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LiteraturaBiografía

Pardo Bazán, Emilia (1851-1921)

Escritora española, nacida en A Coruña el 15 de septiembre de 1851 y fallecida en Madrid el 12 de mayo de 1921, que está considerada una de las personalidades literarias más importantes del siglo XIX y representa la figura más destacada del naturalismo español, movimiento cuyo ideario y estética defendió en sus artículos. En sus dos novelas principales (Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza) se apartó de los aspectos más truculentos de este movimiento, y ya en sus últimas obras su estilo derivó hacia una novela con elementos idealistas y religiosos. Recibió el título de condesa de manos de Alfonso XII en 1908.

Vida y Obra

Emilia Pardo Bazán perteneció a una familia de la aristocracia gallega que residía en el pazo de Meirás. Hija de abogado, obtuvo de niña una educación elevada en un colegio francés donde aprendió el idioma de aquel país, lo que más adelante le abriría las puertas de los nuevos movimientos literarios de fin de siglo. Desde su juventud, su interés por la lectura de los clásicos fue decisivo para su formación como escritora; la influencia de obras como la Biblia, la Ilíada o el Quijote, se percibe ya en sus primeros escritos. Estas lecturas fueron acompañadas progresivamente por las obras de los poetas más representativos de aquel tiempo, como Zorrilla, Duque de Rivas, Quintana, Musset o Victor Hugo.

Emilia Pardo Bazán, retrato anónimo.

En 1868, fecha en que se produjo en España la revolución liberal conocida como "La Gloriosa" (véase Revolución de 1868) la joven Emilia, con 15 años, se prometió a José Quiroga y Pérez de Deza, joven aristócrata y estudiante de Derecho. El mismo año ambos contrajeron matrimonio y se trasladaron a Santiago de Compostela, donde estudiaba el joven Pérez de Deza. Un año después, el padre de la escritora, José Pardo Bazán -que de antiguo pertenecía al partido liberal de Salustiano Olózoga-, fue elegido diputado por las Cortes Constitucionales, por lo que la pareja también se mudó a Madrid. En esta nueva etapa de su vida, la joven escritora comenzó a departir en infinidad de tertulias matritenses con escritores, artistas y políticos de aquel tiempo. Pero pronto las consecuencias de la revolución antes mencionada obligaron a la familia a abandonar España y viajar por diversos países europeos -Inglaterra, Italia, Alemania o Francia- donde la escritora no perdió la oportunidad de perfeccionar sus conocimientos de idiomas. En Francia trató directamente con parte de la intelectualidad francesa, Victor Hugo, Zola, Daudet, etc., intelectuales a quienes en fechas venideras visitó con frecuencia.

En 1876 la joven escritora presentó su obra Ensayo crítico de las obras del padre de Feijoo a un certamen en la Universidad de Oviedo, en el que concurría, además, Concepción Arenal, otra histórica mujer del XIX. Conseguir este premio ayudó a Emilia Pardo Bazán a orientar su carrera literaria, ya no como una quimera, sino con la reafirmación de su saber literario. Publicó entonces su único poemario, Jaime, dedicado a su hijo recién nacido, cuyos versos fueron alabados por Francisco Giner de los Ríos, amigo de la familia. Su vocación cristiana -se confesaba "neocatólica" aunque practicaba un catolicismo heterodoxo, especialmente en su última etapa creadora- y su progresiva vinculación con la literatura le llevaron a publicar en la revista La Ciencia Cristiana unos artículos, entre lo didáctico y lo erudito, en torno a “Las epopeyas cristianas”. En ellos, Emilia Pardo Bazán analizaba inteligentemente la obra de escritores como Dante o Tasso, a los cuales trataba de vincular con el cristianismo. Además de estos textos literarios, claramente moralizantes, también publicó unos estudios sobre el darwinismo que reunió bajo el título “Reflexiones científicas sobre el darwinismo”, en cuyo desarrollo ya se percibía su acercamiento a teorías europeas (como el determinismo), estrechamente vinculadas al naturalismo francés.

