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PolíticaHistoriaBiografía

Arafat, Yasir o Yasser (1929-2004)

Yasir Arafat.

Político palestino, líder histórico de la lucha de su pueblo contra la ocupación israelí, nacido en Jerusalén (por entonces, bajo control británico) el 24 de agosto de 1929 con el nombre de Mohammed Abed Ar'ouf Arafat y fallecido en París el 11 de noviembre de 2004. En 1969 asumió la jefatura de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP); formación política que abandera la representación de las reivindicaciones del pueblo palestino, y desde 1994 hasta su muerte ocupó la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP); órgano de gobierno de los territorios autónomos.

Criado en el seno de una familia acomodada de comerciantes y terratenientes palestinos, algunos biógrafos sitúan en Gaza o en El Cairo el lugar donde nació el sexto de los siete hijos de los Arafat e incluso el propio interesado fomentó el enigma del origen de su cuna ofreciendo diferentes versiones a lo largo de su vida. En cualquier caso, el joven Mohammed Abed Ar'ouf pasó los primeros años de existencia entre El Cairo, Gaza y Jerusalén, donde completó las primeras fases de su formación y tomó contacto con los pioneros movimientos de resistencia palestina contra las fuerzas de ocupación hebreas.

Participó en la primera guerra árabe-israelí y tras la derrota palestina, su familia se refugió en Líbano y él se estableció en la capital egipcia para concluir sus estudios universitarios en Ingeniería Civil. Desde El Cairo organizó y lideró algunas organizaciones de carácter estudiantil que le servían de cobertura para actividades políticas y paramilitares, que incluían la creación de células guerrilleras (fedayin) para planificar ataques contra Israel. Adoptó por aquellos años el nombre de Yasser (afortunado) y consolidó su posición entre los cabecillas de la resistencia palestina.

Al-Fatah y la Organización para la Liberación de Palestina

Cuando en 1956 estalló la segunda guerra árabe-israelí, Arafat combatió como voluntario en las filas del ejército egipcio, donde ejerció como experto en demoliciones y explosivos y se licenció con el grado de teniente. Finalizado el conflicto se trasladó a Kuwait, emirato en el que se aseguró una holgada posición económica trabajando como ingeniero y constructor y donde, junto a algunos colaboradores, puso en marcha las bases del movimiento de liberación Al-Fatah (conquista). Bautizado entre sus correligionarios como Abu Ammar, se convirtió en líder y portavoz de la nueva organización de lucha palestina en el congreso constituyente celebrado en octubre de 1959.

Tachada de subversiva en la mayoría de los países árabes, en 1963 Al-Fatah logró el reconocimiento del Gobierno argelino y estableció una oficina en la capital del país. Desde allí, Arafat logró contactar con los dirigentes del partido Baaz sirio que acababan de tomar el poder con un golpe militar y ofrecieron al líder palestino cobertura para lanzar sus incursiones guerrilleras contra Israel. Pocos meses después, entre mayo y junio de 1964, y con el auspicio de Egipto, se reunió en Jerusalén el primer Consejo Nacional Palestino (CNP) en el que quedó constituida la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como órgano superior y representante legítimo del pueblo palestino. Cuatro años más tarde, en la reunión del cuarto CNP, convocado en El Cairo, se aprobó el ingreso de Al-Fatah en la OLP.

En aquel momento, estaba aún reciente la derrota de los árabes frente a Israel en la "Guerra de los Seis Días" y Arafat llegaba a la OLP con un discurso más beligerante y la disposición inquebrantable de radicalizar los movimientos de lucha contra la ocupación. Convertido en abanderado del movimiento de liberación nacional, el líder de Al-Fatah fue elegido presidente del Comité Ejecutivo de la OLP en febrero de 1969, durante el quinto CNP reunido de nuevo en El Cairo. Entretanto, los fedayines de Arafat y el radical Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) lanzaban desde Jordania sus operaciones militares contra Israel y obligaban al reino hachemita a soportar las represalias del ejército israelí. La determinación del rey Hussein de acabar con esta incómoda situación, envolvió a palestinos y jordanos en un conflicto abierto que, a pesar de la mediación de Nasser para acabar con la guerra entre árabes, no concluyó hasta que en el verano de 1971, el ejército jordano derrotó por completo a las milicias de Arafat y sus aliados.

