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PinturaBiografía

Stevens, Alfred (1823-1906).

Pintor belga, nacido en Bruselas el 11 de mayo de 1823 y fallecido en París (Francia) el 24 de agosto de 1906. Fue un joven prodigio en el arte de la pintura, que ejecutó con precisión desde muy temprana edad. Tuvo influencias de Vermeer, Terbuch, Metsu, Chardin y Watteau. Lejos de caer en la monotonía de los maestros holandeses, Stevens se renovó constantemente gracias a sus investigaciones y a un sentido agudo de la vida contemporánea. Sus obras reflejan un encanto en el color y un esmero en la elegancia, características éstas que fueron su sello de identidad.

Sus primeras producciones sugieren un recuerdo de sus maestros y del espíritu de la época. Navez, que pintaba, imaginándolas, composiciones religiosas e históricas y unos retratos sinceros y llenos de vida, fue su profesor e iniciador, le enseñó su arte y le hizo un buen observador. A imitación suya adquirió una técnica pura que adaptaba para obtener superficies lisas.

Cuando obtuvo los primeros éxitos, su ciudad natal se le quedó pequeña, en ella no podía obtener los modelos y el campo de acción que necesitaba, por lo que decidió viajar a París. Rápidamente la realidad contemporánea que tanto le obsesionaba se apoderó de él y fue absorbido por el lujo de las bellas materias de colores que le rodeaban. Al igual que otros flamencos, como van Eyck, Metsys y van Dyck, se especializó en representar, bajo sus aspectos cambiantes, a la mujer, sus ropas, sus adornos y demás accesorios.

La pintura de toda la primera época parisina refleja la dicha de vivir de un hombre a quien la vida le sonríe; es la pintura de un hombre de éxito, enamorado de todas las mujeres. Mira a su entorno como curioso, emocionado pero sin apasionamientos, y expresa con cuidado minucioso los aspectos superficiales de la vida elegante en la que se encuentra imbuido. Las mujeres son representadas como muñecas mundanas, adorables maniquíes, con bonitos vestidos de bellos colores, pero sin alma. El pintor sólo copiaba lo exterior, pero tenía la maestría de inventarse hábiles títulos que llamaban la atención de los aficionados burgueses, y lo que no era más que una mujer vestida de blanco, o de negro, o de rosa, o de amarillo, se convertía en Todas las dichas, Amor nuevo, Vuelta de baile, Un canto apasionado, Diálogo mudo, La sorpresa, La visita matinal, etc.

Empezó a innovar en las telas, influido por las modas japonesas que llegaron a Europa en aquel tiempo. La pasión por todo lo que venía del Extremo Oriente le hizo escoger agradables accesorios para sus pinturas y le proporcionó el medio para enriquecer y variar su paleta. Stevens innovó algunas de estas modas, inicialmente se limitó a copiar, pero después inventó su propia decoración en los paños. De hecho, los trajes acabaron por no ser más que un pretexto para pintar.

Para él la belleza estaba vestida y atraía al espectador sobre detalles diversos de esas figuras femeninas, rubias o morenas, delgadas o gruesas, etc. Unas veces descubría o tapaba la nuca o la frente, otras mostraba un hombro o un brazo. A veces representaba un talle fino y otras, la moda le imponía ocultarse bajo floreados vestidos.

El puente en Argenteuil en 1872 (Óleo sobre lienzo, 1872). Memphis Brooks Museum of Art (Memphis, Estados Unidos).

Después de haber ejecutado esta serie de obras superficialmente encantadoras y delicadas, poco a poco empezó a dar a sus cuadros una significación trascendente. Fue el momento en el que abandonó la juventud y entró en la madurez, época a la que se deben lienzos repletos de pasión, llenos de inquietud y de misterio, como La esfinge parisiense, La mujer en el baño, Recuerdos y remordimientos, Remember, La máscara japonesa y La viuda y sus hijos.

En estas obras el artista aparece muy lejos, tanto en la concepción como en la forma, de sus primeros cuadros. Después pasó a pintar marinas, paisajes y algunos retratos, que distan mucho de las mujeres de los cuadros de sus inicios. Trabajó en la gran empresa Panorama del Siglo junto a Gervex, éste pinto los retratos de los grandes hombres históricos mientras que Stevens se encargó de los retratos de mujeres: María Antonieta, Josefina, y las damas que tan bien había conocido el artista.

En la actualidad muchas obras han perdido colorido debido a la sutilidad y fragilidad de los colores que empleaba. Dedicado plenamente a su trabajo, no se preocupó por crear continuadores ni discípulos, a excepción de algunas damas que acudían a los cursos que instituyó para ellas en su propio taller, donde cuatro o cinco veces por semana el maestro daba una vuelta por los caballetes y aconsejaba a las alumnas.

Estudio de Victor Hugo para "Le panorama du siècle" (Grafito sobre papel, 1889). Museo Real de Bellas Artes de Bélgica (Bruselas, Bélgica).

Autor

  • Sánchez