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PolíticaHistoriaBiografía

Abdallah ibn Buluggin, Rey de la taifa de Granada (ca. 1055-?).

Rey de la taifa de Granada, nacido hacia 1055 y fallecido en Agmat (Marruecos) en fecha desconocida. Durante su reinado sufrió el acoso de Alfonso VI de Castilla y fue el primer monarca de taifas que entregó su reino a los almorávides.

Hijo de Buluggin ibn Badis y nieto de Badis ibn Habbus, Abdallah heredó el reino de Granada a la muerte de su abuelo en 1073. Tuvo un hermano mayor, llamado Tamin al-Muizz, que al parecer nunca fue designado heredero por Badis, pero a su muerte asumió el poder en Málaga (Badis había nombrado allí un visir para que gobernase hasta la mayoría de edad de Tamin, que sucedió por aquellas fechas). Casi al mismo tiempo los jeques Sinhaya de Granada proclamaron a Abdallah, que, como su abuelo, tomó los títulos de al-Muzaffar y al-Nasir y adoptó la kunya de Abú Muhammad. Es muy probable que la elección de Abdallah por parte de los jeques respondiese a su juventud, y éstos le pusieron como tutor a uno de ellos, llamado Simaya, que gobernó como gran visir hasta 1082.

La ciudad de Baza, que entre 1066 y 1073 había basculado entre los reinos de Toledo y Granada, queriendo desvincularse del reino de Granada ofreció su soberanía a al-Mutasim de Almería, que aprovechó la eventual guerra entre las taifas de Granada y Sevilla y la imposibilidad de atender los asuntos de Baza del nuevo rey de Granada y se apoderó de Baza y de sus fortalezas circundantes, entre ellas el castillo de Siles. Abdallah de Granada firmó una tregua con al-Mutasim por la que el segundo devolvió Siles a Granada y a cambio obtuvo la fortaleza de Sant Aflay, situada entre Fiñana y Tabernas.

Tras la muerte de Badis ibn Habbus la presión castellana sobre el reino de Granada se intensificó y Alfonso VI conquistó Alcalá la Real y envió a Pedro Ansúrez a pedir parias al monarca Zirí. Abdallah se negó a tributar a Castilla y este hecho fue aprovechado por Ibn Ammar, visir del reino sevillano, máximo enemigo de Granada, para aliar Sevilla con Castilla y contra Granada; los aliados levantaron la fortaleza de Belillos como base de operaciones de los ataques y Abbad al-Mu'tadid de Sevilla desarrolló desde esta plaza alardes de fuerza contra Abdallah. Cuando la situación era insostenible y el monarca Zirí estaba a punto de ceder a las parias, al-Ma'mun de Toledo se apoderó de Córdoba (1075) y los sevillanos desviaron toda su atención hacia este asunto, permitiendo a Abdallah apoderarse de Belillos y evadirse de los tributos, aunque por poco tiempo. En 1078, después de que los sevillanos conquistasen Córdoba, Ibn Ammar volvió a entenderse con Alfonso VI para que éste solicitase parias a Granada; esta vez Abdallah se vio obligado a ceder, aunque en las negociaciones con los castellanos logró reducir el tributo de 30.000 meticales que pedía Alfonso VI, a 10.000 meticales anuales y la permuta de las estratégicas plazas de Estepa, Castro del Río y Martos por Alcalá la Real y la plaza de Bedmar, que aunque pertenecía a los Du-l-Nun de Toledo, fue concedida a Abdallah por Alfonso VI (este hecho evidencia el poder que Alfonso VI ejercía ya sobre el reino toledano).

La retirada de Ibn Ammar (1082) de la corte sevillana propició un entendimiento entre los reinos de Granada y Sevilla. El sucesor de Abbad, Muhammad al-Mu'tamid y Abdallah se asociaron para la toma de resoluciones ante su principal enemigo común: los castellanos. Esta alianza, aunque no llevó a hechos de armas compartidos, sirvió para mantener la paz entre ambos reinos, aunque existieron roces entre ellos, el más importante de los cuales fue la toma de Jaén por parte del sevillano. Con la llegada de los almorávides en 1086 se abrieron nuevas brechas entre las diferentes taifas.

