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Napoleón I Bonaparte. Emperador de Francia (1769-1821)

Napoleón I.

Emperador de Francia, nacido en Ajaccio (Córcega) en 1769 y muerto en Santa Elena el 5 de mayo de 1821. El que llegara a ser emperador de los franceses entre 1804 y 1815, se reveló como uno de los militares más brillantes de todos los tiempos y un estadista cuya influencia en el continente europeo determinó cambios tan profundos que dieron lugar a la Edad Contemporánea.

El ascenso de un joven militar

Napoleón fue el hijo de Carlo de Buonaparte (posteriormente afrancesó su nombre hasta quedar como Bonaparte) y Letinia Ramolino. Con el apoyo del gobernador francés en la isla, estudió en el colegio de Autun y, posteriormente, gracias a unas becas concedidas por Luis XVI, ingresó en la Escuela Militar de Brienne, para continuar su formación en la Escuela Militar de París. En 1785 acabó sus estudios militares, alcanzando el grado de teniente y colocándose al frente de un regimiento de artillería. Los años posteriores los pasó en guarniciones de provincias (Valence y Auxonne), aprovechando su tiempo para ampliar su preparación militar (profundizó en sus estudios de matemáticas, artillería y táctica militar), entrar en conocimiento de los pensadores políticos clásicos (en especial Maquiavelo y Montesquieu) y descubrir su pasión por la historia (le deslumbraron las biografías de Alejandro, César y en especial la de Federico II). La melancolía sentida por la larga ausencia de su isla natal se fue convirtiendo en simpatías por el movimiento autonomista corso, dirigido entonces por Paoli. La Revolución Francesa, iniciada en 1789, fue el gran trampolín para la ascensión de Napoleón. Cuando estalló se trasladó a Córcega, participando activamente en las luchas políticas, por lo que alcanzó el grado de teniente coronel; pero su enfrentamiento con Paoli, quien desconfiaba de la ambición del joven militar, y en especial la ruptura del movimiento independentista con la Convención y su llamada a los ingleses para conseguir la retirada francesa, hicieron que Napoleón y su familia tuvieran que huir (junio, 1793). Estos acontecimientos despertaron en el militar el orgullo patriótico y lo hicieron, más que la preparación anterior, un verdadero nacionalista francés. Nombrado comandante, se hizo cargo de la artillería del ejército de Dugommier, siendo determinante su actuación para la reconquista de Tolón (diciembre, 1793), lo que le valió el ascenso a general. En ese momento comenzó su relación directa con los políticos dirigentes de la revolución; el apoyo que le había otorgado Robespierre le pasó su factura a la caída de éste, sin embargo Barras reclamó su participación, encargándole la represión del levantamiento realista de octubre de 1795. Su actuación le valió el nombramiento de comandante del ejército del interior, dirigiendo la represión de las actividades subversivas, en especial contra los club jacobinos. La culminación de su ascenso la significó su matrimonio con Josefina de Beauharnais, una de las figuras de los influyentes salones del París de la revolución.

En marzo de 1797 recibió el mando del ejército francés en Italia, donde se llevaba a cabo un enfrentamiento contra Austria; la península fue el escenario de las primeras manifestaciones del gran genio militar de Napoleón. Las victorias de Arcole, Lodi y Rivoli obligaron a Austria a firmar el tratado de Campoflorido. Temerosos los políticos del Directorio de la ascensión napoleónica, aprobaron su proyecto de atacar el corazón de la ruta inglesa hacia Oriente; deseoso de emular a los grandes del pasado, Napoleón dirigió su expedición contra Egipto: ocupó Malta y Alejandría (junio, 1798) y venció definitivamente a los mamelucos en la batalla de las Pirámides. Pero el almirante Nelson consiguió destruir su flota, lo que le hacia prisionero de su triunfo y le incomunicaba con Francia. Llevó a cabo una brillante política de obras públicas y excavaciones arqueológicas (origen de la pasión europea por Egipto), atacó a los turcos en Siria y estuvo a punto de conquistar San Juan de Acre. Pero conocedor de las dificultades francesas en el continente, abandonó Egipto rompiendo el cerco inglés. En París y nombrado comandante de las tropas de la capital, Napoleón contempló la gran impopularidad del Directorio; lo que facilitó la preparación y el triunfo del golpe de estado que llevó a cabo el 18 de brumario (noviembre, 1799). Se fundó una República plebiscitaria cuyo ejecutivo quedaba en manos de un triunvirato (Bonaparte, Ducos y Sieyès); pero, como Primer Cónsul, Napoleón acabó acaparando el poder y fundando una dictadura militar que duraría quince años. La labor del Consulado fue extraordinaria: acabó con las guerras civiles que asolaban el Oeste francés, reorganizó la administración y dotó al estado de nuevas instituciones llamadas a tener una vigencia que alcanza el presente (Consejo de Estado, organización judicial, prefectos, códigos legislativos), favoreció el resurgimiento de la vida religiosa e hizo de la Iglesia un fiel colaborador de su obra (Concordato de 1801) e inauguró una administración financiera que acabó con el déficit crónico anterior. En el exterior, se enfrentó a la Segunda Coalición, a la que derrotó en las batallas de Marengo y Hohenlinden (junio y diciembre de 1800), alcanzando la Paz de Lunéville con Austria y la Paz de Amiens con Gran Bretaña, afectada en su comercio por las campañas y comprometida a devolver las colonias francesas que había ocupado.

