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HistoriaBiografía

Abd al-Wahid II al-Rasid (1218-1242).

Califa almohade de Marruecos y Al-Andalus nacido en 1218 y muerto el 5 de diciembre de 1242. Durante sus diez años de reinado, de los cuales cuatro fueron en minoría de edad, Marruecos vivió constantes guerras civiles que acentuaron la inevitable descomposición del imperio almohade. Al-Rasid y sus consejeros se desentendieron de los asuntos de Al-Andalus, donde Fernando III de Castilla logró grandes progresos en la Reconquista cristiana. Bajo su reinado se recuperó el culto almohade del que había abjurado su antecesor.

Hijo de Abú-l-Ula Idris al-Mamoun y de Hababa, una esclava cristiana, al-Rasid sólo tenía catorce años cuando murió su padre en octubre de 1232. Al-Mamoun había muerto camino de Marruecos, cuando acudía desde Ceuta con su ejército para sofocar un intento de restauración del derrocado califa Yahya ibn al-Nasir al-Mutasim; Hababa convenció a los jefes militares de que la única solución para mantenerse unidos frente a los almohades (al-Mamoun había abjurado de la doctrina de Ibn Tumart) era ocultar la muerte del califa y proclamar Abd al-Wahid en secreto hasta que se recuperase la capital y así se hizo (17 de octubre de 1232). Abd al-Wahid tomó el título califal de al-Rasid.

Las tropas de al-Rasid, compuestas en gran parte por efectivos cristianos, llegaron a Marruecos a finales de octubre e infligieron una nueva derrota a los leales a Yahya, que se vio obligado a huir junto con el gobernador de Marruecos Abú Said Wanudin. Abú-l-Fadl Yafar fue nombrado gobernador de Marruecos por los propios habitantes de la ciudad; éste mostró una conducta ejemplar y fue el principal responsable de la rendición de la capital. Al-Rasid entró vencedor en Marruecos y fue proclamado califa el 1 de noviembre. Por consejo de su madre decretó una amnistía general para los almohades y suprimió los impuestos ilegales.

Cuando aún no llevaba al-Rasid un año en el trono, se declaró en rebeldía Ibn Waqarit (octubre de 1233), jeque de los Haskura, principal instigador de la intriga que condujo a la muerte del visir Abú Muhammad Sa'd, a quien intentaba sustituir. Exigió privilegios para su tribu y logró que se le concedieran los tributos de Hazraya y Agmat Urika. Finalmente se adhirió al partido de Yahya Ibn al-Nasir y fue a reunirse con él en la región de Mazala. La rebeldía de Ibn Waqarit llevó a los consejeros de al-Rasid a emprender una operación de castigo contra las tierras de los Haskura, al norte del Atlas; pero mientras, Yahya e Ibn Waqarit movilizaron a los Haskura del sur del Atlas, a los Mazala y a los Yalawa y juntos marcharon a Marruecos para apoderarse de ella por sorpresa. Las tropas de al-Rasid desandaron el camino y les salieron al encuentro, derrotando de nuevo a Yahya, que una vez más buscó refugio en Siyilmassa.

La connivencia de Yahya con Ibn Waqarit, llevó a los jeques almohades, deseosos de volver a la doctrina de Ibn Tumart, que había sido abolida junto con las instituciones almohades por al-Mamoun, a buscar la negociación con al-Rasid para que se restablecieran los ritos y doctrinas del tawhid. El jeque de Gadmiwa, Abú Utman, fue el primero que se sometió a la autoridad de al-Rasid, consciente de que la unión de Yahya e Ibn Waqarit era uno de los principales obstáculos para la reunificación almohade. Fue acogido en la capital, desde donde consiguió que los restantes jeques almohades secundaran su ejemplo. Éstos tomaron el camino de Marruecos para rendir homenaje a al-Rasid, pero fueron atacados por los Jult, entre los que se encontraba refugiado Ibn Waqarit, que no consiguieron detenerlos. Los consejeros de al-Rasid decidieron entonces terminar con el poderío de los Jult y tendieron una emboscada a su jeque Ma'sud, a quien llamaron a la capital y asesinaron; después se mató a todos los jultíes que se encontraban en la capital y se saquearon sus bienes. Posteriormente tuvieron lugar las negociaciones en las que los consejeros de al-Rasid aceptaron la reimplantación del culto almohade.

