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HistoriaBiografía

Pizarro, Francisco [conquistador español] (1475-1541).

Francisco Pizarro.

Conquistador español nacido en Trujillo en 1475. En 1502 se embarcó a las Indias, donde llegó a ocupar el cargo de teniente de gobernador de Panamá en 1523. Se asoció en 1524 con el capitán Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque en una compañía privada con la que realizó la conquista del Perú al derrotar y someter al Imperio Inca en noviembre 1533. Pizarro fue gobernador del Perú entre 1533 y 1541. Murió asesinado en Lima el 26 de junio de 1541.

Francisco Pizarro es llamado por antonomasia El Conquistador del Perú. Hijo natural del Capitán don Gonzalo Pizarro y de Francisca González Alonso, los datos acerca de su infancia y juventud son escasos. Si bien se sabe que no recibió ningún tipo de educación ni instrucción elemental pese a su condición de hidalgo, aún queda en la duda si se dedicó a la crianza de cerdos. Al finalizar el siglo XV, entre 1494 y 1498, participó en las guerras de Italia, combatiendo al lado de su padre. De regreso a Extremadura, se cree que en 1502 se sumó a la expedición que comandó el pacificador Nicolás de Ovando hacia Las Indias. Establecido durante varios años en la Isla Española (Santo Domingo), Pizarro participó en varias expediciones dirigidas hacia el sur, entre ellas, la que permitió a Vasco Núñez de Balboa descubrir el Mar del Sur, es decir el océano Pacífico, el 25 de noviembre de 1513. Años más tarde, en 1515, por orden del gobernador de Tierra Firme, Pedrarias Dávila, Pizarro en su calidad de teniente gobernador de Urabá apresaba al propio Núñez de Balboa, que sería ejecutado dos años después bajo el cargo de conspiración. La protección que dispensó Pedrarias a Pizarro a cambio de su lealtad se afianzó sobre todo cuando aquél decidió fundar la ciudad de Panamá. Pizarro asumió allí varios cargos importantes tales como el de teniente de gobernador, visitador, regidor y, por último, alcalde de la ciudad entre 1522 y 1523, todos los cuales le permitieron amasar una significativa fortuna personal.

En 1524 Pedrarias, que infructuosamente había patrocinado varias expediciones hacia el sur y sureste con el fin de conquistar nuevos territorios, entre ellas la de Pascual de Andagoya, aprobó que el licenciado Gaspar de Espinoza, el maestrescuela Hernando de Luque, el capitán Diego de Almagro y Francisco Pizarro formaran una sociedad destinada a organizar una nueva expedición. La Compañía de Levante fue un verdadero prototipo de empresa privada en Indias ya que según sus cláusulas eran sus socios los que invertían todo el capital y se repartían los beneficios. Constituida la compañía, la misma se impuso tres fines que fueron, primero, extender los dominios de la Corona, segundo, buscar la unión de ambos océanos y, tercero, alcanzar la riqueza personal. La expedición al mando de Pizarro, compuesta del navío que usara en sus descubrimientos Balboa y dos barcazas, partió por primera vez hacia el sureste el 14 de noviembre de 1524. Puerto Quemado fue el punto de máximo avance de esta empresa que por sus resultados, el alto costo en vidas y el escaso botín conseguido, puede decirse que fue un fracaso. Ello no amilanó a Pizarro que decidió permanecer en el pueblo de indios de Chochama, en territorio panameño, esperando que Almagro lograra en Panamá la obtención de nuevos fondos económicos para constituir una segunda expedición. Ésta iba a partir de la capital panameña a principios de 1526 y estaba compuesta por tres navíos y ciento sesenta hombres. Una vez incorporados Pizarro y sus huestes a la expedición, el avance por las costas hasta arribar al Río San Juan resultó agotador y sangriento al ser atacados por las poblaciones nativas. Los exploradores decidieron hacer allí un alto para evaluar las pérdidas, y acordaron dividir la hueste en tres partes. Mientras Pizarro se quedaba en el lugar atendiendo a los heridos y enfermos, Almagro regresaba a Panamá en busca de ayuda y alimentos y Bartolomé Ruiz proseguía la exploración hacia el sur.

