Espínola o Spínola, Ambrosio. Marqués de (ca. 1569-1630).
Noble y militar de origen italiano al servicio de la monarquía hispánica. Nació en Génova entre 1569 y 1571 y murió en Castelnuovo di Scrivia (Italia) el 25 de septiembre de 1630. Era duque de Sexto y primer marqués de los Valbases o Balbases. Combatió por la monarquía hispánica en Flandes, Alemania e Italia y fue uno de los más grandes generales de su época.
Infancia y juventud
Sus padres fueron Felipe, marqués de Sexto y de Benafro y Polisena Grimaldo, hija de Nicolás Grimaldo, que tenía el título de príncipe de Salerno. Desde muy pequeño, siendo él el primogénito y heredero, se quedó huérfano de padre, por lo que su madre que estaba dotada de un gran espíritu y ánimo pero también de suma prudencia, dulzura y piedad religiosa procuró darle una buena educación. Marcelo Espínola se entregó primero con pasión por los estudios de las ciencias exactas, principalmente los estudios de matemáticas, así como por la historia. Se interesó más tarde en la ciencia militar y la fortificación, pero por lo general todas las ramas de las ciencias militares de su época, ya que la profesión militar fue su mayor aspiración desde muy joven. Sin embargo y como primogénito de su ilustre y poderosa familia tenía una serie de obligaciones por lo que ni por costumbre, ni por consentimiento materno se dedicó a la actividad bélica sin que hubiese asegurado previamente la sucesión de su casa. Para ello contrajo matrimonio en 1592, con Juana Bassadonna, la cuel era miembro de una gran casa y como tal llevó al matrimonio una cuantiosa dote, más de quinientos mil escudos, que se añadieron a la ya ingente fortuna de Ambrosio. Igualmente le dotó de una mayor grandeza, pues su mujer pertenecía por línea materna a la ilustre familia de los Doria. Inicialmente se dedicó a la actividad comercial y logró aumentar considerablemente su fortuna mediante el comercio con lo que se denominaba el Levante, pero cuando tenía en torno a los treinta años de edad dio inicio a su verdadera vocación.
Las guerras de Flandes
Federico Espínola, hermano de Ambrosio, después de militar en Flandes algunos años, con no poca satisfacción del archiduque Alberto, logró que le fuese confiado el mando de una escuadra para quebrantar el poder naval de los holandeses. Federico proyectaba un desembarco en Inglaterra, y cuando su hermano Ambrosio se enteró de sus planes se ofreció para ser su compañero de armas, y previo consentimiento del monarca, alistó por su cuenta en Italia, un ejército de nueve mil hombres. El 2 de Mayo de 1602 puso Ambrosio Espínola en marcha su escogida tropa y llegó a Flandes en críticos momentos, cuando el líder rebelde Mauricio de Nassau se preparaba para una activa campaña. A instancias de los católicos de Inglaterra volvió Felipe III a la idea de enviar á las costas de la Gran Bretaña a los Espínola con un gran ejército, por lo que Ambrosio se dirigió a Alemania e Italia donde quería reclutar la gente necesaria, y se encontraba en Pavía cuando recibió la noticia de muerte de su hermano, que sucedió el 26 de Mayo de 1603. Le ofreció entonces el rey el mando de la escuadra, pero rehusó a un puesto de tanta importancia, y después de haber reconocido personalmente las dificultades de la empresa, marchó a Bruselas a ponerse a las órdenes del archiduque, quien solicitó su ayuda para que se pusiese al frente del ejército sitiador de Ostende, pese a que cuando se presentó ante Alberto, bajo las ordenes del cual actuó, le entregó una carta del rey en la que le decía que no emplease las tropas que traía hasta que llegase Federico con la escuadra.
El archiduque necesitaba el refuerzo de Espinola para continuar el sitio de Ostende, por lo que le convenció de que debía marchar hacia Diste para agregarse á las tropas que allí reunía Francisco de Mendoza, almirante de Aragón, con el fin de oponerse a los progresos del ejército holandés. Ambrosio Espínola consiguió, el 20 de septiembre de 1604, finalizar con éxito el asedio de Ostende que había iniciado en 1601 el archiduque Alberto y en el que había fracasado. Como consecuencia de ello, el monarca español, Felipe III, le nombró maestre general de las tropas de Flandes y superintendente de la Hacienda. La capitulación de la plaza sitiada le acreditó como un experto general.
