Aakjaer, Jeppe (1866-1930).
Poeta, narrador y periodista danés nacido en Flye (en la península de Jutlandia) el 10 de septiembre de 1866 y fallecido en Jenle el 22 de abril de 1930. Tanto en su producción lírica como en su obra narrativa reflejó las costumbres y formas de vida de la población campesina, a la que defendió con ahínco de la explotación hasta llegar a convertirse en una de las figuras más destacadas del panorama intelectual danés de comienzos del siglo XX.
Nacido en el seno de una humilde familia rural afincada en las campiñas de Jutlandia, vivió una infancia feliz que, andando el tiempo, a través de los fecundos cauces de la memoria, habría de surtir su producción literaria de abundantes anécdotas y temas relacionados con la vida en el campo. A medida que iba creciendo, el futuro escritor fue también tomando conciencia de las desigualdades sociales existentes entre la poderosa oligarquía terrateniente y la masa campesina, al tiempo que se iba reafirmando en las creencias religiosas heredadas de sus mayores, que obedecían al dogma cristiano. Así, en su obra aparecen directamente relacionados los recuerdos de su tierra natal y sus firmes convicciones religiosas, que constituían por aquel entonces una de las principales señas de identidad de la población agraria de Jutlandia.
Una acusada vocación humanística apartó, empero, al joven Jeppe Aakjaer del oficio de sus antepasados para conducirle directamente hasta la capital del país, en donde comenzó a vivir de la escritura gracias a los artículos literarios que iba publicando en los principales medios de comunicación. Pronto trabó amistad, en Copenhague, con algunas de las figuras más destacadas de la cultura de su tiempo, entre ellas el gran crítico y biógrafo Georg Brandes, bajo cuyo magisterio fueron floreciendo las primeras obras de Aakjaer, alentadas por el ideario político radical de que hacía gala el maestro. Así las cosas, a mediados de la primera década del siglo XX vio la luz la primera gran novela del escritor de Jutlandia, titulada Vredens Born (Hijos de la ira, 1904), que pronto se convirtió en uno de los hitos mayores que jalonan la literatura danesa contemporánea. La crudeza con que Jeppe Aakjaer describía en sus páginas la opresión a que vivía sometida la población campesina del país, apenas endulzada por la recreación nostálgica de los paisajes de su infancia, conmovió a los críticos y lectores de Dinamarca y permitió que el nombre de Aakjaer traspasara las fronteras de su país. Consagrado, a partir de entonces, como uno de los creadores vivos más influyentes en los círculos intelectuales de Copenhague, el narrador de Jutlandia sorprendió a sus lectores con la publicación, al año siguiente de la aparición de Hijos de la ira, de un espléndido poemario titulado Fri Felt (Campo abierto, 1905), al que pronto siguió una nueva colección de versos que, publicada bajo el título de Rugens Sange (Cantos del centeno, 1906), estaba llamada a convertirse en uno de los mejores libros de poemas de su tiempo. En ambos poemarios, Jeppe Aakjaer retornaba a los temas, ambientes y motivos de la vida en el campo, pero ahora enfocados desde un punto de vista menos comprometido con la denuncia social, y muy cercano a los salmos religiosos y a las tonadas tradicionales que constituían, en buena parte, todo el acervo lírico de los habitantes del agro.
La espléndida acogida deparada por críticos y lectores a estas dos colecciones de versos, sumada al renombre que ya había adquirido Aakjaer merced a su famosa novela, volvió a situar al escritor de Jutlandia en el epicentro de la vida cultural de Copenhague. Pero apenas había transcurrido un año desde la salida a la calle de Cantos del centeno, cuando la añoranza de esa vida rural que tanto defendía y celebraba en sus escritos se impuso al afecto hallado en los mentideros literarios de la capital y condujo de nuevo a Jeppe Aakjaer a su península natal, en donde se afincó para pasar allí el resto de sus días.
Asentado, pues, definitivamente en su querida Jutlandia, el escritor danés continuó desplegando una brillante actividad narrativa que, plasmada en algunas novelas tan interesantes como Hvor Bonder bor (Donde viven los campesinos, 1908) y Arbejdets Glaede (La alegría del trabajo, 1914), continuaba celebrando las bondades de la vida rupestre, sin descuidar por ello esa carga ideológica que ponía todo su énfasis en la exaltación de los valores cristianos. Su popularidad fue en aumento merced a la difusión de sus prosas y poesías por todas las capas del espectro social danés, desde la humilde masa de los proletarios agrícolas (que, analfabetos en su mayoría, se complacían en oír, aprender y recitar de memoria los poemas de Aakjaer, como si formasen parte del legado folclórico recibido de sus mayores) hasta las esferas más elevadas de la intelectualidad urbana, en la que el alcance de las denuncias sociales lanzadas por el escritor de Jutlandia en sus novelas halló tanta repercusión como emoción produjo la frescura y sencillez de sus composiciones líricas. Especialmente festejado en Copenhague fue el último volumen de versos de Jeppe Aakjaer, publicado -nueve años antes de la desaparición de su autor- bajo el título de Vejr og Vind og Folksind (Aire, viento y humor popular, 1921).
En líneas generales, la producción literaria de Aakjaer no se aparta un ápice de los cauces genéricos y temáticos que estuvieron vigentes en las Letras danesas de su época. En el país nórdico, el paso del siglo XIX al XX no introdujo ninguna ruptura violenta con los modelos tradicionales, por lo que siguieron en boga el gusto por las tradiciones locales (así, v. gr., en las obras de Henrik Pontoppidan y Johannes Wilhelm Jensen) y la preocupación por los temas sociales (como en las narraciones de Martin Andersen Nexø). Ambas tendencias constituyen dos de las principales señas de identidad del corpus literario del escritor de Jutlandia.