Correspondió a la nave tripulada por Bartolomé Ruiz recoger los primeros indicios de una alta cultura nativa después de descubrir la Punta de Passaos, la Isla del Gallo y las tierras de Coaque en la actual costa del Ecuador. Sin embargo, los padecimientos de la tripulación acantonada en la Isla del Gallo llegaron a oídos del nuevo gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos. La tradición cuenta que un soldado herido, de apellido Sarabia, transmitió al Gobernador oculta en un ovillo esta copla: "Pues Señor Gobernador, mírelo bien por entero; que allá va el recogedor y aquí queda el carnicero". De los Ríos ordenó el envío de una nave de recogida con ordenes estrictas de que todos los expedicionarios volvieran a Panamá. Pero Pizarro y trece de sus seguidores, los llamados Trece de la Isla del Gallo, se negaron a cumplir la orden y optaron por continuar con la empresa exploradora. En el barco de recogida que retornó a Panamá con los que renunciaron a proseguir el viaje fue también Bartolomé Ruiz, aunque su tarea consistió en obtener un nuevo permiso del gobernador para continuar el viaje además de lograr nuevos refuerzos. Ruiz logró una autorización que daba un plazo de seis meses a Pizarro para lograr algún resultado positivo. La expedición, esta vez compuesta por una sola nave, reanudó su marcha en la Isla de la Gorgona, cerca del Ecuador, y se dirigió hacia las costas de Tumbes donde entraron en contacto con los primeros grupos nativos que les confirmaron la existencia de un reino próspero y rico más hacia el sur. En todo este trayecto las huestes de Pizarro lograron avanzar hasta los valles de Lambayeque, ubicados en la costa norte del Perú. A principios de 1528, Pizarro decidió interrumpir el viaje exploratorio al cumplirse los seis meses de plazo. Regresó a Panamá portando tras de sí el descubrimiento de una larga franja costera así como un botín en oro, mantas, animales y manufacturas que confiaba le serían suficientes para lograr una nueva autorización para continuar su empresa. Pero el gobernador de los Ríos se negó a apoyar legal y económicamente un nuevo viaje.

Ante el nuevo obstáculo, los tres socios decidieron en 1528 recurrir al rey de España para conseguir la autorización y medios necesarios para proseguir la conquista. Pizarro fue el encargado de realizar tales gestiones ante el rey Carlos I y el 26 de junio de 1529 ambos firmaban las Capitulaciones de Toledo. Por este acuerdo Pizarro obtuvo la autorización y apoyo financiero que requería para continuar el descubrimiento e incorporación a la Corona española del presagiado reino meridional. A cambio, Pizarro obtuvo los títulos vitalicios de Gobernador, Capitán General, Adelantado y Alguacil de toda la franja territorial, hasta un máximo de doscientas cincuenta leguas, que descubriera a partir de Tumbes. Por su parte, las capitulaciones apenas otorgaban a Hernando de Luque el Obispado de Tumbes y a Diego de Almagro el cargo de Alcalde de Tumbes.

Palacio del marqués de la Conquista en Trujillo (Cáceres).

Pizarro regresó a Panamá con un contingente de hombres reclutados principalmente en su tierra natal, Extremadura, entre los que destacaba la presencia de sus tres hermanos, Gonzalo, Juan y Hernando, quienes iban a tener una enorme influencia en la futura conducción de la empresa conquistadora. El afán de los tres por lograr un protagonismo desmedido, a lo que se añaden las excesivas concesiones personales obtenidas por Francisco Pizarro ante el rey, serían las dos causas que iban a tornar tensas las relaciones entre éste y Diego de Almagro.

