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HistoriaReligiónBiografía

Francisco de Asís, San (ca. 1181-1226).

Religioso italiano nacido en Asís (Umbría, Italia) en 1181 o 1182 y muerto en el mismo lugar el 3 de octubre de 1226.

San Francisco de Pedro de Mena.

Síntesis biográfica

Joven agraciado, tras ser herido en combate contra la ciudad de Perusa (1202) se inició su proceso de conversión: abandonando su casa, se dedicó primero al cuidado de leprosos y luego, llevando vida de ermitaño en la ermita de San Damián, a la oración. Habiendo renunciado a los bienes familiares en 1206, fue durante estos años profundizando en la pobreza y humildad de Jesucristo, hasta que en 1209, clarificada su vocación apostólica tras escuchar el Evangelio, comenzó a predicar. Atraídos por su mensaje y modo de vida se le juntaron numerosos compañeros, lo que hizo necesario un viaje a Roma (1210) para pedir al papa aprobación de la naciente fraternidad, diferente a una comunidad de religiosos tradicional. La nueva orden (Hermanos Menores o franciscanos), con sede en la Porciúncula de Asís, se extendió rápidamente por Italia y fuera de ella. En 1212 fundó en colaboración con Clara de Asís la rama femenina de la orden (Damas Pobres o clarisas), y luego trató de marchar a predicar a tierras musulmanas. No lo consiguió hasta después del IV Concilio de Letrán (1215), entrevistándose en 1219 con el sultán de Egipto, del que obtuvo permiso para establecer frailes en Tierra Santa.

Vuelto a Italia en 1220 para remediar la tensión creciente entre las dos tendencias del franciscanismo, renunció a la dirección de la orden, centrándose en la redacción de una regla que normalizase definitivamente la vida de la misma: una primera regla, de 1221, no fue aprobada, pero sí otra de 1223 (por el papa Honorio III). Aún así, los problemas no desaparecieron, y Francisco, abandonándose en Dios en un nuevo retiro eremítico, esta vez en el monte Alverna, recibió en 1224 las "llagas de Cristo" (estigmas sobrenaturales que representan las heridas de Cristo en la crucifixión). En plenitud espiritual, redactó por entonces parte importante de sus escritos, como el Cántico de las criaturas o su Testamento. Muerto en octubre de 1226, fue canonizado en menos de dos años (julio de 1228) por el papa Gregorio IX, difundiéndose inmediatamente su culto; aún hoy, San Francisco es uno de los santos más venerados y con más influjo espiritual en la Iglesia.

Juventud y conversión de Francisco Bernardone

Era hijo de un rico comerciante de paños de Asís, Pietro Bernardone, y de Pica Boulement, originaria de Provenza (Francia). Ausente Pietro por sus negocios, inicialmente el niño fue llamado Juan, pero luego su padre cambió este nombre por ‘Francisco’ (en italiano, Francesco) en recuerdo del origen francés de su esposa, convirtiéndose así el niño en el primero en llevarlo como nombre de pila. Aprendió a leer, escribir y contar en el mismo Asís, en la escuela de San Jorge. Su padre, que deseaba hacer de Francisco el futuro director del negocio familiar, le asoció al mismo hacia 1198 tras enseñarle las técnicas comerciales necesarias, que su joven hijo aprendió con facilidad. Alegre, sensible y generoso, gustaba de tocar y cantar canciones caballerescas como un trovador, y gozó en este tiempo de la admiración de los demás jóvenes de Asís, de los cuales era en cierto modo su cabecilla.

Pronto empezó a soñar con triunfos militares, en una época en que Asís acababa de deshacerse de la tutela del emperador y de la nobleza local, proclamándose ciudad libre (1200). De este modo, cuando en 1202 las milicias de la ciudad atacaron la vecina Perusa (Perugia), refugio de la antigua aristocracia de Asís, Francisco era uno de los combatientes. Derrotados los de Asís en Ponte San Giovanni, fue herido y hecho prisionero, y no fue liberado hasta que un año después se pagó su rescate. Habiendo enfermado en la cárcel, tras su regreso a casa debió guardar reposo. Las reflexiones en la soledad de entonces y el desencanto respecto a las antiguas diversiones le causaron una profunda crisis y un gran vacío, del que trató de huir con una nueva aventura guerrera, incorporándose al ejército pontificio que, comandado por Gualterio de Brienne, debía luchar en Apulia (sur de Italia) contra el emperador Felipe de Suabia. Pero en esta ocasión no llegó a entrar en combate, pues al poco de partir de Asís, en Spoleto, una voz interior le impulsó a volver a casa.

Allí se dedicó a la contemplación y a la realización de gestos de caridad, al tiempo que iba descubriendo en torno suyo el sufrimiento y la pobreza. Decisivo fue el encuentro, hacia 1205, con un leproso, un tipo de enfermo cuya sola presencia le había repugnado hasta entonces; esta vez la reacción fue diferente: despertó en él un intenso espíritu de amor fraterno, que sería más tarde uno de los rasgos más distintivos de su carácter. Cuidándo leprosos y conviviendo con ellos a modo de penitencia, sufrió el rechazo de su padre y de sus conterráneos. Luego, necesitado de soledad, vivió como ermitaño en el bosque durante dos años, frecuentando la medio derruida capilla de San Damián en búsqueda de una nueva orientación para su vida. De entonces data una de sus oraciones: "Sumo y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento".

Poco a poco fue fijándose en el abajamiento humilde de Cristo, que siendo Dios había adoptado la pobreza de la condición humana, naciendo en él el deseo de imitarle. Por fin, un día del año 1206 sintió que el crucifijo de San Damián le decía "¿No ves que mi casa está en ruinas? Ve y repárala". Francisco entendió literalmente estas palabras y reconstruyó la estropeada ermita, y luego otras. Tomado por loco por los habitantes de Asís, su padre lo encerró durante varios meses en su casa, hasta que su madre lo liberó; poco después, requerido por Pietro Bernardone ante el obispo de Asís, renunció voluntariamente a sus bienes mediante un acto simbólico, quitándose sus vestidos y entregándolos a su padre, que le repudió. Más tarde, el 24 de febrero de 1209, asistiendo a una misa en la iglesia del convento benedictino de Asís, Santa María de los Ángeles, escuchó el evangelio del envío por Cristo de varios de sus discípulos, que detalla en qué condiciones debían salir para la misión (Mt 10, 1-24); esto clarificó su vocación, descubriendo que lo que se le pedía era ser apóstol y renovar la Iglesia devolviéndola a la pobreza y humildad originarias, según el ejemplo del Evangelio. Fue entonces cuando se vistió con un sencillo hábito marrón atado a la cintura con una cuerda, andando en lo sucesivo descalzo.

Francisco de Asís y el nacimiento de los Hermanos Menores

Francisco comenzó a predicar con ese objetivo, y muy pronto algunas personas, como el acudalado Bernardo de Quintavalle y el canónigo de la catedral Pedro Cattaneo, se sintieron atraídas por su mensaje, pidiendo a aquel compartir su vida, lo cual él interpretó como voluntad divina, aceptándolos. Su número fue aumentando, uniéndoseles gentes de toda condición y estado, todos dedicados a partir de entonces al servicio, a la penitencia y la predicación según las exigencias evangélicas, desbordando los límites de la vida religiosa habitual hasta entonces, equivalente a la vida monástica. Se ganaban la vida trabajando en hospitales y pidiendo limosna. Para facilitar la vida en común de la fraternidad Francisco escribió las primeras normas, pocas y muy sencillas para no limitar la libertad de acción sino encauzarla, estando inspiradas fuertemente en los Evangelios.

En 1210 él y doce hermanos marcharon a Roma a presentar al papa Inocencio III estas normas y obtener de él su aprobación, necesaria para que no se les confundiese con alguno de los movimientos heréticos existentes en este tiempo. Conseguido tras algunas dificultades el beneplácito pontificio (de forma oral), volvieron a Asís y el 2 de agosto de ese año se establecieron en Santa María de los Ángeles, que por su pequeño tamaño llamaron Porciúncula (‘Porcioncita’, ‘Pedacito’). Nacía así de hecho (formalmente lo fue en el IV Concilio de Letrán, de 1215) la Orden de Hermanos Menores (Ordo Fratrum Minorum, OFM), más conocidos como “franciscanos”, orden no ya de monjes de vida conventual sino de frailes (fratres, ‘hermano’) mendicantes, por vivir de la limosna que ellos mismos solicitaban. En 1212 Francisco admitió en la fraternidad a Clara de Asís, de dieciocho años, que tras oírle predicar escapó de casa para vivir el ideal franciscano de pobreza y hermandad; a ella siguieron otras mujeres, incluida su hermana Inés, lo que obligó a aquel a definir más aún su espiritualidad y, por otra parte, a adaptarla a la rama femenina que germinaba, las Damas Pobres o “clarisas”, de carácter más contemplativo que la masculina.

Por otra parte, Francisco, sin abandonar nunca la vida austera, había dado muy pronto una orientación pública a la caridad y predicación de sus frailes, fomentando la paz y la reconciliación. Esto, en una época en que aún estaban vivas las cruzadas, le empujó a viajar a tierras del Islam para anunciar pacíficamente el Evangelio. Trató de llegar, sin éxito, primero a Siria (1212) y luego a Marruecos (1213-1214, ocasión en la que estuvo en España, peregrinando a Santiago de Compostela). Mandó luego algunos misioneros a estas tierras, envíos que prohibió cuando en 1215, en el IV Concilio de Letrán (al que él asistió) se convocó la V Cruzada para 1217. No aprobaba los métodos de fuerza que esto implicaba, obteniendo a cambio un privilegio de indulgencia para los peregrinos que visitasen la Porciúncula en vez de luchar como cruzados. Al fin, en 1219, él mismo logró alcanzar Acre (hoy Akko, Israel) y luego Egipto. Durante una tregua en la lucha se entrevistó en Damieta con el sultán Malek al-Kamil, que le escuchó con agrado y le permitió establecer franciscanos en Jerusalén, que él mismo visitó. Como Francisco, todos sus frailes deberían en lo sucesivo ser misioneros, confesores de la fe con la palabra y el servicio, que en algunos casos podría conducir al rechazo e incluso al martirio pero sin buscar éstos expresamente.

Vuelto rápidamente a Italia en 1220 por las tensiones que había en la orden, provocadas por los partidarios de una mayor organización formal de la misma, renunció a la dirección administrativa (no la espiritual) de la misma, asumida por Pedro Cattaneo. Hacia 1221 terminó una primera revisión de la regla, trabajo que había iniciado varios años antes, a través de encuentros anuales con los demás frailes. Lo exigía el enorme crecimiento de la orden que, extendida fuera de Italia, había tenido que ser estructurada en provincias (1217), y también su nuevo talante misionero y reformador, y los desórdenes e indecisiones acaecidos mientras estaba en Palestina y Egipto; igualmente, se lo pedían así las autoridades eclesiásticas. En la Pascua de 1221, en el multitudinario “capítulo de las esteras” (asistieron varios miles de franciscanos que se resguardaron en pequeñas chozas hechas con esteras), se aprobó su última redacción; estuvieron presentes los futuros santos Antonio de Padua, franciscano desde hacía un par de años, y Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, o frailes “dominicos”. Esta Regla de 1221 continuaba siendo excesivamente indefinida en su vertiente jurídica, pues si espiritualmente fijaba los objetivos de los hermanos: imitación de Cristo en pobreza y humildad, vida fraterna en el seno de la Iglesia, misión y ejercicio de la caridad, no precisaba como era necesario diversos aspectos organizativos.

Por esto, los años siguientes, con ayuda de los superiores de la orden (“ministros”) y otros como el cardenal Hugolino de Conti (futuro Gregorio IX), que había sido nombrado hacia 1217 protector de la orden, prosiguió la tarea de redactar una regla definitiva, finalizada en 1223 y aprobada por el papa Honorio III a través de una bula del 29 de noviembre de ese año. Aparte, todavía en 1221, Francisco había autorizado la introducción en su orden de la vida eremítica, vertiente contemplativa que debía no obstante concordar con las otras exigencias de la espiritualidad franciscana. También fundó entonces la Orden Tercera de la Penitencia, rama de la orden que con un compromiso menor permitía a los laicos vivir el franciscanismo.

Aunque la orden se había consolidado y la Regla había establecido con claridad los criterios de vida de la fraternidad, surgieron en ésta interpretaciones, si no en cuanto al objetivo, sí respecto a las formas, con muchos partidarios de establecer conventos y residencias más estables. Francisco, cuya salud empeoraba, sufrió por ello una crisis interior, dudando acerca de cuál era la voluntad de Dios. Retirado de nuevo a la vida eremítica en 1223 y predicador ocasional, "en medio de la noche cerrada" se abandonó en Dios e hizo de estos últimos años de su vida un tiempo de gran fecundidad espiritual. Así, en diciembre de 1223 celebró la Navidad con un belén viviente (origen según parece de los posteriores belenes) para contemplar la debilidad de Jesús Niño; en septiembre de 1224, estando en oración en el monte Alverna (en los montes Apeninos, al norte de la provincia de Arezzo), recibió las llagas de Cristo (estigmas) en respuesta a su deseo de compartir el sufrimiento de éste durante su Pasión.

Confirmada de este modo su profunda identificación con Jesús, compuso las Alabanzas al Dios Altísimo y, en 1225, tras una visita a Clara de Asís en su convento de San Damián, superó por fin su crisis interior, escribiendo en plenitud de alegría el Cántico de las criaturas. Gravemente enfermo, casi ciego, pidió ser trasladado a Santa María de la Porciúncula, donde dictó su Testamento espiritual a sus hermanos. Al fin, lleno de paz, murió el 3 de octubre de 1226 con sólo unos 45 años de edad. Poco antes había añadido al Cántico de las criaturas sus últimas estrofas: "Loado seas por los que perdonan y aguantan por tu amor / los males corporales y la tribulación: / ¡felices los que sufren en paz con el dolor, / porque les llega el tiempo de la consolación! // Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor! / Ningún viviente escapa de su persecución; / ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador! / ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios! // ¡No probarán la muerte de la condenación! / Servidle con ternura y humilde corazón. / Agradeced sus dones, cantad su creación. / Las criaturas todas, load a mi Señor."

San Francisco: devoción al santo, escritos y personalidad

Sepultado su cuerpo por el momento en la iglesia de San Jorge (intramuros de Asís), Francisco fue canonizado, sin haberse cumplido aún dos años de su fallecimiento, por el papa Gregorio IX (antes cardenal Hugolino) el 16 de julio de 1228, mediante la bula Mira circa nos, que declaraba fiesta del nuevo santo, para toda la Iglesia, el 4 de octubre (desde 1337 los franciscanos celebran también cada 17 de septiembre la fiesta de la Impresión de las llagas). Su culto se extendió con enorme rapidez, venerándose sus restos desde 1230 en la basílica de su advocación construida en Asís. Multitud de iglesias, santuarios, lugares o personas, se han encomendado a su nombre. En épocas recientes han aparecido nuevos matices en su devoción: patrono de la Acción Católica Italiana (1916, Benedicto XV); de Italia (1939, Pío XII) o de los ecologistas (1979, Juan Pablo II). Este último papa, inspirándose en el ejemplo de San Francisco, convoca desde 1986, cada 27 de octubre, la Jornada por la Paz en la que participan autoridades de distintas religiones para rezar por la paz en el mundo. Su popularidad tiene fiel reflejo en el arte, tratándose de uno de los personajes más representados de todos los tiempos: su iconografía habitual le viste con el hábito marrón de los franciscanos, ceñido en la cintura con una cuerda, descalzo o con sandalias, y las llagas de Cristo. A veces se añade algún otro motivo: un libro, una cruz, un lirio, etc., mostrándole de modos diferentes según las épocas: orante, penitente u hombre de paz. Una de las representaciones más importantes son los frescos de la basílica de Asís, obra de Giotto y otros maestros italianos.

Visión de San Francisco. Ribalta. Museo del Prado. Madrid.

Se conserva una apreciable cantidad de escritos de San Francisco, que junto con los testimonios de otros franciscanos (fray Tomás de Celano, el hermano León, San Buenaventura), aportan valiosa información de primera mano para conocer su personalidad y espiritualidad, y que fueron fuente de una verdadera escuela teológica desarrollada por San Buenaventura. Hay entre ellos oraciones (a veces auténticos poemas), cartas, textos espirituales, escritos jurídicos y testamentos. Entre los primeros, reveladores de la profunda experiencia espiritual de Francisco, están Oración ante el Cristo de San Damián, Cántico de las criaturas, Alabanzas al Dios altísimo y Bendición al hermano León. Entre sus cartas más importantes, clarificadoras respecto a su función de director de personas, se encuentran Cartas a los clérigos, Carta a las autoridades de los pueblos, Carta a toda la Orden, Carta al hermano Antonio (San Antonio de Padua), Carta a los fieles o Carta al hermano León. Son escritos espirituales, más específicamente de exhortaciones de gran lucidez, Admoniciones y Verdadera alegría. Los principales escritos jurídicos, muy poco legalistas, son las diferentes reglas: Regla bulada, Regla no bulada, Regla para los eremitorios o Forma de vida para Santa Clara. Por último, entre los textos escritos poco antes de su muerte, a modo de despedida, están: Exhortación cantada a Clara y sus hermanas, Bendición al hermano Bernardo, Testamento de Siena yTestamento.

San Francisco, personalidad de gran riqueza, ha atraído siempre tanto a los estudiosos como al hombre de la calle. Acomodado y ansioso de glorias militares en su juventud, se transformó mediante un proceso de conversión en el pobre y pacífico por excelencia. Pero la característica primordial de su personalidad es la experiencia de Dios, de la que nacen, por ejemplo, la encendida alabanza de algunos de sus escritos o la alegría que él vive y recomienda a sus hermanos. Deseoso de seguir a Cristo, hizo propios hasta un grado extremo dos rasgos del Dios encarnado: la pobreza y la humildad, valores que consideraba imprescindibles en ese seguimiento. Una de las fuentes más importantes de su fe y su modo de obrar fue el Evangelio, vivificado por el Espíritu de Dios: escuchándolo se convirtió, de él hizo el criterio de las normas de su orden, y le impulsó a una intensa labor misionera. A diferencia de otros movimientos reformadores de su tiempo, San Francisco guardó obediencia a la Iglesia, a la que quería renovar con su virtud. Sus miembros, eclesiásticos, laicos o pertenecientes a la orden franciscana, eran para él auténticos hermanos, sus iguales: así, de este amor fraterno proviene su ideal de servicio y de pacificación. Un respeto que hizo extensivo a la naturaleza, con quien la persona compartiría creador común.

Bibliografía

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Enlaces en Internet

http://agora.ya.com/sanfrancesco/02.htm ; Página con diversa información sobre San Francisco (en español y otros idiomas).
http://www.comune.assisi.pg.it/Ita/index2.htm ; Página de la ciudad de Asís (en italiano).
http://www.corazones.org/santos/francisco_asis.htm ; Página con una amplia biografía de San Francisco (en español).
http://www.devocionario.com/santos/asis_1.html ; Página sobre la devoción a San Francisco (en español).
http://www.encuentra.com/includes/seccion.php?IdSec=150 ; Página con varias secciones sobre San Francisco, su vida y su obra (en español).
http://www.geocities.com/francisconet/ ; Página con más información sobre San Francisco, su obra completa y su espiritualidad (en español).
http://www.franciscanos.org/sfa/menud.html ; Página oficial de la orden franciscana en España, con información sobre su fundador, con numerosos enlaces a textos completos sobre él (en español).
http://www.sanfrancescoassisi.org/ ; Página de la basílica del santo en Asís (en español y otros idiomas).
http://www.san-francesco.org/index_esp.html ; Página con otra biografía, escritos, imágenes y mucha más información de todo tipo (en español y otros idiomas).

Autor

  • Bernardo Gómez Álvarez