A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
PolíticaBiografía

Patiño, José (1666-1736).

José Patiño.

Estadista y político español nacido en Milán el 11 de abril de 1666 y muerto en el Real Sitio de San Ildefonso (Segovia), el 3 de noviembre de 1736. Durante el primer tercio del siglo XVIII colaboró en el resurgir de la monarquía hispánica bajo la nueva dinastía de los Borbones a cuyo primer rey en España, Felipe V sirvió. En la administración de la monarquía ascendió progresivamente. Dedicó especial atención y énfasis al resurgimiento de la marina. Fue secretario, ministro, de Marina, Indias y Hacienda. Permaneció soltero y célibe durante toda su vida.

Sus padres fueron Lucas Patiño Ibarra, marqués de Castelar y en ese momento Veedor General de Milán, y Beatriz Rosales Farini. Ambos nacieron también en Milán. José Patiño fue el segundo de los tres hijos que tuvieron, y lo bautizaron en la parroquia de San Esteban. Su hermano mayor, Baltasar Patiño Rosales, participó activamente como general al lado de Felipe V en las luchas que se dieron en suelo español durante la Guerra de Sucesión Española (1703-1715). Pese a su vocación militar desarrolló una gran carrera política. Fue Intendente del reino de Aragón, embajador en París y secretario de Guerra. El hermano menor, Diego Patiño Rosales, siguió la carrera eclesiástica que, como veremos, abandonó José Patiño, y logró que cuando alcanzó el nivel de canónigo, se le admitiese en el cabildo de la catedral de Milán.

Por lado de su padre el origen solariego del linaje estaba en Galicia. En el siglo XVII su linaje se unió al vascongado de los Ibarra mediante una unión matrimonial. Cuando reinaba Felipe IV, el bisabuelo de José Patiño, Diego Patiño, recibió del rey el título nobiliario del marquesado de Castelar. Pero ya antes, desde el siglo XVI, la familia desarrolló una intensa labor en la que sirvió a la causa de la monarquía hispánica, tanto en Italia como en Flandes. En todas sus acciones el linaje Patiño Ibarra destacó por su honestidad e integridad. A comienzos del siglo XVII la familia se asentó en Milán, donde permaneció todo ese siglo. Por lado materno también tenía Jose Patiño ascendentes nobles. Mateo Rosales, que era su abuelo materno, cuyo linaje familiar procedía de Burgos, era marqués de Castellón, mientras que su abuela materna, Polonia Farini, era condesa de Bayla y su familia también prestó frecuentes servicios a la causa de la monarquía hispánica. En suma, los antecedentes familiares de José Patiño mostraban dos aspectos. Por un lado la vocación de servicio político y militar a la causa de la monarquía hispánica y por otro la progresiva comunión de intereses entre los encargados de la administración del rey desplazados a Italia y las familias de las élites sociales locales, que progresivamente se fueron españolizando.

Sus padres pretendieron para él que hiciese carrera en la Iglesia. Con tal motivo inició sus estudios en la iglesia de noviciado de la Compañía de Jesús, los jesuitas, de su ciudad natal. El fin último era la pretensión que tenía su familia para que se introdujese en esa orden religiosa. Siguieron por ello la costumbre de las familias nobiliarias que destinaban al primogénito varón la herencia familiar mientras que el resto de los hijos eran destinados o bien a la vida religiosa o a la milicia. Por otro lado la selección de los jesuitas obedeció a un sentimiento general que estaba extendido entre las clases dirigentes españolas. Además esta institución gozaba de un gran prestigio respecto a la formación académica que impartía en sus colegios, prestigio que se mantuvo durante buena parte del siglo XVIII. José Patiño demostró en este período de su vida unas magníficas condiciones, no solo en el plano intelectual sino también en el humano. Esto hizo que, como indicaban las directrices de sus superiores, fuera trasladado a Roma a la que se denominaba Casa Generalicia, que la orden disponía en esta ciudad. Esto ocurrió hacia 1682 o 1683 y permaneció en esta ciudad entre cuatro y cinco años. Fue también aquí donde, al final de este período, abandonó su vocación y estudios religiosos. Aún así debió de recibir las denominadas órdenes menores, que le facilitaban la posibilidad de decir misa, cosa que, según los conocimientos últimos sobre él, nunca hizo y también le imponía los votos de obediencia y castidad. El primero hizo de su vida un auténtico ejemplo de vocación de servicio al rey, mientras que la segunda hizo que permaneciese célibe toda su vida. La última década del siglo XVII permaneció muy oscura en la vida de José Patiño. Se creyó que en este período maduró su idea y vocación que le dedicó a la política. Así mismo debió subsanar las lagunas que la educación de los jesuitas, basadas en la teología y el derecho canónico, habían creado respecto al derecho civil, que era imprescindible para las labores de gobierno dentro de una administración más o menos laica.

La carrera política

En 1692 su hermano Baltasar Patiño recibió el empleo de sustituto del Veedor General de Milán, cargo que detentaba su padre. Esto hizo que su familia continuara con una gran capacidad de poder en la representación militar del rey de España en Milán. En 1701, y en esto siguió la tendencia de servicio al monarca de su familia, José Patiño tomó posición a favor de Felipe de Anjou, el rey Felipe V, como rey de España y por ello recibió la promesa de ocupar el primer cargo que quedara vacante en la administración municipal de Milán. Esta promesa se la hizo el rey cuando visitó los aún territorios italianos de la monarquía hispánica. Sin embargo las acciones tanto del rey Felipe, el heredero que nombró el último Austria español, Carlos II, como las de su abuelo, el rey Luis XIV de Francia propiciaron el inicio de la Guerra de Sucesión a la corona de España. De hecho los primeros combates del conflicto se llevaron a cabo en Milán. Respecto a la familia Patiño, tanto Baltasar como José se mostraron personas fieles y valiosas características ambas que propiciaron la existencia de contactos directos con el rey. Este, cuando volvió hacia España en enero de 1703 se llevó con él a José Patiño que tenía ya treinta y seis años.