Tras su triunfo en Ostende, Espinola marchó hacia España, a mediados de noviembre de 1604, con el objetivo de contrarrestar los manejos e intrigas que se tramaban para quitarle el mando, siendo recibido como se merecía, y no sólo por el rey, sino por los magnates y el pueblo, conservando su cargo y recibiendo como premio el Toisón de oro.
Su fama de buen militar era grande incluso fuera de la monarquía hispánica, de tal modo que cuando marchó hacia España, e igualmente cuando regresó a los Países Bajos, el rey de Francia Enrique IV le hizo su invitado personal, le agasajó e incluso le invitó a que se sentara a su mesa. Durante la tertulia posterior a la comida el rey intentó sonsacarle los proyectos que tenía el general con los que se enfrentaría a los rebeldes de las Provincias Unidas en la campaña siguiente. Ambrosio Espínola era consciente de la simpatía que tenía el soberano francés sobre los rebeldes y que éste no le iba a creer el plan que le contase, así pues le dijo la verdad y en efecto el rey no le creyó. Volvió a los Países Bajos y en 1605, según el plan que le había mencionado al rey de Francia, cruzó el Rin y tomó las plazas frisias de Oldenzal, Linghett y Wachtendonck, para lo cual realizó puentes con los que cruzó el río a lo largo del arzobispado de Colonia. Ante esto el rey de Francia indicó que era la primera vez que le engañaban con la verdad. Espínola estaba acampado con la infantería en Roerort y Trivulcio con la caballería en Mulen. Mauricio de Nassau aprovecho un descuido de la guardia de los campamentos y quiso sorprender a Trivulcio, pero Espínola se dio cuenta de ello y derrotó a las fuerzas rebeldes. Sin embargo, la falta de recursos económicos hizo que a principios de 1606 fuese nuevamente hacia la corte en España donde expuso su plan, el cual consistía en organizar dos ejércitos. Pese a lo convincente del plan y los antecedentes militares del general, Espinola solo logró recursos económicos mediante la hipoteca de sus bienes, no obstante, en España recibió nuevos nombramientos y honores por parte de los personajes más importantes de la Corte.
Tras su estancia en España marchó a Italia donde arregló ciertos asuntos familiares y después regresó a los Países Bajos pese a que en Lombardía sufrió un fuerte ataque de fiebres tercianas. En los Países Bajos, donde llegó a finales del mes de junio a la ciudad de Bruselas, tenía la misión de cumplir un encargo que el rey Felipe III le había hecho con gran secreto, y era el que tomase juramento de fidelidad al archiduque Alberto y si este se negaba, le hiciera preso, siempre y cuando sobreviviera a su esposa Isabel Clara Eugenia. Al poco tiempo de que llegase se encontró nuevamente sin dinero y debió recurrir a un crédito con el que reanudó la campaña en la que llegó a orillas del río Isel, pero las lluvias torrenciales le hicieron cambiar de plan y conquisto las plazas de Gral, el 14 de agosto y Bembergh, con grandes pérdidas de hombres. Mauricio de Nassau quiso recuperar Gral, pero fracasó. El desarrollo de la campaña y las penalidades económicas le hicieron plantear nuevamente un viaje a España, pero los secretarios del rey lo evitaron ya que sabían que su elocuencia convencería al rey que le concedería más recursos. Esto y la terrible situación que también tenían las Provincias Unidas le hicieron inclinarse por la paz. En un primer momento se logró una tregua de ocho meses que dio lugar a unas conversaciones de paz más larga y en las que participó como diputado de los archiduques en las negociaciones que desembocaron en la Tregua de los Doce Años, en 1609, tras la firma de la Paz de La Haya el 9 de abril. Cuando se firmó el tratado pidió permiso al rey para abandonar aquellas tierras, permiso que le fue denegado. El motivo de tal negativa fue el inicio de la guerra contra Francia. El 29 de noviembre de 1609 había llegado a territorio de la monarquía hispánica el príncipe de Condé, que huía de Francia ante las persecuciones que inició Enrique IV.
Ante el temor a la reacción del francés, el archiduque Alberto ordenó a Condé que abandonara los Países Bajos en tres días, pero Espínola, al que apoyaban otros grandes personajes, logró que se desdijera de su decisión. Ante esto y otras cuestiones Enrique IV preparó un ejército con el que quiso entrar en los Países Bajos españoles con la excusa de atravesarlos para ir en auxilio de un aliado, en dificultades por las tropas imperiales. Sin embargo tal cuestión no la pudo llevar a cabo ya que fue oportunamente asesinado. El 26 de marzo de 1611 salió nuevamente hacia España donde en 1612 recibió el nombramiento de Grande de España. En junio de ese mismo año estaba otra vez en los Países Bajos. Poco después recibió una nueva misión que reflejaba la confianza que el monarca, Felipe III, tenía sobre su persona, cuando le encargó felicitar en el nombre del rey al nuevo emperador, Matías e igualmente de que la dignidad de rey de los romanos fuese otorgada al infante Fernando en el caso de que el archiduque Alberto no apeteciese tal dignidad. La tranquilidad era la constante en este período de su vida cuando llegó el problema sucesorio del ducado de Cleves, por lo que nuevamente encabezó las tropas con las que el pretendiente católico, el duque de Neuburgo, sostenía sus derechos frente al duque de Brandeburgo, que era auxiliado por tropas protestantes. La campaña finalizó cuando Ambrosio Espínola conquistó la importante plaza de Wesel, e inicialmente las de Maastricht, Duren y Orsoy, tras lo cual cruzó el Rin y demolió la fortaleza de Mulen, que continuamente asolaba al obispado católico de Colonia
La Guerra de los Treinta Años
La situación había vuelto a la tranquilidad, cuando en la década de 1620 se inició la participación de la monarquía hispánica en el conflicto que se denominó posteriormente Guerra de los Treinta Años. La monarquía hispánica, encabezada por un nuevo rey, Felipe IV, desde 1621, se alió con el bando imperial, católico.
Ambrosio Espínola fue nombrado capitán general de las tropas que desde Flandes debían invadir la región alemana del Palatinado. Con estas tropas, compuestas por treinta mil hombres, cruzó, el 9 de agosto de 1620, el Rin y en un plazo inferior a los seis meses conquistó más de una treintena de fortalezas, con lo que se apoderó del Palatinado inferior y alguna parte del Palatinado superior, donde acampó con sus tropas para invernar. Debido al éxito que tuvo, los regentes le nombraron mayordomo mayor. Pero en ese intervalo fallecieron tanto Felipe III como el archiduque Alberto y finalizó la Tregua de los Doce Años, por lo que el conde-duque de Olivares, el valido del nuevo monarca, Felipe IV, mandó a las tropas españolas que pasaran al ataque. Antes, el nuevo rey le mandó que permaneciese al lado de la regente Isabel Clara Eugenia y que le prestara el apoyo necesario en los aspectos políticos mientras que él se encargaba de los militares. En septiembre de 1621 acudió nuevamente a la zona de Cleves donde buscó enfrentarse con Mauricio de Nassau. Para ello asedió la plaza de Juliers y durante el asedio el rey, Felipe IV, le concedió el título nobiliario de marqués de los Balbases, era el 17 de diciembre. Cuando tomó Juliers en febrero de 1622, se dirigió hacia la plaza costera de Berg op Zoom, pero tuvo que levantar el asedio y se retiró debido a que había un contingente muy superior de tropas enemigas encabezadas por Mauricio de Nassau y Mansfeld.