Con la capacidad militar muy mermada, Arafat trasladó sus efectivos a Líbano e inauguró un doble frente de acción, militar y diplomático, con el que consiguió internacionalizar la dimensión de la causa del pueblo palestino. Así, los fedayines mantenían las operaciones guerrilleras en Israel al tiempo que su líder moderaba el discurso político para lograr la adhesión y el reconocimiento de la legitimidad de la OLP como representante del pueblo palestino en el exterior. Sin embargo, la moderación del rais fue interpretada como traición por el FPLP y otras organizaciones radicales, que habían optado por dar a conocer al mundo la reivindicación palestina mediante acciones terroristas, como la perpetrada en 1972 durante los Juegos Olímpicos de Múnich. En 1974, los movimientos extremistas desoyeron la autoridad de Arafat y abandonaron la OLP. Ese mismo año, y después de que lo hicieran la mayor parte de los Estados árabes, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobaba el reconocimiento de la OLP -que adquirió el estatus de observador permanente- como legítimo representante del pueblo palestino, así como los derechos de este pueblo a la autodeterminación, la soberanía nacional y el retorno de los refugiados. Durante el resto de la década de los setenta, Arafat se prodigó en viajes y visitas internacionales para oficializar su liderazgo al frente de la causa palestina que, por otro lado, ganaba adeptos al tiempo que Israel daba continuidad a su política de asentamientos y ocupación territorial.

Entretanto, Líbano soportaba una situación de guerra civil entre la facción musulmana, apoyada por la OLP, y las minorías cristianas que contaban con el respaldo del ejército y el partido nacionalista libanés. Tras varios años de violentos combates y constante amenaza para el orden de la región, en junio de 1982 Israel puso en marcha el plan Paz para Galilea e invadió Líbano con el objetivo de acabar con los campamentos militares palestinos. La intervención hebrea se saldó con más de 30.000 víctimas, entre las que se contaban 5.000 guerrilleros de la OLP, y Arafat logró salvar el cerco israelí merced a una compleja operación multinacional orquestada para evacuar al líder palestino de Beirut. Acompañado de sus milicias regresó a Líbano un año más tarde y, refugiado esta vez en Trípoli, fue definitivamente expulsado del país mediante la acción conjunta de Siria y un número cada vez mayor de disidentes palestinos. Camuflados en cargueros con bandera griega, la huida de Arafat y sus 4.000 hombres el 20 de diciembre de 1983 se organizó nuevamente con apoyos de la comunidad internacional.

Trasladado su cuartel general a Túnez y con el objetivo de recomponer la debilitada estructura de la OLP, buscó apoyos en los mandatarios de Egipto y Jordania, otrora considerados enemigos de la causa palestina -el primero tras firmar los acuerdos de Camp David con Israel (1978) y el segundo tras la cruenta derrota de los fedayines a manos del ejército hachemita (1970)- y consiguió relanzar su figura política después de que el CNP rechazara en 1984 su dimisión como presidente del Comité Ejecutivo de la OLP. Pero la tensa calma en Oriente Próximo saltó de nuevo por los aires cuando en octubre de 1985 la aviación israelí bombardeó la oficina de la OLP en Túnez, con un saldo de setenta muertos, y las organizaciones radicales de la disidencia palestina respondieron con una cadena de atentados y secuestros ("Aquille Lauro"). Arafat perdió de nuevo las tibias adhesiones de los Estados árabes por sus también tibios rechazos del terrorismo como instrumento de acción política.

En el ámbito interno sí consiguió recomponer sus relaciones con la mayoría de las facciones disidentes durante el XVIII CNP, denominado "Consejo de la Unidad" y reunido en Argel en abril de 1987. Y la reagrupación se produjo sólo unos meses antes de que estallara en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania "la lucha de las piedras contra los fusiles"; el levantamiento popular palestino conocido como Intifada que representó un cambio radical en la concepción interna y externa de la lucha por la liberación del pueblo palestino. En el nuevo escenario dibujado por la rebelión social, el XIX CNP, reunido en Argel el 15 noviembre de 1988, proclamó el Estado de Palestina y aceptó las Resoluciones de Naciones Unidas, que implicaban el reconocimiento del Estado de Israel. El 1 de abril de 1989, Arafat fue proclamado en Túnez presidente del "Estado Árabe de Palestina", mientras de nuevo tres facciones distintas, Al-Fatah (a través del Mando Nacional Unificado), el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas) y el grupo fundamentalista Yihad Islámica, se disputaban el control de la Intifada.