Pese a que llegó a España en 1703 no fue hasta 1707 cuando recibió por primera vez en su tan dilatada vida un cargo oficial de responsabilidad política. Esta etapa coincidió en un momento en que la presencia en la corte y administración de Felipe V de numerosos consejeros y ministros franceses ofrecidos y enviados por Luis XIV de Francia, por lo que las posibilidades de un español pero nacido en Italia y con nula experiencia administrativa eran muy limitadas. Además antes 1707, debió esperar a que encontraran un cargo que se ciñese a la mencionada falta de experiencia en destinos públicos. Ese año 1707 quedó vacante una de las seis plazas de consejero del Consejo de Órdenes Militares y este fue su primer destino oficial, con la peculiaridad de que no tenía el hábito de ninguna de las órdenes militares españolas. Esta situación se solventó en 1708 cuando le fue concedido por el rey el hábito de la orden de Alcántara. Pese a que no era un destino significativo, José Patiño se interesó a lo largo de toda su vida por mantener este puesto. Una vez en el mismo, la presencia en las deliberaciones y reuniones le formaron en el conocimiento y manejo de los entresijos de la administración del rey. Así comprobó el funcionamiento de aquellos órganos de la administración que, como en el que él estaba, tenían un carácter asesor y consultivo, frente a los que tenían posibilidad de administración directa de alguno de los territorios integrantes de la monarquía hispánica. Durante su labor en este Consejo demostró sus cualidades políticas y llamó la atención de los ministros franceses del rey tanto por esas cualidades como por su competencia. Otro aspecto que le posibilitó la presencia en este Consejo fue, curiosamente, la mejora en el conocimiento y uso de la lengua española, ya que si bien en su círculo familiar lo empleó pero tampoco mucho, para las demás circunstancias de la vida usaba el italiano, hasta que llegó a España. Sus cualidades hicieron que subiese un peldaño en la administración pública cuando en 1711 se le nombró intendente, tanto del ejército que estaba en Extremadura como de la misma provincia, que tenía su capital en Mérida. Con el cargo de los intendentes lo que se pretendió cuando surgió en 1702 era iniciar el proceso de centralización de la administración real. Para ello y debido a las circunstancias de la guerra se tuvo que esperar hasta 1710 y se empleó el sistema francés de intendencias. Este sistema fracasó finalmente en España pero los intendentes que se nombraron para esta labor, antes de la regulación de la misma en 1718, ocuparon luego importantes cargos de la administración del rey, como el mismo José Patiño, Melchor de Macanaz, Jerónimo Uztáriz, José del Campillo, Juan de Gocheneye o otros.

Por aquella época el conflicto sucesorio por la Corona prácticamente había finalizado y únicamente quedaban por someter la ciudad de Barcelona y las islas Baleares. También se vivió una situación muy tensa respecto a Portugal, debido a la alianza de Inglaterra y la misma Portugal a favor del otro candidato al trono de España. Esto implicó una enorme concentración de fuerzas militares en la frontera portuguesa, en especial en Extremadura. Por otro lado la situación en la zona era de un enorme desorden administrativo, en especial en los campos militar y de la hacienda pública. Patiño se mantuvo en el cargo durante quince meses e inició una labor reformadora que caracterizó el resto de su vida pública. Estableció un impuesto general que se repartió entre todas las poblaciones de tal forma que completó las soldadas y equipamiento de las tropas que estaban asentadas en la región. Este impuesto fue el “servicio de milicias”, que luego se extendió a prácticamente todo el Reino. En otro orden de cosas terminó con la enajenación que los particulares hacían de los impuestos y rentas reales, acción que ya fue iniciada para el ámbito de toda la monarquía por los consejeros franceses del rey, en especial Jean de Orry. La reorganización que fue realizada por Patiño permitió que en1712 las tropas españolas se impusieran a las portuguesas con lo que el 7 de noviembre de 1712 se firmó una tregua entre las tropas franco-españolas y las portuguesas. Este éxito motivo que en diciembre de ese mismo año José Patiño fuera nombrado para el cargo de Superintendente de Cataluña. Su nombramiento se efectuó en la Real Orden de 21 de marzo de 1713, escrito que además creaba el órgano administrativo de las Superintendencias. No obstante no pudo tomar posesión del mismo hasta que finalizó la conquista de Cataluña con la toma de Barcelona en septiembre de 1714.

En Cataluña Patiño se dedicó inicialmente, como en Extremadura, a la organización del sistema impositivo catalán e igualmente se encargó del suministro y mantenimiento de las tropas que estaban asentadas en Cataluña. Pero también dedicó buena parte de su tiempo al conocimiento de la realidad geográfica, social y humana de Cataluña, tal y como quedó demostrado en el informe que escribió sobre la misma. Igualmente reunió a un grupo de colaboradores catalanes a los que incorporó a la administración conforme se necesitaron para las antiguas instituciones que fueron reformadas o bien para las de nueva creación. Así, estos colaboradores se introdujeron en los ayuntamientos, la Junta Suprema de Justicia y Gobierno, la Real Audiencia, Tabla de Canbios, Consulado del Mar y otras. Patiño se puso así manos a la obra respecto a lo que le ordenó el rey de que organizase personalmente las instituciones catalanas hasta la organización definitiva de la Nueva Planta de la monarquía. Esta reorganización o Nueva Planta fue objeto de grandes y profundas reflexiones y análisis. La idea de uniformidad de la administración real se hizo patente cuando se aplicó progresivamente los Decretos de Nueva Planta de la monarquía en Valencia (1707), Aragón (1707 y 1711), y Mallorca (1715, después de su conquista). Quedaba Cataluña. El rey solicitó dos dictámenes. Uno a Francisco Ametller, catalán y miembro del Consejo de Castilla y el otro a José Patiño. El primero se mostró firme partidario de eliminar la antigua administración y privilegios. El segundo no lo era tanto y solicitó una mayor mesura en las medidas que habían de tomarse. Esta segundo opción, que no fue aplicada del todo, permitió a los catalanes mantener finalmente ciertas tradiciones, como su derecho privado o el Libro del Consulado del Mar. Finalmente la nueva planta se implantó también para Cataluña. Respecto a José Patiño, entre 1714 y 1716 ocupó la presidencia interina de la Junta Superior de Justicia y Gobierno, que fue el organismo que se encargó de introducir las reformas político-militares de la Nueva Planta en Cataluña, mientras que creó una Junta Patrimonial con la que puso en práctica las reformas pero en el sistema financiero de Cataluña.

La Guerra de Sucesión fue un desastre para la marina española que quedó reducida a pocas y defectuosas embarcaciones y las mismas estaban destinadas a las rutas más significativas e importantes del comercio de la monarquía hispánica. Con este panorama Felipe V encargó a José Patiño en los primeros meses de 1715 que organizase el asedio a Mallorca. Esto supuso que Patiño retomó su primer contacto con las cuestiones de la Armada, contacto que se produjo igualmente en otro asedio, el que concluyó con la conquista de la ciudad de Barcelona. Patiño constató y se quejó de la falta de efectivos y pertrechos, por lo que recurrió al flete de embarcaciones privadas, catalanas pero también francesas y genovesas. Con estas embarcaciones y el auxilio que se recibió de tropas francesas enviadas por Luis XIV, se logró la conquista de Mallorca el 15 de junio de 1715. Poco después le siguió la conquista de Ibiza. La conquista de las Baleares, excepto Menorca que fue conquistada por los ingleses durante la guerra, propició el nuevo encargo político que se hizo a José Patinó. Así en 1715 al gobierno del principado de Cataluña sumó el de las islas Baleares. En estas la Nueva Planta se implantó el 28 de noviembre de 1715. Como hizo el mismo en el caso de Cataluña, encargó la elaboración de un informe sobre la situación de las islas con anterioridad a la implantación de la Nueva Planta. Pero el 31 de agosto de 1715 era llamado a Madrid hacia donde se dirigió en el mes de octubre. Esto supuso que abandonase sus cargos en Cataluña y Baleares.

Cuando las tropas reales ocuparon Barcelona en 1714 hacía ya un año que se firmó la Paz de Utrecht entre las potencias europeas que habían participado en el conflicto. Aún después de la conquista de Barcelona quedó por someter al poder real las islas Baleares, excepto Menorca que era ocupada por los ingleses, cosa que se hizo un año más tarde. También se dio en la monarquía los inicios de una tendencia que propició la intervención española en Italia y el norte de África. Todos estos proyectos necesitaron de una nueva marina. José Patiño fue la persona a quienes los reyes encargaron encauzar esta orientación de la monarquía.

La política italiana

La segunda esposa de Felipe V, la italiana Isabel de Farnesio, llegó a España en diciembre de 1715. Su llegada propició un notable cambio en la política exterior de la España de los Borbones e igualmente afectó a las preferencias sobre el personal que estaba al servicio de la administración del rey. Esto implicó que fueran sustituidos los consejeros franceses del rey por otros que tenían su lugar de origen en Italia. El objetivo de la nueva reina era imponer nuevamente la supremacía española en Italia. José Patiño, ya en Madrid, solicitó al nuevo hombre fuerte de la monarquía, el cardenal Alberoni, el cese en todos sus cargos menos el del Consejo de Órdenes. Pero dicha solicitud no fue atendida y se le incluyó en los nuevos planes que implicaban la expansión de los intereses españoles en Italia. Para ello recibió sucesivamente nuevos encargos y puestos.

Para el objetivo que propició la recuperación de la marina José Patiño recibió en 1717 un cargo de nueva creación, el de la Intendencia General de Marina, pero además el de la Superintendencia del Reino de Sevilla y el de la presidencia del Tribunal de la Contratación de Indias, así como el de la Intendencia del Ejército en Andalucía. El objetivo que se planteó fue el de la recuperación y desarrollo de la marina y del comercio que existía con las posesiones en América y así mismo proveer la defensa de las costas atlánticas, mediterráneas y americanas. Aún con estas nuevas funciones se trasladó en alguna ocasión a Barcelona, viajes en los que solventó algunas cuestiones que quedaron por solucionar cuando se marchó de allí. El primer gran escollo que ocurrió con su nuevo destino fue el inicio del largo conflicto jurisdiccional entre las ciudades de Sevilla y Cádiz por el control del comercio con América. Ya que la segunda ciudad fue elegida como nuevo centro catalizador de ese comercio, en detrimento de Sevilla. Esta elección se debió a consideraciones tanto de los ministros como del propio monarca. También en estos nuevos cargos y debido a la complejidad de las funciones que se le encomendaron, se le facultó para poder escoger y nombrar subdelegados a su voluntad. Igualmente y debido tanto a este como a otros servicios el rey resolvió premiarle el 28 de enero de 1717 y le dio el hábito de la orden de Santiago y más tarde le concedió la encomienda santiaguista de Almesca, con los beneficios pecuniarios que esto suponía.

