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HistoriaPolíticaBiografía

Riva Agüero y Sánchez Boquete, José Mariano de la (1783-1858).

Militar, político e historiador peruano, nacido en Lima el 30 de mayo de 1783 y muerto en la misma ciudad el 25 de mayo de 1858. Fue el conspirador por excelencia durante la gestación de la Independencia y llegó a ser presidente del Perú. Fue hijo de José de la Riva-Agüero, Superintendente de la Real Casa de Moneda, y Josefa Sánchez Boquete, hija de los marqueses de Montealegre de Aulestis. Miembro de la aristocracia limeña, fue Marqués de Monte Alegre y, además, Caballero de la Orden de Carlos III. Muy joven viajó a España a estudiar, luego pasó a Francia. Regresó a España cuando se dio la invasión napoleónica de la península, por lo que luchó contra los franceses en Quipuzgoa, Burgos y Córdova. Se afilió a la Logia Americana y volvió al Perú, pasando por Buenos Aires, con el empleo de contador del Real Tribunal de Cuentas. Es considerado por la historiografía un importante precursor, pues redactó una Manifestación histórica y política de la revolución de América (1818), más conocida por el nombre de 28 Causas para la Independencia de América, texto de evidente carácter separatista que imprimió en Buenos Aires. En él, Riva-Agüero sostenía de forma tajante que los intereses de la península eran diametralmente opuestos a los de América, criticaba el despotismo del gobierno español y se proclamaba contrario a la forma en que el Estado español excluía a los criollos de los cargos públicos. Continuaba su argumentación mostrándose contrario al monopolio comercial, que era perjudicial para los americanos y beneficioso para los peninsulares. A través de estas ideas se acercaba a los pensadores criollos de la época como el jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. Asimismo, censuraba las prohibiciones del gobierno colonial con respecto a la lectura de libros, las opiniones sobre política y las reuniones, que eran tomadas por conspiraciones contra la Corona. También escribió Memorias y documentos para la historia de la independencia del Perú.

Ha sido considerado el conspirador por excelencia, pues participó en reuniones secretas donde se discutía sobre los acontecimientos políticos del momento y se empezaba a tomar partido por la separación de la metrópoli. La invasión francesa de la península había desencadenado la formación de las Juntas de Gobierno que proclamaban la fidelidad al rey legítimo, Fernando VII, tanto en España como en América. Sin embargo, las juntas americanas, que al inicio se proclamaron fidelistas, pronto buscarían la independencia. En Chuquisaca, Quito y La Paz se formaron juntas en 1809, mientras que en Santiago de Chile, Santa Fé de Bogotá, Buenos Aires y Caracas surgieron en 1810. Riva-Agüero fue un activo corresponsal de los patriotas de Buenos Aires y Chile.

Esta situación internacional convulsionada era comentada con sigilo en espacios públicos como la Fonda del Caballo Blanco y, especialmente, en el Café de Bodegones situado en la Calle del Comercio. José de la Riva-Agüero y sus compañeros realizaban reuniones secretas en casa el Marqués de Monte Alegre o en la del Conde de la Vega del Ren, en cuartos alquilados expresamente en los suburbios de la ciudad y, principalmente, en el Oratorio de San Felipe Neri. En estas reuniones participaban importantes personajes como el Conde de la Vega del Ren, el padre Mendez Lachica y Manuel Pérez de Tudela, quien luego redactara el Acta de Independencia del Perú. La denominada Conspiración de los Oratorianos se dio en tiempos de Fernando de Abascal, virrey que desarrolló toda una campaña contrarrevolucionaria, tanto en el exterior como en el interior. Sabedor Abascal de las reuniones en el Oratorio, que generalmente se celebraban por las noches, las consideró peligrosas. Entonces, envió a un centinela para que esperara en la puerta del lugar y cuando saliera cada uno de los concurrentes, le iluminara el rostro y le enviara saludos de parte del Virrey. Al poco tiempo, dejaron de reunirse en el Oratorio. Sin embargo, en setiembre de 1810, acusado de conspirar contra la Corona, Riva-Agüero fue tomado prisionero y enviado a Tarma, una provincia del interior del Perú.

Más adelante, nuestro personaje logró unirse con San Martín, quien le otorgó el grado de coronel de ejército. Cuando se proclamó la Independencia y se estableció el Protectorado en julio de 1821, San Martín lo nombró Prefecto de Lima. En ese tiempo realizó un importante acopio de recursos para la causa independentista. Cuando San Martín fue a entrevistarse con Bolívar en Guayaquil, nuestro personaje promovió la expulsión de Bernardo de Monteagudo, Ministro encargado del gobierno.

En la fase peruana de la Independencia, el primer Congreso peruano liderado por Luna Pizarro eligió a una Junta Gubernativa compuesta por tres miembros para que hiciera las veces de Poder Ejecutivo. Dicha Junta, presidida por José de La Mar, organizó la Primera Campaña a Puertos Intermedios con el objetivo de poner fin al poder realista en el Alto Perú. Se envió al oficial argentino Rudecindo Alvarado al mando de la expedición al sur, que sufrió un fuerte revés en Torata y Moquegua. El proyecto fracasó, por lo que el 27 de febrero de 1823 a través del Motín de Balconcillo, los militares patriotas exigieron al Congreso la destitución de la Junta y la proclamación de Riva-Agüero como Presidente del Perú. Santa Cruz, Gamarra y Gutiérrez de la Fuente, destacados caudillos de los primeros tiempos republicanos, apoyaron al ejército patriota en su decisión. El Congreso se vio obligado a aprobar la propuesta y nombró a Riva-Agüero Presidente del Perú. El 4 de marzo fue ascendido al grado de Mariscal.

Durante su mandato, Riva-Agüero hizo efectivo el empréstito concertado por San Martín en Londres; entonces, creó la primera Armada peruana, que puso bajo la dirección del Almirante inglés Guillermo Guisse, y reorganizó el ejército que puso bajo las órdenes de Andrés de Santa Cruz, siendo su Jefe de Estado Mayor Agustín Gamarra. Estas medidas las dio con el fin de llevar a cabo la Segunda Campaña a Intermedios, estrategia militar ideada por San Martín. La campaña fue comandada por el caudillo altoperuano, quien había puesto en buen pie a las tropas, tanto por su número como por su disciplina y equipo. La expedición partió al sur en mayo de 1823, compuesta por 5.000 hombres organizados en seis batallones. Avanzaban en dos divisiones: una al mando de Gamarra que logró tomar Oruro y la otra comandada por Santa Cruz, que ocupó La Paz. Si bien esta campaña tuvo como hito importante la exitosa batalla de Zepita, el 25 de agosto, frente a las tropas de Valdés, no logró derrotar el poder realista en el Alto Perú. El Virrey La Serna marchó del Cuzco para reforzar a Valdés, con quien se encontró tres días después de la batalla. Frente al intempestivo aumento de las fuerzas realistas, Santa Cruz se reunió con Gamarra en Oruro y decidió retirarse a la costa. Las tropas realistas emprendieron la persecución, mientras el ejército patriota se dispersaba sufriendo muchas bajas. Finalmente, en Ilo los patriotas se embarcarían hacia el Callao.

Después de la salida del ejército hacia el sur, había llegado al Perú el Enviado Extraordinario de Bolívar, Antonio José de Sucre, con un refuerzo de 3.000 grancolombianos. Entretanto, el jefe realista Canterac, encargado por La Serna del ejército del sur, organizaba sus tropas para marchar sobre la capital. Frente a esta difícil situación, Riva-Agüero convocó a un concejo de guerra, del que Sucre resultó siendo nombrado comandante en jefe de las tropas. Se resolvió que el gobierno se refugiase en la Fortaleza del Callao. Así, el 16 de junio de 1823 Lima fue ocupada por las tropas del realista Canterac, que ascendían a 9.000 aproximadamente, y el gobierno debió trasladarse al Real Felipe, donde el Presidente Riva-Agüero y el Congreso entraron en conflicto. El Congreso eligió a un nuevo presidente con el título de Delegado Supremo, este fue José Bernardo Tagle, Marqués de Torre Tagle; mientras Riva-Agüero partió hacia Trujillo apoyado por un grupo de leales. Allí continuaron las sesiones y se organizó un ejército. Mientras Lima estuvo ocupada destaca la figura de José Olaya, pescador chorrillano que llevaba los mensajes entre los patriotas refugiados en el Callao y los que se hallaban en Lima. Al ser descubierto, fue interrogado para que delatara a los patriotas; ante su negativa de dar información, fue fusilado el 29 de junio de 1823 en el callejón de Petateros, hoy pasaje Olaya.