La popularidad que le ofrecieron las paces interior y exterior permitieron a Bonaparte depurar el triunvirato, someter a las instituciones y hacer aprobar la Constitución del año X (agosto, 1802) que le nombraba Cónsul vitalicio permitiéndole elegir a su sucesor, lo que significaba la restauración monárquica de hecho. La desconfianza inglesa antes los planes expansionistas napoleónicos reavivaron la guerra; además de poner en marcha un programa de expansión colonial (Santo Domingo, Luisiana, India), en el centro de Europa Napoleón tutelaba una reordenación constitucional en su beneficio (fue nombrado presidente de la República Italiana, reorganizador de Alemania, tutor de la Confederación Helvética). Londres incitó varios complots que fracasaron, permitiendo la persecución de los opositores del Cónsul, que acabó consiguiendo la adhesión de antiguos revolucionarios. Esto fue aprovechado por Napoleón para establecer una monarquía militar hereditaria y proclamarse emperador, haciéndose coronar por el Papa en Notre Dame, en diciembre de 1804.

El imperio

El régimen implantado por Napoleón tomó algunas reminiscencias revolucionarias y ciertos signos externos de la República, pero, esencialmente, pretendió ser una monarquía tradicional, con su corte y una nobleza imperial. La labor de imperio fue una continuación de la modernización emprendida durante el Consulado; la labor codificadora se sintetizó en el Código Napoleónico (1804) y el Catecismo Imperial (1806); se desarrollaron nuevos planes de estudio y se crearon nuevos centros de enseñanza (institutos y universidades, 1806); en la política económica destaca la reforma aduanera, la potenciación de nuevos cultivos (en especial la remolacha), el apoyo a la incipiente industrialización y la apertura de grandes obras públicas (reurbanización de París); la censura atajó todo atisbo de crítica al régimen imperial (leyes de prensa e imprenta); al tiempo que se fomentaban las artes con la intención de hacerlas agentes culturales del régimen. El desarrollo de toda esta política imperial conllevaba unos gastos ingentes, que apenas pudieron ser cubiertos con la nueva política fiscal y el retorno de los impuestos indirectos; la gran fortaleza demográfica de Francia y la riqueza de su producción fueron los soportes básicos del régimen. El tercer gran soporte fue el ejército; tanto el consulado como el imperio tuvieron una concepción básicamente militar; sin embargo el ejército no estuvo en buenas condiciones; su intendencia carecía de lo esencial, no había avituallamiento, existían graves fallos en la sanidad y las pagas a los soldados faltaron usualmente. Para minimizar estas carencias, Napoleón llevó a cabo una propaganda intensa, tanto sobre la población como especialmente en la soldadesca, cuyos componentes se encontraban fanatizados, con una fe ciega en la dirección napoleónica. Y realmente el genio militar de Napoleón brilló durante el imperio; revolucionó la concepción estratégica y sentó las bases de lo que sería el arte militar hasta comienzos del siglo XX. Los tres principios básicos de su concepción militar descansaban sobre la potencia, la seguridad y la economía de fuerzas; su manifestación se encontraba en la posesión de la iniciativa; la búsqueda del objetivo estratégico decisivo, sin perder energías en grandes maniobras de distracción; gran importancia del servicio secreto, tanto en el frente como en la retaguardia del enemigo; control de las líneas de comunicación, dificultando los avances y retiradas del oponente; reordenación de la composición de los ejércitos, con la diferenciación y especialización de los distintos cuerpos; empleo masivo de la artillería en batalla y de la caballería para la persecución del adversario. A partir de 1805 Napoleón sostuvo una serie ininterrumpida de guerras contra las potencias coaligadas en su contra. Su objetivo era extender el territorio francés hasta el Rin, rodeando el imperio de una serie de estado satélites aliados, algunos de los cuales estuvieron gobernados por parientes suyos. En 1805-1806 Napoleón centró su interés en Italia y Alemania, venciendo a Austria y sus aliados en Ulm y Austerlitz, y a Prusia en Jena y Auerstadt; las victorias llevaron a Napoleón a lanzar la iniciativa del Bloqueo Continental contra Gran Bretaña (noviembre, 1806), con el propósito de arruinar su economía; 1807-1809 fueron los años de usurpación: creación de la Federación del Rhin, anexión de Etruria y los Estados Pontificios, conquista de Portugal, invasión de España y desmembración de Prusia. En 1810 Napoleón se encontraba en la cima de su poder; salvo en España, su dominio de los estados vasallos del continente era absoluto, si bien el esfuerzo para mantener el control era extraordinario. Deseoso de asegurar su imperio dinástico, Napoleón repudió a Josefina y se casó con María Luisa, archiduquesa de Austria, de quien al fin tuvo un hijo (marzo, 1811), Napoleón II. Sin embargo las dificultades latentes eran considerables: el aumento de la presión fiscal y de los impuestos indirectos, la reiteración de levas, el internamiento de Pío VII, la estricta censura, las actuaciones policiacas y la persecución implacable de la oposición aumentaron el malestar en los estados vasallos y de modo especial en Francia. La necesidad de fondos hizo que se reforzara el bloqueo continental; para asegurarlo se anexionó Holanda y la costa alemana. Pero se desconfiaba de la actitud rusa, por lo que con la alianza de Austria y Prusia, en junio de 1812 Napoleón invadió Rusia al frente de un ejército de 600.000 hombres. El ejército ruso practicó la tierra quemada, por lo que a pesar de alcanzar Moscú, el ejército napoleónico no pudo permanecer ni avituallarse sobre el terreno. La retirada tuvo dramáticas consecuencias; mientras que la retaguardia era constantemente atacada por los rusos, las sucesivas alianzas fueron convirtiendo en enemigos a los antiguos aliados.