El 9 de febrero estaba en Sevilla y el 11 en Cádiz, donde llegó con un encargo del cardenal Alberoni. Consistió en formar una flota de seis barcos con las que se pretendió auxiliar al papado en el enfrentamiento contra los turcos. Esta flota debía llevar un cuerpo expedicionario de infantería. La misma zarpó del puerto de Cádiz el 11 de junio de 1717. Otras misiones que recibió en sus nuevos cargos fue por un lado el envío de una flota hacia América y por otro, también respecto al comercio con América, sustituyó el impuesto transitorio que fue creado en 1711 sobre el comercio americano por otro definitivo y que introdujo también en 1717. Ambas circunstancia, el convoy y el impuesto, posibilitaron unos recursos que fueron muy importantes para la monarquía en unos momentos por las que atravesaba cierta penuria tras la guerra. Fue también en este nuevo destino cuando el 8 de mayo de 1717 se formalizó el traslado desde Sevilla hasta Cádiz del puerto cabecera del comercio con América este traslado fue precedido de una fuerte polémica anterior y tuvo como consecuencia un largo y costoso pleito de la ciudad de Sevilla contra esta determinación. Este pleito estaba motivado por el fuerte descalabro económico que supuso este cambio y que a la larga fracasó y se consolidó así la ciudad de Cádiz como el centro del comercio americano.

En junio de 1717 estaba terminando de reunir, por encargo del cardenal Alberoni, una gran flota en Cádiz con el motivo público de una gran expedición por el Mediterráneo oriental contra los turcos. Ese mismo mes recibió la orden de ir a Madrid. Una vez allí el rey y el ministro cardenal Alberoni le indicaron que la auténtica misión de la expedición que se estaba formando era la conquista del reino de Nápoles. Enterado de tal circunstancia José Patiño sugirió que se iniciase mediante la conquista de Cerdeña para que se comprobara el grado de preparación de la misma. Así, la flota zarpó desde los diversos puertos donde había sido concentrada, Cádiz, Alicante y Barcelona y se dirigió hacia Cerdeña de tal forma que en noviembre de 1717 se conquisto la isla para la monarquía hispánica. Después el objetivo fue Sicilia. Patiño reunió y organizó una flota que estaba compuesta por treinta barcos de guerra y trescientos cuarenta de transporte, tanto españoles como de origen y fabricación extranjera. En los últimos días del verano de 1718, con José Patiño que estaba embarcado, la escuadra, mandada por José Antonio Gaztañeta, conquistó Palermo y Mesina. Sin embargo, la actitud expansiva española levantó las supicacias británicas quienes enviaron una escuadra al Mediterráneo mandada por el almirante Bing y que tenía como orden oponerse al desembarco español ya fuese en Sicilia o Nápoles. Una vez conquistada Sicilia la escuadra española fue derrotada por la británica en la batalla de Pessaro, cerca de Mesina, con el agravante que ello supuso sobre la proyectada reconstrucción de la marina. Además se creó una liga internacional anti-española, denominada Cuádruple Alianza compuesta por Inglaterra, Francia, Austria y Saboya. Los franceses invadieron por tierra las Vascongadas y Navarra y una flota inglesa asoló las costas gallegas. En 1720 se firmó el tratado internacional de Cambrai que alejó al cardenal Alberoni del gobierno de España. En ese año José Patiño regresó a Cádiz donde permaneció hasta 1725. Allí en su primera misión tras el retorno organizó los preparativos que levantaron el asedio al que era sometida la plaza de Ceuta, en el norte de África, asedio que duraba ya veinte años y que se logró finalizar. Además continuó con las misiones que se le habían encomendado en su momento sobre el comercio con América.

En 1725 se produjo el descalabro más significativo de la carrera política de José Patiño. Ese año subió al poder el barón de Ripperdá quien no solo lo apartó del poder sino que pretendió alejarlo físicamente de la corte del rey y de la Península. Ripperdá había entregado al rey un Memorial en el que presentó el que creía como el mejor programa de gobierno para la monarquía. Con él se pretendió la mejora del país con una política que se caracterizaba por su cariz mercantilista, que incluyó también el fomento de la marina y, como no, una reforma de la Hacienda de la monarquía. El contenido de este Memorial impresionó a Felipe V que le nombró Primer Secretario de Estado. Desde este puesto se enemistó tanto con Baltasar como con José Patiño y envió a este último a Bruselas en una comisión y al primero de embajador a Venecia. No obstante José Patiño logró una notificación firmada por la reina y que anuló su traslado a Bruselas. Además Ripperdá enemistó, hasta casi la guerra, a España frente a Francia e Inglaterra, potencia esta última que bloqueó el envío de metales preciosos desde América. Esto motivó una carencia económica en la administración. Por otro lado se quiso equilibrar la presión de Francia e Inglaterra con la firma de alianzas con Austria y Rusia. Pero la carencia económica por un lado y la presión ejercida por los nuevos aliados para obtener dinero y por los contrincantes, propiciaron el cese de Ripperdá lo que se le comunicó la noche del 12 de mayo de 1726. Finalmente fue encarcelado y se fugó del Alcázar de Segovia, previo refugio en la residencia privada de Stanhope, el embajador británico.