El tercer viaje de la expedición conquistadora integrada por ciento ochenta hombres partió de Panamá el 30 de diciembre de 1530. Pizarro estableció su cuartel general en la región de Puná, en la costa ecuatoriana, y allí se informó de la guerra que por la sucesión al máximo cargo inca enfrentaba entre sí a los dos hijos del emperador Huayna Capac recientemente fallecido, Huascar y Atahualpa. Pizarro decidió desembarcar en Tumbes y tras someter a la población nativa, en mayo de 1532, inició su avance hacia el interior del territorio peruano. En este trayecto, en el que se fundó la primera ciudad española del Perú, San Miguel de Piura, Pizarro se enteró de que Atahualpa después de vencer y capturar a Huascar se había establecido en la ciudad inca de Cajamarca. El 15 de noviembre de 1532 los expedicionarios arribaban a las afueras de la ciudad cajamarquina. Los conquistadores se sabían vigilados por los ejércitos del Inca por lo que su estrategia para sobrevivir consistió en utilizar un ardid propio de las guerras de frontera: emboscar y secuestrar al jefe enemigo con el fin de hacerle rehén. Para lograr este objetivo la hueste española contaba con poco más de ciento cincuenta soldados, más el contingente de nativos convertidos en aliados, quienes debían enfrentarse a un ejército inca calculado en diez mil hombres. Por lo tanto, el factor sorpresa fue esencial en el éxito de la empresa. Dos emisarios, Hernando de Soto y Hernando Pizarro, lograban concertar una reunión con Atahualpa en la plaza principal de Cajamarca. En la mañana del 16 de noviembre Pizarro envió al sacerdote Valverde para que leyera ante el Inca el requerimiento de aceptación de la soberanía del rey de España y el sometimiento a la fe cristiana. Atahualpa arrojaba la Biblia que Valverde portaba por lo que éste de inmediato pronunció la palabra clave, "Santiago", con la que se inició la batalla campal. El retumbar de los cañones estratégicamente ubicados y la confusión que se apoderó del ejército inca, fueron dos factores que facilitaron la captura de Atahualpa. Con esta acción comenzó la desarticulación del Imperio incaico.

El Inca cautivo ordenó en secreto a sus colaboradores ejecutar a Huascar, encerrado en el Cuzco, para evitar que pudiera aliarse con los españoles. Seguidamente, Atahualpa ofreció y pagó a sus captores un impresionante rescate en oro y plata, pero, tras un simulacro de proceso en el que se le acusó de infiel, fue condenado a la pena de la hoguera que al final se conmutó por la del garrote. Con la muerte del Inca quedó garantizada la rápida sumisión del resto de la población nativa ante el poderío de los nuevos "wiracochas". Con la decisiva colaboración de varios grupos étnicos descontentos con la dominación inca, entre ellos los huancas del valle del río Mantaro, y el beneplácito de los incas partidarios del desaparecido Huascar, Francisco Pizarro y sus hombres se encaminaron a tomar la capital del Imperio, Cuzco, siguiendo el camino real inca. En el trayecto se presentó ante Pizarro el inca Manco, hermano de Huascar, quien se sumó a la expedición en su calidad de miembro de la panaka real. La entrada en la capital cuzqueña se produjo en noviembre de 1533. Después de procederse al reparto del ingente tesoro en oro y plata hallado en esta ciudad, Pizarro, de acuerdo con las capitulaciones de Toledo que establecían que las provincias conquistadas debían ser gobernadas por "gentes de aquellas naciones", invistió a Manco II como SapaInca e hizo que la población le reconociera como suprema autoridad inca del Cuzco.

Concluida la fase inicial de la conquista, Pizarro intensificó su política de repoblamiento de todo el territorio conquistado. Cuzco era remodelada como ciudad española en 1534 y se confirmó como gobernador a Juan Pizarro. Lo mismo ocurría con Quito que era convertida en una gobernatura a cargo de Sebastián de Belalcázar, mientras que el propio Pizarro se encargaba de buscar el sitio más propicio para establecer la capital de su gobierno. La ciudad de Jauja, que fundó en 1533 y donde en un principio había fijado su residencia y la del Cabildo, no le pareció adecuada como capital por su difícil posición geográfica. Los enviados que Pizarro había mandado a investigar en la costa le convencieron de que el valle del Rimac era el lugar más idóneo para establecer la sede de gobierno. El traslado de los vecinos de Jauja fue decretado a fines de 1534 y la fundación de Lima, llamada entonces Ciudad de Los Reyes, se produjo el 18 de enero de 1535. Pizarro asistió personalmente al diseño de la ciudad, que se hizo en forma de damero y en cuyo centro se colocó el palacio del Gobernador.