A mediados de 1813 el imperio napoleónico estaba rodeado de enemigos en guerra. La gran coalición aliada hizo retroceder los ejércitos franceses, mientras se producían traiciones de los mariscales, los nobles entraban en contacto con los aliados y el pueblo ignoraba la llamada desesperada de Napoleón a defender el suelo patrio. En abril de 1814 Napoleón debió admitir el tratado de Fontainebleau, por el que abdicaba del trono; seguía manteniendo su título de emperador y se le concedía una pensión vitalicia y el gobierno de la isla de Elba. Su cautiverio duró un año; mientras en el Congreso de Viena las potencias aliadas decidían deportarle lejos de Europa (aunque hubo planes de asesinato) y en Francia el retorno de los Borbones volvía a levantar movimientos contrarios, Napoleón salió clandestinamente de la isla y desembarcó en Francia. Con su solo prestigio, sin disparar un solo tiro Napoleón reconquistó Francia; este vuelo del Águila dio origen al Imperio de los Cien Días. Con su ejército de veteranos hizo frente a los poderosos ejércitos aliados dirigidos por Wellington y Blücher, quienes se acabaron imponiendo en Waterloo (junio, 1815). Al no poder huir a Estados Unidos, Napoleón se entregó a los británicos, quedando confinado en Santa Elena hasta su muerte.

Napoleón en su estudio, por Jacques Louis David (Óleo sobre lienzo, 1812). Galería Nacional de Arte (Washington).

Aun en vida y al tiempo que se iban olvidando los peores tintes de su autoritarismo, la figura de Napoleón fue entrando en la leyenda. Su rápido encumbramiento, las extraordinarias aventuras y su trágico final hicieron de él arquetipo del personaje romántico. El hijo de la Revolución, como gustaba denominarse, aunque repudió con sus actuaciones los principios de la misma, extendió a toda Europa sus bases ideológicas. Con el "retorno de las cenizas" en 1840 a los Inválidos, la figura de Napoleón recibió el definitivo apoyo popular y su consagración histórica.

Bibliografía

  • CRISCUOLO, V.: Napoleón. Madrid, Alianza, 2000.

  • FIERRO, A.; PALLUER GUILLARD, A.; TULARD, J.: Historie el diccionnaire du Consulat et de l´Empire. Paris, Robert Laffont, 1995.

  • THOMPSON, J.M.: Napoleon Bonaparte. Oxford, Blackwell, 1990.

  • LATREILLE, A.: L´ère napoléonienne. Paris, Armand Colin, 1994.

  • WOOF, Stuart: La Europa napoleónica. Barcelona, Crítica, 1992.

Autor

  • Isidro Sepúlveda