La cima del poder

La reincorporación oficial de José Patiño en mayo de 1726 se efectuó por influencia directa de la reina Isabel de Farnesio y también del embajador de Austria el conde de Koenigsegg. José Patiño fue nombrado para las secretarías de Marina e Indias y su hermano Baltasar para la de Guerra, en julio se nombró a José para la de Hacienda. Al frente de todos estas secretarías hubo de hacer frente a la herencia que recibió de Ripperdá, lo que supuso un enfrentamiento con Inglaterra mediante el ataque español a Gibraltar que se inició el 11 de febrero de 1727 y que duró hasta el 31 de mayo. Como consecuencia la armada británica bloqueó nuevamente los envíos de plata desde América hasta las negociaciones de paz, que culminaron en 1729 con el Acuerdo de Sevilla. En este tiempo, entre 1727 y 1729 volvieron lógicamente las penalidades económicas a la administración. En mayo de 1727 cuando terminó el asedio de Gibraltar el rey entró en uno de sus frecuentes períodos depresivos de tal forma que en un nuevo testamento que redactó y dio a conocer a José Patiño nombró a la reina como Gobernadora-Regente mientras durase su estado. Se tomó la decisión junto con el rey, que parecía que se estaba recuperando, del traslado de los monarcas desde Madrid hacia Sevilla. La actitud de José Patiño fue decisiva en esta decisión y a él se debe la orden por la que se acondicionó los Reales Alcázares para residencia real. Además allí, en Sevilla, se firmó en 1729 el mencionado acuerdo que ponía fin a los conflictos con Gran Bretaña iniciados por Ripperdá. Estas negociaciones revelaron la faceta diplomática de José Patiño y en el mencionado tratado se sentaron las bases para la presencia de los Borbones españoles en Italia sin intromisión británica. Así, en el artículo IX de dicho tratado se autorizó la introducción de tropas españolas en Liorna, Puertoferrayo, Parma y Piacenza. Con esto se aseguraba que el infante don Carlos, el que luego fue el rey Carlos III, conservara para el los ducados de Parma y Piacenza.

En este período de apogeo de poder de José Patiño, que se extendió hasta prácticamente su muerte en 1736, su política se dirigió hacia los tres objetivos que ya había señalado en otros cargos: la reforma del comercio con América; la reforma de la marina y la reforma de la hacienda. Igualmente mantuvo el ideario de los monarcas respecto a la política exterior.

La política exterior

En estos diez años de máximo poder se obtuvieron dos logros significativos en política exterior productos ambos de José Patiño. Por un lado se logró la restitución, dentro del proceso historiográfico que se conoció como irredentismo borbónico, de la monarquía española en sus antiguos dominios italianos. Por otro lado se logró la conquista de la plaza norteafricana de Orán. La primera acción se inició, en su faceta de preparación diplomática, por el ya mencionado Tratado de Sevilla de 1729 tras el final del asedio a Gibraltar de 1727. En ciertos puntos de este tratado se contempló la sucesión a ciertos estados italianos por parte del infante don Carlos, así como la presencia de tropas en ciertos enclaves, presencia que aseguraba dicha sucesión. Después, en 1731, se firmó la Paz de Viena que configuró un bloque compuesto por Gran Bretaña, España y el Imperio contra Francia. Respecto al Tratado de Sevilla, José Patiño como secretario de Marina y su hermano Baltasar como secretario de Guerra realizaron los preparativos necesarios para tal situación, que se presentó en 1731. Se envió una expedición desde Barcelona junto con barcos británicos. A medida que llegaron las tropas españolas a las plazas acordadas en 1729 se fueron retirando las imperiales y finalmente ascendió al poder el infante don Carlos pese a que tanto el papado como el Imperio protestaron. Respecto a la conquista de Orán. La expedición fue organizada por José Patiño cuando volvió la flota que se envió hacia Italia. El objetivo era la conquista del enclave principal desde el que se realizaban las incursiones por parte de corsarios berberiscos contra las costas del levante español. La expedición partió del puerto de Alicante en 1732 y conquistó la plaza sin mucho esfuerzo. Una vez conquistada se inició la remodelación de su puerto. Debido tanto a su acción respecto a Italia como respecto a Orán el rey Felipe V concedió a José Patiño la Orden del Toisón de Oro el 18 de noviembre de 1732.

En 1733 cuando murieron su hermano Baltasar y el marqués de la paz, los únicos miembros junto con el mismo del gobierno, José Patiño acumuló todo el poder político de la monarquía. Además a mediados de ese año se desató el conflicto sucesorio por la corona de Polonia (véase: Guerra de Sucesión de Polonia). Francia tenía grandes intereses en esta sucesión y buscó aliados por lo que inició un acercamiento hacia España. En las negociaciones que se siguieron se afianzó la influencia española en Italia y ello dio lugar a que el 7 de noviembre se firmara en El Escorial lo que luego se dio en llamar el Primer Pacto de Familia, que alejó a España de su alianza con Gran Bretaña, iniciada en 1729 y continuada en 1731, pero también con el Imperio. En virtud de este pacto hispano-francés España se apoderó del reino de Nápoles y de Sicilia, y el infante don Carlos fue coronado rey de dichos estados con el nombre de Carlos VII. El conflicto europeo por la sucesión a la corona de Polonia finalizó en 1736 y por los acuerdos que se firmaron en Viena se confirmó el dominio hispano del sur de Italia pero se le negó la pretensión de continuar con el gobierno de los ducados italianos abandonados por el infante don Carlos.

