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María I Tudor, Reina de Inglaterra (1516-1558)

María Tudor, reina de Inglaterra.

Reina de Inglaterra nacida en el palacio de Greenwich (Londres) el 18 de febrero de 1516 y muerta en Londres el 17 de noviembre de 1558.

Síntesis biográfica

Hija de Catalina de Aragón, tuvo una complicada juventud a causa del repudio de aquella por su esposo en 1531, el rey inglés Enrique VIII. María Tudor, hasta entonces princesa de Gales, fue apartada de la sucesión al trono en favor de otros hijos del monarca, y marginada en la Corte al mantenerse en el catolicismo cuando aquel creó la Iglesia de Inglaterra (véase anglicanismo). Aunque su padre llegaría a tener hasta cinco esposas más, fue ella quien por lo general se haría cargo de los hijos que aquel iría teniendo. Uno de ellos fue el nuevo rey Eduardo VI (desde 1547), en cuyo reinado María Tudor vivió bajo constante sospecha, como católica y como posible aspirante al trono. Al morir prematuramente su hermano en 1553 fue coronada reina de Inglaterra como María I tras una breve pugna con la protestante Juana Grey, heredera según el testamento de Eduardo VI (en realidad designada por presiones del duque de Northumberland). Popular en un inicio, su matrimonio con el príncipe y luego rey español Felipe II y su dura persecución de los protestantes, ambas cosas con el objeto de restaurar el catolicismo en Inglaterra, y por último la pérdida de Calais ante los franceses, le originaron el resentimiento de gran parte de la población. Así, cuando al morir sin descendencia en 1558 dejó el trono a su hermana Isabel I, no hubo apenas resistencia para que ésta orientase el país definitivamente hacia el protestantismo.

La difícil juventud de María Tudor: los matrimonios de su padre Enrique VIII

Era hija del rey inglés Enrique VIII Tudor y de Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos), la única descendiente que sobrevivió de los niños tenidos por ambos: un varón nacido en 1511 vivió unos meses, y otros que vinieron después no pasaron del mes, para frustración de Enrique VIII. Éste, no obstante, tendría más hijos, incluido un varón, con otras de sus sucesivas mujeres. Al nacer, sus padres vivían en perfecta armonía, siendo bautizada con el nombre de María en honor de la hermana pequeña del rey. Apenas tenía dos años cuando se pensó por primera vez en su futuro matrimonio, examinándose la opción de casarla con el Delfín, Francisco (hijo de Francisco I). Tuvo una esmerada educación, probablemente por influencia de su madre, que a su vez había sido cuidadosamente educada por Isabel la Católica contra lo que era la costumbre del momento, incluso para princesas. Así, tuvo buenos profesores particulares que le facilitaron el estudio de los escritos de humanistas de la talla de los ingleses Thomas Linacre y Tomás Moro, el neerlandés Erasmo de Rótterdam y el español Luis Vives. Aprendió varios idiomas (latín, francés y español y entendía el italiano), bordado, canto (estaba dotada en general para la música) y a montar a caballo.

Hacia 1518 comenzó Enrique VIII a distanciarse de su esposa por la ausencia de hijos varones, tomando una concubina, Elizabeth Blount, que le dio un hijo natural llamado Enrique. Enrique VIII no sólo lo legitimó y lo hizo duque de Richmond y Somerset, sino que pretendió situarlo por delante de María en la sucesión al trono. No obstante, en 1525 María fue al final declarada princesa de Gales y establecida en el castillo de Ludlow (en la frontera galesa, condado de Shropshire), la residencia habitual de los herederos de la corona inglesa. Tenía entonces 9 años. En 1522 se había llegado al compromiso de casarla cuando fuese mayor de edad con su primo el emperador y rey de España Carlos V, pero éste casaría en 1526 con Isabel de Portugal.

Este mismo año, Enrique VIII, enamorado de Ana Bolena y deseoso de tener un hijo varón legítimo, declaró su intención de repudiar a Catalina al considerar incestuoso su matrimonio por haber estado ella casada anteriormente con su hermano mayor Arturo (muerto en 1503). Esto convertía a María en hija ilegítima, lo que la excluía automáticamente del trono. En 1531 Catalina fue abandonada definitivamente, casándose de nuevo el rey en enero de 1533 y declarando nulo su anterior matrimonio en marzo. María fue llevada a Richmond (hoy un barrio de Londres), quedando así separada de su madre, que quedó confinada en el castillo de Kimbolton (al norte de Londres, condado de Cambridgeshire), sin que probablemente se le permitiera verla ya más, ni siquiera cartearse.

En septiembre nació su hermanastra, Isabel. María, que había visto rebajado su rango en la Corte (no podía utilizar ya el título de princesa), era de carácter obstinado y no se sometió, escribiendo a su padre una carta en la que se declaraba hija legítima de un matrimonio legítimo. En diciembre fue trasladada a la residencia de la pequeña Isabel en Hatfield (Hertfordshire), y puesta bajo la autoridad de una tía de Ana Bolena. Cuando el rey exigió de todos sus súbditos el juramento del Acta de Supremacía, por el cual era reconocido jefe de la Iglesia de Inglaterra, la católica María temió por su vida (el no prestarlo se castigaba con la muerte) y pensó en escapar, pero fue tranquilizada por el embajador de Carlos V en Inglaterra, Eustace Chapuys. En enero de 1536 murió su madre y en mayo Ana Bolena fue arrestada y ejecutada; su matrimonio con el rey fue anulado (para poder éste casarse con Juana Seymour) y la princesa Isabel declarada, como María, ilegítima. El otro hijo del rey, Enrique, había muerto poco antes. Enrique VIII, a través de Thomas Howard, duque de Norfolk, trató de obtener por fin la firma de María al Acta de Supremacía y el reconocimiento de su ilegitimidad, sin éxito en un primer momento; pero fuertes presiones la hicieron firmar por fin el 15 de junio (luego redactó un escrito afirmando que había firmado obligada).

La nueva reina, Juana Seymour, trató de reconciliar a Enrique VIII con María, volviendo así a ver a su padre después de cinco años. En octubre de 1537 nació el príncipe Eduardo (su madre falleció unos días después), que no tuvo inconveniente en reconocer legítimo heredero al estar muerta tanto su madre como Ana Bolena; ella misma fue su madrina. No vio con buenos ojos la disolución de la órdenes monásticas en Inglaterra, que se realizó entre este año y 1540. Aunque había varios candidatos, su padre desestimó su matrimonio por temor a que el elegido, que necesariamente había de ser un príncipe extranjero, reclamase en nombre de María la corona inglesa. Se dedicó así a los libros, la música, la caza y a cuidar de Isabel (a la que apreció sinceramente aunque luego las diferentes ideas de cada una las distanciaron) y Eduardo.

En enero de 1540 su padre volvió a casarse por cuarta vez con Ana de Cleves para fortalecer su alianza con los príncipes protestantes alemanes; poco agraciada, Enrique VIII no tuvo ningún escrúpulo en deshacer este enlace seis meses después para unirse con Catalina Howard, sobrina del duque de Norfolk. Catalina era cuatro años más joven que María Tudor y no se llevó bien con ella; cuando las relaciones comenzaban a ser más suaves Catalina fue acusada de infidelidad y también ejecutada en 1542. A pesar de sus fracasos matrimoniales, en 1543 el rey volvería a casarse por última vez con Catalina Parr. Ésta, inteligente y culta, sí gustó a María, quien ahora frecuentaba más la corte, y trabó amistad con ella. Enfermo desde 1544, Enrique VIII murió en enero de 1547. El hermano menor de María, Eduardo, fue coronado rey como Eduardo VI.

Una princesa católica en la Inglaterra protestante de Eduardo VI

El nuevo rey tenía entonces nueve años, por lo que ejerció como regente su tío Eduardo Seymour. También con él se había mostrado cercana María, pero las reformas protestantes que introdujo (matrimonio del clero, nueva liturgia religiosa) estropearon la relación, y en los años siguientes vio raramente a su hermano. Después de algunas rebeliones en los extremos norte y sur del país, que culpaban a la nueva religión de los males sociales y económicos, María fue sospechosa de haber tratado a los cabecillas. Era cierto que protegía en general a los católicos del país, pero no había tenido parte con los sublevados. Las amenazas de embargo del embajador imperial la liberaron de estas dificultades. En cualquier caso, Eduardo VI mostró mayor aprecio por su otra hermana Isabel, protestante como él; María, por su parte, se mostró sumisa hacia su hermano el rey salvo en cuestiones de religión, y continuó celebrando la misa católica en su casa a pesar de las llamadas de atención.

Su situación se hizo más difícil cuando en 1549 Eduardo Seymour fue encarcelado y se nombró regente en su lugar a John Dudley, duque de Northumberland, que dominó completamente al joven monarca (once años). Pero en 1552 Eduardo VI enfermó de viruelas, y aunque se recuperó, en 1553 enfermó de tuberculosis. María temió que, en caso de que su hermano muriera repentinamente, ella fuese asesinada antes de que su partidarios pudieran levantarse. Por su parte, el duque de Northumberland veía en la posible entronización de María un gran peligro para el protestantismo inglés. Así, convenció al rey de la necesidad de modificar su testamento para evitar la vuelta al catolicismo. Aquel soslayó a María y a Isabel por ilegítimas y declaró heredera a una familiar lejana, Juana Grey, sobrina nieta de Enrique VIII, quien además casó en mayo con un hijo del regente, Guilford Dudley, y era protestante. En julio murió el rey y Juana Grey, de quince años, fue forzada a aceptar la corona por su suegro, trasladándose así a Londres. Antes de acabar el mes vería cómo la mayor parte del país se ponía de parte de María.

María I Tudor, reina de Inglaterra

Inicialmente tan popular como su madre, que había sido muy querida incluso después de haber sido repudiada por Enrique VIII, María I Tudor fue proclamada reina en Londres el 19 de julio, en medio de las aclamaciones de la multitud. Mandó encerrar a Northumberland en la Torre de Londres y luego lo mandó ejecutar. Pero en materia religiosa se mostró prudente en estos primeros momentos, apenas legalizando el culto católico: fue todo un símbolo que permitiese el entierro de Eduardo VI en la abadía de Westminster, celebrándolo con un oficio protestante. Coronada reina el 1 de octubre, su primera medida fue volver a declarar legal el matrimonio entre sus padres. Sin embargo, al manifestar su intención de contraer matrimonio con su primo el príncipe Felipe de España (viudo de María Manuela de Portugal desde 1545), comenzó a perder apoyo popular, que desconfiaba de un extranjero, al igual que el propio Parlamento. En efecto, en enero de 1554, el protestante Thomas Wyatt encabezó una sublevación que tomó Rochester y acampó en las afueras de Londres. María I se comportó valerosamente, y como aún gozaba del apoyo de los londinenses, el intento de golpe de estado fracasó, debiendo Wyatt rendirse y entregarse en febrero. En la rebelión habían participado parientes de Juana Grey, por lo que ella y su padre también fueron ajusticiados entonces.

A pesar de este aviso, la reina, que no advirtió que el protestantismo había arraigado en Inglaterra, siguió adelante con sus planes, pues su principal objetivo fue siempre la restauración del catolicismo. En las capitulaciones matrimoniales se especificó expresamente que los consejeros españoles de Felipe no podrían interferir en los asuntos ingleses, ni Inglaterra estaría obligada a combatir a los enemigos de España (es decir, Francia). El príncipe llegó al país en julio de ese año y la boda se celebró en la catedral de Winchester el 25 del mismo mes. Felipe tenía 26 años y María Tudor 37; ésta, mayor por lo tanto en más de diez años y algo avejentada, de pequeña estatura, pelirroja, de ojos grises y tez clara (el pintor flamenco Antonio Moro la retrató este mismo año), pronto se enamoraría de su joven esposo, delgado, rubio, de ojos azules y buena presencia en general, aunque para éste se trató siempre de un matrimonio de estado. No obstante este cariño, por lo general sólo aceptó el consejo de su esposo cuando coincidía con su parecer. En noviembre la reina pareció estar embarazada, pero se trataba de una hinchazón de vientre y en mayo de 1555 la noticia quedó desmentida .

