Cervantes, Andrea de (1544-1609).

Hermana mayor del escritor Miguel de Cervantes, nacida en Alcalá de Henares (Madrid) en 1544 y fallecida en Madrid en 1609. Durante algunos años, ella y su hija Constanza compartieron casa con el autor del Quijote.

A los veinte años de edad, Andrea se hallaba en Córdoba en compañía de su padre Rodrigo de Cervantes, mientras parece ser que el resto de la familia permanecía en Alcalá de Henares. A orillas del Guadalquivir, la joven protagonizó uno de los hechos más destacados de su peripecia vital, al establecer relaciones secretas con el gentilhombre Nicolás de Ovando, de resultas de las cuales vino a nacer la que pronto habría de convertirse en la sobrina predilecta del futuro escritor. Al parecer, Ovando era persona muy principal como para formalizar con Andrea la unión matrimonial que le había prometido, ya que su condición de hijo de un magistrado del Consejo del Rey y sobrino del vicario general de Sevilla no encajaba muy bien con el lugar ocupado en la rígida sociedad de su tiempo por la hija de un modesto cirujano; con todo, después de las reclamaciones pertinentes hechas por Rodrigo y por la propia Andrea, Nicolás de Ovando reparó la maltrecha honra de los Cervantes con una donación económica y el consentimiento para que su hija natural llevara su apellido.

Apenas un año después, Andrea volvió a contribuir a paliar las constantes dificultades financieras por las que atravesaba su progenitor, esta vez al declararse propietaria de unos bienes que el juez había ordenado embargar en casa de Rodrigo, para satisfacer con su venta unas deudas pendientes del cirujano.

El 9 de julio de 1569, cuando Rodrigo de Cervantes había vuelto a reunirse con los suyos para establecerse en Madrid, el caballero genovés Francesco Locadelo dejó constancia en un documento notarial de una generosa donación que hacía a los Cervantes, en parte para agradecer las atenciones médicas del cabeza de familia, y en parte para que una porción de esta suma sirviera como dote de Andrea, con la esperanza de que ésta pudiera contraer un matrimonio honrado y ventajoso. Dados los antecedentes de la hermana mayor de Miguel, los estudiosos de la biografía cervantina intuyen por debajo de esta generosa donación del genovés la necesidad de mantener oculta alguna relación de naturaleza similar a la que había unido, en Córdoba, a Andrea con Nicolás de Ovando (aunque ahora no hubiese por medio embarazo alguno).

Hacia 1571, la situación se repitió en casa de los Cervantes, con Andrea y su joven hermana Magdalena como protagonistas, y los hijos de don Pedro Portocarrero (Alonso y Pedro) como nuevos donantes de generosas recompensas que, de algún modo, intentaban reparar en la apariencia una honra ya escasamente respetada entre los conocidos de la familia. No obstante, los hijos del malogrado gobernador de La Goleta continuaron manteniendo sus relaciones con las dos hermanas durante varios años, hasta que Andrea y Magdalena volvieron a reclamar por vía judicial nuevas reparaciones. Tras varios pleitos entablados entre 1575 y 1578, las hijas de Rodrigo quedaron desairadas por los tribunales ante unos rivales mucho más poderosos que ellas.

A pesar de esta vida licenciosa, Miguel de Cervantes siempre mantuvo una espléndida relación con su hermana mayor, a la que trató con generosidad en 1585, cuando, tras la muerte de su padre, hubo de liquidar los restos de la donación de Francesco Locadelo. Posteriormente, Andrea de Cervantes mantuvo otra relación pública y notoria -pero ciertamente escandalosa, según los valores morales de la época- con el negociante florentino Santi Ambrosio, con el que acabó casándose en secreto ante el disgusto de todos los suyos.

A comienzos del siglo XVII, Andrea y su hija Constanza -que, unos años antes, ya había dado muestras de seguir el camino de su madre en la exigencia de reparaciones a caballeros solventes- vivían en Valladolid con la mayor parte del clan de los Cervantes, incluido el ya maduro escritor y su esposa Catalina. En parte, los gastos del traslado y la instalación de toda la familia se habían sufragado con las ganancias adquiridas por Andrea merced a sus buenos oficios como costurera, que a finales de la centuria anterior le habían reportado una nutrida clientela entre los miembros de la alta sociedad madrileña. Por aquellos años de estancia en la nueva Corte del norte de Castilla, parece ser que Andrea de Cervantes ya era viuda del misterioso Santi Ambrosio.

En 1606, con el retorno de la capitalidad a Madrid, Andrea y el resto de los Cervantes siguieron los pasos de la Corte, no sin antes haber reclamado por vía notarial la retribución de las pagas atrasadas que se debían a su hermano Rodrigo, muerto en acto de servicio en la batalla de las Dunas (1600). Harta de la ajetreada vida emocional que había llevado hasta entonces, el día 8 de junio de 1609, en compañía de su cuñada Catalina de Salazar y siguiendo los pasos de su hermana menor Magdalena, Andrea de Cervantes buscó refugio en la Orden Tercera de San Francisco, a cuyo consuelo espiritual también habría de acogerse el autor del Quijote poco tiempo antes de su muerte. Para asombro de quienes no estaban al tanto de todos los pormenores de su turbulenta vida sentimental, a la hora de profesar Andrea se declaró viuda de un supuesto general Álvaro Mendaño.

Pocos meses después, unas fiebres fulminantes acabaron con la existencia de Andrea. Corría, a la sazón, el día 9 de octubre de 1609, según se indica en los registros de entierros de la parroquia madrileña de San Sebastián, donde también se aclara que la difunta era viuda del "florentín" Santi Ambrosio.

Bibliografía

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J. R. Fernández de Cano.

Autor

• 0012 JR