El exitoso periplo negociador que emprendió de nuevo Arafat por distintos países para promover la celebración de una Conferencia de Paz en Oriente Próximo, bajo el auspicio de Naciones Unidas, sufrió un rotundo revés cuando el líder palestino manifestó su respaldo a Saddam Hussein en la crisis del Golfo. Para recuperar la confianza de la comunidad internacional tuvo que aceptar, tal y como pedía Israel, que los negociadores palestinos concurrieran dentro de la delegación jordana, y no como delegación independiente, a la Cumbre de Paz convocada en dos fases -Madrid y Washington- en 1991.

La Autoridad Nacional Palestina

Estancado durante los dos años siguientes el proceso de paz árabe-israelí, a finales de 1993 Arafat e Isaac Rabin desbloquearon la negociación con la mediación estadounidense. Ambos líderes suscribieron en Oslo un documento de reconocimiento recíproco y el 13 de septiembre se reunieron en Washington para firmar los acuerdos de paz que, entre otros aspectos, incluía la institución de un órgano de autogobierno en los territorios autónomos palestinos: la ANP. Poniendo fin a un largo exilio, Arafat regresó triunfante a Gaza el 1 de julio de 1994 y, cuatro días después, juró el cargo como presidente del Consejo Ejecutivo de la nueva ANP. Ese mismo año, Arafat, Isaac Rabin y Simon Peres recibieron el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a su labor negociadora. Los mandatarios palestino e israelí también fueron galardonados con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.

Isaac Rabin y Yasir Arafat firman los acuerdos de Washington (1993).

Durante los últimos años del siglo, el calendario del proceso de pacificación en la zona se mantuvo inmerso en una espiral de avances y retrocesos que, en idéntica trayectoria, hacía cotizar al alza o a la baja la figura política de Yasir Arafat. Los esfuerzos diplomáticos continuaron con la firma de nuevos acuerdos que determinaban las primeras transferencias de competencias a la ANP (Acuerdo de El Cairo de 1994) y los límites territoriales de su aplicación (Acuerdo de Taba -Oslo II- de 1995). Pero también continuaron las acciones terroristas, reivindicadas por los grupos integristas palestinos Hamas y Yihad Islámica, que oponían la lucha armada y los atentados suicidas a la política de conciliación de la OLP.

Yasir Arafat con Isaac Rabin y Felipe González

En enero de 1996, los palestinos celebraron en los territorios autónomos las primeras elecciones parlamentarias en las que Al-Fatah logró 67 de los 88 escaños del Consejo Legislativo y Arafat fue elegido presidente del Consejo Ejecutivo de la ANP con el respaldo del 88% de los votos. El 12 de febrero de ese mismo año, el rais juró el cargo y el 10 de mayo presentó en el Parlamento su nuevo Gobierno. La confirmación del liderazgo de Yasir Arafat al frente de las posiciones palestinas en el complejo camino hacia la paz coincidió en el tiempo con el cambio obligado de su interlocutor israelí. Isaac Rabin murió asesinado a manos de un judío ultraortodoxo en noviembre de 1995 y el magnicidio precipitó la caída del Ejecutivo laborista y el cambio de orientación del Gobierno hebreo en las líneas maestras del proceso negociador. El 18 de junio de 1996, el líder del Likud, Benjamin Netanyahu, juró el cargo como nuevo primer ministro con un programa político que incluía la construcción de nuevos asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania; una provocación que de manera inmediata logró dinamitar los débiles cimientos del proceso de paz.

El capítulo negociador, reanudado en Washington en octubre de ese mismo año, concluyó con un rotundo fracaso y en marzo de 1997 un nuevo levantamiento popular palestino, bautizado como "Segunda Intifada", dejó en suspenso el calendario acordado para concluir el traspaso total de competencias a la Autoridad Nacional Palestina. El proceso de paz se estancó y las negociaciones se suspendieron durante un largo periodo de diecinueve meses. Entretanto, Arafat vivía uno de los momentos más delicados de su liderazgo político, enfrentado a constantes acusaciones de corrupción y nepotismo que, finalmente, provocaron la caída de su Gabinete de Gobierno. Las críticas de la disidencia palestina no cesaron a pesar de que el líder de la ANP remodeló su Ejecutivo en el verano de 1998.

Con la mediación del presidente estadounidense Bill Clinton, Netanyahu y Arafat retomaron el diálogo en el otoño de 1998 y, finalmente, el 23 de octubre de aquel año, suscribieron los acuerdos de Wye que obligaban al Gobierno de Tel Aviv a retirar su ejército de un 13% del territorio cisjordano y a la ANP a detener a los extremistas sospechosos de planificar atentados contra Israel. No obstante, la realidad demostró a los pocos días de la firma que una vez más los puntos de acuerdo de la negociación caerían en saco roto. La elección del laborista Ehud Barak en los comicios israelíes de mayo de 1999 creó nuevas esperanzas, después de que el nuevo mandatario hebreo proclamara su intención de retomar el proceso de paz e iniciar contactos renovados con la ANP. Las promesas electorales de Barak se concretaron el 4 de septiembre de 1999 con la firma en Sharm El Sheij (Egipto) de un pacto que revisaba el calendario de aplicación de los acuerdos de Wye y con la celebración de una nueva cumbre en Camp David en julio de 2000 que, a pesar de la mediación estadounidense, concluyó sin que las partes acercaran posturas en la polémica cuestión de la reclamación palestina de Jerusalén este como capital de su futuro Estado.

La frustración por el nuevo estancamiento en el proceso de paz radicalizó las posturas entre los grupos más extremistas de ambos lados del conflicto, convencidos de que el camino de la negociación había concluido sin obtener resultados. Barak quedó en minoría parlamentaria desde el verano de 2000 y, a partir de septiembre, tuvo que enfrentar un nuevo rebrote de la Intifada que se cobró centenares de víctimas y provocó una severa crisis política que, a la postre, significó el fin de su mandato. Atentados de extremistas palestinos y operaciones de represalia del ejército israelí se sucedieron sin tregua en los meses siguientes y frustraron los nuevos esfuerzos diplomáticos que la comunidad internacional trató de intensificar a finales de año.

Delegaciones árabe-israelíes retomaron las negociaciones en Taba (Egipto) en enero de 2001 y, aunque manifestaron su voluntad de acercar posiciones, decidieron paralizar el diálogo hasta que finalizara el proceso electoral en Israel, abierto tras la dimisión de Barak. Las urnas dieron la victoria al líder del Likud, Ariel Sharon, el hombre que, precisamente, había desatado la última revuelta palestina con su provocadora visita a la Explanada de las Mezquitas. El nuevo primer ministro se desligó de inmediato de los acuerdos suscritos por su predecesor en el Ejecutivo y reiteró su voluntad política de endurecer la represión contra los actos de violencia palestina, reforzar el bloqueo impuesto sobre las ciudades de Gaza y Cisjordania y mantener el estancamiento de las negociaciones mientras continuaran las actividades de la Intifada.

El conflicto de Oriente Próximo protagonizó algunas de las páginas más dramáticas de la actualidad internacional durante todo el año 2001. Las calles de las principales ciudades de Israel se convirtieron en el escenario elegido por el fanatismo suicida de los extremistas palestinos para ejecutar brutales atentados, mientras los territorios ocupados soportaban la represión, siempre contundente y en muchos casos desproporcionada, del ejército israelí que, en virtud de una política de ejecuciones sumarias contra los supuestos cabecillas del terrorismo palestino, incrementó en decenas un número cada vez mayor de víctimas entre la población civil de Gaza y Cisjordania. Instalados en claras posiciones belicistas, Sharon y Arafat cerraron cualquier atisbo de esperanza para recomponer el maltrecho proceso de paz, enterrado definitivamente por la intensificación de los episodios de violencia y la incapacidad política de ambos líderes para frenar la dinámica errática del conflicto.