Frente a la crisis política originada por la ocupación de la capital durante un mes, el Congreso envió a dos representantes a la Gran Colombia: José Faustino Sánchez Carrión y el poeta Olmedo, para solicitar la venida de Bolívar al Perú. Cuando el Libertador pisó tierra peruana el 1º de setiembre de 1823, el Congreso lo nombró jefe máximo del ejército. Rápidamente inició las negociaciones con José de la Riva-Agüero, que en Trujillo había disuelto el Congreso y establecido un senado compuesto por 10 miembros. Finalmente, este caudillo fue acusado de traición por entrar en conversaciones con los realistas y el 25 de noviembre de 1823 fue depuesto por uno de sus coroneles, Gutiérrez de la Fuente. Entonces, fue condenado a ser fusilado por traidor, pero afortunadamente arribó a Huanchaco, puerto de Trujillo, el Almirante Guisse, quien insistió en darle la libertad al ex presidente. La petición de Guisse dio resultado y Riva-Agüero debió abandonar el país para partir primero hacia Guayaquil.

Más adelante le permitirían viajar a Europa, y en 1824 el Mariscal publicó en Londres un texto en el que reivindicaba su conducta política como presidente y tres años después editó en Amberes su Memoria dirigida al Congreso peruano. Estando en Bruselas contrajo matrimonio con la princesa Carolina, hija del duque Carlos Luis de Looz Corswaren. Se casó el 26 de junio de 1826 en el Castillo de Boulez de Brabante. En el viejo continente Riva-Agüero permaneció hasta 1828, año en que se estableció en Santiago de Chile. En 1831 se le permitió regresar a su tierra natal y dos años después fue elegido diputado por Lima a la Convención Nacional, que se reunió cuando llegaba a su termino el gobierno del caudillo autoritario Agustín Gamarra. Esta Convención promulgaría una nueva Constitución para el país y convocaría a elecciones. Los candidatos más importantes que se presentaron a estas elecciones fueron: el general Pedro Bermúdez, apoyado por Gamarra y los autoritarios; y Luis José de Orbegoso, que representaba al grupo de los liberales. Del proceso electoral salió elegido Orbegoso, debido a lo cual el candidato derrotado y Gamarra se levantaron. Durante esta guerra civil, el Mariscal Riva-Agüero, a quien se le incorporó en el ejército, participó apoyando al presidente electo. Finalmente, el levantamiento culminó con el llamado Abrazo de Maquinhuayo, cuando las tropas de Bermúdez decidieron abandonar a su líder y declarar su adhesión al gobierno. Entonces, por sus servicios prestados, durante la presidencia de Orbegoso fue enviado, como Ministro Plenipotenciario, a Chile en 1835.

Durante la Confederación Peruano-Boliviana, el Supremo Protector Santa Cruz lo nombró presidente del Estado norperuano, con el fin de reemplazar a Orbegoso quien lideraba una rebelión anticonfederal, apoyado por Domingo Nieto. Después de la batalla de Yungay, que selló el fin de la Confederación Peruano-Boliviana, Riva-Agüero debió ir a Ecuador debido al apoyo prestado a Santa Cruz en su proyecto político. Regresó en 1843 al Perú, muriendo en Lima el 25 de mayo de 1858.

Autor

  • Claudia Rosas L.