Adams, John (1735-1826).
Político y diplomático estadounidense, primer vicepresidente (1789-1797) y segundo presidente de los Estados Unidos de América (1797-1801).
Nació el 30 de octubre de 1735 en Braintree, Massachusetts, y murió el 4 de julio de 1826 en Quincy, localidad del mismo estado. Amigo y compañero de George Washington, fue uno de los Padres de la Patria más originales en cuanto a pensamiento político y uno de los tres miembros encargados de redactar el Preámbulo de la Declaración de Independencia, influido sobremanera en la posterior redacción de la Constitución de su país. Durante y después de la Guerra de la Independencia, sirvió como diplomático en varios países europeos. Su presidencia estuvo marcada por la gran rivalidad que sostuvo con el líder federalista Alexander Hamilton, por la aparición de los primeros partidos políticos y por la guerra naval no-oficial entre su país y la Francia del Directorio napoleónico.
Miembro de una familia de granjeros puritanos, el joven John Adams era el mayor de tres hermanos. Además de trabajar en la granja familiar, siguió desde muy joven los pasos de su padre, quien además de granjero y zapatero era ministro de la Iglesia puritana de su localidad. Adams se aplicó en el estudio de leyes y, a la edad de 19 años, en 1755, se graduó en el prestigioso Harvard College, tras de lo cual comenzó a estudiar con aplicación Derecho en un bufete de Worcester. Tres años más tarde consiguió ser admitido como abogado y ejercer la profesión en su ciudad natal. Sus grandes conocimientos jurídicos y su talento personal le propiciaron muy pronto un puesto de relevancia entre sus conciudadanos, lo que unido a su capacidad para trabajar le permitió adquirir una respetable fortuna personal.
Inicio de su carrera política: la Guerra de la Independencia
El inicio de las hostilidades entre las colonias y la metrópoli británica posibilitó a Adams dar comienzo a su carrera política. Elegido miembro del Congreso de Massachusetts, en 1860 dirigió sus primeros esfuerzos a evitar la ruptura de las relaciones con los ingleses, pero los posteriores acontecimientos le empujaron a abrazar sin reservas la causa defendida por las colonias, tal y como demostró al encabezar la protesta masiva de los colonos contra la Stamp Act ("Ley del Timbre"), promulgada por la Corona británica en marzo de 1765 con el objeto de aumentar la contribución fiscal de las colonias y que gravaba los periódicos, documentos comerciales, actas legales y todo tipo de documento timbrado. La ciudad de Boston comisionó a Adams para protestar ante el gobernador británico por la abusiva normativa, mientras que, paralelamente, Benjamin Franklin hacía lo propio en el Parlamento inglés. Adams escribió una serie de artículos sobre el tema publicados a partir de agosto de ese mismo año en el Boston Gazette, en los que argumentaba que la oposición de las colonias a la ley formaba parte de la lucha que el Nuevo Mundo, representado por las colonias y su dinamismo comercial, venía sosteniendo contra el Viejo Mundo encarnado por la Corona británica, anquilosado y con elementos feudales en sus estructuras. Los artículos alcanzaron un resonante éxito que llegó hasta Londres, ciudad en la que fueron reproducidos bajo el título de A dissertation on the Canon and feudal law. Un año antes, en 1764, Adams contrajo matrimonio con la hija de un ministro puritano de la ciudad vecina de Weymonth, Abigail Smith.
En 1768, Adams se trasladó a vivir a Boston, ciudad en la que se convirtió en el abogado más famoso del momento, a la vez que trabajaba como ayudante del jefe de la Corte Superior de Justicia de la ciudad, Thomas Hutchison. Dos años más tarde, en el preludio de los violentos acontecimientos revolucionarios, Adams defendió con valentía a varios soldados británicos acusados de la muerte voluntaria de cinco colonos en el transcurso de los sangrientos hechos conocidos como la Masacre de Boston. Adams logró la absolución de sus defendidos justificando el uso de la violencia en defensa propia. A raíz del juicio, la popularidad y prestigio de Adams se resintieron bastante, por lo que se vio obligado a retirarse temporalmente con su familia a su ciudad natal. Pero, a medida que el clima revolucionario se hacia más palpable, Adams volvió a ser requerido por la ciudad para ser miembro de la Casa de Representantes de Massachusetts.