El siguiente paso se decidió en un consejo de guerra en Bruselas, que fue presidido por la infanta-regente Isabel Clara Eugenia y en el que se decidió el asedio de la plaza de Breda. Se inició la campaña el 21 de junio pero cuando llegó a las cercanías de la localidad, conoció que la misma se había reforzado con siete mil soldados. Dio la noticia a conocer a la infante-regente y ésta delegó en Ambrosio Espínola la decisión final. El capitán general, contra el parecer del resto de sus jefes, inició el asedio el 28 de agosto, que finalmente fue conquistada, el 5 de junio de 1625, tras nueve meses de asedio; la rendición de Breda fue inmortalizada por el pintor Velázquez en su cuadro Las lanzas. El 3 de enero de 1628 marchó nuevamente desde Bruselas para España, para lo cual tenía un permiso que le dio el rey Felipe IV. Los últimos años que pasó en los Países Bajos, si bien obtuvo resultados satisfactorios en la guerra por el control marítimo que mantuvo contra los holandeses, se vio amargado por la falta de recursos económicos. Esto impedía la ejecución de nuevas campañas militares y además producían deserciones y motines militares. Igualmente se vio apesadumbrado por la pérdida de Groll, ciudad a cuyo socorro no pudo asistir. Al pasar por Francia, un nuevo rey, Luis XIII, le consultó sobre el cerco que mantenía contra los hugonotes en la ciudad portuaria de La Rochela, y lo que él aconsejó era evitar la entrada de refuerzos por vía marítima. Cuando llegó a España fue nuevamente agasajado por toda la corte, encabezada por el propio monarca. Sin embargo la situación para él no fue de su agrado, debido a que el conde-duque de Olivares se negó a escuchar sus consejos sobre los Países Bajos, fundados en tantos años de experiencia y combates. Esto hizo que se negara a retornar a aquellas tierras, ya que lo consideraba contrario al real servicio, mientras que no fuese provisto de los indispensables recursos económicos y humanos.
La situación en la corte era muy tensa pero nuevamente la situación europea hizo, que debido a los problemas que habían surgido en Italia en 1627 por la sucesión del ducado de Mantua, Espínola recibiera la orden de ir hacia allí. Ambrosio Espínola aceptó no de muy buen agrado el mando del ejército español en Italia, para lo que se le nombró el 16 de julio de 1629 gobernador del Milanesado. Llegó a Génova el 19 de Septiembre de 1629 y su contrariedad aumentó cuando allí se le obligó a combatir al duque de Mantua. Salió de Milán e invadió Monferrato, apoderándose de las principales plazas, al mismo tiempo que las tropas imperiales alemanas entraban en la Valtelina. En 1630 las principales posesiones del ducado estaban en poder de los españoles salvo la capital, Mantua, que estaba asediada por otro general, mientras que Espínola asediaba la plaza de Casal desde el mes de mayo cuando se presentó ante la plaza con un ejército de veinticuatro mil soldados. Agobiado por las continuas dificultades y como no recibió el auxilio que pedía ni el apoyo del general que asediaba Mantua, que quedó libre cuando la ciudad se rindió, Espínola ofreció, el 4 de septiembre de 1630, al nuncio pontificio que él levantaba el asedio si los franceses restituían al duque de Saboya todos los territorios que le habían ocupado y se retiraban más allá de los montes. Sin embargo las intrigas de sus enemigos, que convencieron al conde-duque de Olivares que lo tenía por partidario del duque de Lerma, lograron que éste le quitara la autoridad para concertar la paz. El golpe anímico que le supuso fue tan profundo y doloroso que acabó por minar su ya delicado estado de salud. Tanto efecto le produjo la humillación que recibió de tal postración, que mantuvo el secreto durante algún tiempo incluso ante su hijo y solo comunicó la noticia a los beligerantes, a los que así apremió para que firmaran la tregua que habían convenido. Su estado de salud le obligó a que entregara el mando de las tropas, tras lo que salió del campamento, el 15 de septiembre, con dirección a la localidad de Castelnuovo di Serivia, en donde falleció el día 25 de septiembre de 1630, sin que hubiera tenido acceso alguno de fiebre, mientras balbuceaba incesantemente las palabras “honor y reputación”.
Bibliografía
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RODRIGUÉZ VILLA, A., Ambrosio Spínola, primer marqués de los Balbases. Madrid, 1905.
MFD