta ilusoria que, como una celebración permanente de la felicidad y la riqueza de los recién casados, se prolongó durante un año entero hasta el nacimiento de su hija "Scottie", en 1921. En París, Francis Scott y Zelda tuvieron ocasión de entablar amistad con los grandes expatriados de las Letras estadounidenses del momento, como Ernest Hemingway, John Dos Passos y Gertrude Stein, con quienes vivieron incansables episodios de derroche y diversión que la joven pareja prolongaba en sus constantes regresos a la Nueva York de las fiestas en los grandes salones privados de la alta sociedad, pero también de los libertinos clubes nocturnos dominados por el jazz, la droga y alcohol.
En 1922, los éxitos de ventas alcanzados nuevamente por otra novela de Fitzgerald (Hermosos y malditos) permitieron al joven matrimonio costear el lujoso y extravagante tren de vida que arrastraban por aquellos años, aunque ya por aquel entonces se dejaran notar en sus vidas los siniestros presagios que pronto habrían de conducirles a un triste final: dificultades económicas, desórdenes afectivos en el comportamiento del escritor (peligrosamente inclinado a la dependencia alcohólica) y, sobre todo, primeros síntomas del deterioro mental de Zelda Sayre (que acabaría muriendo, víctima de un incendio, en 1948, en el sanatorio en el que permanecía recluida desde hacía varios años).
A partir de 1924, el matrimonio Fitzgerald abandonó su casa neoyorquina de Long Island para fijar su residencia en la Riviera francesa, en donde habría de permanecer hasta 1931. Al poco de instalarse en Europa, el escritor de Minnesota culminó su gran novela El gran Gatsby (1925), que, a pesar de ser considerada por la crítica como su obra maestra, no alcanzó en modo alguno los éxitos de ventas logrados por sus entregas anteriores. A estas dificultades económicas de los Fitzgerald, agravadas cada vez más por el alcoholismo del todavía joven escritor, se sumó la agudización de las crisis de enajenación mental que sufría Zelda, quien comenzó a frecuentar los manicomios a partir de 1930. Para sobrevivir, ya de nuevo en los Estados Unidos de América, Francis Scott Fitzgerald colaboró asiduamente en diferentes revistas de todo el país, actividad que a duras penas logró compaginar -por culpa de los efectos destructivos que la bebida ya iba causando en su salud- con la redacción de otra espléndida novela, publicada en 1934 bajo el título de Suave es la noche. Por desgracia, los deslumbrantes valores literarios que también atesoraba esta narración del abatido escritor tampoco fueron apreciados por los lectores norteamericanos de su tiempo, lo que, unido a la gravísima situación mental de la otrora bella e inteligente Zelda, sumó a Fitzgerald en una violenta crisis depresiva de la que dejó constancia en varios ensayos (publicados, cinco años después de su muerte, en el volumen titulado El crack-up).
Olvidado por críticos y lectores, minado por los efectos del alcohol y prematuramente envejecido, Francis Scott Fitzgerald intentó sobreponerse a su deplorable estado y recuperar en Hollywood la fertilidad creativa de su juventud, donde, a partir de 1937, se empleó en la redacción de diferentes guiones cinematográficos. Así logró subsistir durante tres largos y difíciles años, hasta que la muerte le sorprendió trabajando en la escritura de su última novela, publicada un año después de su desaparición bajo el título de El último magnate (1941). El brillante esplendor de este inconcluso legado literario del autor de Minnesota provocó, entre la crítica norteamericana contemporánea, la inmediata -pero ya desgraciadamente tardía- rehabilitación de Fitzgerald como uno de los más grandes escritores de la primera mitad del siglo XX. El triunfo que con tantos esfuerzos había intentado recuperar durante los últimos y atormentados años de su existencia se renovó, a partir de entonces, por medio de las sucesivas reediciones de sus grandes novelas y, sobre todo, merced a los éxitos de taquilla alcanzados por la versión cinematográfica de The great Gatsby (1949), protagonizada por los actores Alan Laddy Shelley Winters. En 1974 se estrenó una nueva adaptación al cine de esta espléndida novela, rodada por el cineasta inglés Jack Clayton (quien preparó el guión en colaboración con el célebre director de Detroit Francis Ford Coppola), y protagonizada por dos actores de la talla de Robert Redford y Mia Farrow. Por sus trabajos en esta película, Karen Black fue galardonada con el "Globo de Oro" a la mejor actriz secundaria, y Nelson Riddle con el "Oscar" de Hollywood a la mejor banda sonora adaptada. Dos años después, El último magnate también fue objeto de una versión cinematográfica realizada por el director estadounidense de origen turco Elia Kazan, en la que intervinieron algunos nombres tan relevantes del cine americano como Tony Curtis, Robert Mitchum, John Carradine y Anjelica Huston. Además de esta presencia de Fitzgerald en la gran pantalla, su azarosa peripecia amorosa compartida con Zelda Sayre dio lugar a la magnífica pieza teatral titulada In a bar of a Tokyo hotel (En un bar de un hotel de Tokio, 1969), debida a la pluma del dramaturgo de Mississippi Tennessee Williams.
Obra
Primeras entregas narrativas
La producción literaria de Francis Scott Fitzgerald se inició, a comienzos de los años veinte, con la publicación de su novela titulada This side of paradise (A este lado del paraíso, 1920), una opera prima en la que el joven narrador de Minnesota cifraba, en la reconstrucción de varios episodios autobiográficos, la desilusión de toda una generación de norteamericanos que, desolados por la guerra mundial y la posguerra, se habían hallado de pronto con todos sus sueños rotos y sus vidas vacías, por lo que afrontaban el paso a la madurez con "todos los dioses muertos, las guerras combatidas [y] la fe en el hombre destruida". El eco que halló esta narración entre los miles de estadounidenses que se vieron perfectamente reflejados en sus páginas convirtió a su autor en un hombre rico y famoso, quien enseguida se aprestó a renovar el éxito de su opera prima con una segunda entrega novelesca en la que pretendía seguir explotando el filón costumbrista de las vivencias de la juventud norteamericana contemporánea.
Llegó, así, a los escaparates de las librerías la segunda novela de Fitzgerald, titulada The beautiful and damned (Hermosos y malditos, 1922) y publicada el mismo año en que vio la luz también su segunda recopilación de narraciones breves, recogidas en el volumen Tales of the jazz age (Historias de la edad del jazz, 1922). Hermosos y malditos -que no alcanzó la misma difusión que la primera entrega novelesca de Fitzgerald-, es un brillante estudio sobre los sueños y el desencanto de la juventud americana de la época, reflejados en las ansiedades y disipaciones de una pareja de jóvenes adinerados (y, en consecuencia, muy relacionados también con la propia peripecia vital del autor y de su esposa Zelda). El relativo fracaso de ventas de esta novela se vio compensado por el apabullante éxito cosechado por los cuentos de Fitzgerald, que, además de permitirle seguir manteniendo el vertiginoso ritmo de vida que llevaba, le convirtieron en el máximo exponente de la literatura generada por esa "edad del jazz" a la que el propio escritor de Saint Paul había dado nombre desde el título de su colección de relatos. Un año antes de que vieran la luz estas publicaciones, Francis Scott Fitzgerald había dado a la imprenta su primera colección de narraciones breves, presentadas bajo el título de Flappers and Philosophers (Chicas y filósofos, 1921). Su acreditada maestría en el difícil género del cuento le permitió escribir, a lo largo de su relativamente corta trayectoria literaria, más de ciento cincuenta relatos que, por el éxito logrado entre críticos y lectores, le convirtieron en uno de los mejores exponentes de la narrativa breve escrita en lengua inglesa durante la primera mitad del siglo XX. De entre todos estos cuentos -muchos de ellos publicados en periódicos y revistas-, Fitzgerald selección cuarenta y seis para agruparlos en cuatro colecciones impresas en formato de libro: las dos ya mencionadas, y las tituladas Todos los hombres tristes (1926) y Taps at reveille (Toque de diana, 1935).
El gran Gatsby
A los pocos meses de haberse asentado en Francia, Francis Scott Fitzgerald dio por concluida su tercera novela extensa, publicada en su país natal bajo el título de The great Gatsby (El gran Gatsby, 1925). Sin lugar a dudas, se trata de una de las mejores novelas de todos los tiempos escrita en lengua inglesa, y una de las que más han influido en la narrativa contemporánea universal. Desde una asombrosa madurez literaria alcanzada cuando aún no había cumplido los treinta años de edad, el escritor de Minnesota concibió una narración "indirecta" en la que, cediendo a un ficticio testigo de los hechos la responsabilidad de evocarlos y relatarlos (a la manera de Henry James o Joseph Conrad), logró reconstruir de manera tan mágica como dramática la penosa evolución del sueño americano. En esta obra, Fitzgerald exhibió un deslumbrante talento a la hora de analizar y satirizar las emociones y motivaciones de las clases acomodadas estadounidenses, obsesionadas por una constante persecución del éxito que, en su violento choque con su tendencia implícita a la autodestrucción, acabó colapsando definitivamente el viejo mito del sueño americano.
La novela relata algunos de los episodios más destacados de la vida del opulento Jay Gatsby, vistos a través de los ojos del joven agente de cambio Nick Carraway, que vive en las afueras de Nueva York junto a la suntuosa mansión del protagonista. Todo el mundo hace comentarios acerca de la inmensa riqueza y la conducta extravagante de Gatsby, pero pocos saben que, en realidad, toda su grandeza externa y aparente procede de sus conexiones con el mundo del hampa. Por medio de su relación de vecindad con el agente de cambio, el gran Gatsby vuelve a tener noticias de Daisy, una prima de Nick Carraway de la que estuvo enamorado, tiempo atrás, el ahora enriquecido gánster. Cuando se vuelven a encontrar, Daisy, que está casada con el también rico, pero extremadamente zafio Tom Buchanan, cae de nuevo rendida ante la actitud conquistadora de Gatsby, quien la seduce con sus originales y apasionadas muestras de amor. Entretanto, el esposo de la adúltera establece, a su vez, una relación extra matrimonial con Myrtle Wilson, a la que Daisy mata accidentalmente cuando va al volante de un coche que pertenece a Gatsby. En su intento de proteger a la mujer que ama, Gatsby cae víctima de las maquinaciones de Tom Buchanan, quien, ya reconciliado con su legítima esposa, asegura a Wilson -el marido de la atropellada Myrtle- que era el extravagante millonario quien conducía el coche que acabó con la vida de su esposa. La degradada vida del matrimonio Tom-Daisy continúa siendo igual de lujosa y aburrida una vez que Wilson se suicida, después de haber asesinado al gran Gatsby.
Suave es la noche
Casi diez años después de la aparición de The great Gatsby, Francis Scott Fitzgerald dio a los tórculos otras de sus novelas que, por méritos propios, se convirtieron pronto en grandes clásicos universales de las Letras norteamericanas. Se trata de Tender is the nigth (Suave es la noche, 1934), una brillante narración abierta en la que los temas predilectos del escritor de Minnesota (el lujo, el dinero, el éxito, la fama, la felicidad, la fascinación, el despilfarro, etc.) volvieron a encontrar una nueva formulación literaria, enmarcada también en un mundo de fastuosa opulencia, pero dominada ahora por el ambiente espectral que generan los sueños, la locura y el alcoholismo de los protagonistas. Plagada, pues, de constantes reminiscencias autobiográficas de la unión conyugal del autor con Zelda Sayre, Suave es la noche cuenta la historia del matrimonio formado por el joven psiquiatra Dick Diver y la bella Nicole Warren, quien padece graves crisis esquizofrénicas desde que mantuviera una relación incestuosa con su padre. La fortuna de los Warren permite al matrimonio instalarse en Francia, donde Dick -que ya no necesita ejercer su profesión- prepara un libro mientras disfruta el "sueño dorado" que les facilita, a él y a Nicole, vivir en la opulencia entre la Riviera y París, rodeados de un selecto círculo de amistades.
