A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaPolíticaBiografía

Zúñiga, Álvaro Manrique de (ca. 1530-1590).

Aristócrata y político español nacido hacia 1530 en la actual Villamanrique, Huelva, y muerto en Madrid a finales de 1590. Por sus servicios a la corona fue rencompensado con el título de primer marqués de Villamanrique, y fue el sexto virrey de Nueva España. Estuvo emparentado con algunas de las principales familias aristocráticas de su época.

Fue el hijo menor del IV Duque de Béjar, Francisco de Zúñiga y Sotomayor, emparentado a través de su abuela, doña Teresa de Zúñiga y Sotomayor, con doña Juana de Zúñiga, esposa de Hernán Cortés. A su hermano mayor le corrrespondió el título familiar de V Duque de Béjar. Casó con Blanca Enríquez de Velasco, familiar suyo, hija del IV conde de Nieva que había sido virrey de Perú y sobrina de Martín Enríquez de Almansa, virrey de Nueva España. Alvaro Manrique mostró muy pronto una singular devoción religiosa, transmitida por sus parientes: su abuelo el conde de Belalcázar había tomado el hábito de Santa María de los Angeles y el nombre de Fray Alonso de la Cruz y su tío, Fray Juan de la Puebla, fue fundador de la recolección de la provincia de los Angeles y de las monjas de Santa Clara. Su padre había sido fundador del convento de Belalcázar.

Se tienen escasas noticias de su juventud y años de servicio real, pero se sabe que vivió en Sevilla, lugar donde estuvo en contacto con los asuntos de Indias de los que llegó a tener notable conocimiento. Por su dedicación y entrega a la Corona, el rey Felipe II le había otorgado el título de primer marqués de Villamanrique.

Al morir en México el quinto virrey, Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de la Coruña en junio de 1583 le sucedió en el gobierno de la colonia, como era habitual, la Audiencia Real para un largo mandato que duró trece meses, ya que al parecer el rey se había tomado sin prisas la designación de un sucesor. Pero como ese mismo año decidiera nombrar visitador con amplias facultades al arzobispo de México, don Pedro Moya de Contreras, se convino en que éste se hiciera cargo provisionalmente del virreinato. El arzobispo Moya tomó posesión de su cargo el 25 de septiembre de 1584.

Sin embargo, al llegar el mes de enero de 1585, Felipe II tomó una decisión inusual por lo que, de manera personal y sin consulta previa, el día 23 de enero de 1585 se presentó un enviado real ante el presidente del Consejo de Indias. Era portador de un billete del secretario particular del rey y le encargaba que tratase en secreto con el marqués de Villamanrique si aceptaría el virrreinato de Nueva España y, en caso positivo, que se iniciaran inmediatamente los preparativos para tal circunstancia. Al parecer, el rey había venido fijándose en el marqués para incorporarlo a su servicio en las Indias.

A lo largo del mes de febrero se desarrollaron las conversaciones y trabajos previos que culminaron en la expedición, en Zaragoza, fechadas el 1 de marzo de 1585, de las instrucciones reales firmadas por el propio rey. Se iniciaban con esta frase: "Lo que vos don Alvaro Manrique de Zúñiga, Marqués de Villamanrique, pariente a quien he proveido por mi virrey, gobernador y capitán general de la Nueva España y presidente de mi Audiencia Real que reside en la ciudad de México, habeis de hacer en el servicio de Dios Nuestro Señor y mío y bien de aquella tierra además de lo contenido en los poderes que a mi llevais, es lo siguiente...".

Consta este documento, reproducido en diversas obras de referencia, de 58 apartados, los iniciales que repiten las recomendaciones relativas a la misión espiritual del estado y la organización eclesiástica, más los de apoyo a los colegios de mestizos, los hospitales, el trabajo de los indios en las minas y su cuidado, la visita de la tierra y las tasaciones. A continuación siguen otras disposiciones de carácter económico, las congregaciones de indios, el cuidado de la administración para desterrar abusos y la Casa de la moneda. En realidad, se reiteraban las órdenes dadas a sus antecesores, indicándole que cumpliera estrictamente algunas disposiciones concretas para la resolución de diversos problemas.

En la capital mexicana, al conocerse a finales de julio de 1585 el anuncio de la partida de la flota que conducía a tierras de América al nuevo virrey, se iniciaron en el cabildo las discusiones tendentes a la preparación de los distintos eventos, con los que agasajar y festejar su próxima llegada. Y a pesar de la situación económica del ayuntamiento, nada floreciente en esta época, se decidió llevar a cabo un amplio y costoso programa de actos, incluida la celebración de juegos de cañas y toros, mencionándose los llanos de Guadalupe para la celebración de la célebre escaramuza.

Según los cronistas de la época, se quiso introducir alguna innovación en las festividades, por lo que además del orden del recibimiento, la confección del palio, los ropones, las calzas, los jubones, las gorras y zapatos, se trató de que hubiera fiesta en la villa de Santiago, dándole allí de comer y cenar al marqués y demás regalos a él y a su familia, ya que le acompañaban su esposa y una hija, buscando lugares y edificios adecuados. Se añadía la disposición de que "salieran cuatro ninfas muy bien aderezadas y a caballo con gualdrapas de terciopelo…". Según el corrregidor, licenciado Manjarrez, el arzobispo Moya le había llamado el 9 de octubre, para ordenar que en el recibimiento se hicieran "novillos con bolas de alquitrán en sus cuernos y cohetes…".

Finalmente, el 18 de octubre hizo su entrada solemne en la ciudad el nuevo virrrey, montado "en un buen caballo comprado para esta ocasión", al que se había aderezado "con silla de terciopelo, guarnecida de oro, estribos y freno dorados, y su terlis de terciopelo carmesí, aforrado de raso blanco y china, presado, con su hazón y bellotones de oro y su almar".

Los cinco años que duró la administración del marqués de Villamanrique constituyeron un rosario de problemas y enfrentamientos, ya que estaba iniciándose en Nueva España la potenciación de las distintas jurisdicciones y la tensión por situar a cada una y su delegación de atribuciones en una escala jerárquica, lo que chocaba con las demás. Así, el enfrentamiento del virrey con la Audiencia de Nueva Galicia, la cual había conseguido afianzarse y llegó a adquirir relativa independencia del poder central; la lucha entre el virrey y los oidores de la Audiencia de México; las actuaciones de los oficiales y administradores alejados de la capital, etc.

Según Hanke, "los tumultuosos años de gobierno de Villamanrique ilustran claramente el peligro de que a un virrey se le de responsabilidad sin el respaldo de la autoridad suficiente". Al parecer, el séptimo virrrey de Nueva España demostró firmeza, terquedad e inflexibilidad, tratando de aplicar rigurosamente la voluntad real en asuntos económicos, eclesiásticos y políticos, lo que provocó el antagonismo con los grupos más arraigados de la colonia. Mantuvo además un fuerte control del mercado del azogue, necesidad prioritaria en aquellos momentos; reguló la elaboración y la venta de vinos y supervisó las actividades eclesiásticas, según lo establecido por el Patronato Real. También trató de proteger a la población indígena que acentuaba su decadencia, provocando con ello la enemistad de los grupos religiosos y mercantiles, que dependían prioritariamente del trabajo indígena para su sostenimiento.

Resultó notable su labor de pacificación en la frontera del norte, en las tierras de los indios chichimecas, mediante un sistema titulado como "paz por la compra", que consistía en el suministro de alimentos, ropas y otros bienes y "paz por la persuación", mediante las gestiones diplomáticas y la actividad misional. Este proyecto se plasmaría poco después en una labor de agrupamiento de las dispersas tribus nativas en grandes comunidades urbanas, lo que se había planificado con antelación.

En su enfrentamiento con la Audiencia de Nueva Galicia, el conflicto llegó a ser tan grave porque el virrey quiso hacer cumplir las cédulas reales, según las instrucciones recibidas. Pero los oidores se negaron a aceptarlo y las relaciones se deterioraron al punto de que se enfrentaron dos unidades militares, la establecida por el virrey bajo el mando del capitán Gil Verdugo, que tenía instrucciones de hacer imponer sus órdenes y la que se aprestaron a levantar los oidores de Nueva Galicia. La llamada pequeña guerra de Guadalajara, que se desarrolló entre 1587 y 1588, acabaría con la victoria de las tesis defendidas por la Audiencia rebelde.

Pero entre tanto, Villamanrique había demostrado gran capacidad para conseguir recursos, que se enviaban regularmente a la Península, mientras continuaba llegando la nao de Manila con éxito sin precedentes, lo que que atrajo la atención de los piratas ingleses, situados en los mares del Sur. Fueron notables las aprehensiones de naves por parte de los piratas Tomas Canvendish, a la altura de California y Francis Drake, que desde Cabo de San Lucas solía efectuar desembarcos en la costa, para expoliar riquezas, ganados y víveres, aterrorizando a sus habitantes, así como el asalto de los galeones cuando se acercaban a Acapulco, como ocurrió con el Santa Ana. Para impedirlo, el virrey ordenó la creación de las milicias de voluntarios y el armamento de dos buques de combate en las costas del Pacífico.

Su enfrentamiento con las órdenes regulares, en especial las de San Agustín, San Francisco y Santo Domingo se fueron agravando con el paso del tiempo, de tal modo que, a pesar del más estricto control establecido por el virrey, algunas denuncias y numerosas cartas de protesta consiguieron llegar al Consejo de Indias en la Corte de Madrid. Estas denuncias se referían "al ejercicio de una tiranía intolerable". Al parecer Villamanrique prohibía y censuraba todas la comunicaciones destinadas a España, restringía las predicaciones de los religiosos en contra de su administración y demostraba "una codicia escandalosa". Se denunció igualmente el nombramiento de familiares y amigos para los mejores cargos, incluido el de general a favor de Diego Fernández de Velasco, hermano de su esposa. En cambio, su hijo nacido en México, Pedro de Zúñiga, beato agustino de la iglesia mexicana, murió martirizado en Nagasaki el año de 1622.

Alarmado por las noticias que habían llegado hasta el Consejo de Indias del enfrentamiento militar en Guadalajara, el rey temió que pudiera repetirse la situación de deterioro a que se enfrentaba en el virreinato de Perú, por lo que el 19 de julio de 1589 firmó una Real Cédula, en la que ordenaba entregar el mando a Luis de Velasco, hijo del segundo virrey de Nueva España, Luis de Velasco el Viejo, mandando al de Villamanrique embarcarse rumbo a España después de la toma de posesión de su sucesor. Pero al mismo tiempo, el Consejo nombró a un visitador, cargo que recayó en Pedro Romanos, obispo de Tlaxcala, uno de los más enconados enemigos del virrey, iniciándose de inmediato la instrucción de un expediente de residencia, acompañado de arresto domiciliario.

Al preparar la entrega de sus poderes al nuevo virrrey, Villamanrique redactó una memoria que tituló Advertimientos generales, destinada a Luis de Velasco y que firmó en Texcoco el 14 de febrero de 1590. Se iniciaba así: "Memoria de las cosas que me ha parecido advertir al señor virrey don Luis de Velasco conforme a lo que su majestad me manda por una su real cédula cerca del estado en que están las de la tierra". Es un extenso texto, que incluye numerosas notas, explicaciones y advertencias, destinadas a mejorar el gobierno y la administración de tan extensos territorios.

Regresó a España a mediados de 1590 y, antes de fallecer este mismo año, tuvo tiempo para redactar nuevos documentos, todos ellos conocidos y estudiados, con los que se constituyó una valiosa pieza documental sobre la época. La integran, además de las Instrucciones y los Advertimientos, un extenso Memorial, un Informe de agravios contra él y su esposa por parte del Obispo de Tlaxcala, la refutación al memorial y a este informe, cargo por cargo y una lista de más cargos, todos ellos recogidos por Lewis Hanke, quien también incluye en su obra la sentencia final.

Bibliografía

  • HANKE, L. Los virreyes de Nueva España, en el reinado de Felipe II. Tomos 1 y 2. Biblioteca de Autores Españoles, vol. 173 y 174. Madrid.

  • RUBIO MAÑÉ, I. Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España. Ediciones Selectas y UNAM. México, 1959 y 1961.

  • TORRE VILLAR, E de la. Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos. Editorial Porrúa. México, 1991.

Manuel Ortuño

Autor

  • 0209 Manuel Ortuño.