Había iniciado negociaciones secretas con el papa Julio III inmediatamente después de ser elevada al trono, cuyo resultado fue el envío de un legado pontificio, el cardenal inglés Reginald Pole, que había tenido que abandonar el país en 1541 y refugiarse en Roma, y que sería nombrado arzobispo de Canterbury en noviembre de 1555. Todavía no devolvió a Inglaterra a la obediencia pontificia para no crear tensiones; en cambio, sí devolvió los bienes confiscados a algunas órdenes religiosas. A partir de febrero de 1555 actuó con mayor contundencia y comenzó a quemar en la hoguera a algunos líderes protestantes como John Hooper, obispo de Gloucester, Nicholas Ridley, obispo de Londres, o Hugh Latimer, obispo de Worcester (Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, sería ejecutado del mismo modo en noviembre de ese mismo año). El efecto de estas condenas (unas 300 ejecuciones) fue contraproducente, pues la gente vio en ellos a unos mártires; éste sería el origen del sobrenombre de María I, la Sanguinaria ('Bloody Mary'), que por otra parte estaba en contradicción con habitual comportamiento clemente. También envió espías a los lugares donde se habían refugiado protestantes ingleses, como Dinamarca, y prohibió bajo pena de muerte la posesión de libros religiosos no católicos. La reina pronto advirtió que estas medidas sólo creaban resentimiento e incitaban a la rebelión, de modo que puso sus esperanzas en engendrar un heredero que prosiguiese la conversión del país al catolicismo.

Sin embargo, en agosto de ese año Felipe había abandononado el país en dirección a Flandes para asistir a la abdicación de su padre el emperador Carlos V. Tras un tiempo de espera prudencial, María I instó a su marido que regresase lo antes posible; éste no lo haría, ya rey Felipe II, hasta marzo de 1557. Una vez allí, hizo todo lo posible para obtener la entrada de Inglaterra en la guerra contra Francia, que se había aliado con el nuevo papa Paulo IV contra los Habsburgo. La reina cedió y envió a su esposo una cantidad considerable de dinero y la promesa de ayuda militar naval y terrestre (si los franceses atacaban los Países Bajos). En junio se declaró la guerra a Francia y el mes siguiente Felipe II dejó otra vez el país, esta vez definitivamente; María ya no volvería a verlo. El ejército inglés desembarcó en la estratégica plaza de Calais, que dominaba el paso del Canal de la Mancha, y que estaba en su poder desde más de dos siglos atrás. En enero de 1558 los franceses atacaron por sorpresa y tomaron la ciudad, lo que desmoralizó a los ingleses. No fue ésta la única desgracia para María Tudor: otro posible embarazo quedó igualmente desmentido; había considerable tensión en el gobierno, y a las malas cosechas se había unido una epidemia de gripe.

María Tudor, reina de Inglaterra. Antonio Moro. Museo del Prado. Madrid.

Según avanzaba el año su salud empeoró, y se hizo necesario pensar en la sucesión; descartado su esposo, que no habría sido aceptado de ningún modo por el país, las preferencias cayeron sobre su hermana Isabel. Nacida pronto desconfianza entre las dos hermanas tras la coronación de María, ésta le había permitido alejarse de la Corte, pero en marzo de 1554 la arrestó acusada de complicidad con el rebelde Thomas Wyatt, aunque la liberó por comprobarse su inocencia. A pesar de que era una potencial amenaza para ella, Isabel gozaba de gran popularidad y por ello respetó su vida, confinándola simplemente en su casa. No permitiría su vuelta a la Corte hasta abril de 1555, por insistencia de Felipe II, que prefería como heredera del trono inglés a Isabel antes que a la reina escocesa María Estuardo, católica pero demasiado próxima a Francia por estar prometida al Delfín Francisco (Francisco IIde Francia). Así, curiosamente, la protestante Isabel podría ser reina gracias a que primero lo fue María I, católica, pero que protegió los derechos de su hermana, y a que el rey católico de España decidió a su favor. A principios de noviembre hizo testamento designándola sucesora con la esperanza de que abandonase el protestantismo; unos días después falleció a los 42 años de edad. Fue enterrada en la abadía de Westminster, en un sepulcro en el que también se depositarían más adelante los restos de Isabel I.

Enlaces en Internet

http://home.earthlink.net/~elisale/ ; Página con una amplísima biografía, con abundantes imágenes, de María I Tudor (en inglés).

Bibliografía

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Autor

  • Bernardo Gómez Álvarez