Reforma del comercio Americano

Dichas reformas pretendían modificar el Real Proyecto de 1720 que él había avalado con anterioridad. Se pretendió una agilización del comercio para así unir los lazos de España con sus posesiones pero también como medio de aumentar los ingresos por el pago de los impuestos que dicho tráfico generaba. Así, por un lado, se centralizaron tanto las cuestiones políticas como las comerciales. A la vez disminuyó el número de funcionarios que estaban destinados a estas tareas lo que propició una mayor fluidez en las relaciones ante la corte y el centro del comercio americano, el eje Madrid-Cádiz. Otra vía de la que se pretendió sacar mejor partido en el comercio con América fue la supresión de cualquier tipo de interés e iniciativas privadas que no estuviesen controladas por la monarquía, situación que originó múltiples roces con los comerciantes andaluces pero en la que siempre se mantuvo la posición oficial sostenida por José Patiño, de la misma forma que apoyó las pretensiones de los comerciantes americanos frente a los andaluces. Esto último motivó que se creara por una Real Cédula de 2 de abril de 1728 una feria anual en la ciudad de Jalapa, en el virreinato de Nueva España y más tarde, en 1731, otra en Portobelo. Otro problema al que se enfrentó José Patiño desde su puesto fue el de evitar la intromisión de otras potencias, en especial Inglaterra, en el comercio con América. En 1729 se desautorizó el denominado Navío de Permiso, concesión arrancada por los ingleses en la Paz de Utrecht de 1713 y que consistió en que en cada convoy anual hacia América fue una embarcación británica. Esta embarcación tenía un efecto pésimo para las pretensiones económicas de la monarquía, sin contar con los navíos que ejercieron tal actividad de manera ilegal mediante el contrabando. Para evitar esta acción perniciosa el secretario Patiño hizo que el rey suspendiera transitoriamente el convoy denominado de Galeones de Tierra Firme, lo que ocurrió en 1734, tras la firma del Primer Pacto de Familia. Pero en 1735 y debido a la penuria económica se organizó un convoy que salió desde Cádiz hacia el puerto mexicano de Veracruz en noviembre de ese año. Esta fue la última de las flotas que organizó José Patiño y que regreso a España en 137, con al secretario ya fallecido. Un aspecto del comercio con América en la que se notó nuevamente la labor que desarrolló José Patiño, que se encargó de dar el soporte legal a las mismas, fue la creación de la privilegiadas Compañías Mercantiles. Este proyecto continuó algunos intentos previos del reinado de Carlos II y que a su vez tomó como referencia el éxito que compañías similares tenían en Inglaterra y los Países Bajos. Los primeros intentos, fracasados, databan de 1726 con la Compañía de Honduras y la Compañía de Ostende. Con estos antecedentes y por Real Despacho de 25 de septiembre de 1728 se creó una compañía mercantil para el comercio entre Guipúzcoa y Caracas, que además rompió el monopolio de los puertos andaluces desde el siglo XVI en el comercio con América. Esta empresa recibió el nombre de Compañía Guipuzcoana, con el puerto de San Sebastián como el de salida y llegada a España. Los primeros que suscribieron títulos de dicha compañía fue la familia real. El resultado de la iniciativa fue notable y dio pie a otras similares. En 1732, el 26 de abril, se dio autorización, en una Real Cédula que firmó el rey, a cuatro comerciantes para que iniciasen un tráfico directo entre España y Filipinas. Como consecuencia, el 29 de marzo de 1733 se creó la Compañía Real de Filipinas, aunque este proyecto no llegó a culminar ya que faltó un número suficiente de suscriptores para las participaciones propuestas. El tercer intento fue la Compañía de Galicia, que se creó por Real Cédula de 20 de abril de 1734 y cuyo centro de actividad comercial en ultramar era la región de Campeche, en mesoamérica, pero la presencia de enclaves británicos en la costa de Honduras y que además dominaban el tráfico comercial de la zona, impidió el desarrollo de la compañía, que en poco tiempo dio por finalizadas sus actividades.

Reforma de la Marina

José Patiño pasó a la Historia de España como uno de los principales impulsores de la renovación de la marina. Para ello desempeñó su labor en tres aspectos: la división en departamentos geográficos de la actividad naval española; el apoyo a la construcción de navíos y por último e influido por el segundo punto, el apoyo de los recursos de la monarquía a las industrias vinculadas a la marina y no importó que fueran industrias civiles o militares

La creación de los distintos Departamentos Marítimos españoles obedeció a la intención de José Patiño quien quiso que se racionalizase lo relacionado con la Armada dentro de unos ámbitos geográficos diferenciados que estaban perfectamente definidos y podían considerarse, en cierta medida, autónomos y autosuficientes. Así, en la Península existían tres y en ultramar otro más cada uno con un puerto de referencia. Los puertos de Cádiz en el Estrecho y la ruta de América, el de El Ferrol en el Cantábrico y el Atlántico Norte, Cartagena en el Mediterráneo y La Habana en los dominios americanos, estos fueron los establecimientos cabeza cada uno de su respectivo Departamento Marítimo. Esto no impidió que en caso necesario existieran otras opciones y posibilidades, como los puertos de Barcelona, Alicante, Málaga, Vigo, La Coruña, Buenos Aires o Caracas. De los Departamentos, el de Cádiz y Cartagena tenían funciones predominantemente militares mientras que el de El Ferrol era destinado preferentemente a la construcción naval. La Habana compaginó ambas circunstancias. Para la financiación y buen funcionamiento de estos Departamentos, con funciones más amplias que únicamente la gestión de los puertos mencionados, se destinó una parte importante de los presupuestos anuales del Reino, inversiones continuas y elevadas que fueron ordenadas por Patiño. A la vez mostró gran interés por el desarrollo en la ejecución de las obras que ordenaba y siempre tenía información lo más actualizada posible al respecto. Estas obras y la división administrativa de cada Departamento hizo que la organización naval fuera uno de los aspectos más eficientes en la España del Siglo XVIII.