Así las cosas, los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington colocaron la crisis de Oriente Próximo en una nueva dimensión geopolítica dentro del orden internacional y, presionados por Estados Unidos y la Unión Europea, los contendientes se apresuraron a decretar el alto el fuego y anunciar el regreso a la mesa de negociación. Pero el tímido acercamiento diplomático que aventuraron Arafat y el ministro de Exteriores israelí, Simon Peres, se demostró inoperante apenas unas semanas después cuando el 17 de octubre el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) reivindicó el asesinato en un hotel de Jerusalén del ministro de Turismo israelí. En este punto, el plan de acción israelí se concentró en la desestructuración de la ANP y el aniquilamiento político de su presidente que, por enésima vez en su larga trayectoria, atravesaba otro de los momentos más críticos de su liderazgo, desautorizado como interlocutor político por parte del Gobierno israelí y ampliamente contestado desde las filas del extremismo palestino.

El ejército israelí intensificó los movimientos de ocupación temporal en los territorios autónomos y redobló los ataques contra las sedes políticas y administrativas de la ANP. El propio Arafat permaneció cercado en Ramala los últimos días del año, rodeado por carros de combate israelíes desplegados a escasos metros de sus oficinas. Destruidas la mayor parte de sus infraestructuras y estrangulados al máximo sus recursos económicos, la ANP concluía el año más aciago desde su constitución y alejaba de la realidad inmediata la transformación del organismo autónomo en un Estado palestino viable.

2002 arrancó con nuevos esfuerzos diplomáticos, llegados esta vez desde Arabia Saudí, con una propuesta de pacificación fundamentada en el reconocimiento del Estado de Israel por parte de todos los países árabes a cambio de la retirada de las tropas israelíes a las fronteras de 1967. Pero la iniciativa, saludada con expectación fuera del área del conflicto, chocó de nuevo con un escenario permanente de violencia que, a partir de la primavera, volvió a recrudecerse. Las respuestas de las fuerzas de combate israelí a los atentados suicidas palestinos se concentraron una vez más en el entorno del presidente de la ANP, aislado desde el 29 de marzo en el único edificio de sus oficinas en Ramala que permanecía en pie tras los bombardeos ordenados por Ariel Sharon. Después de 34 días de asedio, el primer ministro israelí ordenó levantar el cerco sobre Arafat que, dispuesto a recomponer la operatividad de la maltrecha ANP y de su propia figura política, reunió con carácter de urgencia al Consejo Legislativo Palestino. El 15 de mayo y ante el pleno del Parlamento, Arafat anunció la convocatoria de elecciones y la puesta en marcha de una serie de reformas políticas en todos los sectores de la Administración y del Gobierno de la ANP. Y para inaugurar el camino hacia el anunciado reformismo, el 29 de mayo quedó promulgada la Ley Fundamental de la Autoridad Palestina; texto constitucional que permanecía bloqueado desde su aprobación parlamentaria en 1997.

La huida hacia delante del líder palestino fue recibida con escepticismo, principalmente por los amplios sectores de la disidencia interna que interpretaban las iniciativas del mandatario como una simple operación de maquillaje político dirigida a satisfacer las exigencias de la comunidad internacional que reclamaba, cada vez con más premura, transparencia y regeneración democrática en las filas del Ejecutivo autónomo. El 13 de junio de 2002 el nuevo Gobierno palestino, cuarto Gabinete desde la instauración de la ANP, celebró su primera reunión en Ramala. Sin embargo, finalizado el verano y después de constatar durante tres días de debate parlamentario que carecía de apoyos suficientes en el Consejo Legislativo para conseguir el voto de investidura de su nuevo Ejecutivo, el 11 de septiembre Arafat pactó con sus ministros la dimisión del Gobierno en pleno y logró evitar la moción de censura en el Parlamento. Ese mismo día puso fecha a la promesa de convocar elecciones legislativas y presidenciales y anunció comicios para el 20 de enero de 2003.