En 1082 Abdallah tomó las riendas del gobierno, prescindiendo de su visir Simaya. Esto le costó hostilidades con los gobernadores de Guadix y Almuñécar. Simaya se trasladó a Almería e intrigó en la corte de al-Mutasim. Hasta aquel mismo año tuvo Abdallah que luchar contra su hermano Tamin, que con el tiempo acentuó su independencia del reino Zirí e incluso conquistó fortalezas pertenecientes a Granada; a los ataques malagueños por tierra y mar contra Almuñécar y Jete contraatacó Abdallah conquistando una veintena de castillos de Tamin. El malagueño pidió perdón a Abdallah y esto bastó para que el soberano granadino le entregase Riana y Jotrón y las fortalezas de Cártama, Mijas, Comares y Cámara. Sin embargo, las victorias obtenidas por Abdallah en 1082 no resolvieron las disputas, en las que años más tarde tuvo que intervenir como árbitro el emir almorávide Yusuf ibn Tashufin.

La conquista de Toledo por Alfonso VI (1085) demostró a los diferentes reyes de taifas su incapacidad para enfrentarse a Alfonso VI y por primera vez se unieron para pedir ayuda a los almorávides. Abdallah eligió como embajador al alfaquí Ahmed ibn Jalaf al-Gassani, que junto con otros notables de Sevilla y Badajoz viajó a Marruecos para entrevistarse con el emir almorávide. La llegada de los almorávides a la Península Ibérica y su victoria sobre los cristianos en la batalla de Sagrajas (1086) cambió el rumbo de los acontecimientos y, por algunos años, amparándose en la protección de los almorávides, Abdallah se abstuvo de pagar las parias a Alfonso VI.

En 1086 Abdallah, enemistado con al-Mutasim de Almería por haber acogido a Simaya en su corte, atacó su territorio, conquistando la fortaleza de al-Munturi y reforzando las defensas de las entradas al reino Zirí. Aunque Abdallah consiguió algunas victorias, como la de Torralbas, fue él mismo el que propuso la paz, e incluso desmanteló las siete fortalezas que había levantado contra su enemigo.

La presencia almorávide en la Península provocó disensiones internas en Granada y se formaron partidos a favor o en contra de ellos, que trataron de aprovecharse de la nueva situación. Abdallah subió los impuestos para sufragar las campañas militares de los africanos (principalmente las de Sagrajas y Aledo), lo cual fue utilizado por Ahmed ibn Jalaf para intentar sacar provecho en su favor, causando nuevos problemas internos en el reino Zirí, hasta que Abdallah pudo destituirlo. No obstante las rebeliones se multiplicaron en la taifa granadina y a la de Tamin desde Málaga, habría que sumar las del ejército regular Zanata, los judíos de Lucena y algunos sectores de la corte. Por otra parte, a finales de la década (en 1088 ó 1089), el monarca granadino, que no tenía nada claras las intenciones de los almorávides, se avino a pagar a Alfonso VI las anualidades que había evadido durante los tres años anteriores, pero, temeroso de que se produjesen nuevas revueltas si subía de nuevo los impuestos, pagó los 30.000 meticales de sus propias arcas. Cuando Yusuf ibn Tashufin se enteró de estos hechos escribió a Abdallah reprochándole su actuación. Hacia junio de 1090 Yususf viajó por tercera vez a al-Andalus y se reunió en Córdoba con al-Mu'tamid de Sevilla para estudiar el caso de Abdallah y su connivencia con los cristianos. Yusuf emplazó a Abdallah, que no compareció. Entonces escribió a sus alcaides para que cesaran su obediencia a los ziríes y se pasasen a los almorávides; mientras, avanzó hasta Belillos provisto de fetfas (decisiones de los muftíes sobre la conformidad de algún punto con las disposiciones coránicas) contra Abdallah por sus tratos con los cristianos y sus impuestos ilegales. Éste, comprendiendo que la población entera de la taifa (cada una por sus propias razones) esperaba entusiasmada la llegada de los almorávides, salió al encuentro de Yusuf y se rindió el 8 de septiembre de 1090. Después fue desterrado al Magreb, donde, bajo el dominio de los almorávides, escribió sus Memorias.

Las fuentes describen a Abdallah ibn Buluggin como un monarca cobarde y asustadizo, que entregó el gobierno a ignorantes visires, conocedor de la retórica y las ciencias profanas, buen versificador y excelente calígrafo. Su obra Memorias está planteada como una historia de la dinastía Zirí y es a la vez la autobiografía de un monarca destronado. Aunque la obra no tuvo gran repercusión en su época, hoy en día constituye una obra clave dentro de la historiografía hispanoárabe.

Bibliografía

  • LÓPEZ DE COCA CASTAÑER. "Los reinos de Taifas", en Historia de Andalucía, vol. II. Madrid-Barcelona, 1980.

  • JOVER ZAMORA, J.M. (dir). "Los reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI", en Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-I. Madrid, Espasa Calpe, 1994.

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero