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HistoriaPolíticaBiografía

Weizsäcker, Richard Freiherr von (1920-VVVV).

Político y empresario alemán nacido en Sttutgart el 15 de abril de 1920. Su familia procedía de la antigua oligarquía prusiana, por lo que desde niño recibió una educación exquisita, realizando sus estudios en diferentes instituciones religiosas de Berlín y Berna. Cuando se preparaba para iniciar sus estudios universitarios le sorprendió la Segunda Guerra Mundial, por lo que pasó a servir en el ejército de su país (Wehrmacht) durante la totalidad del conflicto (1939-1945), desde su rango de capitán de infantería. Finalizada la guerra, Weizsäcker reanudó sus estudios de Derecho, y siguió cursos en las universidades de Grenoble, Gotinga y Oxford, en un intento de retomar la posición previa a la guerra y también para olvidar las funestas consecuencias de la misma. En 1950 se afilió al partido conservador alemán, la CDU (Unión Demócrata Cristiana), y también inició su participación en varias empresas de exportación, donde consiguió hacer una brillante carrera en el universo empresarial de la Europa de posguerra.

Durante la década de los años 60 del siglo XX, abandonó un tanto las expectativas empresariales para centrarse en la política, siempre de la mano de la CDU, y también desde su repercusión en las organizaciones religiosas de su país. Fue presidente del Congreso Protestante Alemán entre 1964 y 1970, así como miembro del Consejo de la Iglesia Protestante entre 1969 y 1984. En el mismo año de 1969 fue elegido por vez primera diputado del Bundestag (cámara baja del Parlamento alemán), escaño que ocupó ininterrumpidamente hasta 1979, en que fue elegido vicepresidente de la cámara por un período bianual. Su vertiginoso ascenso en el seno de la CDU, ligado al que sería futuro hombre fuerte de Alemania, Helmut Kohl, le catapultó a un puesto de vital importancia en la Alemania dividida, el de alcalde de Berlín Occidental, entre 1981 y 1984, año éste en que renunció a la alcaldía para alcanzar el cenit de su carrera política, la elección como presidente de la República Federal Alemana. Era el premio a su fidelidad política en la CDU, donde había asistido a tremendas luchas internas sin tomar partido nunca por ninguno de sus extremos, lo que le situó siempre en un elegante y complejo papel de mediador que, quizá, fue el factor más valorado por sus colegas para elevarle a la presidencia.

En los diez años en que ocupó la presidencia de la República (1984-1994), y a pesar del carácter meramente representativo de tal puesto en el organigrama de poder alemán, Weizsäcker fue uno de los más destacados pilares de la reunificación de las dos Alemanias, producida en 1990 bajo su mandato, y después del derribo del muro de Berlín, ciudad a la que, desde sus tiempos de alcalde, profesó una gran simpatía, prefiriéndola como capital del Estado antes que a Bonn. Precisamente sería este debate interno, el del traslado de la capital, abierto en 1991, cuando las discrepancias entre Weizsäcker y el canciller Kohl comenzarían a agravarse. Hay que destacar, en este aspecto, la enorme dificultad política de la reunificación, además de las otras (económicas y sociales, sobre todo), que marcaron la política germana en el primer lustro de la última década del siglo XX. Las diferentes polémicas alrededor de la ciudadanía, el asilo político y, especialmente, el papel de las Fuerzas Armadas Alemanas en el seno de la OTAN o fuera de ellas, lastraron el diálogo entre los dos personajes con más peso en la vida política del país, Weizsäcker y Kohl. Así, mientras el primero alentaba la concordia social entre los alemanes vecinos, por encima de las diferencias económicas, el canciller Kohl parecía más preocupado por el coste económico de la operación; el enfrentamiento entre ambos, que había sido el causante de fuertes polémicas en el seno de la CDU, llegó a un punto sin retorno cuando Weizsäcker criticó amargamente la labor de todos los partidos políticos alemanes, más preocupados de intereses clasistas y económicos que en enfrentarse de lleno al reto de la reconstrucción alemana, así como la indiferencia de estas mismas formaciones ante la Unión Europea, en la que la acción política, en palabras del propio Weizsäcker, parecía estar dirigida no por las cámaras representativas, sino sólo por el Bundesbank. La reacción de Helmut Kohl fue furiosa, ya que consideró estas declaraciones como una ofensa personal y una crítica irresponsable ante su labor al frente del gabinete ejecutivo germano. Tras dos años de viva polémica, en mayo de 1994 Weizsäcker abandonó la presidencia de la República y fue sustituido por Roman Herzog, una acción que toda la sociedad germana interpretó como la eliminación, por parte del canciller Kohl, de su más hostil crítico.

Después de abandonar la alta política, Weizsäcker continuó efectuando polémicas declaraciones, aunque sinceras, en las que destacó sus notables intentos para que el horror nazi fuera no sólo no olvidado por los alemanes, sino aceptado con todas las consecuencias para la superación de cualquier posible trauma en lo político y en lo personal. Especialmente significativo en este aspecto fue un discurso suyo pronunciado con motivo de la celebración del cuarenta aniversario del fin del conflicto, en 1995, en el que mantuvo la teoría de que con la derrota en 1945 se había producido una especie de "liberación" del pueblo alemán con respecto al yugo del nacionalsocialismo, e instó a la sociedad para que caminara hacia la consolidación de la "nueva Alemania" nacida después del régimen hitleriano que, con el transcurso del tiempo y en vías de la superación de los crímenes, había dado el más grande paso que cualquier otro país hubiese dado a finales del siglo XX, tras proceder a la reunificación de una nación dividida por la barbarie bélica. Aunque, de nuevo, sus manifestaciones no fueron bien recibidas ni por el canciller Kohl ni por su sucesor en la presidencia de la República, Roman Herzog, la popularidad y carisma de Weizsäcker han hecho que sea reconocido como uno de los más honrados políticos europeos del siglo XX, pese a que las suspicacias creadas a su alrededor por la clase política germana acabaron relegándole a un segundo plano desde 1995.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez