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HistoriaPolíticaBiografía

Abd Allah, Emir de al-Andalus (844-912).

Séptimo emir omeya de al-Andalus (888-912), hermano de al-Mundhir, nacido en Córdoba en el año 844 y muerto en la misma ciudad el 15 de octubre del año 912. Su reinado estuvo salpicado de continuas sediciones y guerras sangrientas entre la nobleza árabe, los muladíes y los beréberes que acabaron desgastando el emirato a todos los niveles, hasta el punto de que a su muerte la autoridad omeya había quedado reducida a la capital y sus aledaños. El rebelde Ibn Hafsunextendió su poder por toda la Andalucía Baja, ya que aglutinó todas las protestas y sediciones contra el emirato cordobés, resultado de lo cual fue la creación de una gran cantidad de territorios o señoríos independientes de la autoridad de Córdoba.

Crisis del emirato cordobés

Nada más acceder al trono, Abd Allah volvió a enfrentarse al problema secesionista del muladí Ibn Hafsun, que se había vuelto a aprovechar de un golpe de fortuna (la repentina muerte del anterior emir Al-Mundhir en el asedio a Bobastro), para extender su poder por todo el sur de al-Andalus, a lo que se añadieron todas las revueltas que iban surgiendo contra el poder central, como las de Murcia, Jaén, Écija, Sevilla, Granada, Badajoz, etc. Asimismo, tanto los árabes como los beréberes emprendieron sus propias sublevaciones que concluyeron con la creación de toda una constelación de señoríos independientes por todo el emirato; estados autónomos que se negaban a reconocer la autoridad del nuevo emir. A los pocos meses de su subida al trono, Abd Allah asistió impotente a la desmembración de facto del emirato: Tudela y Tarazona eran feudo del muladí Muhammad ben Lope, jefe de los Banu Qasi; Huesca y Lérida eran dominadas por el también muladí Ibn Tawil: el distrito de Santaver estaba en manos del beréber Musa ben Zennun, como también Toledo; Murcia y Lorca obedecían al muladí Daywam ben Ishaq; la provincia de Elvira estaba controlada por el árabe qaysí Yahya ben Yahya. Y así hasta dejar reducida a Córdoba y sus aledaños el poder efectivo de Abd Allah.

En un primer momento, Abd Allah intentó la vía de la diplomacia con su mayor enemigo, Ibn Hafsun, al que pidió su lealtad y reconocimiento a cambio de ser nombrado gobernador de las provincias de Reyyo, Elvira y Jaén, en cuya tarea debía ser ayudado por un funcionario de la Corte. Esta circunstancias proporcionó al astuto rebelde una ocasión más para reforzar su posición y proseguir en su empeño de constituir un estado independiente de Córdoba e incluso derrocar al emir y proclamarse único emir de al-Andalus.

En el año 889, Abd Allah dio comienzo a su primera campaña en toda regla contra Ibn Hafsun, cuyas tropas derrotaron al ejército de aquél de forma vergonzosa, lo que hizo que el prestigio de Ibn Hafsun creciera como la espuma tras conocerse el desenlace de la campaña. El campamento de Ibn Hafsun, Bobastro, se encontró de repente repleto de gentes provenientes de todos los puntos de al-Andalus, dispuestas a unirse a su lucha contra el poder de Córdoba. Abd Allah se vio obligado a hacer lo que ningún otro emir había hecho antes: pedir la firma de una tregua con Ibn Hafsun para evitar males mayores. Ibn Hafsun, fiel a su costumbre, rompió su compromiso con Córdoba para seguir su política de hostigamiento, pero la reacción militar de Abd Allah fue contundente, infringiéndole,por primera vez desde hacía mucho tiempo, una severa derrota en la batalla de Poley. El emir persiguió con denuedo al rebelde hasta Bobastro, donde éste volvió a hacerse fuerte. A partir de ese momento, la táctica que emplearía Ibn Hafsun sería la de seguir hostigando a Córdoba hasta que ya no pudiera más o se viera obligado a pedir una tregua o paz, la cual, sistemáticamente, se apresuraba a romper para volver a empezar de nuevo el mismo proceso. Aún así, al mismo tiempo que Abd Allah iniciaba un lento reforzamiento de su posición, Ibn Hafsun perdía fuerza y sobre todo el apoyo incondicional de sus seguidores, situación esta última que se agravó cuando el rebelde abrazó la religión cristiana en 899. Semejante decisión le hizo ganarse las simpatías de los reinos cristianos y de la población mozárabe, pero perdió la base de su apoyo principal: los muladíes. Ibn Hafsun se fue quedando cada vez más solo y a merced de los ataques, cada vez más frecuentes, de las tropas cordobesas. Aún así, logró resistir indemne hasta su muerte, acaecida en el año 917.