Después de mes y medio de crisis política, el 29 de octubre de 2002 Arafat presentó finalmente en el Parlamento un nuevo Gabinete que logró el respaldo de 56 de los 88 diputados de la Cámara. Durante la investidura, el líder palestino lanzó una nueva oferta de paz a Israel, basada en los acuerdos de Madrid y Oslo, e hizo un llamamiento a Hamas y la Yihad para que abandonaran las armas. Una semana más tarde, el Ejecutivo de la ANP manifestó su aceptación del plan de paz impulsado por el llamado "Cuarteto" diplomático (Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y Naciones Unidas) y bautizado con el nombre de "Hoja de Ruta", que establecía la creación de un Estado provisional, sin fronteras definidas, a finales de 2003 y la instauración del definitivo Estado palestino independiente, dos años más tarde.

Durante los primeros días del mes de noviembre, Arafat envió a los activistas del movimiento Al Fatah una orden de alto el fuego y las milicias palestinas iniciaron en El Cairo una ronda de negociaciones en las que se barajó la posibilidad de decretar el cese de hostilidades. No obstante, la iniciativa se frustró de inmediato tras la consecución de nuevos atentados suicidas perpetrados por la Yihad y Hamas. Las consiguientes operaciones de represalia ejecutadas por el Ejército israelí derivaron en la reocupación efectiva de gran parte de los territorios autónomos, una circunstancia que convertía en inviable la puesta en marcha del proceso electoral palestino previsto para el 20 de enero de 2003. Así las cosas, una semana antes de finalizar el año, el líder palestino anunció el aplazamiento indefinido de los comicios.

Entretanto Ariel Sharon había logrado una victoria arrolladora en las elecciones primarias de su partido, el Likud, y se aventuraba su más que probable triunfo en las legislativas de Israel, previstas para el 28 de enero de 2003. Se cumplieron los pronósticos y el primer ministro conservador revalidó el cargo y formó nuevo Gobierno con el anuncio de renegociar el proceso de paz con los palestinos siempre que la ANP renovara su dirección.

El poder compartido

Las fuertes presiones externas convencieron a Arafat de la necesidad de designar un primer ministro, cargo inexistente hasta entonces en la ANP, para garantizar con este nombramiento el avance en el proceso de transparencia y democratización iniciado en el seno del Gobierno palestino. Las quinielas apostaron entonces por el tecnócrata Salam Fayyad, ministro de Finanzas y ex funcionario del FMI que contaba con el apoyo explícito de EE.UU. e Israel; sin embargo, el líder palestino y el partido gubernamental Al-Fatah propusieron la candidatura de Abu Mazen, secretario general del Comité Ejecutivo de la OLP y hombre de confianza de Arafat. Fue precisamente Mazen, candidato oficial a la jefatura del Ejecutivo palestino, el encargado de anunciar, el 21 de febrero de 2003 y durante un viaje a Moscú, la aprobación por parte del Gobierno de la ANP de un alto el fuego unilateral en la Intifada por un periodo de un año.

Los trámites para crear la nueva figura de primer ministro y dotarla de poder ejecutivo se pusieron en marcha el 8 de marzo durante una reunión del Consejo Central de la OLP (órgano legislativo de la organización) en la que quedó aprobada la constitución del cargo y la candidatura de Abu Mazen. Dos días después, el Consejo Legislativo Palestino (Parlamento interino de la ANP), reunido simultáneamente en Ramala y Gaza, ratificó la reforma de la Ley Básica palestina para permitir la creación de la figura de primer ministro de la ANP y la atribución al cargo de plenos poderes en política interior y potestad para designar su propio gabinete de Gobierno. La nueva organización jerárquica obligaba a Arafat a traspasar algunas de sus atribuciones al nuevo jefe del Ejecutivo aunque el líder histórico de los palestinos conservaba el control absoluto sobre las Fuerzas Armadas y la dirección de la política exterior palestina, incluido el proceso negociador con Israel. Los legisladores palestinos frustraron el deseo del Gobierno hebreo de convertir la presidencia en una figura meramente decorativa y, muy al contrario, eligieron una fórmula de cohabitación inspirada en el modelo francés con una presidencia fuerte en materia de seguridad y relaciones exteriores y un líder ejecutivo con poder absoluto en política interna.

Sin embargo, la actitud del propio Arafat, temeroso de perder el control total de la ANP, bloqueó durante semanas el camino hacia la democratización del régimen abierto en el Parlamento. El rais desencadenó una batalla legislativa sin precedentes con la presentación en la Cámara de hasta siete impugnaciones al proyecto de ley aprobado por los diputados, en las que exigía, entre otras atribuciones, el derecho de nombrar y suspender al primer ministro, de designar viceprimeros ministros, de vetar a los miembros del Gabinete o de establecer el orden del día del Consejo de Ministros; medidas que en la práctica limitaban de forma escandalosa el poder real del nuevo jefe del Ejecutivo. Las propuestas de Arafat fueron rechazadas por la mayoría de los parlamentarios.

Entretanto, Estados Unidos había condicionado la divulgación del plan de paz, conocido como "Hoja de ruta", al momento exacto en el que el nuevo primer ministro palestino anunciara la composición de su gobierno y dispusiera de poderes efectivos para emprender el proceso negociador. En esta dirección aumentaron las presiones para poner fin a las luchas intestinas de poder en la cúpula de la ANP y el 23 de abril de 2003 ambos líderes sellaron un acuerdo para la formación del nuevo gobierno, pese a que en principio Arafat había utilizado su derecho de veto para rechazar -por discrepancias en el control de la cartera de Interior- el gabinete reformista propuesto por el primer ministro electo Abu Mazen. Finalmente el 29 de abril, el Consejo Legislativo Palestino aprobó la investidura de Mazen y refrendó la composición de su gabinete de gobierno. El nuevo primer ministro asumió también la titularidad del Ministerio de Interior.

Dos años después del bloqueo de las negociaciones al más alto nivel, Sharon y Mazen, primeros ministros de Israel y Palestina, retomaron el diálogo. Mantuvieron algunos encuentros previos y el 29 de mayo se reunieron en Jerusalén para avanzar las posturas iniciales de sus respectivos Gobiernos sobre la puesta en marcha de la "Hoja de Ruta". Finalizado el encuentro, Israel anunció la retirada escalonada de su Ejército de las zonas ocupadas a cambio de un compromiso claro de la ANP contra las actividades terroristas.

Pese al optimismo que despertaron las cumbres bilaterales, los acontecimientos inmediatos abortaron una vez más el camino hacia la paz. Mazen apenas logró de las organizaciones radicales palestinas un compromiso de tregua de varias semanas y tampoco consiguió poner fin a la contienda que, desde su nombramiento, mantuvo con el presidente Arafat por el control de las fuerzas de seguridad. Pese a las presiones internacionales para cerrar la crisis, el desencuentro se demostró insostenible y el 6 de septiembre, apenas cuatro meses después de su investidura, Abu Mazen presentó su dimisión.

Sharon perdió a su interlocutor y con él la posibilidad de avanzar en las negociaciones sin contar con la figura del presidente palestino. Se hicieron públicos entonces los planes del primer ministro israelí para deportar a Arafat, que fueron rechazados de inmediato por el conjunto de la comunidad internacional. Incluso la Asamblea General de Naciones Unidas condenó mayoritariamente la amenaza de exilio que Israel volcó sobre el rais, colocado, por enésima vez en su vida, en una complicada posición política y personal.

Salvado in extremis de la expulsión, el líder palestino volvió a tomar las riendas ejecutivas del poder para reorganizar la estructura de la ANP. Reunió a los miembros del Consejo Central de Al Fatah y propuso al presidente del Parlamento, Ahmed Qurei (Abú Alá), como sucesor del dimitido Mazen. El 5 de octubre de 2003, Arafat declaró el estado de emergencia en los territorios palestinos y anunció la formación de un Gobierno de urgencia, encabezado por el nuevo primer ministro, para afrontar la nueva situación de crisis en los territorios autónomos. Dos días después, los miembros del Gabinete juraron sus cargos ante el presidente.