En estos años fue ganándose un espacio en periódicos y revistas de su tiempo. Colaboraba con La Aurora de Galicia, mientras iniciaba la publicación, en Revista de España -dirigida por J. Lázaro- de su primera novela Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina (1879), novela presentada de manera fragmentada y que sorprendió a los críticos, desconcertados ante una novela firmada por una mujer que no ocultaba su nombre bajo pseudónimo y escribía de manera erudita, al modo de los clásicos. Aunque la novela recibió elogios de manera casi general, lo cierto es que respondía aún a los presupuestos realistas de su tiempo, dentro de la corriente representada por autores como Alarcón, Galdós o Valera, aunque ya se atisbaban ciertos apuntes naturalistas. La novela, como tantas de la época, presentaba un cuadro en que se retrataba la decadencia de una familia de la aristocracia, pero al mismo tiempo era notable la influencia de un moderado cientificismo, recurrente en muchos escritores adscritos a la nueva moda europea.

Un año después, en 1880, Emilia Pardo Bazán debía marchar a un balneario situado en la población de Vichy, dada una dolencia hepática que sufría desde hacía un tiempo. Allí, al amparo de un silencio y reposo totales, inició la lectura de Émile Zola (concretamente de su novela L’Assommoir), y acrecentó progresivamente su interés por el naturalismo francés. En 1882 publicó su erudito estudio San Francisco de Asís, que fue alabado por Menéndez Pelayo. Casi al mismo tiempo, Pardo Bazán publicó su segunda novela, producto de sus largos descansos en el balneario de Vichy, titulada Un viaje de novios, una obra realista en la que se perciben ribetes naturalistas ya más acusados que en su primera obra. También en 1882 nacía su hija Carmen.

Si bien abrazaba sin complejos la estética naturalista, por otro lado se apartaba sin denuedos del determinismo característico de la obra de Zola, pues su catolicismo debía llevarla por otros caminos. Con esto quedaba claro que la dirección de la obra literaria de Emilia Pardo Bazán iba en varios sentidos: aunque le interesaba el nuevo modo de novelar de la literatura francesa y se sentía atraída por la nueva moda naturalista, también seguía vinculada a la literatura hagiográfica y erudita. En definitiva, ya era un personalidad literaria que se escapaba, con lógica, de los encasillamientos en que la crítica situaba a los escritores.

Hacia noviembre de 1882, Emilia Pardo Bazán comenzaba a publicar en La Época unos textos críticos fragmentados en capítulos, cuyo título genérico, una vez terminada su publicación, fue La cuestión palpitante. En estos artículos, Pardo Bazán fue exponiendo las teorías naturalistas. Era, pues, todo un manifiesto publicado en forma de libro, en el que la escritora acometía el estudio profundo de esta estética finisecular. El libro, publicado en 1883, resumía a la perfección las inquietudes intelectuales de esta escritora, quien pronto se ganó el respeto de todos los intelectuales de fin de siglo, entre ellos del propio Clarín, que incluso llegó a escribir un prólogo al libro, del que pronto se arrepintió dadas las malas relaciones que surgieron entre los escritores. La escritora continuó viajando, ahora con más frecuencia, a Francia, donde siguió en contacto con Victor Hugo, Daudet o el propio Zola. Este último alabó La cuestión palpitante, que había sido brillantemente traducida al francés por Alberto Savine, amigo personal de Zola y Pardo Bazán.

Desde 1893, la estética naturalista había sido asumida con claridad por algunos escritores españoles, como puede comprobarse en algunos aspectos de una de las más importantes obras españolas del siglo: La Regenta, de Clarín. No obstante, si alguien podría considerarse el líder de esta estética ésta era sin duda Emilia Pardo Bazán. De hecho, fue la escritora coruñesa quien recibió los ataques de los escritores más representativos del XIX español, como Varela -quien opinaba que la escritora "se restregaba con los franceses"-, Menéndez Pelayo o Pereda, quienes no asimilaron bien su magisterio y la acusaron de apegarse demasiado a las modas europeas.

En 1895 la obra de Pardo Bazán dio un giro inesperado hacia los temas sociales con la novela La Tribuna, un fresco novelesco que refería una historia, con marbetes sociales, de fin de siglo, propiciada por las consecuencias de la Revolución de 1968. En ella abordó cuestiones como la crisis política, el movimiento obrero, los derechos de las mujeres o las reivindicaciones de los trabajadores. Se trataba de una de las primeras novelas sociales publicadas, según especialistas como Carmen Bravo Villasante. Pero además, La Tribuna conformaba su primera obra plenamente naturalista. Tras este libro, siguió la producción de la gallega con una obra menor, El cisne de Vilamorta (1885), al tiempo que colaboraba en otro medio importante, El Imparcial. En las páginas de esta publicación se difundieron las continuas polémicas en torno a las nuevas estéticas, las nuevas literaturas europeas en boga, sobre todo la francesa y la rusa, de las cuales era ferviente admiradora la escritora gallega.