El mismo año en que Pizarro establecía la capital limeña, se resquebrajaba la amistad entre los dos socios de la conquista, sobre todo cuando Diego de Almagro recibió de la Corona el título de gobernador de todos los territorios que siguieran al límite de las concedidas a Pizarro. Ello habría implicado dar a Almagro el control de la ciudad del Cuzco pero Hernando Pizarro, además de gestionar ante el rey una gobernación para Almagro, obtuvo una concesión adicional de sesenta leguas para su hermano Francisco sobre las otorgadas originalmente en 1529. La duda de si el Cuzco caía o no dentro de los límites de su gobierno obligó a Pizarro a dilatar la posibilidad de un arbitraje, lo que alentó a Almagro a organizar una expedición al sur donde se había pronosticado la existencia de otro reino poderoso y rico. La expedición de los de Chile partió en 1535, pero, al resultar la exploración un fracaso, Almagro decidió abandonarla en 1537 y se dirigió de inmediato hacia el Cuzco para demandar la entrega de la capital inca como parte de su gobernatura.

El retorno de Almagro complicó a Pizarro una situación que de por sí era ya delicada al haber estallado en el Cuzco, en 1536, la mayor resistencia armada inca contra la presencia española liderada por Manco II. Las tropas que Pizarro envió al Cuzco al mando de su hermano Hernando para controlar la situación quedaron sitiadas por los incas rebeldes. En ese instante se produjo el arribo de Diego de Almagro quien demandó a aquél la entrega de la capital cuzqueña. Hernando Pizarro se negó a cumplir tal pedido, por lo que Almagro, que había llegado a un entendimiento con Manco II, tomó la ciudad el 18 de abril de 1537 y le hizo prisionero. Esta acción fue el preludio de una guerra sin cuartel que iba a enfrentar entre sí a los conquistadores almagristas y pizarristas.

Pizarro y Almagro se volvieron a encontrar, por última vez, el 13 de noviembre de 1537 en el pueblo indio de Mala en un intento de hallar un arreglo a sus disputas ante el mediador, el fraile mercedario Francisco de Bobadilla. Al no llegar ambos a ningún acuerdo y sospechar Almagro de una celada que le hizo abandonar precipitadamente la cita, Bobadilla se encargó de dar el laudo en el que se concedía a Pizarro el gobierno del Cuzco. A pesar de este resultado a su favor, Pizarro al temer por la vida de su hermano cautivo insistió en celebrar un acuerdo provisional con Almagro en el que daba su aceptación para que éste poseyera el Cuzco hasta que el rey dispusiera lo que había de hacerse. Bajo esas condiciones se firmó el último acuerdo entre los dos socios de la conquista en Chincha el 24 de noviembre de 1537.

Almagro liberó a Hernando Pizarro a cambio de la promesa del Gobernador de obtener un navío, el cual zarparía a España para informar a la Corona sobre los nuevos acuerdos celebrados. Pero ni el navío llegó ni Hernando Pizarro desistió en su intento de exterminar a los almagristas, esta vez con el apoyo del propio Francisco Pizarro. Las tropas de Diego de Almagro y Hernando Pizarro se encontraron en el campo llamado de las Salinas, a media legua del Cuzco, el 6 de abril de 1538. La derrota de los de Chile y la ejecución pública de Diego de Almagro en junio 1538 apaciguaron por un breve tiempo el enfrentamiento armado entre los conquistadores.