La negativa de Arafat a ceder a Qurei el control de las fuerzas de seguridad palestinas, que ya había provocado la dimisión de Mazen, amenazó nuevamente con convertirse en el detonante de una crisis institucional irreversible. Finalmente, ambos políticos alcanzaron un acuerdo de mínimos para constituir un Gobierno aunque Arafat consiguió imponer el nombramiento de su candidato Hakam Balawi como ministro de Interior y, en consecuencia, responsable de la policía autónoma. El Ejecutivo de emergencia cumplió sus funciones hasta que el 12 de noviembre adquirió condición de Gobierno permanente después de que Qurei y su Gabinete de 24 ministros juraran sus cargos ante el Consejo Legislativo Palestino. Durante la investidura, el mandatario hizo un llamamiento al desarme de las milicias radicales palestinas y lanzó un nuevo mensaje de diálogo al Gobierno de Israel.

Pese a la reordenación del reparto de poder en la ANP y la pretensión de encaminar la política interior palestina hacia los compromisos alcanzados en la "Hoja de Ruta", los primeros meses de 2004 colocaron a Arafat ante un escenario socio-político agonizante, estrangulado por el terrorismo de las facciones radicales palestinas, la virulencia de la represión israelí, la crisis económica, la aparición de grupos paramilitares, la corrupción y una suerte de guerra secreta entre clanes policiales.

El verano trajo consigo una agudización de los problemas en Gaza, donde milicias radicales y cuerpos de seguridad palestinos libraban una guerra abierta por el control de los territorios palestinos. El primer ministro Qurei presentó su dimisión en protesta por el caos policial aunque Arafat, que no aceptó el cese del jefe del Ejecutivo, anunció la reorganización de los servicios de seguridad para frenar la crisis. No lo consiguió con un nombramiento; el de su primo Musa Arafat como nuevo responsable policial en Gaza, que desató la indignación de las milicias rebeldes. El rais tuvo que rectificar al tiempo que el Parlamento palestino aprobaba una resolución para exigir la destitución del Gobierno y la designación de un nuevo Ejecutivo con capacidad para cumplir con sus responsabilidades. La crispación subió de tono cuando algunos miembros de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, milicia radical vinculada a la organización gubernamental Al Fatah, tomaron al asalto la sede parlamentaria en Gaza para exigir reformas y denunciar la corrupción instalada en el seno de la ANP. Colocado nuevamente al borde del precipicio político, el presidente Arafat anunció el traspaso parcial de sus poderes sobre el control de las fuerzas de seguridad al primer ministro y logró que Qurei retirara su dimisión.

No hubo tiempo para más. La delicada salud del rais empeoró de forma alarmante en las primeras semanas del otoño y los servicios médicos aconsejaron su traslado para recibir tratamiento adecuado. El 29 de octubre, aclamado por miles de seguidores y protegido por fuertes medidas de seguridad, Arafat abandonó su cuartel general de la Mukata, donde permanecía confinado desde diciembre de 2001, con destino al hospital de Percy en las afueras de París. Las autoridades israelíes se comprometieron a permitir el traslado del líder palestino desde Ramala a la capital francesa así como su regreso, una vez recuperado, de nuevo a Cisjordania. Esta última circunstancia, sin embargo, nunca se produjo. Yasir Arafat falleció a las tres y media de la madrugada del día 11 de noviembre en el hospital parisino. Vía El Cairo, capital egipcia donde se oficiaron los funerales, el cadáver fue trasladado a Ramala donde el líder histórico de la causa palestina recibió sepultura.

Tal y como estaba previsto en la Ley Básica Palestina el relevo de poderes se puso en marcha de inmediato y las distintas facciones comenzaron a tomar posiciones para asumir la sucesión. Ruhi Fatuh, presidente del Parlamento (Consejo Legislativo) se convirtió en el nuevo presidente de la ANP por un periodo de 60 días; plazo necesario para convocar la celebración de elecciones. Junto a él, el primer ministro Ahmed Qurei; Abu Mazen, como nuevo jefe de la OLP, y Salim Zaanún, en calidad de presidente del Consejo Nacional Palestino (CNP), asumieron la responsabilidad compartida de dirigir la transición pacífica en la cúpula del poder.

En noviembre de 2012, los restos del histórico líder palestino fueron exhumados para su estudio por un equipo de especialistas con el propósito de determinar las causas de su muerte, en especial si fue o no envenenado.

Autor

  • Isabel Sánchez Calvo