Forman parte de este grupo el compositor alcoholizado Abe North, que propaga su amor a la bebida entre todos los amigos; el soldado de fortuna Tommy Barban, que pronto se enamora de la hermosa y frágil Nicole; y la no menos bella actriz de cine Rosemari, una bonita joven norteamericana que, siguiendo el camino marcado por Nick Carraway en El gran Gatsby, ha servido a Fitzgerald para presentar al lector, a través de su mirada inocente, la vida del matrimonio Diver-Warren al comienzo de la novela. Los "días de vino y rosas" que vive este grupo de jóvenes alegres y ociosos comienzan a amargarse cuando Dick, enamorado de la joven actriz, cae en la dependencia alcohólica y pierde, por ello, el equilibrio, la seguridad y la entrega que sabía poner a disposición de todos sus compañeros, y muy especialmente de su delicada e insegura esposa. Al perder el apoyo que había encontrado en Dick, la salud mental de Nicole se resquebraja, lo que a su vez provoca la ruptura definitiva de su matrimonio. Nicole cae en las redes amorosas del oportunista Tommy Barban, y Dick Diver, atrapado por las suaves pero poderosas fuerzas de la noche, se deja arrastrar en su acelerada degradación y abandona, sin dejar rastro alguno, el grupo de amigos, para regresar a los Estados Unidos.
Últimas obras
Como ya se ha indicado en parágrafos anteriores, la discreta acogida deparada a una obra maestra como Suave es la noche -prácticamente una confesión novelada de las penosas vivencias del autor al lado de Zelda Sayre- sumió a Francis Scott Fitzgerald en una grave crisis de la que sólo logró recuperarse -y bien es cierto que nunca del todo- merced a su propósito de recobrar el éxito de sus años juveniles con la redacción de guiones para la industria de Hollywood. Compaginó esta dedicación al mundo del cine con la escritura de algunos ensayos que, publicados póstumamente por su amigo y "guía intelectual" Edmund Wilson bajo el título de El crack-up (1945), incluían, entre otros textos diversos, tres dramáticos testimonios de dicha crisis escritos en 1936 para la revista Esquire.
Pero, además de estos ensayos, Fitzgerald comenzó a redactar, aprovechando su experiencia en la industria del cine de Hollywood, una nueva novela que, aunque inconclusa por la repentina muerte del autor, ha pasado a la historia de las Letras estadounidenses como el auténtico testamento literario del escritor de Minnesota. Bajo el título de The last tycoon (El último magnate, 1941), esta obra póstuma reconstruye y analiza la derrota postrera de un hombre genial que, desde el inevitable recuerdo de la figura del propio Fitzgerald, cobra ante los ojos del lector la dimensión simbólica de un dramático trasunto literario del escritor envejecido, alcohólico y olvidado. Por estas y otras circunstancias que, ya expuestas anteriormente, identifican la peripecia vital de Francis Scott Fitzgerald con numerosos personajes y situaciones de su magnífico corpus narrativo, el propio autor de Saint Paul se convirtió durante muchos años en una especie de protagonista de su sórdida leyenda; sin embargo, pronto fue rehabilitado por una crítica literaria norteamericana que, aunque algo lenta de reflejos a la hora de valorar a su debido tiempo la importancia de dos novelas como El gran Gatsby y Suave es la noche, supo a la postre reconocer en la prosa concisa y elegante de Fitzgerald algunas de las mejores páginas de la literatura estadounidense de todos los tiempos. Triunfó, así, tras su muerte la imagen de un prosista sobrio y refinado que, obsesionado siempre por la economía compositiva, supo convertir en símbolos universales cada uno de los objetos, imágenes y personajes que poblaban sus obras; un escritor, en fin, dotado de una deslumbrante capacidad para transformar en material poético la triste degeneración del ideal romántico del sueño americano, reflejada con una riqueza de matices propia tan sólo de quien había sido durante algunos años víctima ilusoria de esa falsa grandeza.