Cuando fue nombrado en 1726 secretario de Marina e Indias, la construcción naval protagonizó bajo su mandato el empuje inicial para su desarrollo espectacular en el siglo XVIII desde la postración en que se encontraba desde mediados del siglo XVII. Este impulso en la construcción naval tenía el objetivo por parte del rey y de Patiño y era tener una flota igual o superior al del resto de las potencias europeas. La construcción naval se concretó en los nuevos Departamentos Marítimos y buscó una racionalización que pretendió producir muchas, buenas y baratas embarcaciones. A este respecto José Patiño confió en la labor que desarrolló José Antonio Gaztañeta Iturribálzaga y a la muerte de esta en la de José del Campillo, que tenía bajo sus órdenes a Zenón Somodevilla Bengoechea, el que más tarde fue marqués de la Ensenada. En 1728 se inició la actividad constructora en Cádiz con el navío El Hércules, que fue diseñado por el francés Juan de Ballestruz y armaba setenta cañones. Se botó en 1729 y en esta importante ocasión el rey estaba presente. En 1730 se inició la construcción naval en el Departamento de El Ferrol cuando en el recién creado astillero de La Graña se puso la quilla del navío El León. El astillero de Cartagena se dedicó a la construcción de embarcaciones de menor porte, mientras que en La Habana, en unos astilleros creados en 1723, se construyeron y botaron embarcaciones desde 1726, embarcaciones para todo tipo de uso y de todo tipo de tamaños, y muchas con destino a las bases de la Armada en Europa. Así, el primer navío que se encargó a los astilleros de La Habana fue el Nuevo Conquistador, iniciado en 1728 y botado en 1730. Pero los astilleros no solo se dedicaron a la construcción. También realizaron los trabajos de recuperación y mantenimiento de las embarcaciones, en especial una labor que se denominaba carena. También, y debido a la presencia hispana en Italia y las acciones africanas, se construyeron embarcaciones más tradicionales en el ámbito mediterráneo como eran las galeras y galeotas que vieron un resurgir en su construcción desde los astilleros de Barcelona, Mallorca, Nápoles y Palermo.

Todo el esfuerzo constructor anteriormente narrado se concentró entre 1728 y 1731 lo que permitió que poco después de la muerte de Patiño la Armada tenía, en 1737, cincuenta y nueve unidades de combate frente a las treinta y cinco británicas de 1739 o las cincuenta francesas de la misma época.

Para la labor que permitió obtener esta flota, no solo era necesario construir barcos, sino que también se les dotó y equipó. Para ello José Patiño potenció todas las industrias que estaban relacionadas con estas funciones. Se fomentó la construcción de jarcias en fábricas estatales y privadas; se fabricaron anclas en la Real Fábrica de anclas de Pasajes. Pero lo más necesario era el armamento principal de las embarcaciones, los cañones, cuya fabricación se centró en las fundiciones o maestranzas de Sevilla y Barcelona. A este respecto destacó la presencia mayoritaria de técnicos extranjeros, principalmente de los Países Bajos, frente a los escasos especialistas hispanos. Así la construcción artillera experimentó un gran auge no solo para las dotaciones de la Armada, sino también para el ejército en campañas como la del cerco de Gibraltar de 1727 o las de Italia desde 1732. Sin embargo ambas factorías, las principales en España, adolecieron de cierto retraso tecnológico frente a otras más innovadoras que existían en Europa, principalmente en Gran Bretaña.

Reforma económica

Otro aspecto principal al que dedicó su atención José Patiño fue a la reforma y mejora de las finanzas de la monarquía. Estas reformas tenían como fin el fortalecimiento de la estructura administrativa estatal. Junto con otros objetivos dos eran las vías principales para dicho fortalecimiento. Por un lado se luchó contra la inflación de los precios y por el otro se apoyó desde el estado a la industria nacional.

Respecto a la estabilidad de los precios, la acción del secretario o ministro Ripperdá en 1726 fue muy negativa en este campo y provocó un amplio malestar social. Como solución a esto Patiño mandó que las monedas ordinarias de plata ascendieran medio real en su precio. Con esta acción, que se realizó mediante una Real Pragmática de 18 de septiembre de 1728, acercó el valor legal de la pieza a su valor de mercado. De igual forma en mayo de ese año se preconizó el beneficio que suponía importar oro y exportar plata. Además se pretendió y logró estabilizar la relación de precios entre las monedas de oro y de plata. En junio de 1728 propuso al rey, y se creó, una junta que dictaminase las características para que las monedas fuesen comunes en todas las cecas de la monarquía, incluidas las americanas. Las indicaciones de esta junta dieron lugar a varios reglamentos al respecto y entre ellos destacó la Real Ordenanza de septiembre de 1730 que contenía por escrito todas las cuestiones que afectaba a la fabricación de monedas. En referencia al apoyo a la industria nacional, en el marco histórico europeo la economía de la época se caracterizó por lo que historiográficamente se denominó mercantilismo. Básicamente consistió en que cada reino pretendió producir los bienes que necesitaba y vender los excedentes bien a otros países o bien, sobre todo, a sus propios mercados coloniales. Dentro de esta definición en 1718 y como indicó el entonces secretario o ministro cardenal Alberoni, se fundó en Guadalajara la Real Fábrica de paños que en época de Patiño producía, con apoyo de la aportaciones de la Hacienda real, más de lo que vendía. Además a lo largo de su vida suscitó numerosas críticas por la mala calidad del producto y las pocas innovaciones tecnológicas en su elaboración, aspectos que intentó resolver José Patiño. Con el ejemplo de esta primera instalación industrial, que a su vez siguió el ejemplo francés, se crearon otras como, en 1728, la Real Fábrica de vidrio de San Ildefonso o en Sevilla la Real Fábrica de Tabacos. Además de estas instalaciones señeras otras recibieron soporte puntual por parte de la Hacienda real, como la de jarcias de La Coruña, la de fusiles de Guipuzcoa o la de hojalata de Ronda.