Desaparecido su socio, Francisco Pizarro fijó su residencia temporal en la sierra, lugar desde donde se dedicó a proseguir el repartimiento general de tierras, hacer las encomiendas de los indios, fundar nuevas ciudades y, al mismo tiempo, refrenar las ambiciones personales de los conquistadores. Uno de sus actos más frustrantes fue su intento de capturar a Manco II, quien con sus tropas rebeldes se dedicaba a hostilizar los poblados españoles. Sin embargo, ninguna de sus misiones tuvo éxito y Manco II mantuvo inexpugnable por muchos años más su reducto en Vilcabamba, lugar donde fundó una dinastía. Pizarro decidió retornar definitivamente a Lima en 1539. En su residencia vivía desde 1538 el hijo de Diego de Almagro, llamado el Mozo, al que había dado cobijo. Pero éste, al saber de la vuelta de los Pizarro, decidió trasladarse a casa de unos antiguos amigos de su padre. Las penurias económicas y las continuas represalias que sufrían los almagristas hicieron que Almagro el Mozo terminara sumándose al grupo de conjurados que preparaban un atentado contra el Gobernador.

Pizarro recibió en 1539 el título nobiliario de Marqués de la Conquista, un reconocimiento tardío del rey Carlos I por lograr la conquista del Perú. Desde entonces su autoridad pasó a ser conocida en todo el territorio peruano como la de Marqués Gobernador. Una de sus últimas decisiones fue autorizar en 1540 la partida de la expedición que Pedro de Valdivia había organizado para conquistar Chile. Pero en junio de 1541 sus preocupaciones se centraron en los rumores que recorrían la ciudad y que hablaban de un atentado que tramaba en su contra un conocido almagrista, Juan de Rada. Pizarro se entrevistó con Rada, pero al no confirmar nada en su contra le obsequió un racimo de naranjas en señal de amistad. Rada interpretó el hecho como un ardid del Marqués Gobernador con el fin de ganar tiempo para organizar una represalia, por lo que decidió adelantar la fecha de la conjura. El domingo 26 de junio de 1541 Pizarro no salió como era su costumbre a escuchar misa a la iglesia mayor por recomendación de sus allegados. Pero los de Chile no desistieron en su intención de dar muerte ese día a Pizarro y todos enfilaron hacia el palacio, donde penetraron sin ninguna resistencia. Los visitantes que habían escuchado misa con Pizarro huyeron, por lo que él, su hermano Martín de Alcántara y sus dos pajes debieron enfrentarse a todos los almagristas. Pizarro fue herido de muerte tras las dieciséis estocadas que recibió en su habitación y expiró no sin antes trazar en el suelo una cruz y exclamar ¡Jesús!. Los restos del Conquistador del Perú, amortajados por su cuñada Inés Muñoz, fueron trasladados a la iglesia mayor donde se les hizo una sepultura provisional. Más tarde el cuerpo fue enterrado definitivamente debajo del altar mayor de la Catedral de Lima. En 1983 el arqueólogo peruano Hugo Ludeña descubrió sus restos que ahora están depositados en una urna dentro del mismo recinto limeño.

La muerte de Pizarro no acabó con la guerra civil. Lejos de ocurrir ello, por varios años los conquistadores almagristas y pizarristas se enfrentaron primero entre ellos y, luego, estos últimos declararon la guerra a las autoridades enviadas por el rey al crearse el virreinato del Perú en 1542. La derrota definitiva de los conquistadores a fines de los años sesenta significó el definitivo punto final de la Gobernación confeccionada por Francisco Pizarro y su conversión en el poderoso Virreinato del Perú.

Bibliografía

  • ALTMAN, Ida: Emigrantes y sociedad. Extremadura y América en el siglo XVI. Madrid: Alianza Editorial, 1992.

  • BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel: Francisco Pizarro. Madrid: Ediciones Quorum, 1987. (Historia 16).

  • BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del: Francisco Pizarro. El Marqués Gobernador. Madrid: Rialp, 1965.

  • PORRAS BARRENECHEA, Raúl: Pizarro. Lima: Editorial Pizarro, 1978.

  • VARÓN GABAI, Rafael: La Ilusión del Poder. Apogeo y decadencia de los Pizarro en la conquista del Perú. Lima: IEPIFEA, 1996.

Autor

  • Rene Salinas MezaAlberto Harambour