El Gobierno británico, obstinado en mantener sus prerrogativas, mantuvo sus derechos aduaneros sobre el té, dando lugar a que los habitantes de Boston arrojasen al mar toda la carga de aquella mercancía que había llegado en uno de los barcos del puerto. La metrópoli reaccionó decretando el bloqueo del puerto y declarando rebeldes a la Corona a todos aquellos que habían participado en el acto, además de mandar un gran contingente de tropas a la ciudad para restituir en ella la autoridad de la Corona.
Con la guerra prácticamente declarada, Adams participó activamente en los dos Congresos Continentales celebrados en la ciudad de Filadelfia, en agosto de 1774 y junio de 1775, respectivamente. En el segundo congreso contribuyó, junto con su primo Samuel Adams, a la designación de George Washington como comandante en jefe de todas las tropas del Ejército Continental de las colonias. Entre medias de ambas asambleas, Adams volvió a publicar otra serie de artículos en el mismo rotativo (esta vez amparado en el seudónimo de Novanglus), en el que expuso sin rodeos la justificación de los derechos históricos del pueblo americano contra la explotación sistemática por parte de la metrópoli y el uso de la fuerza contra semejante opresión de las libertades. Un año más tarde, el 11 de junio de 1776, John Adams dio a conocer al Congreso la Declaración de Independencia, cuyo preámbulo había redactado en colaboración con Richard Henry Lee y Rutlege. Después de una acalorada discusión, por fin el Congreso aprobó el texto, previamente retocado por Thomas Jefferson, el 4 de julio de 1776, por el cual se constituía oficialmente la República de los Estados Unidos de América.
John Adams diplomático y vicepresidente
Entre los años 1776 y 1778, Adams invirtió su tiempo en promocionar la Revolución y en participar en numerosos congresos y comités revolucionarios; organizó levas para el Ejército Continental, promovió la construcción de armamento, reorganizó la Hacienda de las colonias y, en especial, creó la primera Armada estadounidense.
Como consecuencia de los primeros reveses serios de las tropas de George Washington, Adams fue nombrado en 1777 embajador en Francia en sustitución del anterior representante, Silas Deane, con el objeto de apoyar la labor que en dicho país estaba realizando Benjamin Franklin para recabar toda la ayuda posible, material y hombres, en aras del apoyo de la revolución. John Adams partió rumbo a París en febrero de ese mismo año acompañado por su entonces jovencísimo hijo John Quincy Adams (futuro presidente de los Estados Unidos). Pero, cuando llegó a la capital gala, se encontró con la sorpresa de que el acuerdo ya había sido negociado de forma favorable por Benjamín Franklin, por lo que regresó a las colonias en el verano de 1779.
De nuevo en Massachusetts, Adams fue elegido, junto con su primo Samuel Adams y James Bowdoin, para redactar la Constitución del estado (hoy día vigente en su gran mayoría). En 1780 volvió a ser elegido por el Congreso para encabezar, en compañía de John Jay, una comisión encargada de negociar un tratado de paz y de comercio lo más favorable posible con Gran Bretaña. Antes de poner el pie en la isla, Adams permaneció un tiempo bastante largo en París, pulsando la situación política del momento; desde allí marchó a Holanda con la intención de lograr el reconocimiento por parte de dicho país de la causa revolucionaria. Por fin, el 30 de noviembre de 1782, él y Benjamín Franklin firmaron los preliminares de la paz con los ministros plenipotenciarios ingleses que sirvieron de base al posterior Tratado de Versalles del año 1783, por el que se ponía fin a la Guerra de la Independencia. Como consecuencia de su buen hacer en las gestiones diplomáticas, en febrero de 1785 fue nombrado primer embajador estadounidense en Gran Bretaña, misión harto delicada teniendo en cuenta el ambiente hostil que embargaba a toda la isla por la reciente secesión de las colonias americanas. Pero John Adams supo sortear magistralmente el problema durante los tres años largos que permaneció en la Corte del rey Jorge III, y logró arrancar a éste la firma de un tratado comercial ventajoso para la joven república burguesa estadounidense, por el que ambos países se comprometían a salvaguardar sus respectivos intereses aduaneros y a regular el tráfico marítimo entre ambos países. En su periplo como embajador en Londres, John Adams volvió a escribir otra obra fundamental, recogida en tres volúmenes, titulada Defense of the Constitucions of Government of The United States of America ("Defensa de la Constitución del Gobierno de los Estados Unidos de América"), en la que mostraba su absoluto convencimiento de la necesidad de modificar algunos artículos de la Constitución de su país en consonancia a los nuevos tiempos.