En 1886 Emilia Pardo Bazán volvió a tierras francesas, cada vez más convencida de que ejercía de enlace entre lo que ocurría a uno y otro lado de los Pirineos. Esta vez intimó con los hermanos Edmond y Jules Goncourt, Huysmans y, sobre todo, Zola, quien ya consideraba una celebridad a la escritora española. Además, debido a su interés por la novela rusa iba publicó un ensayo titulado La revolución y la novela rusa, que recopilaba trabajos ya publicados en las páginas de revistas literarias. La publicación de estos artículos generó una dura polémica, cuando la escritora fue acusada por F. De Icaza de plagiar un libro similar del francés E. M. Vogue titulado Le Roman Ruse. Al margen de la polémica con el crítico acusador, muchos de los escritores de su tiempo, como por ejemplo Juan Varela, no aceptaron la importancia de Tolstoi, Turguénev o Gogol.

En 1886 se abría una tercera etapa en la novelística de la autora, con la publicación de Los Pazos de Ulloa, novela ambientada en el mundo rural gallego, al igual que su continuación La naturaleza muerta (1888). La escritora describía en ambas el mundo de los pazos en la Galicia rural, y con ello la vida de muchas gentes del ámbito del latifundio campesino. Los Pazos de Ulloa, una de las obras maestras del XIX español, y acaso la mejor obra de Pardo Bazán, exploraba los territorios de ese ámbito rural, donde se produce un enfrentamiento entre la naturaleza y la civilización. Esto, que se refería más a aspectos políticos y sociales, se ensamblaba con una compleja concepción de las relaciones amorosas. En la obra también existe cierta bipolarización entre los protagonistas, Nucha y don Pedro (su marido), que plantean un problema de índole moral, inmerso en el primitivismo de muchos de los personajes de la novela, como Sabel o Primitivo.

Emilia Pardo Bazán. Los pazos de Ulloa.

La historia iniciada en esta obra continuaba en La madre naturaleza (1888), en la que el mundo rural adquiría una dimensión mayor, al contar la autora el desplome moral y físico del personaje principal, Gabriel Pardo, un señorito aristócrata venido a menos. Esta vez la pareja de la novela, Manuela-Perucho, adolescentes e hijos de los primitivos personajes de la novela anterior, llevaban una tormentosa relación vivida bajo el amparo de la naturaleza terrible y su fuerza descomunal, muy por encima de los personajes, que se hallan siempre a su merced.

El prestigio obtenido con la publicación de estas novelas, esenciales en el naturalismo español, permitió a Pardo Bazán colaborar con una de las revistas más importantes e influyentes de ese tiempo: La España Moderna, dirigida por su amigo Lázaro Galdiano; éste acabó enemistándose con Clarín, debido a que el genial autor de La Regenta demoraba demasiado sus artículos de las novelas de la escritora. Coincidió esta colaboración con un viaje de Emilia Pardo Bazán a París, desde donde mandaba algunas crónicas al diario. De aquí surgió más adelante el volumen Al pie de la torre Eiffel, que presentaba todas sus crónicas parisinas. Precisamente en 1889 se publicaban dos nuevas novelas de la escritora: Insolación y Morriña, las cuales fueron duramente criticadas por Clarín, Pereda y Palacio Valdés. Los tres aprovecharon la ocasión para desacreditar a la escritora, presentando las novelas como “pornográficas” ante la opinión pública, pues ambas reflejaban el sentimiento desnudo de una mujer hacia su enamorado (en caso de Insolación) o hacia su tierra (en caso de Morriña).

La muerte de su padre en 1890 sumió a la autora en una especie de depresión. Con el dinero que había heredado se decidió a poner en marcha una revista literaria a la que llamó Nuevo Teatro Crítico -en homenaje al padre Feijoo- que estuvo en la calle durante el periodo 1891-1893. En esta revista -única en su tiempo- la escritora gallega escribía todos los artículos, desde estudios eruditos y crónicas de estrenos teatrales a críticas de obras de su tiempo. En 1893, el cansancio pudo con la autora, que decidió abandonar esta extraordinaria empresa.

En el tiempo que duró esta publicación, la autora no dio muchas obras a la imprenta. Cerró su etapa naturalista con La piedra angular, una obra mucho más cercana a los postulados de Zola. En ella se describe un mundo sórdido y marginal en el que una mujer de un carretero y su amante cometen un crimen pasional. En estos años colaboró con El Imparcial y con la revista francesa Fortnightly Review y fue candidata a ocupar un sillón de la Academia de la Lengua, pero fue sistemáticamente rechazada, por lo que decidió retirar su nombre de las listas de posibles académicos; ninguna mujer fue admitida en la Academia hasta muy avanzado el siglo XX, aunque tanto Pardo Bazán como Concepción Arenal o Gómez de Avellaneda estuvieron muy cerca de conseguirlo. La escritora avanzó hacia una tenaz campaña a favor de la mujer que no abandonó hasta su muerte. Así, se multiplicarían sus artículos en torno a la mujer, sus derechos, sus virtudes, sus deficiencias. Muy al contrario de lo que pudiera parecer, su nombre era cada vez más respetado por los intelectuales de fin de siglo, aunque sus rencillas con Clarín, Palacio Valdés o Pereda nunca terminaron.

Hacia finales de siglo, la escritora pasó a dedicarse más a la publicación de cuentos que de novelas. Salieron a la luz los volúmenes Cuentos de Marianela, Cuentos de Navidad o Cuentos Nuevos, obras que la convertirían en una de las escritoras de cuentos más importantes de su generación. Quizá la colección de cuentos más representativa que publicó en estos años fue la titulada Cuentos sacros-profanos, cuya estética se encaminaba hacia cierto feísmo, tan propio de la literatura modernista finisecular. En medio de esta experiencia cuentística, la escritora gallega se decidió a escribir (y estrenar) teatro, una de sus máximas pasiones. A partir de 1898 estrenó La verdad, Cuesta abajo o Vestido de boda, pero su fracaso fue total. No estuvo muy acertada en sus planteamientos teatrales y sucumbió ante la feroz crítica de su tiempo. Su incesante búsqueda por conocer otras culturas la llevó, en 1902, a visitar los Países Bajos. Al tiempo que crecía su feminismo más radical, también lo hacía su neocatolicismo. Publicó de esa experiencia un libro titulado Por una Europa católica, donde se advertía cierto “civilizador catolicismo”. Con este libro de narraciones de viajes la autora gallega pretendía traspasar esa moralidad cristiana de los Países Bajos a su país, el cual se hallaba en una especial situación de desmoronamiento político, social y económico. Evidentemente, también moralmente estaba España, según la autora, en un momento crítico.

A principios de siglo, y tras la publicación de una novela corta no demasiado interesante, Misterio (al estilo Dumas), Pardo Bazán publicó La Quimera, otro de sus grandes logros narrativos. En esencia naturalista, aunque marcada por la moda espiritualista que rodeó las novelas de Galdós, La Quimera estaba inspirada en la vida del pintor Vaamonde (amigo personal de la escritora que pintó un famoso retrato suyo). Además de esta novela, sus colaboraciones en medios periodísticos y literarios se cuentan por decenas. Publicó en Blanco y Negro, La Ilustración Española y Americana y La lectura Artística, entre otras muchas. Su fama crecía y entabló, dado su carácter, amistad con jóvenes escritores como Blasco Ibáñez o Miguel de Unamuno, quien hacia 1905 la invitó a su casa de Salamanca, entablándose una certera amistad entre ambos. De hecho, gracias a ella, Unamuno inició la publicación de sus artículos de En torno al casticismo en la revista La España Moderna.

En 1906 fue nombrada directora de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, lugar al que se hallaba muy ligada desde hacía tiempo. Fueron célebres sus discursos en aquel sitio, donde exponía sin dilación sobre muy diversos temas: feminismo, literatura extranjera, historia, etc. De este tiempo data su estrecha relación con el escritor ovetense Pérez de Ayala, quien veía en la escritora un modelo de intelectual que debía seguirse sin complejos. También publicaba en 1908 La sirena negra y su libro de crítica literaria Retratos y apuntes literarios. En este año el rey Alfonso XII le otorgó el titulo de condesa, que desde ese momento la escritora añadió a su firma: “condesa de Emilia Pardo Bazán”. Después, dadas sus influencias políticas, en 1910 fue nombrada consejera de Obras Públicas.

