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CineBiografía

Lyne, Adrian (1941-VVVV).

Director de cine británico, nacido en Peterborough (Inglaterra) en 1941.

Vida

Durante su infancia Lyne tuvo oportunidad de asistir a los cursos que su propio padre, que era maestro, impartía en el Highgate School. Cuando tenía siete años, su familia se trasladó a Londres, donde él continuó sus estudios. Trabajó al finalizarlos en el Departamento de Correspondencia de la Agencia Publicitaria de Walter Thomson. En 1971 fundó su propia productora y empezó a dirigir anuncios para televisión. Pero la industria británica se le quedó pequeña y emigró a Estados Unidos con la intención de comenzar allí su actividad cinematográfica. Varios de sus cortometrajes se habían proyectado en el Festival de Cine de Londres y había conseguido dos Palmas de Oro en el Festival de Cine Publicitario de Cannes.

Comenzó pues su andadura en el largometraje con una experiencia que se asienta sobre las bases del videoclip: música significativa, un montaje específico para la acción rápida y un gran dominio de la fotografía. Rodó su primera película en 1980. Foxes es la historia de cuatro adolescentes y sus problemas, con un reparto que incluye a Jodie Foster, Sally Kellerman, Randy Quaid y Laura Dern, y que aún no le sitúa en el cine comercial con plena intención, como irá haciendo Lyne poco a poco. Su siguiente título, Flashdance, se convirtió en una historia emblemática de los años ochenta, que ensalzaba un prototipo de mujer poseedora de lo más deseable de ambos sexos y lanzó a la actriz-bailarina Jennifer Beals con el apoyo de un compañero de reparto (Michael Nouri) sin ninguna intención de hacerle sombra. Aquí comenzaban a atisbarse las claves del cine de Lyne, que empezaba a hacerse famoso con lo que mejor sabía hacer: videoclips de larga duración. El esfuerzo le valió un Oscar a los creadores de la canción: Irene Cara y Keith Forsey.

En 1985 estrenó otro “boom”. Nueve semanas y media contó con los que se convertirían en los “sex-symbols” del momento: Kim Basinger y Mickey Rourke. El éxito anticipado de la película había provocado un final abierto y listo para retomar en un futuro la historia. Pero los actores no quisieron saber nada de una secuela y el proyecto nunca se llevó a cabo. Dos años después, de nuevo una pareja se hacía cargo de revolucionar la moral americana, pontificando sobre las consecuencias del adulterio en Atracción fatal. Glenn Close se presentaba como una mujer sexy y psicótica y Michael Douglas era su “víctima”, demostrando el empeño del cine americano en hacer ver al espectador lo que es imposible. Siguiendo su cadencia de estrenar película cada dos o tres años, en 1990 Lyne intentó dar un giro insospechado a su cine y dirigió a Tim Robbins en La escalera de Jacob -ni siquiera los directores más banales pueden resistirse a entrar en materia sobre la guerra del Vietnam-. La escalera de Jacob toma una de los personajes de la Biblia para construir su guión y, más que una historia, se convierte en pie para la reflexión sobre la vida y la muerte, sobre nuestros propios fantasmas, de los cuales somos incapaces de deshacernos, sobre los estados de ánimo que provoca nuestra continua fluctuación entre la ficción y la realidad. El protagonista, Jacob Singer, es un enfermo, un visionario, como lo es su homónimo bíblico. Y al igual que él, se encuentra decidiendo para qué lado de la escalera quiere moverse: si hacia arriba, para terminar con su sufrimiento, o hacia abajo, para abandonarse en otro mundo: el ficticio de la drogadicción. No es una película apetitosa. Es, como tantas, un revulsivo, un desafío a la amortización taquillera. Pero ostenta el mérito de ser el único título con el que Lyne ha experimentado. Cuenta además con el guión de Bruce Joel Rubin, autor de Ghost.

Pero el público no reaccionó a su intento y Lyne aprendió la lección. En 1993, Una proposición indecente recuperaba al provocador que todos esperaban. De nuevo polémica, esta vez con más coordenadas morales de las acostumbradas; pero la película fue un éxito. Una vez más demostraba que sabía elegir a parejas con química. Todo parecía apuntar a que su siguiente trabajo, Lolita, conocería una reacción semejante. Nuevamente el reclamo del escándalo se alzaba como uno de los ingredientes principales de la historia. Un actor de prestigio -como lo es Jeremy Irons- al que se le sumaba una actriz desconocida pero prometedora, Dominique Swain, era la garantía para que una vez más Lyne pudiera presumir de moverse como pez en el agua en el cine taquillero. Pero Lyne no había tenido en cuenta dos factores peligrosos; y si los tuvo, arriesgó y perdió. Uno es la apuesta por el “remake” de una película mítica, redonda, cerrada, sobre la que la historia del cine no perdona que algo se pueda añadir, e intentar superarla alegando que su versión se aproximaba más a la novela. El segundo, coincidir con un escándalo en materia de pederastia que se extendía como una plaga y que no acogió a una historia que no lo denunciaba explícitamente. Adrian Lyne pensó que podría jugar una vez en el filo de la moral y a pesar de que este relato estaba mejor construido y era más inteligente que sus anteriores historias, sus temores de última hora se vieron confirmados. Nabokov, coleccionista de mariposas, sufrió la censura de la sociedad de su época. Adrian Lyne ha tenido que pasar por algo parecido, aunque no en forma de acusación personal, sino de boicot a su película.

Filmografía

1980: Foxes.
1983: Flashdance.
1986: Nueve semanas y media.
1987: Atracción fatal.
1990: La escalera de Jacob.
1993: Proposición indecente.
1997: Lolita.

Autor

  • Cristina Manzano Espinosa