De regreso a su país, en 1788, Adams se presentó a la elección presidencial representando a los estados norteños de Nueva Inglaterra, pero fue derrotado sin paliativos por el candidato apoyado por los estados sureños, su amigo George Washington. Nombrado vicepresidente, John Adams pasó a ocupar la presidencia del Senado, órgano desde el cual aceleró la aprobación de un buen número de leyes orgánicas tendentes a reformar algunos puntos esenciales de la Constitución, además de reorganizar la Hacienda, la instrucción pública, totalmente inexistente hasta esa fecha, y la marina de guerra.
A pesar de ser derrotado nuevamente por George Washington en las siguientes elecciones de 1792, Adams se mantuvo siempre fiel a la política marcada por su presidente, al que no dudó en apoyar incluso en relación con el enojoso asunto francés. Cuando la Revolución Francesa estalló, Washington se negó a prestar ayuda alguna al país galo a pesar de las simpatías sinceras que sentía hacia sus viejos aliados, sin cuya ayuda en la pasada guerra le hubiera resultado muy difícil doblegar al ejército británico; para ello alegó la imposibilidad material de la nueva nación para sostener una guerra en Europa que se presuponía larga y que sólo contribuiría a arruinar del todo a la nación, y defendió la postura de la neutralidad más radical. Tanto George Washington como John Adams se convirtieron en el blanco de las críticas de prácticamente toda la masa social del país, lo cual fue aprovechado por sus enemigos políticos para erosionar el poder presidencial.
La presidencia de John Adams
El 4 de marzo de 1796, John Adams fue elegido segundo presidente de los Estados Unidos al vencer a Thomas Jefferson. Al igual que su predecesor en el cargo, a John Adams no le gustaba el espíritu partidista que por aquel entonces estaba surgiendo en la dinámica política de la joven república, es decir la aparición de los partidos políticos, por lo que no pudo o no quiso percibir el hecho de que un ejecutivo fuerte, tal como era su objetivo, sería impensable e inútil en la práctica si éste no estaba respaldado convenientemente por un partido en el que ejerciera como líder indiscutible. John Adams cometió el grave error de mantener el mismo gabinete de Washington, cuyos miembros eran en su gran mayoría afectos totalmente al antiguo secretario de Hacienda, el líder del Partido Federalista, Alexander Hamilton, quien constituía realmente el poder decisivo detrás de la fachada presidencial de John Adams.
El problema más urgente con que se tuvo que enfrentar la administración presidida por Adams fue el de las relaciones con Francia, cada vez más tirantes y bastantes deterioradas por la anterior declaración de neutralidad de Washington y por la firma del tratado comercial entre el Gobierno estadounidense y la Corona británica, en virtud del cual los franceses comenzaron a mirar a la joven nación como potencia aliada de Gran Bretaña en la guerra que ésta venía sosteniendo en Europa contra Francia. El Directorio francés, dominado ya entonces por el general Napoleón Bonaparte, se desquitó en la primera oportunidad que tuvo negándose a recibir al embajador estadounidense que Adams envió a París, Charles Cotesworth Pinckney, a la par que ordenó la incautación de todos los navíos estadounidenses que transportasen mercancía alguna británica. En un intento por evitar la confrontación directa con los franceses, John Adams volvió a enviar una misión especial a París para negociar una paz satisfactoria entre ambos estados, pero ésta fue de nuevo humillada por el ministro francés de Exteriores, Charles Maurice Talleyrand, que hizo que la misión fuera recibida por una serie de funcionarios sin relevancia alguna y que se vieran en la obligación de pagor un alto soborno si querían ser recibidos por un alto funcionario francés.
En medio de un clima de guerra total que sacudió a toda la clase política estadounidense, el Congreso norteamericano derogó la alianza con Francia, creó un departamento de Marina y aprobó una gran cantidad de fondos para el aumento de la flota. Los federalistas de Hamilton lograron convencer al Congreso para levantar un ejército permanente de tierra, al frente del cual fue puesto nuevamente el viejo general y héroe del país, George Washington, quien aceptó con la condición de que su segundo fuera Alexander Hamilton. Aunque la guerra directa entre ambos países no llegó a celebrarse nunca, la facción federalista de Hamilton demostró todo el poder que tenía al conseguir que el Congreso aprobase las llamadas Alien and Sedition Acts (Leyes de Extranjería y Sedición), conjunto de tres leyes por las que se limitaban los derechos y privilegios de los extranjeros hasta la fecha, en especial todos aquellos de procedencia francesa, que tenían una clara tendencia a votar al Partido Republicano recientemente creado por Thomas Jefferson. John Adams firmó las leyes de Naturalidad y la de Extranjería, pero se negó en redondo a sancionar la de Sedición, la más represiva y antidemocrática de las tres, por la que se permitía la encarcelación y la pena de severas multas a toda aquella persona o institución que pusiera en peligro la seguridad nacional o la de los altos miembros del Gobierno del país. Los republicanos Thomas Jefferson y James Madison, senadores de Virginia y Kentucky, respectivamente, encabezaron las protestas contra semejantes leyes, a las que denunciaron como una extensión arbitraria del poder federal y como una violación de la Carta de Derechos, lo que puso al país en pie de guerra y al borde de la secesión a sus respectivos estados. Finalmente, el Congreso, dominado en su mayoría por los federalistas, acabó por ratificar las tres leyes pese a la pública negativa de Adams y de la facción republicana.
John Adams, en contra del militarismo que había infestado su gabinete y sospechando de las maniobras de Alexander Hamilton para boicotear las negociaciones de paz que Francia y Estados Unidos habían reabierto, decidió despedir fulminantemente a su secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores), Timothy Pickering, seguidor de los dictados de su jefe Hamilton. Una vez eliminada la cuña federalista, Adams no tuvo problema alguno para llegar a un acuerdo de paz con el ministro galo de Exteriores, Talleyrand, por el cual se firmó el Tratado de la Convención en 1800.
Gracias a semejante medida pacifista, John Adams desmanteló por completo el anterior ejército terrestre creado para Alexander Hamilton. Expulsó también de su ejecutivo a otro gran partidario de éste, a su secretario de Guerra James McHenry, pero llevó a cabo tales medidas de limpieza cuando ya era demasiado tarde y la escisión del Partido Federalista, al cual John Adams también pertenecía, era ya un hecho evidente e irreparable. Esta circunstancias propiciaron una victoria cómoda en las siguientes elecciones presidenciales del líder republicano Thomas Jefferson, cuyo partido también consiguió la mayoría absoluta en las dos Cámaras del Congreso.
Tras semejante derrota y abandonado por todos, John Adams se retiró definitivamente de la política, profundamente amargado y desilusionado, a su granja de Quincy, donde se dedicó al estudio de las letras y a cultivar una de sus pasiones favoritas, la jardinería, hasta su muerte acaecida el mes de julio de 1826, cuando contaba 91 años.
Bibliografía
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COOKE, D. E.: Atlas of presidents, Nueva Yersey: Hammond Incorporated, 1977.
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HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, M.: Historia de Estados Unidos: de la República burguesa al Poder presidencial, Madrid: Marcial Pons, 1997.
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JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos (1607-1992), Madrid: Cátedra, 1995.
CHG