Dulce sueño, publicada en 1911, es una novela emblemática en el conjunto de su obra literaria. Un año después murió su esposo, del cual ya se había separado hacía años porque consideraba que el matrimonio era incompatible con su labor de escritora. En 1913 publicó su última gran obra literaria, el cuento Belcebú, uno de los inmediatos antecedentes del esperpento vallinesclanesco, en opinión de Bravo Villasante, y también un libro peculiar: La cocina española antigua. De cualquier modo, su labor en estos últimos años se centró en la creación de cuentos que se publicaban en revistas y periódicos de entonces (Mundo Nuevo, Banco y Negro, Las Ilustraciones, etc.). Por su posición política en estos años recibió diversas distinciones como la de la Orden de Damas Nobles de María Luisa o la Cruz de Pro Ecclesia et Pontífice (otorgada por el Papa), etc.

Uno de los últimos hechos relevantes de su biografía se refiere a su experiencia universitaria. En 1916, por mediación de Julio Burell, ministro de Instrucción Pública, Pardo Bazán consiguió la cátedra de Literaturas Neolatinas de la Universidad Central. Sin embargo, sus clases fueron perdiendo alumnos progresivamente (al margen de que se matricularan pocos en un principio) hasta llegar a quedar un solo matriculado. Esto desanimó a la escritora, quien veía que no era considerada un profesor como los demás. Al margen de este hecho, su fama de escritora mayúscula hizo que le abrazasen nuevos literatos surgidos en torno al Ateneo de Madrid. Son los casos de González Ruano, Vicente Aleixandre o los poetas ultraístas, que utilizaron el Ateneo como medio de expresión para sus proclamas vanguardistas. En plena madurez intelectual, Emilia Pardo Bazán moría en Madrid, el 12 de mayo de 1921.

Considerada una gloria de la literatura española, los diarios consideraron su muerte motivo de "Duelo nacional". Fue sepultada en la Iglesia de la Concepción de Madrid y cinco años después fue erigida en su honor una estatua en la calle Princesa, muy cerca de su domicilio familiar. Emilia Pardo Bazán fue quizá la escritora española más grande de todos los tiempos. Sus obras La literatura francesa moderna, Vol. IV, Cuentos de la tierra y Cuadros religiosos se publicaron, póstumamente, entre 1923 y 1825.

Bibliografía

Obras de Emilia Pardo Bazán (selección)

Jaime, 1886.
Pascual López, 1879.
Un viaje de novios, 1881.
San Francisco de Asís, 1882.
La Tribuna, 1982.
La cuestión palpitante, 1983.
El cisne de Vilamorta, 1985.
Los Pazos de Ulloa, 1886.
La madre naturaleza,1887.
La revolución y la novela en Rusia, 1887.
Mi romería, 1888.
De mi tierra, 1888.
Morriña,1889.
Insolación, 1889.
Una cristiana, 1890.
La prueba, 1890.
La piedra angular,1891.
Cuentos de Marineda, 1892.
Polémicas y estudios literarios, 1892.
Cuentos de Navidad, 1894.
Cuentos de Navidad y Reyes, 1898.
Cuentos sacroprofanos, 1899.
La quimera, 1905.
La sirena negra, 1908.
La literatura francesa moderna, 1910.

Estudios críticos

Obras completas. Madrid, Aguilar, 1973.
Nueva cuestión palpitante. La Coruña, Librigal, 1975 (edición de Varela Jácome y
Baldomero Cores).
La mujer española. Madrid, Editorial Nacional, 1981 (Introducción y notas de
Leda Schiavo).
Los Pazos de Ulloa. Madrid, Castalia, 1993 (estudio crítico de Marina Mayoral).
La Tribuna. Madrid, Cátedra, 1999 (estudio de Benito Varela Jácome).

Libros y artículos sobre Pardo Bazán

BAQUERO GOYANES, Mariano. La novela naturalista española: Emilia Pardo Bazán. Murcia, Universidad de Murcia, 1955.
CLEMESSY, Nelly. Emilia Pardo Bazán como novelista. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1981.
GONZÁLEZ TOREES, Rafael. Los cuentos de Emilia Pardo Bazán. Boston, Florentia Publishers, 1977.
OSBORNE, Robert E. Emilia Pardo Bazán, su vida y sus obras. México, De Andrea, 1964.
PATTISON, Walter T. El naturalismo español, historia externa de un movimiento literario. Madrid, Gredos, 1973.
VARELA JÁCOME, Benito: Estructuras novelísticas de Emilia Pardo Bazán. Madrid, C.S.I.C., 1973.

Autor

  • Ricardo Pérez Virtanen