Chumacero, Alí (1918-2010).
Poeta, ensayista y crítico literario mejicano, nacido en Acaponeta (en el estado de Nayarit) en 1918 y fallecido el 22 de octubre de 2010. Heredero, en cierta medida, del valioso legado literario que dejaron los poetas mejicanos de la generación anterior (y, muy particularmente, los que formaron parte del grupo Contemporáneos), está considerado como una de las grandes voces de la poesía hispanoamericana del siglo XX.
En su primera niñez se trasladó, en compañía de toda su familia, a la ciudad jalisciense de Guadalajara, en donde concluyó sus estudios primarios y secundarios y comenzó a experimentar una acusada vocación poética que le movió a pergeñar sus primeros versos. Así, a los dieciocho años de edad ya había escrito unos poemas primerizos cuyo único valor -según afirmaría después el propio Chumacero- es que nunca llegaron a pasar por la imprenta (al respecto, cabe adelantar que la rigurosa exigencia que se impuso a sí mismo el poeta le llevó a publicar una obra extremadamente depurada, hasta el punto de que se compone tan sólo de tres volúmenes de poesía original).
A partir de 1937, Alí Chumacero se instaló en la Ciudad de México, donde se dio a conocer como poeta y entró a formar parte de los principales foros culturales y artísticos del país. Allí trabó contacto con algunas figuras intelectuales que, como Mario de la Cueva, le animaron a difundir sus escritos literarios a través de su propia publicación. Surgió así, en 1940, la prestigiosa revista de literatura Tierra Nueva (1940-42), fundada y dirigida por Alí Chumacero en colaboración con otros jóvenes autores como el escritor Jorge González Durán, el ensayista y crítico José Luis Martínez y el filósofo Leopoldo Zea. En su corta andadura, Tierra Nueva se convirtió en una de las publicaciones más importantes de todo el ámbito intelectual y artístico hispanoamericano (acogió, incluso, entre sus páginas algunas colaboraciones poéticas de Juan Ramón Jiménez), y congregó en su entorno a un grupo de jóvenes escritores mejicanos que vinieron a suceder, dentro del habitual proceso de evolución de los ciclos estéticos, al grupo generacional de los Contemporáneos.
En aquel mismo año de la fundación de la revista Tierra Nueva había visto la luz la primera entrega poética de Alí Chumacero, publicada bajo el título de Páramo de sueños (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1940), un libro que sorprendió gratamente a lectores y críticos especializados, por lo que fue galardonado con el Premio Rueca, otorgado a la mejor publicación literaria presentada por un autor novel. Esta obra, situada en la estela poética abierta por Xavier Villaurrutia -a quien el propio Chumacero señaló como su "maestro indirecto"-, acusaba también notables influencias de algunos poetas mayores de la lengua castellana del siglo XX, como el mejicano José Gorostiza -también perteneciente al grupo Contemporáneos, como el susodicho Villaurrutia-, el chileno Vicente Huidobro, y los españoles Luis Cernuda y Vicente Aleixandre, cuyo poemario La destrucción o el amor (1935) había deslumbrado al joven escritor de Acaponeta. En general, tanto Páramo de sueños como su siguiente entrega poética, titulada Imágenes desterradas (México: Ed. Stylo [col. "Nueva FLoresta", núm. 7], 1948), revelan estas influencias españolas e hispanoamericanas y denotan también la importancia que, en el quehacer creativo de Alí Chumacero, tuvieron otras fuentes universales como la Biblia, o las obras de los franceses Paul Valéry, Saint-John Perse y Paul Cluadely, sobre todo, el inglés Thomas Stearns Eliot, cuya aplicación del lenguaje coloquial a la creación poética se convirtió en uno de las grandes revelaciones para el poeta mejicano.
Antes de la salida a la calle del mencionado segundo poemario de Chumacero, el escritor de Acaponeta había trascendido ya el ámbito particular de la revista Tierra Nueva para convertirse en uno de los principales colaboradores culturales de los medios de comunicación más importantes del sector. Así, en 1942 empezó a publicar sus escritos en la prestigiosa revista Letras de México (cuya dirección asumió durante un breve período de tiempo), y poco después se convirtió en colaborador asiduo de El Hijo Pródigo, publicación que, bajo la dirección de Octavio G. Barreda, llegó a ser uno de los principales exponentes de la literatura escrita en castellano hacia mediados de los años cuarenta, cuando en sus páginas hallaron cabida los dispersos autores mejicanos procedentes de las aventuras editoriales de Taller y Tierra Nueva, junto a las voces de los grandes poetas españoles que habían tomado el camino del exilio tras la Guerra Civil. Además, Chumacero colaboró también en las revistas México en la Cultura (1949-1961) y La Cultura en México (1962-1970).
En la década de los años cincuenta, Chumacero, ya consagrado como una de las principales figuras de la intelectualidad mejicana contemporánea, fue honrado con una beca del Colegio de México (1952) y otra del Centro Mexicano de Escritores (1952-53). Entre otros muchos reconocimientos y distinciones, ha sido elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua (1964), y galardonado en 1980 con el Premio Xavier Villaurrutia, que vino a reconocer el valor conjunto de toda su obra poética. A lo largo de su vida, y en diversos períodos laborales, ha prestado sus servicios en una de las empresas editoriales más relevantes de la cultura azteca, el Fondo de Cultura Económica, desde donde se ha convertido en uno de los principales difusores de los nuevos valores literarios mejicanos de la segunda mitad del siglo XX.
Precisamente en esta editorial apareció su tercera entrega poética, titulada Palabras en reposo (México: FCE, 1956), un poemario que se aparta de su anterior línea estética para seguir de lleno la ya apuntada tendencia coloquial captada en la obra de T. S. Eliot. Sin embargo, Alí Chumacero no antepone esta forma de expresión al resto de los ingredientes que conforman su obra, ya que, según declaró el propio autor, "con sólo referir los hechos cotidianos no se hace poesía". De ahí que las composiciones de Palabras en reposo ahonden sobre todo en los problemas del ser humano, sus angustias, sus miedos y sus limitaciones, sobre todo cuando se ve reducido a una vida miserable. Se trata, pues, de una obra que, desde un enfoque de la vida cotidiana referida a través de un lenguaje conversacional, deja una honda sensación de pesimismo y desesperanza.
En el último cuarto del siglo XX aparecieron varias selecciones, muestras antológicas y recopilaciones de las obras completas de Alí Chumacero. Entre ellas, cabe recordar los títulos siguientes: Responso del peregrino (México; UNAM, 1980), selección y comentarios a cargo del poeta José Emilio Pacheco; Poesía completa (México: Premiá Editora de Libros, 1980), a cargo de Marco Antonio Campos; Antología personal (México. Delegación Venustiano Carranza del D.F., 1984); y Los momentos críticos (México: FCE, 1987), recopilación a cargo de Miguel Ángel Flores. Además, el propio Alí Chumacero fue autor de una selección de Poesía romántica (México: UNAM, 1941), así como de un brillante ensayo que, publicado después bajo el título de Acerca del poeta y su mundo (México: Academia Mexicana, 1965), constituyó el texto de su discurso de ingreso en la Docta Casa del país azteca.
Bibliografía.
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J. R. Fernández de Cano.