En las ciudades de Sevilla y Elvira surgieron graves conflictos entre árabes y muladíes que comenzaron como simples rencillas por la posesión del poder y terminaron en sangrientos enfrentamientos. En Elvira, fueron los muladíes quienes se alzaron contra el señor árabe de la provincia, Yahya ben Suqala, al que mataron. La guerra que se desató entre ambas facciones benefició a Abd Allah, sobre todo cuando la facción árabe logró imponerse a la muladí y eliminarla. En Sevilla, los muladíes corrieron la misma suerte, y fueron prácticamente exterminados por las dos familias árabes más poderosas de la ciudad: la de los Banu Hachchach y la de los Banu Jaldum que, finalmente, se enfrentaron entre sí. Ganaron la contienda los primeros, que se quedaron como dueños absolutos de la ciudad hasta la entronización de Abd al-Rahman III en el año 912.

Guerras contra los cristianos del norte

La autoridad de Abd Allah sobre las marcas fronterizas era prácticamente inexistente pero, aun así, los empujes de los reinos cristianos, especialmente el astur-leonés, no fueron todo lo positivos que cabría esperar debido a la oposición de todos los reyezuelos independientes de la Marca Superior y Media, interesados en defender sus dominios recién conquistados. El emir Abd Allah se benefició indirectamente de unos contingentes de tropas dispuestos a no dejar ceder un palmo de terreno y que, además de no ser costeados por las arcas del emirato, en múltiples ocasiones fueron los primeros en plantear la batalla a los reinos cristianos.

En el año 897, el muladí Lope ben Muhammad ben Lope, miembro de los Banu Qasi, hizo una incursión por tierras de Barcelona, en la que saqueó el castillo de Ausona y sostuvo un encontronazo con el conde Wifredo el Velloso, que murió a los pocos días de resultas de las heridas recibidas en la contienda. El jefe de los Banu Qasi, Muhammad ben Lope, arrebató a Alfonso III (866-910) en 904 el castillo de Baños y levantó la fortaleza de Grañón. Dos años después, su hijo entabló una dura pugna por la posesión del territorio con el rey navarro Sancho Garcés I (905-926), guerra que prosiguió su hermano Abd Allah, quien infligió al rey navarro una derrota desastrosa en 911. Lo mismo hizo otro muladí, Muhammad al-Tawil, señor de Huesca, quien por esa misma fecha se adentró por todo el valle del Segre y arrasó todas las poblaciones que encontró a su paso: Oliola, Gualter, Alaguirre, etc. Éste mismo, al año siguiente, derrotó al conde barcelonés Suñer, después de haber esquilmado por completo el valle de Tárrega.

Finalmente, en 903, un rico y piadoso cordobés, Isam al-Jawlami, decidió armar por su cuenta y riesgo una expedición naval contra Mallorca, reconquistando la isla que estaba fuera de la órbita de los omeyas desde los tiempos del reinado de Abd al-Rahman II (822.852).

Sangrientos conflictos dinásticos

Abd Allah nombró a su hijo mayor Muhammad (padre del futuro califa Abd al-Rahman III) príncipe heredero, pero su otro hijo, al-Mutarrif, no aceptó la decisión paterna, por lo que, siguiendo el mismo ejemplo de su padre, decidió eliminar por la vía rápida a su hermano, en enero del año 891, y dejar el camino expedito a sus propósitos de acceder al trono. Acto seguido, al-Mutarrif dio muerte al prestigioso general de su propia familia, Abd al-Malik ben Abd Allah ben Umayya, por considerarle también un obstáculo incómodo y peligroso. Probablemente hubiera seguido el mismo camino con su propio padre si éste no hubiera descubierto a tiempo sus intenciones. Abd Allah encarceló a su hijo y lo mandó decapitar, en noviembre del año 895. Estos acontecimientos sangrientos hicieron que Abd Allah designase como sucesor a su nieto Abd al-Rahman, el cual subió al trono de un desordenado y disgregado emirato cordobés a finales del año 912, tras la muerte de su abuelo, acaecida en la noche del 14 al 15 de octubre.

Bibliografía

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  • VALLVÉ, J. Los omeyas. (Madrid: Ed. Grupo 16. 1985).

Autor

  • Carlos Herráiz García