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LiteraturaBiografía

Marot, Clément (1496-1544).

Poeta francés, nacido en Cahors (Quercy) en 1496 y fallecido en Turín (Italia) el 10 de septiembre de 1544. Fue hijo del escritor Jean Marot (1450-1526), también conocido como Jehan des Mares, poeta de la corte de Ana de Bretaña, que alcanzó cierta notoriedad en su tiempo por los relatos de sus viajes a Génova y a Venecia. Por su parte, Clément Marot fue autor de una variada producción poética que, heredera en parte del legado de los grands rhétoriqueurs transmitido por su padre, acusa ya la influencia del humanismo renacentista.

Vida

Pasó sus primeros años de vida en Quercy, tierra de langue d'Oc, donde su padre comerciaba con sombreros antes de integrarse en las esferas de la corte. La modesta economía familiar no le permitió acceder a una esmerada formación humanística, por lo que no llegó nunca a conocer la lengua griega y tuvo un dominio del latín impreciso y vacilante, a pesar de que siempre se esforzó por ampliar sus conocimientos.

Jean Marot, que había tomado parte activa en las campañas bélicas en Italia llevadas a cabo por el monarca Luis XII (1462-1515), introdujo a su hijo en la corte francesa, donde, a la edad de veinte años (1514), Clément Marot se dio a conocer como poeta por medio de unas composiciones bucólicas que parafraseaban las églogas de Virgilio (70-19 a.C.) y de Luciano de Samósata (ca. 120-180). Ejercía, a la sazón, el oficio de paje al servicio de Nicolas de Neufville (responsable de las finanzas del reino), aunque pronto fue más conocido por su inspiración poética, que le dictó en 1515 el poema "Temple de Cupido", destinado a solemnizar la subida al trono de Francisco I (1494-1547). Cuatro años después (1519), entró al servicio de la reina navarra Margarita de Angoulême (1492-1549), hermana del nuevo rey francés Francisco I, y autora de la famosa colección de narraciones titulada Heptameron des nouvelles (1559), en la que resulta notoria la influencia de Boccaccio (1313-1375). Esta inclinación de los escritores de la corte de la reina Margarita hacia la literatura italiana pronto se haría patente en la obra poética de Clément Marot.

Su buena fortuna dentro de la corte comenzó a torcerse en 1526, cuando, a raíz de una acusación anónima que le imputaba haber comido tocino durante los días de cuaresma, fue detenido y encarcelado en las lóbregas mazmorras de Châtelet, de las que fue enviado al cabo de unos días a la prisión de Chartres, donde entretuvo su privación de libertad con la redacción de uno de sus poemas más conocidos, "El infierno". En realidad, parece que la auténtica causa de su encarcelamiento fue su talante independiente y anticonformista en material espiritual, que le había llevado a mostrar públicamente sus simpatías hacia las doctrinas evangélicas y reformistas.

Tras su salida de la cárcel, heredó, en 1527, el cargo de su padre y pasó a ser secretario de Francisco I, elevado rango que no le libró de caer otra vez en prisión en el transcurso de aquel mismo año, debido a la ayuda que había prestado a un prisionero. Recuperado su posición de privilegio en la corte, siguió al monarca en sus desplazamientos por diversos lugares de Europa, hasta que, en 1534, volvió a caer en desgracia por culpa de sus ideas independientes. Al parecer, se le relacionó -no sin fundamentos- con la colocación de unos placards (es decir, carteles adheridos en los muros) en dependencias cercanas a los aposentos reales, en los que se criticaban los sacramentos católicos desde los dogmas protestantes. Forzado a abandonar precipitadamente el lugar de los hechos, buscó refugio al lado de su antigua señora, la reina Margarita, que le brindó protección en Nérac (pequeña población al sur de Francia) mientras en la corte se dictaba su condena a muerte por contumacia y se quemaban, en Blois, todos los libros y manuscritos que no había podido acarrear en su huida.

Pasó luego a la corte de Ferrara, en la que gobernaba otra hermana de Francisco I, la duquesa Renée de Francia, que había abjurado de la religión católica para abrazar el calvinismo. Allí, Clément Marot renegó también del catolicismo y aceptó las doctrinas de su nueva señora, pero no encontró realmente una fe que, en medio de sus constantes vaivenes espirituales y su acreditada independencia crítica, le asegurase la paz interior. Poco después, para alejarse aún más de los dominios por los que extendía su poder Francisco I, se afincó en Venecia, en donde permaneció durante varios meses, a la espera de la llegada de la autorización oficial que había solicitado para volver a pisar suelo francés. Una vez obtenido el permiso, retornó a su país natal y, en pleno viaje de regreso -concretamente, en la ciudad de Lyon-, abjuró del calvinismo para volver a abrazar el credo católico.

De nuevo en París, Clément Marot siguió relacionándose con otros humanistas que, como él mismo, habían hecho gala de un espíritu crítico capaz de poner en duda los más asentados valores de su tiempo. Entre ellos figuraba el malogrado erudito, literato e impresor Etienne Dolet (1509-1546), quien, acusado de haber editado obras heréticas, acabaría siendo detenido, encarcelado, torturado y, finalmente, quemado en la hoguera por ateo, después de que la justicia le concediera la gracia de ser ahorcado antes de que su cuerpo fuera entregado al fuego purificador. En 1538, año en el que abrió su imprenta en París, Dolet había editado las Obras de Marot.

A comienzos de la década de los cuarenta, el poeta de Cahors dio a la imprenta una de sus obras maestras y, sin duda alguna, de las piezas mayores de la poesía francesa de todos los tiempos. Se trata de la traducción y adaptación a su lengua vernácula de treinta salmos de David, que aunque habían obtenido permiso eclesiástico para su publicación en 1541, fueron prohibidos por las autoridades eclesiásticas al año siguiente. Poco después, denunciado de nuevo por hereje (esta vez, debido a los celos que su éxito literario habían provocado en un poeta rival), Clément Marot se vio nuevamente impelido a abandonar su país. Buscó, ahora, refugio en la Ginebra de Calvino (1542), de donde pasó a la ciudad de Turín, en la que perdió la vida a mediados de septiembre de 1544, mientras aguardaba en vano la obtención de un nuevo perdón decretado por el Francisco I.

Obra

Autor de una rica y variada producción poética en la que tuvieron cabida los más diversos registros métricos y temáticos de la lírica de su tiempo (canciones, elegías, églogas, baladas, rondós, epigramas, epístolas, salmos, etc.), Marot tuvo el acierto de abrir su inspiración hacia las nuevas propuestas humanistas procedentes de la Italia del Renacimiento, a pesar de que, en muchos aspectos formales, su poesía siguió siendo deudora de los modelos fijados por los grands rhétoriqueurs (entre los que se contaba, como ya se ha indicado más arriba, su propio padre). Cierto es que la lectura atenta de su obra no permite atribuirle una extensa cultura literaria, pero no lo es menos que gozó de un agudo sentido de la originalidad, combinado con una notable capacidad para asimilar los mejores hallazgos de otras literaturas vecinas, lo que le permitió introducir en la poesía francesa de la primera mitad del siglo XVI nuevos moldes estróficos de tanto relieve en las Letras occidentales como el soneto y el estrambote.

Tras sus primeras imitaciones juveniles de la poesía bucólica latina, Clément Marot alcanzó un merecido reconocimiento literario con el volumen de versos titulado Adolescence clémentine (Adolescencia clementina, 1532), en el que recogía una serie de composiciones caracterizadas, dentro de su ligereza, por ese talante satírico que habría de convertirse en una de las principales señas de identidad de su obra. Pero el espíritu festivo y burlón que anima la mayor parte de los versos de Marot, envuelto casi siempre en un fingida ingenuidad, esconde realmente la rotundidad y firmeza de un auténtico moralista que, incómodo con los valores sociales, morales y espirituales de su tiempo, no dudó en arremeter, con gracia e ironía, contra quienes sacaban provecho del inmovilismo y del mantenimiento a ultranza del orden establecido. Así, v. gr., su célebre poema "L'enfer" ("El infierno"), escrito mientras permanecía encarcelado, es un brillante alegato contra las autoridades judiciales, a las que Marot zahiere desde una perspectiva irónica que no oculta una amarga sátira social.

Entre sus epístolas, vale la pena recordar la "Épître a Lyon Jamet" (1526) y la "Épître au roi, pour le déliver de la prision" (1527), esta última dirigida a Francisco I con el ruego de que le permitiera abandonar el presidio de Chartres. Cabe insistir, por último, en los abundantes méritos estilísticos y conceptuales que enriquecen sus Psaumes (Salmos, 1541), en los que la milenaria voz poética del rey de Israel permite a Marot ofrecer una espléndida muestra de su profundidad espiritual y, al mismo tiempo, de la intensidad lírica con la que se enfrentó a las numerosas dificultades por las que atravesó a lo largo de toda su vida.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.