Críticas y muerte

Entre 1730 y 1736 cuando José Patiño estaba en la cima de su poder, se enfrentó a grupos de poder que estaban descontentos con su labor ya que algunas de las decisiones que tomó les afectaba directa o indirectamente. Esto no era nuevo ya que en el caso del ascenso y caída de anteriores ministros, como Orry, Alberoni o Ripperdá, José Patiño encaró diversos baches a lo largo de su vida política. Sin embargo fue especialmente funesto el período que transcurrió entre 1734 y su muerte en 1736. En el primero de los años mencionados se incendió en Madrid en viejo alcázar de los Austrias, que era el centro administrativo de la monarquía y que supuso la pérdida de numerosa documentación oficial. Además se topó con la acción de un falsificador que extendió numerosas prebendas falsas con la firma de José Patiño. El nombre de este falsificador era Artalejos que fue capturado y se le condenó a muerte, sentencia que se cumplió el 29 de agosto de 1736. Además la política de reforma financiera de Patiño, evitó la enajenación de impuestos de la monarquía a los particulares e igualmente fue muy exigente con los proveedores de materiales al Estado, lo que levantó grandes antipatías entre el grupo social de los grandes asentistas ya que fueron perjudicados por estas acciones. Además, entre diciembre de 1735 y junio de 1736 salieron varios números de una revista satírica ilegal El Duende de Patiño en la cual también se criticó su acción política. El autor de la revista fue capturado en junio de 1736 y resultó ser un fraile carmelita al que se envió a prisión. Pero este fraile logró huir, se creyó incluso que con consentimiento del rey, y se refugió en Lisboa. Dicha revista alcanzó cierto éxito entre la población madrileña y sus ejemplares fueron masivamente reproducidos.

A mediados de septiembre de 1736, cuando contaba con setenta años, estaba la corte en el palacio de La Granja y Patiño sufrió un ataque de fiebre muy elevada. Su estado empeoró progresivamente sin que los médicos que lo atendieron pudiesen evitarlo. El 15 de octubre se le suministró la extremaunción y el rey, con Patiño casi muerto, le nombró ese mismo día Grande de España. Entre esa fecha y el 3 de noviembre realizó las últimas gestiones oficiales, entre ellas indicaciones para el rey sobre las dificultades que existían en algunas cuestiones pendientes de decisión. El 3 de noviembre falleció en la Granja de San Ildefonso. Su cuerpo embalsamado se trasladó a El Pardo. En el noviciado de la Iglesia del Salvador recibió sepultura este gran servidor de España, en una situación de pobreza personal que obligó al rey a ordenar que se pagara su entierro y funeral y en el que el monarca incluyó diez mil misas por su alma.

Obra escrita

Frente a otros casos de personajes coetáneos, José Patiño apenas dejó una serie de escritos sobre su labor política. Realmente expresó su ideario en una serie de cuestiones técnicas, unas dispersas notas autobiográficas así como en parte de su correspondencia. Los dictámenes fueron Instrucción particular para el mejor arreglo de las rentas reales de Extremadura, de noviembre de 1711; Memoria-dictamen sobre la región de Cataluña y las condiciones acerca de la Nueva Planta administrativa que había que establecerse para el gobierno del Principado, de 1713; el siguiente fue el Reglamento de la Taula de Canvi de Barcelona, también de 1713; le siguió en 1717 un proyecto arancelario temporal para dirigir el comercio con América hasta la elaboración de una ordenanza definitiva, más completo en este aspecto fue el Real Proyecto, de 1720 que fue completado en otros aspectos en enero de 1721 con las Ordenes para el puntual cumplimiento en el punto de desarmar los buques en los arsenales reales; también en 1721, en el mes de julio, vieron la luz las Diferentes reglas que incluyen 26 capítulos del Buen Régimen para las obras que han de ejecutar en los Reales sitios de El Puente y La Carraca para instrucción de las personas que residen en ellos; en 1718, el 4 de julio, salieron las Ordenanzas de 4 de julio de 1718 para el establecimiento e instrucción de Intendentes de Provincias y del ejército; igualmente, entre 1724 y 1725 y porque así se lo indicó el rey, escribió un informe sobre la conveniencia de establecer un Departamento Naval en Cádiz; en 1726 escribió otro documento, que se perdió con posterioridad, por el que ofreció al Emperador la sede gaditana como base de la Compañía de Ostende; en ese mismo año realizó una Memoria de presupuestos para obtener ingresos de cara a los gastos de 1727, documento que realizó, como los dos anteriores, porque el rey se lo indicó expresamente; ya de 1730 es la Ordenanza para el gobierno de la labor de monedas de oro, plata y cobre. Pero no solamente hizo de su mano escritos, bien por su iniciativa o bien por orden del rey, sino que también mandó escribir otros. Así, en 1727 encargó a Jerónimo Uztáriz una Memoria sobre los muchos defectos que se reconocen en los paños y del gran gasto que ocasionan estas manufacturas; igualmente bajo su patrocinio se realizaron dos escritos más. Uno de ellos fue la Ordenanza para la fundición de Bronce de los cinco calibres regulares, sobre la fabricación de cañones; el otro fue la Ordenanza de las proporciones...para la fábrica de la artillería para el servicio de Tierra, ambas de 1728, la primera para la maestranza de Sevilla y la segunda para la de Barcelona

Bibliografía

  • Antonio BÉTHENCOURT, Patiño en la política de Felipe V. Valladolid, 1954.

  • Antonio DOMÍNGUEZ ORTÍZ, Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Barcelona, Ariel, 1990.

  • José Ignacio GONZÁEZ-ALLER HIERRO, España en la mar. Una historia milenaria. Madrid, Lunwerg editores, 1998.

  • Stanley G. PAYNE, La España de los Borbones. Desde 1700 hasta la crisis del 98. Madrid, Playor, 1986.

  • Ildefonso PULIDO BUENO, José Patiño: el inicio del gobierno político-económico ilustrado en España. Huelva, 1998.

MFD

Autor

  • 0106 MFD