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LiteraturaBiografía

Romains, Jules (1885-1972).

Poeta, narrador y dramaturgo francés, nacido en Saint-Julien-de-Chapteuil (Haute-Loire) en 1885 y fallecido en París en 1972, cuyo verdadero nombre era el de Louis Farigoule (aunque firmó todas sus obras con el pseudónimo de Jules Romains, con el que es universalmente conocido). Escritor fecundo y polifacético, cultivó con singular acierto los principales géneros literarios que estaban en boga en su tiempo y dejó un brillante legado impreso que, al margen de sus innegables valores artísticos, constituye también un elocuente alegato pacifista en pro del socialismo utópico y la convivencia de los seres humanos dentro de las sociedades contemporáneas. Al hilo de esta original vertiente de su obra, en la historia del pensamiento del siglo XX es recordado por haber sido el fundador de la corriente sociológica del unanimismo, que en líneas generales viene a afirmar la existencia de una especie de alma colectiva en cualquier agrupación de individuos.

Dotado de una viva inteligencia natural y una especial predisposición para el conocimiento de las disciplinas humanísticas, tras haber concluido brillantemente sus estudios primarios y secundarios se trasladó a París para matricularse en la École Normale Supérieure, de donde egresó en 1909 con los títulos de Licenciado en Letras y Ciencias Experimentales. A pesar de que mostraba también una acentuada inclinación hacia dicha materia científica, pronto se concentró en esa fructífera carrera literaria que había iniciado poco antes de concluir sus estudios superiores, cuando dio a la imprenta el poemario titulado La vie unanime (La vida unánime, 1908), en el que comenzó a sentar las bases de su teoría unanimista. En efecto, ya por aquel entonces formaba parte de un relevante cenáculo de escritores que, fundado -entre otros- por el médico, narrador y ensayista George Duhamel bajo la denominación de "Abbaye de Créteil" ("Abadía de Crétiel"), postuló entre 1906 y 1908 la necesidad de buscar por cauces literarios una comunión espiritual con la realidad inmediata que rodea al escritor; y así, partiendo de esta base ideológica común, Jules Romains ahondó en las mejores propuestas de los socialistas utópicos del siglo XIX y en la doctrina filosófica reciente del parisino Henri-Louis Bergson (el "filósofo de la intuición") para acabar postulando, por su parte, esa original teoría sociológica del unanimismo, por medio de la cual aspiraba a canalizar todas las energías -empezando por la inspiración creativa- en pro de la sociedad (y, de forma muy señalada, en busca de una solidaridad universal entre todos los seres humanos, nítidamente opuesta -desde sus propios fundamentos- a la posición subjetiva e individualista adoptada durante siglos por artistas y pensadores). Desde este singular planteamiento de las relaciones humanas, Jules Romains defendía, en el conjunto de las composiciones que configuraban su primer poemario, la necesidad de encontrar y conservar esa "armonía natural y espontánea de los hombres que participan de una misma emoción", concepto que vale por sí mismo para definir la esencia del unanimismo.

Idéntica sustancia temática conformaba su segunda entrega poética, aparecida al cabo de cinco años bajo el título de Odes et prières (Odas y plegarias, 1913), después de que el escritor francés se hubiera dado a conocer también como narrador por medio de las novelas tituladas Mort de quelqu'un (Muerte de alguien, 1911) y Les compains (Los compañeros, 1912). En ambas narraciones extensas, Jules Romains volvió a poner su estilo frío y analista -en ocasiones tildado de rigurosamente esquemático- al servicio de esa doctrina unanimista que él mismo había fundado y que, durante largo período transcurrido entre las dos guerras mundiales, mereció la atención de una parte considerable de la intelectualidad progresista francesa. Pero su mayor esfuerzo dentro de este campo del género narrativo no se conoció hasta comienzo de los años treinta, cuando salió de la imprenta el primero de los veintisiete volúmenes que habrían de conformar una ambiciosa y monumental novela titulada Les hommes de bonne volonté (Los hombres de buena voluntad, 1932-56), en la que, siguiendo la mejor tradición de los narradores realistas del siglo XIX -como Balzac y Zola-, se propuso ofrecer al lector no sólo una "síntesis unanimista de nuestra época" -según sus propias palabras-, sino también un minucioso y detallado fresco de los acontecimientos históricos que habían sacudido a la sociedad francesa -representada, además, en todas sus clases- durante el primer tercio del siglo XX.

Si valiosa y destacada, dentro de las Letras galas contemporáneas, resulta esta producción narrativa de Jules Romains, mayor interés y aprecio merecen, si cabe, sus piezas teatrales, que le situaron entre los mejores dramaturgos franceses de su tiempo. Fue, en efecto, un comediógrafo que gozó por igual del elogio de la crítica y el aplauso del público, tal vez debido a que supo aunar en sus obras las mismas inquietudes sociológicas que sembró en sus poemas y narraciones, y el legado tradicional del mejor teatro clásico francés, con personajes y situaciones de gran comicidad que le convirtieron en el principal continuador del legado de Molière en el siglo XX. Su primer éxito notable fue una obra titulada Cromedeyre-le-Vieil (Cromedeyre, el Viejo, 1920), puesta en escena con enorme talento por parte del gran actor y director de escena parisino Jacques Copeau. Sin embargo, triunfó sobre todo con Monsieur Le Trouhadec saisi par la dèbauche (El señor Le Trouhadec arrastrado por el libertinaje, 1923) y con Knock ou Le triomphe de la médecine (Knock o El triunfo de la medicina, 1923), una hilarante y corrosiva sátira de los médicos franceses de la época. Considerada unánimemente como su obra maestra, esta última pieza cosechó un sonoro triunfo sobre las tablas de la Comédie des Champs-Elysées, interpretada por el genial actor Louis Jouvet, que había asumido un año antes (1922) la dirección de dicho teatro.

El éxito alcanzado por ésta y otras piezas anteriores de Jules Romains proyectó por toda Europa su prestigio como autor dramático, y pronto algunas de sus obras fueron llevadas a los escenarios de las principales capitales europeos. La versión alemana de Dr. Knock, sin ir más lejos, fue estrenada con grandes aclamaciones en 1925 en el Deutsches Theater de Berlín, con una magistral interpretación de la actriz Helene Weigel; pero, paradójicamente, sus obras fueron radicalmente censuradas por los nazis durante la ocupación alemana de Francia, en plena II Guerra Mundial, y el propio autor llegó a sentirse tan amenazado por los invasores que buscó refugio en los Estados Unidos de América durante aquel penoso episodio de la reciente historia francesa. Acabada la contienda bélica, regresó a su país natal, donde fue objeto de un amplio reconocimiento de sus méritos pacifistas (había sido uno de los impulsores, a finales de los años treinta, de ese Comité France-Allemagne que buscaba la paz entre ambas naciones) y literarios (que le condujeron en 1946 hasta un sillón de la Academia Francesa).

En su constante revisión de la historia de las civilizaciones occidentales, Jules Romains escribió también una interesante biografía sobre una de las figuras más notables de la Roma Antigua, publicada bajo el título de Marco Aurelio o el emperador de la buena voluntad, así como una reflexión de crítica histórica titulada, en su versión en castellano, La necesidad de ver claro (Madrid: Ed. Cid, 1959).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.