La muerte de Ma'sud constituyó una grave ofensa para los Jult, que nombraron sucesor a Yahya ibn Hilal, reconocieron la autoridad de Yahya ibn al-Nasir y se aliaron con Ibn Waqarit y los Haskura, declarando la guerra a al-Rasid y marchando hacia la capital. Ante la imposibilidad de tomar Marruecos se dieron a sembrar la ruina en toda la región. El único intento de romper el cerco de la ciudad vino por parte de las tropas cristianas que se encontraban en ella, pero fracasaron y volvieron a Marruecos, donde cundió el desánimo y el hambre comenzó a extenderse hasta el extremo del canibalismo. Los consejeros del joven al-Rasid, comprendiendo la imposibilidad de romper el cerco por las armas, diseñaron una estratagema que logró alejar a los sitiadores árabes y llevaron al califa a Agmat y desde allí, perseguido de cerca por los Jult, a las montañas del Atlas y a Siyilmassa, desde donde los almohades prepararon su entrada en Marruecos.

En primavera de 1235 Yahya ibn al-Nasir consiguió que se le proclamara califa en Marruecos. Mientras, al-Rasid ganó el apoyo de los árabes Sufyan y de la ciudad de Fez, entre otras. A finales de año marchó hacia la capital, derrotando a las tropas de Yahya en la batalla de Awiyidan, en la que jugó un importante papel el contingente cristiano adicto a al-Rasid; Yahya huyó al Garb, donde poco después fue asesinado (1236).

Antes de regresar a la capital los consejeros de al-Rasid se dedicaron a reconstruir la administración deshecha por los Jult. Entre otras medidas se nombraron recaudadores de impuestos, pues los árabes habían suprimido la contribución territorial; se instaló a los árabes Sufyan en el territorio de los Jult y se les concedió todo el botín que consiguiesen; los jultíes fueron enviados a Sus. Cuando al-Rasid entró en Marruecos en verano de 1235 sus consejeros concedieron un perdón general. Hacia 1236 al-Rasid cumplió su mayoría de edad y prescindió de sus anteriores consejeros, poniendo al frente de los asuntos del Estado a varios de sus parientes. Por aquellas fechas recibió la sumisión de Siyilmassa, donde acababa de concluir la rebelión de Abú Muhammad ibn Abd al-Aziz.

Entretanto Ibn Waqarit, que había huido a Sevilla, convenció a su señor, Ibn Hud, para que organizase una expedición para la conquista de Rabat y Salé (1237), que fracasó ante la encarnizada defensa de las ciudades. Un año después al-Rasid recibió la sumisión de Sevilla, donde, al menos nominalmente, se proclamó la autoridad almohade; los sevillanos enviaron a Marruecos a Ibn Waqarit . En 1238 Ceuta destituyó a su gobernador, al-Yanasti, y siguió el ejemplo de Sevilla y aquel mismo año Muhammad ibn Yusuf de Granada envió a al-Rasid su reconocimiento en nombre de Granada, Málaga, Jaén y todos sus dominios.

El mayor escollo de al-Rasid para pacificar el país era la hostilidad que mostraban los benimerines en la región del Garb. Para solucionarlo el califa autorizó al gobernador del Garb, Ibn Wanudin, a trasladar tropas desde Ifriqiya para frenar los avances de los invasores benimerines, aunque no se llegó a los enfrentamientos, que hubiesen roto la precaria paz. Por su cuenta, Ibn Wanudin conspiró para asesinar al emir benimerín, Abd al-Haqq, considerando que la muerte del líder traería la desunión a sus enemigos; después hubo escaramuzas entre las tropas almohades y benimerines, hasta que se llegó al enfrentamiento abierto cerca de la ciudad de Mequínez, con triunfo de los invasores. Ibn Wanudin se vio obligado a huir y al-Rasid, resignado a ver todo el norte de Marruecos dominado por los benimerines, firmó treguas con ellos (ca. 1242). La paz subsiguiente permitió al califa la reconstrucción de la capital y el embellecimiento de su palacio con nuevos pabellones y jardines.

A finales de 1242 la muerte sorprendió a al-Rasid de forma fortuita. Un día subió con una concubina a una barca en un estanque de su palacio; según unas versiones cayó al agua y se ahogó; otra versión afirma que murió de una pulmonía. Aunque tuvo hijos varones, éstos eran menores de edad a la fecha de su muerte y los jeques almohades prefirieron no nombrar califa a otro menor de edad, por lo que fue sucedido por Abú-l-Hassan Alí I, descendiente Abd al-Mumin.

Bibliografía

  • HUICI MIRANDA, A. Historia Política del Imperio Almohade. Tetuán, 1957.

  • JOVER ZAMORA, J.M. (dir). "El retroceso territorial de Al-Andalus", en Historia de España Menéndez Pidal, vol. VIII-II. Madrid, Espasa Calpe, 1994.

JMMT

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero